17.10.10

higos

Del día de ayer me quedo con cuatro escenas y una preocupación.

Escena #1: la cara de mi padre cuando, como regalo de cumpleaños (es hoy, pero lo celebramos ayer) le di un portátil. Acostumbrado a que le regale libros que me gusten a mí o películas que, después de un tiempo prudencial, le robo, aquello le pillo muy por sorpresa. Porque le hacía ilusión, por una vez, y porque no era una racanería.

--Pero hijo, cómo se te ocurre --me reprochaba mi madre luego--, gastar todo ese dinero.

--No sé cómo puedes decir eso, con la de ordenadores que me habéis comprado vosotros a mí --respondía yo.

Así que en cuanto se compre un pinganillo usb para conectarlo a internet igual nos aparece por aquí mi padre (en tal caso hola, padre).

Escena #2: llevamos a mis suegros de paseo por los dominios familiares. Lo digo así, los dominios, para que parezca importante, pero no son para tanto. Por ejemplo, no tenemos siervos ni nada. Pero sí un buen par de fincas de vistas espectaculares, mucho árbol, y bastante aparatosidad si se viene de la ciudad y un jardín es considerado una construcción vegetal de tamaño razonable. Así pues mis padres, mi tío y mis suegros triscan monte arriba y monte abajo y señalan ramas y paredes y hacen un buen ejercicio que la Muchacha y yo miramos con aprobación, ella porque es sano y yo porque albergo la esperanza de que si se cansan darán menos la lata (esperanza vana: el entusiasmo del día los propulsó toda la jornada). Y la escena en cuestión es la de mi suegro plantado debajo de una higuera tras la que yo me pegué mil carreras, hará casi treinta años. Mientras su mujer honra a la comitiva de mi familia contemplando el huerto --los surcos sembrados entre los cuales, indiferentes a todo lo que no sea cachondeo, juegan los tres gatitos de la finca--. Mi suegro traga higos como quien quiere batir un record guinness, y sonríe contento.

Escena #3: a través de la viña viene la Muchacha de recoger, en la caseta, una bolsa que llenaremos de pimientos y de acelgas. Baja la suave cuesta que lleva del pajar a la huerta. Las hojas de parra se abren a su paso como puertas giratorias. Infiltrada en un marco de otra vida mía, de otro tiempo mío, ella me sonríe. Yo pienso en lo que son las cosas y en cómo, de incógnito, pasan los años. Algún día, supongo, pasarán a traición. Pero estos que abultan esta escena entre sus dos extremos bien gastados están.

Escena #4: a unos 150 km de antes y tres horas después ella sujeta la correa de un perro que mueve el rabo, trota de lado a lado de la carretera y olfatea las briznas de hierba y los pies de las farolas, antes de firmarlos con dos ráfagas de meado, chas chas. Y yo pienso en voz alta que qué situación tan adolescente, ella paseando al perro, yo a su lado con las manos en los bolsillos. Sólo nos falta besarnos bajo el halo de luz cansada de una farola, pero me da miedo que, detrás y en la distancia, su padre me esté contemplando a través de la mira de un rifle.

Así que la beso tres pasos más adelante y uno a la izquierda, donde no hay tanta luz y un seto nos cubre de posibles francotiradores.

Y bueno, la preocupación no debía ser para tanto, porque mientras escribía (me ha llevado un tiempo, con eso de, en medio, haber aprovechado para salir de cañas y hacer la comida y ver París, Texas) se me ha ido tontalmente de la cabeza.

9 comentarios:

  1. ¡Eres un gran chaval! Da gusto.

    Las madres, ¿verdad? me ha recordado aquella canción de Serrat que decía "Cuan estalviavas pa, per donarme mantega" (cuando ahorrabas pan para darme meanteca)

    Quiero que sepas que tengo una cosa tuya que devolverte. No te digo qué es, solo que procuro no encenderme con él ningún cigarro, para no terminar el gas.

    Hala, a pensar el misterio.

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué cuatro escenas para un domingo por la tarde! Quiere una llorar un poco o ir corriendo a veros.

    Paris, Texas es una película acojonanteparamigusto.

    Felicidades a tu padre.

    Y felicidades, siempre, a vosotros dos.

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué será, qué será!

    ¿Un transatlántico?

    ¿Un acelerador de partículas?

    ¿Un campo petrolífero?

    El miércoles me sacas de dudas.

    Y como chaval ya soy grandecito en años. Así que no discuto.

    ResponderEliminar
  4. ¡Ay Lara, que me pillaste contestando a Nano y no vi tu comentario!

    De Paris, Texas, no digo nada hasta que no veamos la media hora que nos queda. Ah, ¡malditas series!, que nos dejan los espacios de atención cortos y pausables.

    Felicitados estamos todos. Felicidades a ti también. Y un beso.

    ¿Y nadie va a decir nada de mi nuevo palabro, tontalmente?

    ResponderEliminar
  5. Ah, es un gran palabro.

    (Oye, menos mal que me has dicho unas palabritas, porque estaba celosa de Nano.)

    Muaks

    ResponderEliminar
  6. Me quedo, de todas, con la escena tercera. Aunque en general da gusto, es verdad.

    Felicidades a tu padre y, reiteradas, a vosotros dos, tan felices.

    ResponderEliminar
  7. yo a todo le pongo un sol precioso y castellano y la escena me parece que tiene mil años y que no tiene ninguno...es como si hubiera sido así toda la vida...

    me da envidia sana y como Lara tengo ganas de salir corriendo a abrazaros...

    ResponderEliminar
  8. Qué más da la preocupación que al final no cuenta si está esa Escena 3 que has contado de manera tan bonita? Eres un romántico que sueña que le apunten con un rifle mientras rapta a su Muchacha y se pierde en el espesura...

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.