26.8.10

citando, citando



Estoy la mar de silencioso porque, bueno, tengo todo el rato en la cabeza la primera frase que canta el Robe en esa canción de ahí arriba, y luego todo el tiempo se me va en mover los pies cual bebé recién comido tomando el sol en su carrito. Y en ver otra vez Band of Brothers y en jugar al Ghost Recon, pero bueno, uno no puede dejar de ser uno mismo ni en la pereza del agosto profundo.

Es curioso lo de Extremoduro: es una banda que yo, en mis tiempos, siempre aborrecí. ¿Por qué? Pues en aquel entonces por diversos motivos tangenciales, por ejemplo por la producción, que no era tan limpia como la de los grupitos alemanes que ya escuchaba yo, pero sobre todo porque, bueno, yo soy un snob, y hace años todo el mundo con el que me relacionaba oía Extremoduro y a todos les gustaba. Y a mí me gusta mucho llevar la contraria.

Creo que aquello empezó a cambiar con el Agila, supongo que porque se me fue la cosa de la producción, y también porque fue el primer disco suyo que no me quedó más remedio que oír a fondo. Pero a partir de ese disco a la gente que me rodea le pasó algo curioso: la inmensa mayoría empezó una curiosa deriva que, no es coña, ha terminado con una parte significativa de esa masa siendo hoy fan de lo que queda de los triunfitos, con Bisbal en lo más alto del podio. Y a mí aquello aparte de confirmarme mis sospechas sobre los gustos de la plebe me permitió hurgar a ver y ponerle algo más de orejas a lo viejo del grupo, ya que dejaban libre el hueco. Y ahora considero que el Robe es un tipo genial y, probablemente, quien mejor combina el macarrismo de pacotilla con la pura poesía, consiguiendo además resultar entrañable en los dos extremos y en todo lo que hacen por medio.

Lo de la Muchacha con el grupo es parecido, o quizá sólo simétrico: igual que mi gusto estaba estéticamente lejos de lo que hace Extremoduro por el lado de los gritos y la distorsión, ella lo estaba por el de la limpieza y la claridad. Ella le estaba dando a los cantautores, fíjate. Pero el último disco ya nos pilló a los dos bastante permisivos y lo hemos escuchado juntos cientos de veces, algunas de las cuales bastante raras (porque deja una sensación curiosa ir en coche por las tripas de México y conseguir que el conductor los ponga y que a todo el mundo del coche le parezca estupendo cruzar la Sierra Madre con Extremoduro sonando). Y desde ahí vamos para atrás, de la manita los dos, como siempre y como todo.

A veces, metafóricamente, claro. Mientras yo rescataba anoche al piloto y al navegante de un F-18 derribado tras las líneas enemigas en mi guerra de mentira y de bits, ella surcaba en tren valles desolados por la última guerra que sucedió en Europa. Y nos echamos de menos. Es estupendo echarse de menos, contar las horas que faltan para que vuelva, desear que corran y sentirse luego egoísta y desear que duren lo que tengan que durar, y que ella se lo pase bien. Y cuando vuelva tocará el turno de mi venganza, y mientras ella acude a su trabajo (en el que por carambolas de la vida, por cierto, un día estrechó la mano del Robe) yo haré una maleta pequeña y me iré unos días al Moro, con el tipo ese que dice que no hable de él en mi blog, que sale raro.

En fin. Tengo otra serie de cosas que contar, entradas de esas que uno esculpe en su cabeza lejos del teclado y luego olvida, siempre ocupado en perder el tiempo, y escribiendo esto he recordado una. Pero ya vamos a tener que dejarlas para la semana que viene o, como muy pronto, para el domingo: para soportar la nostalgia de la ausencia de la Muchacha y este calor asqueroso que hace, me voy a la mejor piscina de todo el valle del Tajo, cuando apriete el sol, y de cañas al viento fresco de la noche, cuando se esconda. Vuelvo el sábado. Estoy así de bien.

18.8.10

el 'making-of' de las fotos

Últimamente me ha dado la manía siguiente: cuando termino de trastear con una foto y ya la doy por procesada (o me doy por harto y pienso que ya cuela, que es lo que suele suceder primero), vuelvo a la original y la comparo con la terminada.

