2.6.10

Adrián

Es ayer y son las 10 y algo de la noche (es que me apetece escribir en presente, déjame, un caprichito tonto que tengo).

Adrián bosteza y todas dicen “¡oooh, mira, ha bostezado!”, “¡un bostezo!”, “¡cómo bosteza!”

Nadie hace ni caso de mis pobres bostezos, en cambio, pese a que son muchos y espectaculares.

Adrián hace una mueca y todas dicen “¡oooh, qué gesticuloso!”, “¡qué capacidad facial!”

Nadie hace caso a mis muecas dolidas porque llevo una hora bostezando (no es que me aburra, es sólo sueño) y nadie me hace caso.

Una amiga de la Muchacha ha tenido recientísimamente un churumbel de nombre Adrián, y hemos acudido a verlo y a visitar sus contentuelos fabricantes, y el afán de protagonismo que tenemos los hijos únicos, dicen, me corroe, y le tengo envidia. Pero no pasa nada: la venganza un plato que se sirve frío y se come con las manos, decían el Los Albóndigas II. Y ya me aseguraré yo de que tenga otro momento de absoluto protagonismo cuando, dentro de veinte años, le comente delante de la mayor audiencia posible que yo le he visto cagarse encima. A poder ser cuando esté rodeado de amiguitas. ¡Guardadita se la tengo!

En otro orden de cosas, el chaval es un triunfador de la vida, todo dormir, comer, dormir y comer, y un guaperas. Y sus padres tienen tales sonrisas en las caras que para desplegarlas al completo tienen que llamar al Control de Tráfico Aéreo para asegurarse de que no hay nada pasándoles por encima y entonces salir al patio y poner la cabeza de lado. Y sus sonrisas trazan rayas en el suelo, por un lado, y peinan la estratosfera por el otro.

Cómo nos alegramos, la Muchacha y yo.

1 comentario:

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.