30.3.10

xenofobia parcial y ajustes a la curva del color

(¡Qué propio, tengo una canción que se llama "The Moor"!)

En el mercadillo del domingo la Muchacha compró entusiasmada unas gafas que, a su vuelta a casa, confiscaron su generosidad y mi avaricia visual.

Las gafas, con un aire retro que se corresponde con el diseño que yo, de pequeño, asocié siempre a las gafas de sol (y son por tanto un ideal platónico, la esencia misma del objeto), son levemente amarillentas o marrones, y el efecto del paisaje a su través es que queda oscurecido y con los colores más cálidos, más verdes y dorados, menos rojos y azules.

En consecuencia, el mundo, visto a través de las que ya son mis gafas nuevas, queda un poco como mis fotos, cuando las proceso a gusto y las remato con una manita de contraste y otra de ajuste a la baja del canal azul. Y cuando me las pongo veo el mundo como una foto mía, lo que es un premio constante, porque si proceso las fotos así no deja de ser porque pienso que así serían bonitas. Y ahora las puedo ver así sin el esfuerzo, sin cerrar los ojos y recalcular.

Además las gafas, por su estructura y sus engranajes, parecen frágiles. Y está bien tener objetos preciados que se sepa frágiles, que vivan con la amenaza del despiste de sentarse encima o de caerse de la mesa o de morir aplastadas en un bolsillo. Siempre es bueno recordar que la belleza se revaloriza cuando es efímera, que los tesoros triplican su valor cuando tienen fecha de caducidad. Y si encima esa fecha de caducidad es un misterio que sólo conocen el azar y la fortuna, entonces la vida es juego.

Una vez me parapeté tras esas gafas que me dan pinta de estrella del rock (naturalmente no obran tal magia, pero como a mí me da igual y me gusta la expresión, pues no paro de proclamarme tal cosa) la Muchacha y su madre me agarraron de las manos y nos fuimos ayer a Marruecos.

Vimos: amanecer en Algeciras, un ferry materializado a partir de un resguardo de transferencia bancaria, Ceuta, nuevas carreteras ruinosas, montañas verdes, coches desvencijados, Tetuán, muchos gatos callejeros de aspecto lamentable (sobre todo uno, pero eso ya lo ha contado la Muchacha, a su manera, o lo que es lo mismo: mejor), edificios estupendos que no merecían nunca un comentario del guía, un japonés simpaticote, laberintos de callejas antieclídeas y laberínticas, un restaurante árabe cuyo comedor presidía un trono que poblaron para la posteridad "Fumanchú y Matahari" como dijo la autoproclamada Matahari, muchísimo verde, Tánger, más grietas, el otro lado de las montañas que, otras veces, habíamos contemplado del otro lado del mar (y el descubrimiento de su sorprendente nombre, montaña de la Mujer Muerta, la llamó el guía), las ineludibles alfombras berberiscas, y una horda de marroquíes que a lo largo de cada paseo se empeñaba siempre con fingida simpatía en ofrecernos implacables todo tipo de baratijas inútiles con tal pasión que yo sospeché que entre los guías y ellos trazaban un misterioso plan para fomentar entre nosotros, los turistas y presuntos millonarios ansiosos de pulseritas de imitación de plata y figuras vágamente parecidas a camellos, un odio xenófobo de oscura utilidad.

Eran tan plastas que en un momento dado uno de los lanceros del batallón que, a la espera de la batalla palaciega definitiva, me siguen para su adiestramiento en la toma de palacios, me preguntó, aferrando su lanza esperanzado:

-¿Los empalamos, señor?

Le palmeé la espalda (costumbre muy mora, por cierto, que me encantó, por lo toledana que me resulta), diciendo:

-Deja. Son capaces de proclamarse pincho moruno y agonizar ofreciéndote especias para aliñarse.

Y aquí, en este punto del post, iban seis párrafos donde en un ataque de javiermarieísmo me quejaba de lo cansinos que eran los vendedores callejeros. Pero baste con decir que, respecto a ellos (y sólo ellos), me declaro xenófobo. Sobre todo porque si uno no quiere comprar, pues no compra, porque lo de la oferta y la demanda tiene esas dos últimas palabras, "la demanda", que es básica para que se efectúe una transacción. Y sobre todo por simetría, por corresponder al odio que unos cuantos de ellos nos profesaban y manifestaban en un perfecto e incomprensible árabe que descifraban sus tonos y sus miradas cuando cedían el puesto a la siguiente andanada de ellos lo que opinaban de nosotros y de nuestra por lo visto odiosa manía de no comprarles carteras, guitarritas, llaveros, figuras de manera vágamente parecidas a camellos, chocolate, colgantes, relojes falsos, tambores y cachimbas.

