11.1.10

henchid con orgullo vuestros pechos, pájaros bobos

¿Y quién es el listo que se ríe ahora de los pingüinos, eh? ¿Quién es el listo?

Estamos sufriendo el invierno más invernal de los que yo tengo memoria, este año, habiendo pasado de que lo normal sea que nieve como un rato cada cinco o diez años a que nieve como cinco o diez veces cada par de ratos, y pasa lo que pasa. Siendo como es Madrid una ciudad norteafricana a tantos efectos, nos cae el nevazo y ala, el caos, con sus coches patinando y la gente gritando a campanilla batiente por las calles, “¡apocalipsis, apocalipsis!”

Pero pasa la noche y con la luz todo se ve con menos pánico. Vale, hay un barrillo asqueroso en las calzadas, y nieve y hielo en las aceras, pero como hay que ir al curro, pues bueno, todos como si nada.

Sí, claro, como si nada, ja.

Porque esta mañana cuando he salido a la calle todo el mundo caminaba como los pingüinos. Andares concienzudos y vacilantes, pasitos cortos, brazos extendidos para poder ganar algo de estabilidad.

Y yo me he acordado de estas pintorescas aves y me he imaginado al primer navío de palurdos que, pasando por allí, les mirasen y rascándose los sabañones les prejuzgasen así de alegremente.

–Mire, teniente Peláez*, unos pájaros extraños.

–Mira cómo caminan, así, bamboleándose, como idiotas.

–Si, ja ja, qué risa.

–¿Cómo los llamaremos, sargento Cazurro?

–¿Spheniscida?

–¡Virgen santa con el nombrecito, Cazurro! ¿Y algo sin latinajos, para que nos entendamos?

–Pues hombre, yo creo que Pájaro Bobo le pega, ja ja.

–Ja ja, qué cachondo, sargento Cazurro.

–Ja ja, se hace lo que se puede, teniente Peláez.

Sí, ja ja, mucho ja ja, pero ahí van los pingüinos, caminando por nieves congeladas todo el maldito día, que ya me gustaría a mí haber visto a Peláez y Cazurro caminar por aquel sitio sin eslomarse ni parecer idiotas.

Total, que veo a la gente caminar así y siento que parte del orgullo de aquel pajarraco se lava.

Y me parece bien, porque a ver qué nos creemos, con nuestros andares elegantes cuando no hay nieve, que así cualquiera.

Ala, feliz frío a todos, y un saludo para todos los pingüinos que me lean, que serán pocos, pero con esto de Internet nunca se sabe.

 

 

(* les llamo así, Peláez y Cazurro, porque por lo visto los primeros a los que le dio por ver pingüinos y contarlo fue a gente de aquí, que se liaría a la hora de volver a casa después del café de la tarde)

5 comentarios:

  1. En realidad los pingüinos andamos así, "anadeando", porque no usamos tirantes y se nos terminan cayendo los pantalones a los tobillos, pero claro, usar tirantes y llevar etiqueta...no es de recibo.

    Y sí, Madrid es muy norteafricana, aunque mucho más norteafricana, en cierto modo norteño, es Estocolmo y mucho menos Almería, no sé si me explico.

    Un pinGüino viajado

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  2. ¡Kweeeek, kweeeek, kwwwiiiiik, kekekeké, David!

    fdo: Pengo

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  3. Anda, mira, al Pengo jugaba yo con el Atari...

    "Total, que veo a la gente caminar así y siento que parte del orgullo de aquel pajarraco se lava."

    Esa frase es la puta frase del día.

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  4. yo me quedo con la siguiente, la de "Y me parece bien, porque a ver qué nos creemos, con nuestros andares elegantes cuando no hay nieve, que así cualquiera."

    Aunque andar con tacones (aunque sea sin nieve) no es tarea fácil.

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  5. Lansky: yo pensaba que eran los platos los que anadeaban, hum.

    Hmmm, no me entero mucho de lo de la nortez y la sudencia, pero en fin: el tema, ¡ah, ripio!, perdió vigencia.

    Pingüino: muchas gracias por la visita, honrado me siento. Y me quedo preguntándome, ¿a qué sabrá el pingüino, a pollo? Hmmm...

    Fleischman: y ahora mírate, hecho un penco. De aquí a diez años, te veo uno de los Pecos.

    Y gracias a vos y a Anana (hola y bienvenida, por cierto) por la elección de las frases de esos días, distintos a aquel en el que yo escribí, en los que habéis proclamado frases del día, ejem ejem.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.