13.3.10

mi guerra con telefónica, 1

Llegué yo ayer a mi casa hecho polvo, por la resaca que arrastraba ya un jueves, y sin teléfono móvil, por el despiste que tengo ahí bien enraizado en mis dobles hélices de ADN, y me dije "eh, voy a llamar a la Muchacha". Como no tenía móvil recurrí al teléfono fijo, donde una amable voz grabada me dijo que no iba a poder lograr mi fin, pues la línea no la tenía dada de alta en Orange.

Yo sospeché que algo raro pasaba porque soy perspicaz y porque mi desmemoria no llega a olvidar que todos los meses pago religioso una factura a Telefónica por la línea ídem.

Bueno, me dije, miraré si puedo mandarla un correíto electrónico. Y no pudo ser porque mi conexión, que en su día contraté con Ya.com antes de que Orange la fagocitase, tampoco funcionaba.

Así que me dije "recurriré, como cliente, a la ayuda de mi empresa, Telefónica", y marqué, optimista como siempre, el 1004.

Así entablé conversación con quien luego se identificó como Mavi García Rodríguez, quien entre el fragor de la estática de las líneas transoceánicas me escuchó atenta y me puso a escuchar música. Yo me puse a pensar que ni goear.com no spotify, que los grandes propagadores de la música por el mundo son las compañías telefónicas, que la proporcionan a sus clientes generosas mientras esperan y sus operadores consultan datos y preguntan cosas y van al baño y, en fin, hacen lo que sea que hagan en sus cubículos laborales. Al rato volvió Mavi y me dijo que efectivamente había una incidencia, sobre la cual me ahorró cualquier molesto detalle, y que se resolvería, pero que mientras tanto podía recuperar el dominio de mi teléfono marcando, antes de cualquier llamada, el prefijo 1077. Orgullosa, con razón, de haber hallado la solucion de mi problema luego fue repitiendo ese prefijo como un mantra durante la media hora, trufada de música telefónica, que nos quedaba por compartir.

Entonces parecía que no, que ya estaba todo el pescado vendido, porque no fue hasta que ya nos despedíamos Mavi y yo cuando escuché esa vocecita que en mi cerebro gritaba desgañitada "¡internet, internet!". Oyéndola al fin dije "ah, un momento, es que Internet tampoco me funciona y claro, poniendo un prefijo no se me va a arreglar, porque ahí sí que no marco", y le conté a Mavi que, eso, Internet, a la que llego a través de otra compañía pero a través de la misma línea telefónica, tampoco me funcionaba. "Un momento", me dijo, y me sirvió otra ración de música directa al tímpano mientras miraba sus cosas. Al rato volvió y me dijo que yo era cliente de una tarifa dúo de teléfono más internet con ellos. "No", repuse, Internet se lo pago a Ya.com todos los meses y digo yo que por algo será. Y ella me dijo que no, que no, que lo tenía contratado con ellos.

Bien, repuse, entonces querría que me hicieran llegar mi contrato o una copia del contrato de voz, peticiones razonables que, según la OCU, son derecho evidente del cliente. Ella mostró su acuerdo y me dijo que si quería algo más. Sí, insistí, una fecha aproximada sobre cuándo me llegarían mi contrato. A partir de aquí Mavi ya no volvió a decirme que esperara por favor ni nada: simplemente le dio al botoncito y otra canción vino a alegrarme la tarde. Al rato volvió y me dijo que podía arreglar mi problema: si yo quería, me dijo, podía darme de baja inmediatamente de ese servicio y resolver así mi problema. ¿Quería yo?

Sí, le dije, viendo ante mí la línea de meta. Espera, no, me desdije al instante, cuando terminé de procesar su frase, y le expuse el motivo de mi cambio de decisión: si yo estoy convencido de no haber dado mi autorización para mi alta en cualquier servicio, he de ser coherente y no darme de baja de algo que, según mi humilde opinión, no puede existir. Yo no voy a ser quien enmiende la chapuza de nadie o deshaga el mordisco bucanero del capullo de su empresa que decidiera apropiarse al abordaje de mi conexión a Internet. Así que le dije que se olvidara de darme de baja y me dijese cuándo iba yo a poder recibir mi contrato o mi copia del contrato de voz. A esas alturas la complicidad con Mavi era tal que comenzó a confesarme sus paranoias corporativas, aludiendo constantemente a la imposibilidad de mi petición porque "el Sistema" no lo permitía, a mostrarme sus problemas de memoria, diciéndome que navegando a través de www.telefonica.com yo podría ver que efectivamente era cliente suyo también de Internet (sin exagerar, seis veces me lo dije y seis veces repuse yo que precisamente mi problema era que no podía entrar en internet por su culpa, sospechaba ya), y lo más impresionante, me hizo saber que Telefónica tiene el poder de viajar atrás y adelante en el tiempo, pues empezó a fechar mi contrato el día 10 de abril. ¿De qué año?, pregunté yo. De este, claro, dijo ella. Señora, estamos en marzo, repuse. Y aún tardó un rato en darse cuenta de la importancia de lo que me revelaba y rectificar y decir que bueno, vale, pues marzo.

A partir de ahí todo fue muy aburrido. Yo le decía que quería ver ese contrato misterioso cuyo acuerdo no recuerdo, y ella me decía que era imposible. Yo le decía que me amparaba la OCU, y ella que se lo impedía El Sistema. Yo que sólo pretendía refrescar mi memoria y evitar el pensamiento de que ella era una mentirosa y su empresa una panda de filibusteros, y ella que debía confiar en su palabra y la empresa.

Al final, extenuados, me preguntó si quería algo más. Yo le dije sí, tu nombre. Ella me lo dijo al fin y me pidió que no colgase, que debían realizarme una serie de preguntas sobre la atención recibida. Y yo, obviamente, colgué.

3 comentarios:

  1. Hale, chavalote, qué suerte tienes. Cuando en el Taller un capullo o capulla con malas intenciones (porque somos gente estupenda y querible, pero a la hora de poner temas nos volvemos sádicos) proponga Desamparo y Terror, haces un copypaste de esto y ya lo tienes.

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  2. unión en la lucha
    solidaridad del pueblo consumidor para contigo

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  3. Hombre, ¿cómo quieres recordar cuándo contrataste el servicio si lo vas a hacer el 10 de abril? Ya sabes que tal cosa es muy posible en este mundo que cabalga a lomos de elefantes y tortugas.
    Yo que tú tendría cuidado el 10A: no salgas de casa, no hables por teléfono y no abras a nadie. ¿Quién sabe cuántas estupideces más vas a hacer ese día? Teniendo en cuenta que es sábado, puede ser consecuencia de una noche húmeda. Ojo.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.