Así que recapitulando, Marruecos está muy bien. Pero tiene toda la pinta de estar pidiendo a gritos una fortuna en reformas, una subida general de sueldos, la destitución de un monarca ególatra y el exterminio sistemático de todos y cada uno de sus vendedores callejeros.

O lo que es lo mismo, que salvo por el grado de fervor de los vendedores, por decantarse entre el Islam o el Jamón y por las formas de vestir, más o menos los dos lados del Estrecho vienen a ser lo mismo, con el redondeo.

28.3.10

vini, vidi, bañi, 66,6%


(¡Vivan los grupos con contrabajos que se van de gira con furgonetas como la de Scooby Doo! ¡Vivan!)

Dos tercios de efectividad respecto al porverbio que acuñó hace ya unos añitos Julio César cuando iba a las termas, porque me falta la parte del baño.

Llegamos, efectivamente, directos a un supermercado raro, que no tenía pilas al lado de las cajas, y sí tenía gente rara que, tras la hora del cierre, exigía hablar con el encargado para que le dejasen entrar a comprar unas cervezas. El encargado transigió para mueca resignada de las cajeras y deterioro de la moral empresarial.

Llegamos en doce mil horas, eso sí, por las circunstancias de la carretera (espero que cierto camionero esté bien, aparte de los pensamientos que sin duda tendrá de abrir un kiosko y dejarse de montañas rusas en vehículos de cuarenta toneladas) y por las propias mías, empeñado en meterme en todas las autovías de pago, encima, en dirección contraria, y de las indicaciones de la Muchacha y su señora madre, iguales en lo alegre pero divergentes en lo geométrico.

Llegamos y nos dormimos viendo la resurrección de Flashforward, esa serie que comenzó de puta madre, degeneró en culebrón absurdo y tontería general y ahora, eso, parecía resucitar cuando se nos cerraron los ojos.

Así que aquí estamos, viendo la repetición de la Fórmula 1 y pensando ir esta tarde a mojar los pinreles en la mar océana, y hacer fotos, claro. Hablando de eso, tengo pendiente agradecer a todo el que quiso venir su aparición el viernes por la presentación de mis fotos. Y debo pedir perdón también porque yo, pajarraco asocial, vime desbordado y dejé como ochocientas conversaciones a medias, y dos mil visitas guiadas abandonadas ante cualquier foto cuando se me presentaba una distracción, un saludo o el final de una caña.

Lo pasamos muy bien, se vendieron fotitos y si ciertas personas cumplen sus propios pronósticos puedo decir que el presupuesto de la exposición se verá cubierto, lo que es un suspiro aliviado, porque, en fin, estas cosas son malas siempre, pero lo son más ahora, cuando mis planes de conquista requieren tanto presupuesto. Porque uno no puede aspirar a tomar un palacio si no es proporcionándole lanzas y banderas a una gleba de secuaces.

Y, caramba, dos postines en tres días. Mis propósitos de enmienda tendidos en la cuerda de secar, limpitos y ondeantes. ¡Qué ilusión!

26.3.10

¿qué hace uno 25 minutos antes de su primera exposición?

Pues qué va a hacer: escribir un post cortito.

A ver, a ver, ¿qué cuento que sea corto?

Ah, fácil, ¡nada! Generalizaré, daré un brochazo, e iré a poner el teléfono a cargar, que no lo va a hacer solo (señores de Nokia, señores de Siemens, ¿para cuándo un teléfono con patitas que vaya a cargarse solito, en lugar de dar la murga?) y, hmmm, qué tenía yo que hacer... ah, sí, bueno, aquello de la exposición.

El brochazo, venga:

Acaba de preguntarme una amiga, digamos, política, por ponerle un calificativo que en rigor no hace mucha falta, si no estoy nervioso, porque, dice, contando y recontando, que tengo multitud de razones para sentirme nervioso.

La he respondido que no, porque al ser tantas ninguna logra ocupar demasiado mi atención. Se equilibran, se empujan las unas a las otras, y a mí me dejan en paz, en mi centro del huracán de las inminencias.

