11.12.09

acento gaditano

Se celebró la reunión bisemanal del Bremen con una trágica noticia; por primera vez desde que comenzó la navegación del taller, me quedé sin relato para el mismo, porque toda mi creatividad de la semana se me fue en el tercer párrafo de esta epóstola (¿habíamos quedado en llamarlas así?). Tan dramático acontecimiento no fue al final tan dramático porque a nadie le importó, y yo me distraje mucho cuando nuestro gaditano virtual sacó en su cuento a un simpático Torquemada y yo me puse a recordar esa fantasía mía: ¿dónde y cuándo te habría gustado nacer, y qué te hubiera gustado hacer? Ya lo he contado, creo. Yo querría haber vivido los tiempos de gloria del Catolicismo en España, y ser inquisidor. Sospecho que se me habría dado de maravilla.

El caso es que el señor Nano nos contó, tras aquel relato, algo relacionado con la Iglesia y con Cádiz: por lo visto en los conventos gaditanos cambian los nombres de las monjas que, al llegar, se llaman Rita o Raimunda. “¿Por qué?”, quiso saber alguien, claro, porque nunca falta curiosidad en las bodegas del Bremen. “Imagínate, con el acento gaditano, que alguien llega al convento preguntando por ellas, ¿eztá Zor Rita? ¿Eztá Zor Raimunda?” Y nos descojonamos, claro. Grande Cádiz, enorme su acento.

Y la Muchacha no vino. Vino después y muy contenta, porque la he hecho un regalito, después de mucho pensarlo y de planificar la logística esa que ha sorbido con gula los grumillos de mi tiempo libre.

Después de pensar el regalo, un día le dije mira, verás, ahora con esto de que si la navidad, reyes, nuestro aniversario y tal, se avecina tiempo de muchos regalos. Y claro, los reyes son lo más, y el gordo debería dártelo ahí. Pero es que ya lo tengo pensado y me da una impaciencia tremenda esperar tanto, ¿y si les cambio el orden?

El comentario tuvo el efecto deseado, aunque no en el orden de magnitud esperado. Empezó con la Muchacha diciendo “oooh, ¡dámelo!, ¿qué es?, ¡dámelo ya!, ¡dime qué eees!” y terminó con ella trazando mapas sobre el alcance de los paseos que me doy en los que hipotéticamente podría ir a por su regalo. Alcance medido en el tiempo disponible para el paseo, con una precisión escalofriante.

La última noche antes de que se lo diera cambió de estrategia y estuvo recitando, por orden alfabético, posibles cosas regalables, mientras me vigilaba atenta por si algo en mi expresión me delataba al acertar con la palabra: “abrecartas… abanico… ¿¡¿albóndigas?!?...”

Y al día siguiente, taller. Escondí su regalo, y le fui dejando post-its con pistas por la casa. Busca en la lavadora… nooo, aquí no, donde el suavizante… ahora mira en la página 100 de tal libro… como la iba a encontrar cuando yo no estuviera (porque si no ni modo, a la segunda pista me hubiese atado a una silla e interrogado sobre el escondrijo del regalo), la primera pista incluía la instrucción de sacar a Lumita y grabar en vídeo la búsqueda.

Pena que no sepa subir vídeos a YouTube.

Y ahora tenemos el problema nomenclador. Antes nuestras cámaras se llamaban Canita, la Canon, y Lumita, la Panasonic Lumix. Y ahora tenemos otra Canon. Tiene pinta de que se llamarán Canota (la cámara antes conocida como Canita), Canita y Lumita. Pero si a alguien se le ocurre un bautismo mejor estamos dispuestos a escuchar sugerencias.

4 comentarios:

  1. Conan es guay!!!PARA LA TUYA, claro...

    Conitan, en honor a tus peludos animalillos, Perro, también podría ser...

    mmm David .. alguien pensará cómo podría hacerte sufrir a tí...

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  2. Perro: mu friqui me parece.

    Aunque me quedo pensando llamarla, por omisión, Sir Arthur Doyle. Pero resulta un pelín largo.

    Muchacha: ¿sufrir yooo? No sé no sé.

    Hoy, por ejemplo, no.

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  3. A mi se me ocurre Paradigma, que viene a ser como canon, pero más en griego.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.