8.6.09

ilocalizable yo

Y de pronto la ciudad se vuelve más ancha, más profunda, más grande, un laberinto de incógnitas: ¿dónde estoy, dónde me encuentro, a dónde voy, qué hora es?

En teoría yo esas cosas me las sé, que para algo soy yo y tengo mi par de ojos para mirar dónde me encuentro. En la práctica como soy así de torpe y de propenso a la desorientación, ando –y aquí, en la transición del respecto a quién, es donde está la novedad, porque yo siempre ando así– tanto para mí como para el mundo perdido y no localizable, porque mi teléfono móvil decidió el jueves que ya tenía bastante y después de una conversación telefónica absurda dejó de funcionar. La conversación fue así. Ring, ring.

–¿Sí? –digo yo, descolgando.

(ruido al otro lado)

–¿Hola, quién es? –insisto.

–¿Quién eres? –me pregunta una voz que no conozco.

Y yo me pensé por un instante si explicarle a quien fuese que cuando se llama por teléfono a alguien es de cortesía pagar la intrusión explicando primero quién es el que llama, pero asumiendo qué pasaría después decidí ahorrarme trámites y darme a mí mismo el gustazo del poder ejecutivo y colgué.

En algún momento posterior a ese instante mi teléfono dice que no encuentra red. Busca y busca, y si le dejas busca con tanta saña que se descarga la batería en un rato de tanto afán que le pone al buscar, y no encuentra nada. Así que yo he pasado a ingresar ese colectivo que a día de hoy constituyen los habitantes de las tribus desconocidas del Amazonas y los capos mafiosos: una de esas personas sin teléfono móvil. Quien quiere hablar conmigo tiene que delegar y llamar o bien a la Muchacha o bien a Juanito y cruzar los dedos esperando que yo esté con uno o con otro. Si vago por las calles sin rumbo y sin compañía conocida, soy un eco del pasado, un ente de los años noventa del siglo anterior: alguien sin posibilidad de ser localizado en cualquier instante para decirle cualquier cosa. Alguien cuyos únicos hilos con la voz instantánea y remota son el correo electrónico y ese teléfono fijo que (¿para qué?) no conoce nadie.

Y yo camino dando pasitos sin tener claro hacia dónde, como siempre, pero con ese conocimiento aterrador de que tampoco nadie sabe ni puede saber por qué extrañas callejuelas repiquetean mis pasos.

Es tan divertido que, si la culpa y la histeria por la llamada inexcusable no lo imposibilitasen, yo hasta lo recomendaría.

5 comentarios:

  1. Pues a mi me acojona esto de que andes sin movil porque como, por esas causas de fuerza mayor, quede contigo y llegue tarde......

    Si eso ocurririera se comprensivo Ser Incomunicado!

    Por ahora pretendo ser puntual!

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  2. daviiiiiiiiid, dónde estáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas?
    fiufiu

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  3. ¿Comprensivo yo? ¿Con lo que me gusta hacer de inquisidor intransigente? ¡Ja!

    Aroa, aquí, ¡aquí! Mira, el que agita los brazos, ¡eooo!

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  4. davicin...no montemos tragedia de esto(se que no lo harás, pero yo te lo digo por si acaso). Disfrútalo que tiene su punto(mira, aquí está, el .)
    me he levantado yo chisposa...ay,ay,ay

    en serio, palabra de experta que va olvidándose móviles en coches, casas y oficinas ajenas...

    no hay nada como sentirse ilocalizado en la gran ciudad y tener que llamar en cabinas (esa cosa extraña y antigua que hace siglos que no usamos)y tratar de ser puntual todo el rato...
    que vivan los 90
    besin!!

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  5. En mi noble empeño de llevarte la contraria en todo ayer, más o menos a la hora de tu respuesta, recuperaba mi capacidad de transmisión, bip bip bip.

    Y me alegro, que todas las cabinas (que quedan, que son dos) están trampeadas por maleantes para no devolver cambio.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.