Porque todo es inminente, de pronto. Y yo veo pasar imágenes de mudanzas y campañas de conquistas, ¡adelante calcetines, a por ese cajón! Y veo que mañana me voy al sur, a echarle fotos a la playa en primavera, cruzando los dedos para que haga mal tiempo (fotos de mar con mal tiempo jamás hice). Y guardo cierto montón de papeles para discutirles las comas, y llamo a telefónica, que me manda cartas felicitándome por entrar a formar parte de su gran y ufana familia, estimado cliente, me dicen los corsarios. Y demás y demás. Y ah, bueno, sí, lo de las fotos, en 18 minutos ya. Y en fin. Creo que voy a darle algo de clemencia al móvil, no sea que alguien se pierda, me llame y pueda confundirle para que termine viniendo.

Y mañana, a la playa.

En estos casos se dice aquello de ay qué pena, voy a estar unos días sin poder escribir por aquí...

Como en el plan que estoy no sólo no se notará sino que parecerá al contrario (y probablemente lo sea), pues no digo nada.

21.3.10

merecida mariconada de canción

Esta:

Toca porque tengo una panda de amiguitos que no me merezco. Perdón, corrijo: varias pandas, pequeñas, pero varias a fin de cuentas, pues no se pueden contar con un solo dedo, por grande que sea.

Hoy, ¡por fin!, me he despertado harto de dormir, que no sé cuánto hacía de ello, y hoy, por fin también, aunque a este por fin no le pongo admiraciones porque, pese a que al menos a mí me admira, sobre todo me deja perplejo... ay, que me enreveso, recomienzo: hoy, por fin, puedo ir por la vida diciendo que soy fotógrafo.

Porque eh, señor, señora, señorita, tengo obra expuesta.

Y esto es así porque ayer madrugué más allá de la legalidad del sábado para volver a Madrid después de hacerle a mi padre el mejor regalo que pude hacerle por el día del ídem (y no por el regalo en sí, sino por el efecto, que fue decirle a mi padre lo que es una obviedad para todo el que alguna vez me ha escuchado hablar de él pero, ironías de la vida, no para él, y es que yo a mi padre le quiero mucho más de lo que él sospecha) para, gracias, primer amigo de la enumeración, colgar mis fotos de las paredes de El Ladrón de Tinta. Tres horas y pico que estuvimos allí mi jornalero andaluz y yo, venga a cortar tiritas de celo, poner chinchetas y andar de un lado para otro con hebras y hebras de hilo transparente, que casi nos estrangulamos a nosotros mismos. Tres horas y pico, que pudieron ser menos por las pausas que hacíamos de cuando en cuando para tomarnos una caña, que lo cortés no quita lo valiente.

Así que mil gracias, compañero. Debí regalarte una foto, directamente. Pero es que estoy sin blanca, compréndeme. Y qué bonito ha quedado el bar, que parece que las fotos fueran de otro mejor que yo, caramba. Y qué bonita nos quedó la pared lisboeta y el rinconcito DF.

Y luego, cumplida la tarea que me ha dejado sin resuello esta última semana y pico, por fin pude descansar y tirarme en el sofá a ver la pertinente peli de acción pasando las escenas de parloteo, como debe ser, y luego ea, al cumpleaños de otro amigo, de otra panda distinta y ya, como pasa el tiempo, decenaria, quién lo iba a decir.

Y allí las sorpresas: que si un tipo al que quiero más que a mis hermanos, si los tuviera, se ha hechado una novia de nombre literario, quijotesco y, digamos, dulce, y que si otro par de amigos, casados y residentes en Madrid, que diría Mayra, no saben si están embarazados o no, es decir, tienen un embarazo cuántico, a lo gato de Schrödinger.

La velada fue tremenda: cuando unos querían meterse con el otro, le recitaban pasajes del Quijote. Cuando el otro quería meterse con los unos, enunciaba postulados de la física cuántica. Yo, siendo como soy un alma pura con la que no hay como meterse, no paraba de hacer ambas cosas y de tomarme whiskys como quien sabe que no habrá mañana, o como quien por fin ha escuchado un pitido final de partido y tiene que celebrarlo copa viene copa entra. Como quien ya puede ir por la vida mirando por encima del hombro a la plebe, practicando el esnobismo y diciendo, en los escasos huecos en los que el tema de conversación no eran el Toboso, los Molinos o las habitaciones cerradas donde a falta de un observador dos sucesos eran equiprobables y coexistentes en la realidad cuántica, que oigan, que un servidor ya es fotógrafo con su obrita expuesta y a la venta.

