8.3.10

de los hobbits al boxeo, pasando por la remontada

No se llamaba Felipe pero da igual: yo le voy a llamar así aquí, por motivos que no pienso pararme a pensar. Lo conocimos Juanito y yo en un bar el sábado. Iba a ser La Jornada Friqui (el plan era tragarnos, del tirón, las tres versiones extendidas de El Señor de los Anillos) y causamos el repelús de un observador externo que teníamos y que decía qué raros sois cuando nos poníamos a discutir sobre Gil-Galad (Ereinion para los amigos), sobre la humanidad y motivaciones de Boromir o sobre el momento en el que Merry y Pippin crecen unos centímetros, y en fin, en realidad fue culpa del observador que la jornada se quedase a medias, porque como bien nos enseña la física cuántica la observación altera el experimento y de pronto en lugar de estar tirados en un sofá viendo las películas Juanito estaba en el baño de una cafetería, el Madrid iba perdiendo 0-1 (ay ay ay, Xabi Alonso) y el tipo que llamaremos Felipe, junto a mí, farfullaba comentarios a su copa.

Por ser amable, y creyendo que preferiría hablarle a un ser humano antes que a un vaso con un cubata dentro, le respondí, y cuando Juan volvió del baño sufrimos los tres el varapalo del segundo gol y yo la confesión de mis dos partenaires de que cuando ven el fútbol en un bar el Madrid siempre pierde. Pues os podríais haber quedado en vuestras putas casas, comenté yo, alegremente. 0-2, habiendo empatado el Barça: qué pena, sentenciaron mis contertulios. Bah, cosa de meter tres goles, les quise tranquilizar sin éxito yo, que ya confío en cualquier cosa después de la última con Capello.

Mientras el Madrid se empeñaba en tirarle a los palos o a Palop Fernando nos contó que era ex militar, ex taxista y ex boxeador. Nos contó también una velada aciaga en Santander, región que odia por lo que sigue, cuando el árbitro, santanderino, claro, hizo la vista gorda la primera vez que su rival, también santanderino, le dio un golpe bajo, que, nos explicó bajando los ojos, consistía precisamente en un golpe en sus atributos. Y siguió la pelea y el árbitro, pese a las protestas de Felipe, opinó no haber visto tampoco el segundo puñetazo que nuestro narrador se llevó en las gónadas. Ni la tercera, ni la cuarta.

Felipe, quemado el hombre, rodilla en tierra, chiribitas en los ojos, aguantó paciente a que el árbitro le zarandease los brazos a ver si mantenía en ellos fuerzas para seguir la injusta pugna, y en cuanto le soltó le soltó tal uppercut que lo dejó KO en la lona. Y así fue como perdió su licencia de boxeador.

Nos contó también lo que le sucedió al pobre morito que intentó atracarle una funesta madrugada, nos mostró la huella cicatrizada de una mano rota y antebrazos del tamaño de jamones, y mientras el Madrid, a lo tonto, fue remontando, empatando, finalmente adelantando al Sevilla. Gritamos todos goool, dimos saltos, y conjurada su maldición de ver fútbol en los bares, nos despedimos de Felipe y nos fuimos a otro lado, a ver si seguía la noche siendo rarilla. Pero nada, todo lo más que queda por contar es que hay un bar al que las dos veces que he ido he llevado conmigo a los fantasmas escritos de Casavella y Bolaño, y que terminamos intentando reconducir la friquijornada viendo Conan el Bárbaro, pero no pudimos ni con la película, ni con el sueño, ni con la última copa, porque ya no somos lo que éramos ni el tiempo, ese conductor temerario, respeta a nadie.

5 comentarios:

  1. Creía en mi inocencia que había sido la apuesta más valiente de Pellegrini de eliminar ese centro tan defensivo de Lass y Diarra y apostar por Guti y el holandés gitano y resulta que ganó el Madrid porque lo vistéis en un bar. Y no es que lo diga yo, es que lo dice la mecánica cuántica y Heisenberg y Schorodinger, así que...

    (Vale, tu verificador me hace escribir 'chichi', así de cachondo le pongo por las mañanas)

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  2. Hombre, todo ayuda, Lansky, pero unas cosas más que otras. Por ejemplo Guti y Van der Vaart ayudaron más que los Diarrás. Probablemente eso propició el empate. Pero el triunfo, sin duda, fue cosa nuestra, que a partir del 2-2 dejamos las cañas y nos pasamos a los cubatas.

    Y caramba, me da cosa no poder ver ese verificador mío que decís, que a mí no me sale. Jopé.

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  3. Bah, Schrödinger, y sobre todo su gato dicen que estabáis 'a la vez' tomando cañas y cubatas, y el Madrid estaba 'a la vez' perdiendo y ganando.

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  4. Voy a desafiar al Principio de Incertidumbre:
    2-0 en el Bernabeu esta noche.
    Queda dicho.

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  5. Conocer personajes así es un privilegio de los baretos en ciudades grandes, como Madrid.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.