15.12.09

en vivo

Rematamos nuestro domingo de elitismo cultural yendo al cine, a ver Glennosequé y Glenn Rose, de David Mammet. A esas horas ya padecíamos los efectos de, eso, el elitismo cultural, que implica, como ya infería yo de nuestra exposición quincenal a la literatura, ir un poco borracho y tambalearse ligeramente. Sentarse en el patio de butacas ayudó, le transfirió al desequilibrio esa seguridad de las butacas de los transatlánticos al alba, todo se mueve, pero mi silla, bajo las posaderas, calca mi posición, la estabiliza. Eso es bueno. Y yo miraba alrededor y veía a toda esa gente que también forma parte de la élite cultural, porque, bueno, aquello era un teatro, no un cine donde uno se sienta en la butaca con la alegre certeza de que en un momento pasado no muy remoto un Yoni y una Yuli han estado ahí sentados viendo una comedia absurda, mascando palomitas con caramelo y metiéndose lengüetazos. En el teatro eso no pasa, todo lo más uno le arranca a la butaca el eco del tacto del abrigo de piel de alguna viejecita largo tiempo cultivada, que va a ver al Gonzalo de Siete Vidas, o el vago recuerdo del aroma de la franela de la chaqueta de algún gafapasta que ha ido ahí casi por prescripción cultural, o porque conoce al iluminador, o porque pretende ligarse a la intelectual también gafapasta que tiene amurada en la butaca de estribor.

Y comenzó el teatro y me pasó lo de siempre, que me gustó, pero que no me gustó. Admiré la forma de comportarse de los actores, esos hablares interrumpiéndose, esa capacidad para dar pena o cabrearse, etcétera etcétera, que bien lo hacen, que bien se comportan de mentira, pero sin que se note, cómo nos mienten (porque eso es actuar, aunque la RAE, curiosamente, no lo diga). Pero no me gustó, primero por la obra, porque, vale, ya sabemos todos a qué conduce el capitalismo rampante, ya conocemos todos la vida del vendedor (por favor, todos hemos visto al vendedor desesperado de The Simpsons, a estas alturas de la vida), y a mí me inquieta verme sometido durante una hora y pico a las vicisitudes de un mundo que yo ya intuía antes, de verdad, que me parecería un coñazo de mundo. El mérito de Mammet fue confirmarlo, supongo, pero es un mérito trivial. Y tampoco me gustó porque el teatro me parece un despilfarro tremendo de recursos.

Por ejemplo, el escenario. Un escenario grande, inmenso, vacío en el 80% que va desde las coronillas de los actores hasta los focos del techo, y en gran parte del espacio entre ellos. Consecuencia: la mitad de las veces no veíamos otra cosa sino espacio vacío y la parte trasera de los cabezones sentados ante nosotros.

Y por ejemplo, bis, los actores. Un montón de gente ahí repitiendo noche tras noche la misma historia, convirtiendo la trama en un Día de la Marmota sin Bill Murray ni Andie MacDowell. Y eso me incomoda porque me hace ponerme fatalista. Es maravilloso ver En Busca del Arca Perdida y sentir que por muchas veces que la veamos todo ocurrió en 1936, que Indy no va a tener que pegarse todos esos costalazos noche tras noche, año tras año, o ver Réquiem por un Sueño y sentir, al terminar, que todo eso Ya Pasó, que ya, ya sé que en el teatro es lo mismo, pero me cuesta más ponerle el cepo, echar el cierre.

Dicho todo esto, y pese a que no me gustase, puedo decir, honestamente y para regocijo, espero, de la Muchacha, que me gustó. Porque mis prejuicios y mis resquemores son feroces, pero nunca me impiden tener la contradicción del gusto, cosa esta que tiene sus mil evidentes ventajas.

Y por la mañana habíamos ido a un concierto de la Joven Orquesta Y Coro de la Comunidad de Madrid, que usa las siglas JORCAM, aunque yo no entiendo por qué, porque ¿de dónde sale la R, por ejemplo, o por qué esa A, que parece sugerir un “autonómica” que no aparece en el nombre largo? Así que fuimos a ver a esa orquesta que, sospecho, le ha robado las siglas a la Joven Orquesta Rociera de la Confluencia Andaluza-Murciana, donde ya había yo tenido mi primera exposición al suceso en vivo y, de paso, a la presencia de Vanbrugh, que fue quien nos invitó al evento y mediante muchas cervezas nos puso en el modo elitista-cultural que, como decía por ahí arriba, implica el tambaleo.