Y qué gusto da tener amigos que lo ayudan a uno dándose una panzada a cortar celo y hundir chinchetas y hacer nuditos invisibles un sábado a horas absurdas, o que lo matan tanto de alegría al contarle lo bien que les va que no queda más remedio que pasarse toda la noche metiéndose con ellos y riéndose a su costa, porque de alguna forma hay que manifestar la alegría, y obviamente va a ser con sarcasmos y con coñas, porque no todos somos Queen ni somos capaces de cantar una mariconada de canción para decir que qué bonita que es la amistad.

En fin. Puestos a ser semihorteras y ahora que lo pienso, se me ocurre otra canción estupenda sobre la amistad con la que cerrar el post:

17.3.10

mi primera exposición ¡chispas!

Este postín tiene Hilo musical, Versión Corta, Documentación y Versión Extendida, como las cosas de Peter Jackson.

1. Hilo musical:



2. Versión Corta:

A partir del sábado 20 de marzo y durante un mes el bar El Ladrón de Tinta, sito en la Calle Noviciado número 2 de Madrid, mantendrá una exposición con fotos de quien esto teclea. Las fotos, a la venta todas ellas, serán muy bonitas, y el dinero que se saque por su venta, si se saca algo, se destinará primero a causas benéficas, como por ejemplo remendar mi cuenta corriente, que está padeciendo lo indecible con esto de imprimir en grandote.

El viernes 26 de marzo habrá, además, una presentación de las mismas, donde no se sabe qué pasará y a la que habréis de ir vosotros para que la curiosidad no os pueda, y yo como padre de las criaturitas.

Y por cierto, perdón por tanta palabra en negrita. Es para que se pueda leer más deprisa. Prometo no volverlo a hacer jamás.

3. Documentación:

Colgarán de las paredes cosas como estas que siguen, solo que se verán mejor, porque no me está quedando nada claro como anda subiendo blogger las fotos.



4. Versión Extendida:

Si alguien llega a estas alturas de post que sepa que es obligatorio, para aprobar, darle al play de la canción de allá arriba. Para aprobar y para tener un momentazo nostálgico de esos que nuestra generación, como todas las demás, deglute con un ansia pintora que convierte cualquier gilipollez pasada en una escena de Los Buenos Tiempos. Como Cuéntame, pero en plan mental. Quiero decir, interior. Quiero decir, p'adentro.

El caso es que, señoras, señores, señoritas, señorotes, perros, flores, sucursales, paquidermos y descendientes directos del Tiranosaurio Rex, entre la serie de calamidades que se nos vienen encima, que si el IVA, que si el cambio de la hoja del Calendario Maya y que si el Mundial de Fútbol, se pretende hacer un huequito mi primera exposición fotográfica.

Si me he enterado bien, lo que quizá sea esperar demasiado, las fotos se cifrarán en una veintena y estarán durante cosa de un mes en El Ladrón de Tinta, calle Noviciado número 2, Madrid, código postal patatín patatán. Y habrá una presentación que a mí, si me preguntaran, diría que podría ser el viernes 26 de Marzo de este año nuestro de 2010, o MMX, que escribiría un romano.

Las fotos han sido paridas con dolor y derrames de mi cuenta bancaria, así que todo aquel, aquella o aquello que me compre una recibirá un beso figurado de mi persona a sus pies. Y figurado solo porque, bueno, a saber dónde meteréis los pies vosotros.

Sin figuras de ninguna clase, brindaré con quien se pase por allí.

A vuestros pies, al menos figuradamente,

-D.

15.3.10

si es que ando muy ocupado, en serio

Tanto que, para que te hagas una idea, ayer, ¡¡¡domingo!!!, paré tan poco que no me dio tiempo ni a jugar al Need for Speed. Hasta de vicios tan arraigados y terapias tan infalibles me tengo que privar.

¿Y que en qué me ocupo?

Pues: en terminar de revolver unos papeles y buscarles un nombre que colocar en la primera página. Qué difícil es titular. O sea, vale, ya me ves, no me resulta especialmente complicado empeazar a escribir una frase y luego otra y la tercera sale sola y la cuarta y patatín patatán, puedo plantarme (y entre esos papeles lo he hecho) en la página 4 y decir "ala, ya tengo la introducción de esto". Pero ¿un título, una frase, cuatro, tres, cinco, dos, siete palabras? Ese definitivamente no es mi negocio.