A veces es útil, porque procesando las fotos puedo perderme y olvidar qué pensé hacer cuando saqué la foto, o cómo pensé que podía quedar cuando empecé a editarla. El caso es que suele haber una diferencia considerable entre la foto original y la terminada, y esa diferencia es, supongo, la que hace que haya gente que se compra una buena cámara de fotos porque le gustan las que ve por ahí, y termina frustrado pensando que vale, mucho megapixel, sí, pero los colores son sosos, el contraste es plano, y la foto parece sólo una versión cutre de la realidad que veía el fotógrafo por el visor de la cámara, cuando hizo clic. Ver la foto original sirve para saber qué puede esperarse, a priori, y qué puede terminar saliendo. Y aunque lo que sigue tiene truco, porque no existe una foto "original" cuando se dispara en RAW (existe un archivo con la información de la foto, que por sí mismo ya puede ser infinitas fotos, porque a partir de ahí uno puede sacar tropecientas imágenes distintas, antes incluso de ponerse el traje de faena) y la que yo he puesto es un volcado tal cual de la foto en jpg, yo creo que puede ser interesante de ver, aunque sólo sea para saber qué sale más o menos de la cámara y qué termina siendo lo que yo enseño en el fotoblog.

Así pues, he aquí éste vídeo, que compara los antes con los después:

ya hemos vuelto (y no hemos visto a Dios)

Acabamos de volver de las vacaciones, la Muchacha y yo.

Es decir: de sus vacaciones conmigo. Yo, como parado que soy, no tengo vacaciones, porque claro, no tengo trabajo al que volver (jo, jo, jo).

Pero que no cunda el pánico: no te voy a dar el coñazo contándote mis vacaciones. ¡Increíble!, ¿eh? Pero que tampoco cunda la alegría. Si no cuento las vacaciones es, más que nada, porque pretendemos enseñaroslas. No digo más, por no torpedear la sorpresa, que está en fase de producción.

Sólo contaré que nos hemos licenciado cum laude como consumidores de ron miel y que todo ha sido estupendo, excepto en ese instante, a la vuelta, en el avión... ah, el avión: obviamente no era este, pero aprovecho para reinaugurar el fotoblog, que estaba algo errático, cosa que con mi nueva agenda, libre y diáfana, no va a volver a pasar en un tiempo. ¡Primera foto!

La Palma - Despegue

Pero a lo que iba: estábamos en el avión de vuelta, y el instante al que me refería fue justo después de que la capitana del avión anunciase que comenzábamos el descenso hacia Madrid. Entonces una niña, en el asiento de detrás del nuestro, le pregunta a su padre:

-Papá, ¿vamos a ver a Dios?

La Muchacha y yo nos miramos con pavor, y luego estuvimos de acuerdo en que lo mejor sería que la niña se quedara con las ganas.

12.8.10

patapalo was here

Y aquí estamos la Muchacha y yo, hollando periferia de volcán con estas chanclas que ya pisotearon pirámides milenarias, junglas y casi casi cangrejitos, allende este océano en cuyo centro inexacto nos encontramos.

Qué rico el ron miel, oigan, y qué raro: leemos sorprendidísimos que el pirata Patapalo (no confundir con el ettarra aquel) asoló esta isla, en sus tiempos mozos. Y nosotros pensando que a aquellos tipos de los garfios y los parches no los sacabas del Caribe ni con un remolcador.

En cualquier caso esta isla puede describirse de múltiples maneras, desde la sublimación conceptual de la frase "mu bonita" hasta la poética que, mientras escribo esto y leo de reojo el As, está usando la Muchacha para contar en su blog cómo nos va.

Así que yo no voy a entrar a describir. No, yo me limitaré a las obviedades, que es lo que en realidad se me da a mí más o menos bien. Diré pues que la isla es, ante todo, negrísima. Todo: las rocas, fractalísimas ellas, la arena (esta costa, entre eso y la imperancia de las rocas, es algo así como el opuesto exacto a la de Tulum)... y bueno, sólo eso. Luego la vegetación tiende al verde, y el colorido de las casas es el eslabón lógico que hay entre la arquitectura de Cádiz y el estilo colonial de México. Pero es todo tan, tan, tan negro que cuando la primera tarde salimos a dar una vuelta de reconocimiento yo sufría y sufría. Ver la playa ya fue el desastre. Caí de rodillas, gritando "pero si hasta la arena está ya negra... ¿¡qué diablos voy yo a hacer con el Photoshop!?"