Y fue distinto, porque la música no es lo mismo. Porque cuando empezaron a sonar los 10 violines, las 3 violas, los 3 violonchelos y el contrabajo (¿o es un bajo? ¿hay diferencia? ¿hay algún entendido en la salsa?), mi primer pensamiento no fue “como darle al play”, sino “así que de ahí sale la música”.

Vanbrugh me había prevenido que no estaría bien visto que corease los estribillos, encendiera mecheros o hiciera moshing. La organización de la sala me dedicó, además, un pregón prohibiendo hacer fotos con o sin flash.

No me importó, entiendo que el “clic-clic” del obturador, en ese silencio inundado de música de cuerda, puede sonar como un tiro.

Y si me hubiera importado se me habría olvidado al tener que soportar luego la mirada de Vanbrugh cuando a la Muchacha se le escapó un agradecimiento hacia arriba, y yo tuve que interrumpir y gritar “¡al azar, gracias al azar!” mientras él meneaba la cabeza y hacía el gesto de la victoria.

Para ser un integrista religioso no nos cayó demasiado mal, el señor Vanbrugh.

Lo único malo fue que se nos olvidó llevarle, al menos, un ejemplar del libro de cuentos del Bremen, para que nos baje del altar (es un decir), cosa que el aprovechó para humillarnos invitando a tantas rondas de cerveza.

Pero nos resarciremos, vaya si nos resarciremos.

Así que, el balance:

En vivo, el teatro, psé, bien, vale, pero mejor una obra que, no sé, me interese.

En vivo, la música de cuerda, gloriosa.

Y en vivo, Vanbrugh y familia y amigos, una colección de soletes.

6 comentarios:

  1. Recuerdo que García Márquez escribía hace años en El País unos artículos muy periodísticos en los que nos contaba todo lo que sabía de los asuntos más variados. Un día, por casualidad, tocó un tema, ya no recuerdo cuál, del que algo sabía yo, y descubrí que mentía como un bellaco. "Joder" -me dije- "si para una cosa de la que escribe que conozco, descubro que se inventa la mitad ¿qué no hará con las otras, y yo aquí, creyéndomelo todo?"

    Pues lo mismo me ha pasado con este post tuyo de hoy. "Así que es así," -me he dicho- "como cuenta este chico las cosas. Vaya, vaya..."

    Pero hombre de Dios, si yo no tengo ni idea de lo que es el moshing ni sabía siquiera que existiera esa palabra...

    Pues así todo.

    "Integro y religioso". ¡Íntegro, no integrista! Mira que te lo explicó veces la Muchacha. Pues nada, ni modo.

    Bueno, y las cañas, alguna ronda sí pagasteis ¿no? ¿O se quedó sin pagar?

    En fin, estuvo bien conoceros, sí. Me alegro de haber contribuído a tu promoción en la esforzada carrera del elitismo/etilismo cultural. No te abandones y persevera en el esfuerzo, para que mi sacrificio no haya sido en vano...

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  2. La paz sea con tu espíritu, chaval. Siento no haberte conocido y aún más no haber podido echarle un vistazo a La Muchacha, que parece guay (¿se dice así?), pero es el caso que la mía (la mía muchacha , en napolitano) se puso malita y hacía frío para salir.

    Y sí, en efecto, la música sale de ahí, es inceible, y sí, vanbrugh es un fanático religioso majísimo (no hace proselitismo ni nada; al cabronazo le da igual que nos condenemos o sostiene heréticamente que no nos condenaremos si somos unos ateos buenos) y sí, paga las cañas, y sí su mujer es tope guay (¿se dice así?) también, y el chaval lo mesmo.

    ¿En otra ocasión? (El fa sostenido de la tercera viola por la izquierda, ¡qué cagada! ¿Verdad?)