Así que: ocupación número dos, zarandear a la gente de las solapas, si las hubiere, y de los hombros, que abundan más, diciendo ¡di palabras al azar! ¡Que suenen a spaguetti western! La gente ya me odiaba, pero ahora me odian más. Aún así dicen cosas. Así que quizá un alma cándida que luego tuvo pesadillas conmigo se gane la mención correspondiente si las personas necesarias se vuelven todas locas, por una de esas cosas de las ondas electromagnéticas o las invasiones extraterrestres, qué sé yo.

La ocupación número tres es muy prosaica y tiene que ver con cuerdas de tender y lavadoras y cosas de esas. No detallo, por no aburrir más.

Y la cuarta, que me llena las mejillas de lagrimones como mejillones, ha sido arrejuntar un montón de fotos de esas que pueden dar el pego, espero, y luego podarlas hasta quedarme con una veintena. Y las ocupaciones de la cinco a la ochenta y tres tienen que ver con cómo imprimirlas sin morir arruinado y detalles así que yo, la verdad, nunca había pensado cuando he visto los precios despampanantes que la gente le pone a sus fotos. Y ahora os comprendo, oh fotógrafos a los que tuve por tacaños. Qué caro de cojones es imprimir las cosas presentables.

Todo esto tiene que ver con futuras amenazas. Dos. La más inminente es que se va a desatar, en tierra sumamente conocida, la primera exposición fotográfica de un servidor. Saldrá fatal por eso de la ignorancia y la torpeza innata, así que será divertido. No digo más, ya avisaré en breve, con detalle. Bueno, vale, diré sólo que la noche del jolgorio a mi costa será este viernes no, el siguiente, espero. Y habrá alcohol. Y gente simpática, si vais, porque si no vais no habrá nadie, claro. Yo espero que vayáis. Aunque sólo sea por reíros y decir que todas las fotos están torcidas y opinar que el papel maché no es un buen soporte fotográfico.

Y en fin, así ando. Tengo tales ojeras que los buhos me guiñan los ojos, sospechándome paisano. Doy tales bostezos que vibran los vidrios de Villarejo del Monte, Zamora. Y pienso tanto en palabras relacionadas con ahorcados, tiroteos, sicarios y cactus y putas y whisky y carretas e indios muertos que cualquier día me veis en la sección de sucesos con un titular así: "joven -en las noticias todos lo somos- perturbado siembra el caos en el Metro de Madrid armado con una pistola de plástico de esas que tiran flechas con una ventosa en la punta. La policía lo reduce con palabras de apoyo y bofetones".

Y si eso pasa llevadme el portátil a la cárcel, por favor. Porque quizá allí sí pueda jugar al Need for Speed. Arf.

Y me voy, a seguir con mis quehaceres. Qué estrés, con lo tranquilo que estaba yo siendo un vago.

13.3.10

mi guerra con telefónica, 1

Llegué yo ayer a mi casa hecho polvo, por la resaca que arrastraba ya un jueves, y sin teléfono móvil, por el despiste que tengo ahí bien enraizado en mis dobles hélices de ADN, y me dije "eh, voy a llamar a la Muchacha". Como no tenía móvil recurrí al teléfono fijo, donde una amable voz grabada me dijo que no iba a poder lograr mi fin, pues la línea no la tenía dada de alta en Orange.

Yo sospeché que algo raro pasaba porque soy perspicaz y porque mi desmemoria no llega a olvidar que todos los meses pago religioso una factura a Telefónica por la línea ídem.

Bueno, me dije, miraré si puedo mandarla un correíto electrónico. Y no pudo ser porque mi conexión, que en su día contraté con Ya.com antes de que Orange la fagocitase, tampoco funcionaba.

Así que me dije "recurriré, como cliente, a la ayuda de mi empresa, Telefónica", y marqué, optimista como siempre, el 1004.

