Mis mil disculpas, mil mis disculpas, disculpas mis mil, mis mis milculpas: ando un poco offline (lo pronuncio offflainnn, conste) Ășltimamente. Son por cosas que pasan: va uno y piensa ¡coño, voy a escribir en el blog, que lo tengo abandonado (lo pronuncio abandonaĂto, conste bis)!, y suceden cosas como que son las dos de la mañana de un lunes y tengo sueño, o voy en el metro, o es miĂ©rcoles y se acaba de bajar Lost. Los dramas del dĂa a dĂa. Y la cama sin hacer y el blog sin actualizar. Me sonrojo y me arrodillo y clamo al cielo por tu perdĂłn (y que Vanbrugh no se emocione: clamo al cielo porque me gustan las estrellas, y tambiĂ©n los asteroides y los satĂ©lites de observaciĂłn precisa de las agencias gubernamentales).
Dicho eso me arremango y cuento: con tanto tiempo sin escribir nada de nada se me han ido acumulando absurdeces que decir que, mayormente, he ido olvidando, pero que me han provocado un nada curioso sĂndrome de desagĂŒe atascado. Temo que pueda salir de ahĂ. Bueno, va, no lo temo, quĂ© voy a temer eso, prefiero temer que el equipo francĂ©s ese de mierda nos meta cuatro goles en el Bernabeu: hay que concentrar los miedos en lo que realmente no importa.
Y no sĂ©, por ejemplo en algĂșn momento he pensado contar los presagios lĂșgubres que estĂĄn surgiendo en la secta. Son culpa de un tipo que, irĂłnicamente para currar donde lo hacemos, se llama Ăngel, que un dĂa (en realidad esta mañana, pero digo "un dĂa" para que parezca que he estado pensando cosas que escribir aquĂ mĂĄs a menudo. Mentirijillas de esas inocentes) vino a quejarse de lo alto que estaba el aire acondicionado, como si fuera raro eso en un sitio que, bueno, pretender reflejar fielmente los efluvios del patio de SatĂĄn, diciendo que una planta que tenĂa debajo del aparato emisor de calentura habĂa echado a arder en una combustiĂłn espontĂĄnea espantosa.
La gente le sonriĂł incĂłmoda y dijo ja ja, exageras, y Ăngel les enseñaba el extintor vacĂo y su camisa manchada de espuma antiincendios y todo el mundo mirando para otro lado, je je, Ăngel, cĂłmo eres. Porque claro, el tema de las plantas que de pronto echan a arder, consulta tu Biblia de cabecera, es un tema exclusivo de la Competencia. En los momentos de mĂĄs calma (es decir, media hora despuĂ©s de la hora de la comida, cuando andan las sangres circulando por alrededor de los sistemas digestivos) se escuchan los temblores de las rodillas repiqueteando, claclaclaclaclĂĄ.
Pero bah, quĂ© mĂĄs da, un apocalipsis mĂĄs, un apocalipsis menos. Paso de darle a eso el protagonismo de este post tardĂłn. En su lugar, que se lo lleve el cine, ese invento mĂĄgico al que tan abandonado tengo por culpa de las series (que no es culpa mĂa, oiga, que es que me he puesto a ver The Shield y es un no parar. Otro dĂa la hecho flores, que ese es otro tema pendiente). Tan abandonado en general, aunque Ășltimamente estoy yendo mĂĄs de lo que iba en ese tiempo que serĂa el "Ășltimamente" anterior al Ășltimamente anterior. Hace dos ratos, vaya. Este lunes, por ejemplo, fuimos un comitĂ© de fanĂĄticos de Cormac McCarthy a ver The Road, con la amable intenciĂłn de poner a la peli a caer de un burro por no respetar la novela (por ejemplo podrĂamos quejarnos de que se escuche hablar a cada personaje, en lugar de intentar emular el estilo de los diĂĄlogos del señor McCarthy, quĂ© sĂ© yo, haciendo que todo lo que se dice en la peli lo diga una voz en off ĂĄtona y chunga). Mis secuaces no pudieron porque les gustĂł la peli. Yo no pude por la iluminaciĂłn y la escenografĂa, fan como soy, ya sabes, de la imagen decadente y detallista y decrĂ©pita y deshecha, me pasĂ© la peli diciendo "oooh, un coche lleno de corrosiĂłn y de roña" y "aaah, quĂ© maravilla de carretera destrozada" y "uuuh, quĂ© gloriosa casa derruida". Pero antes de esta peli las otras tres que vi, del tirĂłn, fueron Avatar, The Hurt Locker y Sherlok Holmes, que comparten la curiosa caracterĂstica de ser tres pelĂculas hechas por tres directores cuyas ex-parejas conozco: la de James Cameron es Katryn Bigelow, la de Katrin Bigelow es James Cameron (en serio: los Oscar van a estar graciosĂsimos este año, entre los premios gordos que se van a jugar y las caras que van a ir poniendo) y la de Guy Ritchie quedĂł gloriosamente retratada en aquel corto que, en sus tiempos mĂĄs chungos, nos recordaba que algo de gracia le quedaba.
Eso me ha entretenido bastante porque yo soy mucho de darle vueltas a las ideas tontas por razones sobre las que, la verdad, prefiero no pensar mucho, pero mientras veĂamos The Road, que es una peli oscurĂsima (porque si no, bueno, supongo que se le aparecerĂa el Juez de Meridiano de sangre al director y le coserĂa a tiros), me di de pronto cuenta de una de esas obviedades que el cine tiene la grandeza de escamotearnos: el negro que uno ve proyectado en una pantalla de cine, o lo que vemos como negro, es algo que estĂĄ sucediendo, en realidad, sobre una superficie blanca, mediante el simplĂsimo mĂ©todo de dejar que nuestra vista, que es muy suya para calibrar contrastes, lo finja negro, cuando cualquier punto de la sala en el que pongamos la vista (exceptuando, claro, las lucecitas que indican las filas de asientos y las pantallas de los mĂłviles de esos tipos infectos que reciben y mandan mensajes en los cines, los tĂos cretinos) es, en realidad, bastante mĂĄs negro.
Y pensĂ©: he ahĂ la magia del cine. Toda su esencia, hacer pasar por real aquello que no lo es ni de coña (¿quiĂ©n, del negocio, fue quien dijo aquello de que lo bueno del cine era que para que saliese un coche estrellĂĄndose no hacĂa falta ni un accidente ni, en rigor, un coche?), viene en esencia resumido en eso: vemos negro donde no lo hay, cĂłmo no vamos luego a tragarnos que el Titanic se hunde, o que los dinosaurios corretean intentando mordisquear los tobillos de Sam Neill, o que Tom Hanks ataca, malherido e impotente al pie de un maldito puente francĂ©s, a un Panzer con su Colt M1911?
19.2.10
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la mĂșsica que no le gusta a nadie y las pelĂculas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez mĂĄs libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pĂĄnico, no cuelgo aquĂ.
jé.. la esencia del cine...
ResponderEliminar2 horas..
lo ha dicho usté muy requetebién. Pero sepa que, mientras estån proyectando la peli, el negro es negro y el coche en llamas es un coche en llamas.
ResponderEliminarTodo lo demĂĄs es cosa de intelectuales resabiaos.
Olé, Deivid.
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