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  3. Lo de la música es milagroso (abundando en el tema teológico).

    En cambio a mí el teatro nunca acaba de convencerme; y precisamente porque no me mienten bien, porque nunca me creo que esté pasando nada de eso, porque siempre me parece evidente que están actuando... No lo puedo evitar, no me resulta creíble. Ya supongo que no se trata de eso, que es otra cosa, lo que transmiten, etc.; pero yo "preferiría" que resultase creíble. Porque resulta que cualquier peli, salvo las nefastas nefastas, sí lo es, así vuelen por el hiperespacio.

    Algo falla ahí. Lo que no aseguro es que no sea yo.

    Me ha gustado mucho el post.
    Un abrazo.

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  4. Vanbrugh, difamador, por más que leo y releo no recuerdo nada que no fuese e xac ta men te como yo lo he contado, tal cual, calcado. Es más, si no fuese porque sucedió primero, diría que la vida, o tu Dios, son unos copiotas.

    No te preocupes por nuestro elitilismo cultural, ¡practicamos mucho!

    Lansky, pues sí, otra vez será, y supongo que no dentro de mucho, porque algo se habló de unas cañas y patatín patatán (o patatas bravas, mejor). Pero están Mayo con las flores y Diciembre con las fiestas, así que yo ya este año no sé. Pero vamos, que ya coincidermos, y mis mejores deseos para la compañera malita, la pobre. Es lo que tiene este tiempo, que es gracioso lo del vaho al respirar, pero se coge uno un catarro a la mínima.

    Porto, como tipo inteligente que eres, lo dices en un sólo párrafo como yo intento decirlo en cuatrocientos. Totalmente de acuerdo contigo. Y como dices, o sugieres, o se deduce de lo que dices, bien pensado no tiene nada que ver escuchar música en directo con ver teatro (o cine) porque la música no pretende parecer otra cosa que no sea música. Quiero decir, no escucha uno una orquesta que trate de sonar, qué sé yo, como el ruido del tráfico, por ejemplo...

    A mí me ha gustado que te guste el post. Otro abrazo, sean dos.

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  5. No creas, Vanbrugh es mas religioso que integrista. Lo que pasa es que viene de un linaje de grandes pontificadores, y desde pequeñito se acostumbró a que, en su casa, decir la hora era afirmarla rotundamente y de ahí "in crescendo" ("In crescendo" tanto él mismo, como la rotundidad de las afirmaciones) Eso le viene de familia, pero es buena gente.
    ¡Lansky, te hemos pillado, que no hubo ningún fa sostenido de las violas, que era un si bemol del contrabajo!
    Aparte de todo es evidente que el teatro es mentira y la musica es verdad. Es La Verdad.
    Y, francamente, prefiero con mucho el etilismo (cultural o no) al elitismo de cualquier clase.
    (Y sobre tu ultimo comentario, tengo yo un coro que a veces consigue sonar como el ruido del tráfico ¡sin proponérselo, que es lo mejor!)
    Bueno, encantada de haber encontrado este sitio, ya sabe usted dónde tiene su casa

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  6. Cuánta diferencias: en mi casa la hora se proponía; quizá sean las doce, quizá falten algunos minutos, o quizá ya pasen. Y no nos pongamos a discutir sobre si serán AM o PM. La única hora fija, por el entusiasmo que causaba, era la de los cuatro patitos, las 22:22 del vídeo. Claro que era la hora del vídeo. La hora del reloj de mi padre era otra, la del de mi madre otra, la mía otra, la del de la cocina otra.

    Así crecí yo, sin creencia alguna, condenado al escepticismo por la volubilidad de los relojes.

    Y sí que era evidente lo de la realidad de la música frente al teatro, aunque me parezcan exageradas las mayúsculas, y aunque recele porque no creo que se trate de que sea una verdad o no, porque eso sería algo raro, sino de que no trate de fingir cosas, que es distinto. Pero aunque sea evidente no tiene por qué ser patente. Al menos no lo era para mí.

    Encantado yo de que entres, claro.

    Y me quedo con la mezcla, el etilitismo. "Cuán interesante sonata esta que suena, ¡por favor, camarero, otro chupito de mezcal!"

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.