Así entablé conversación con quien luego se identificó como Mavi García Rodríguez, quien entre el fragor de la estática de las líneas transoceánicas me escuchó atenta y me puso a escuchar música. Yo me puse a pensar que ni goear.com no spotify, que los grandes propagadores de la música por el mundo son las compañías telefónicas, que la proporcionan a sus clientes generosas mientras esperan y sus operadores consultan datos y preguntan cosas y van al baño y, en fin, hacen lo que sea que hagan en sus cubículos laborales. Al rato volvió Mavi y me dijo que efectivamente había una incidencia, sobre la cual me ahorró cualquier molesto detalle, y que se resolvería, pero que mientras tanto podía recuperar el dominio de mi teléfono marcando, antes de cualquier llamada, el prefijo 1077. Orgullosa, con razón, de haber hallado la solucion de mi problema luego fue repitiendo ese prefijo como un mantra durante la media hora, trufada de música telefónica, que nos quedaba por compartir.

Entonces parecía que no, que ya estaba todo el pescado vendido, porque no fue hasta que ya nos despedíamos Mavi y yo cuando escuché esa vocecita que en mi cerebro gritaba desgañitada "¡internet, internet!". Oyéndola al fin dije "ah, un momento, es que Internet tampoco me funciona y claro, poniendo un prefijo no se me va a arreglar, porque ahí sí que no marco", y le conté a Mavi que, eso, Internet, a la que llego a través de otra compañía pero a través de la misma línea telefónica, tampoco me funcionaba. "Un momento", me dijo, y me sirvió otra ración de música directa al tímpano mientras miraba sus cosas. Al rato volvió y me dijo que yo era cliente de una tarifa dúo de teléfono más internet con ellos. "No", repuse, Internet se lo pago a Ya.com todos los meses y digo yo que por algo será. Y ella me dijo que no, que no, que lo tenía contratado con ellos.

Bien, repuse, entonces querría que me hicieran llegar mi contrato o una copia del contrato de voz, peticiones razonables que, según la OCU, son derecho evidente del cliente. Ella mostró su acuerdo y me dijo que si quería algo más. Sí, insistí, una fecha aproximada sobre cuándo me llegarían mi contrato. A partir de aquí Mavi ya no volvió a decirme que esperara por favor ni nada: simplemente le dio al botoncito y otra canción vino a alegrarme la tarde. Al rato volvió y me dijo que podía arreglar mi problema: si yo quería, me dijo, podía darme de baja inmediatamente de ese servicio y resolver así mi problema. ¿Quería yo?

Sí, le dije, viendo ante mí la línea de meta. Espera, no, me desdije al instante, cuando terminé de procesar su frase, y le expuse el motivo de mi cambio de decisión: si yo estoy convencido de no haber dado mi autorización para mi alta en cualquier servicio, he de ser coherente y no darme de baja de algo que, según mi humilde opinión, no puede existir. Yo no voy a ser quien enmiende la chapuza de nadie o deshaga el mordisco bucanero del capullo de su empresa que decidiera apropiarse al abordaje de mi conexión a Internet. Así que le dije que se olvidara de darme de baja y me dijese cuándo iba yo a poder recibir mi contrato o mi copia del contrato de voz. A esas alturas la complicidad con Mavi era tal que comenzó a confesarme sus paranoias corporativas, aludiendo constantemente a la imposibilidad de mi petición porque "el Sistema" no lo permitía, a mostrarme sus problemas de memoria, diciéndome que navegando a través de www.telefonica.com yo podría ver que efectivamente era cliente suyo también de Internet (sin exagerar, seis veces me lo dije y seis veces repuse yo que precisamente mi problema era que no podía entrar en internet por su culpa, sospechaba ya), y lo más impresionante, me hizo saber que Telefónica tiene el poder de viajar atrás y adelante en el tiempo, pues empezó a fechar mi contrato el día 10 de abril. ¿De qué año?, pregunté yo. De este, claro, dijo ella. Señora, estamos en marzo, repuse. Y aún tardó un rato en darse cuenta de la importancia de lo que me revelaba y rectificar y decir que bueno, vale, pues marzo.

A partir de ahí todo fue muy aburrido. Yo le decía que quería ver ese contrato misterioso cuyo acuerdo no recuerdo, y ella me decía que era imposible. Yo le decía que me amparaba la OCU, y ella que se lo impedía El Sistema. Yo que sólo pretendía refrescar mi memoria y evitar el pensamiento de que ella era una mentirosa y su empresa una panda de filibusteros, y ella que debía confiar en su palabra y la empresa.

Al final, extenuados, me preguntó si quería algo más. Yo le dije sí, tu nombre. Ella me lo dijo al fin y me pidió que no colgase, que debían realizarme una serie de preguntas sobre la atención recibida. Y yo, obviamente, colgué.