Se reía la Muchacha, claro.

Y luego se puso friqui y, por alegrarme, filosofó:

-Si Mordor tuviera costa, sería esta.

Y yo olvidé un poco mi dolor creativo imaginándome a la horda de uruk-hais poniéndose morenitos echándose la siesta ahí, sobre esa arena negrísima y bonita como pocas, y fumando como carreteros todo el tabaco sin IVA que tienen aquí, por todas partes.

3.8.10

mi vida en paro, capítulo 1

Esto del paro es un no parar, valga la, bueno, eso.

Primero: es extenuante la cantidad de ex-compañeros que me han llamado para interesarse por mi despido y para clamar ¡injusticia! y ¡ya les vale! y cosas peores porque, bueno, igual al ex-jefe le da por seguir leyéndome (hola, Marcial, ¿qué tal? Yo estupendamente. Otro día te cuento, que tengo que contar aquí bien mi despido y sus razones. Las de verdad, claro, no las gilipolleces que me soltaste el otro día), así que no reproduzco. A todos les contesto lo mismo, que no se preocupen, si a mí me dieron una alegría, mucho mejor esto que irme sin cobrar un duro.

Segundo: el INEM. El INEM ya ni siquiera se llama así (hay dos páginas webs con nombres raros, para empezar). De hecho nada se llama como yo pensaba que se llamaba. Por ejemplo "cobrar el paro" no se dice así, se dice "recibir la retribución compensatoria". George Orwell estaría aterrado, si 1. no estuviese muerto y 2. no le diesen tantísimas otras razones para sentirse profeta.

En cualquier caso el INEM me ha dado la oportunidad de darme uno de esos gustos idiotas: recorrer sus pasillos durante horas, silbando y canturreando esto,



Y sigo con mi lista, tercero: cumplió años la Muchacha y no se me ocurrió otra tontería más grande que regalarle una bici, para que vaya pedaleando a trabajar. Y claro, tuve que esconderla lejos, porque la Muchacha, cuando viene época de regalo, hace rastreos por sorpresa aquí en Palacio. Y claro, tuve que traerla. Y claro, si uno está llevando una bici de un lado para otro no lo hace caminando con la bici a cuestas, no: lo hace pedaleando. Sirvió para que aparezca en una foto de ciclista bucólico paseando por delante del Palacio Real, y también para que al bajarme del aparato infernal me temblase todo y tuviese que darme dos duchas seguidas, porque no había forma de dejar de sudar. Todo olvidado, porque soy un despiste con patas y porque en cualquier caso a la Muchacha le encantó el regalo.

Y cuarto: como estoy en paro, ahora soy de profesión mis labores, y cuando no estoy recorriendo el INEM silbando a los Reincidentes, que es la mayor parte del tiempo, pues voy a hacer la compra y limpio cuartos de baño (de manera alterna: limpio uno, me da por sudar, menos que con la bici pero en fin, es que limpio con entusiasmo, total, que uso otro baño para ducharme, y luego lo limpio, y luego debo usar otro baño para darme otra ducha, y así) y cosas por el estilo.

Así que ya comparto recetas de cocina con el frutero, confidencias con el tendero del que adquirimos pan bimbo, charlas sobre cine de kung-fu con el chino de aquí al lado, y consejos sobre cómo distribuir productos en bolsas de la compra con la cajera del supermercado (además de alegrarles las mañanas con esas cosas tan mías de equivocarme de bolsa de la compra y llevarme la de un vecino, o pagar con un billete de cinco y recordarlo como de veinte, o usar siempre para entrar la salida y para salir la entrada). Ya los veo y los conozco y los reconozco. Ya me ven y me ponen esa sonrisa cortés y compasiva que se pone con quienes parecen sufrir algún tipo de lesión cerebral grave.

El barrio y yo, ya, somos uña y carne.

Menos mal que están cerrando todas las tiendas para irse de vacaciones. Si no, en una semana, se juntan todos y me apalean.

Y menos mal que la semana que viene nos vamos nosotros de vacaciones, a invadir un islote. Si no, el paro acaba conmigo.
Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.