8.3.10

de los hobbits al boxeo, pasando por la remontada

No se llamaba Felipe pero da igual: yo le voy a llamar así aquí, por motivos que no pienso pararme a pensar. Lo conocimos Juanito y yo en un bar el sábado. Iba a ser La Jornada Friqui (el plan era tragarnos, del tirón, las tres versiones extendidas de El Señor de los Anillos) y causamos el repelús de un observador externo que teníamos y que decía qué raros sois cuando nos poníamos a discutir sobre Gil-Galad (Ereinion para los amigos), sobre la humanidad y motivaciones de Boromir o sobre el momento en el que Merry y Pippin crecen unos centímetros, y en fin, en realidad fue culpa del observador que la jornada se quedase a medias, porque como bien nos enseña la física cuántica la observación altera el experimento y de pronto en lugar de estar tirados en un sofá viendo las películas Juanito estaba en el baño de una cafetería, el Madrid iba perdiendo 0-1 (ay ay ay, Xabi Alonso) y el tipo que llamaremos Felipe, junto a mí, farfullaba comentarios a su copa.

Por ser amable, y creyendo que preferiría hablarle a un ser humano antes que a un vaso con un cubata dentro, le respondí, y cuando Juan volvió del baño sufrimos los tres el varapalo del segundo gol y yo la confesión de mis dos partenaires de que cuando ven el fútbol en un bar el Madrid siempre pierde. Pues os podríais haber quedado en vuestras putas casas, comenté yo, alegremente. 0-2, habiendo empatado el Barça: qué pena, sentenciaron mis contertulios. Bah, cosa de meter tres goles, les quise tranquilizar sin éxito yo, que ya confío en cualquier cosa después de la última con Capello.

Mientras el Madrid se empeñaba en tirarle a los palos o a Palop Fernando nos contó que era ex militar, ex taxista y ex boxeador. Nos contó también una velada aciaga en Santander, región que odia por lo que sigue, cuando el árbitro, santanderino, claro, hizo la vista gorda la primera vez que su rival, también santanderino, le dio un golpe bajo, que, nos explicó bajando los ojos, consistía precisamente en un golpe en sus atributos. Y siguió la pelea y el árbitro, pese a las protestas de Felipe, opinó no haber visto tampoco el segundo puñetazo que nuestro narrador se llevó en las gónadas. Ni la tercera, ni la cuarta.

Felipe, quemado el hombre, rodilla en tierra, chiribitas en los ojos, aguantó paciente a que el árbitro le zarandease los brazos a ver si mantenía en ellos fuerzas para seguir la injusta pugna, y en cuanto le soltó le soltó tal uppercut que lo dejó KO en la lona. Y así fue como perdió su licencia de boxeador.

Nos contó también lo que le sucedió al pobre morito que intentó atracarle una funesta madrugada, nos mostró la huella cicatrizada de una mano rota y antebrazos del tamaño de jamones, y mientras el Madrid, a lo tonto, fue remontando, empatando, finalmente adelantando al Sevilla. Gritamos todos goool, dimos saltos, y conjurada su maldición de ver fútbol en los bares, nos despedimos de Felipe y nos fuimos a otro lado, a ver si seguía la noche siendo rarilla. Pero nada, todo lo más que queda por contar es que hay un bar al que las dos veces que he ido he llevado conmigo a los fantasmas escritos de Casavella y Bolaño, y que terminamos intentando reconducir la friquijornada viendo Conan el Bárbaro, pero no pudimos ni con la película, ni con el sueño, ni con la última copa, porque ya no somos lo que éramos ni el tiempo, ese conductor temerario, respeta a nadie.

1.3.10

and the winner is...

¡En riguroso diferido, en cuanto YouTube termine de procesar el vídeo, la ceremonia del sorteo del Primer Premio Regalatorio De Diez Fotos del Fotoblog Con Nombres Raros!

Featuring vulneraciones de la ley de protección de datos, un escamoteo de papelina que parece fraude pero que sólo era Notaria vacilándome, testimonios de miedo y glamour, mucho glamour, que para algo llevamos gafas de sol!



Al ganador ya le diré yo algo, o quizá me haga el despistado, ya veremos a) cómo se concreta cierta promesa gastronómica y b) de resultar, lo rica que resulta.

Felicidades al premiado y a los demás, mil gracias por participar. Os queda el consuelo de que era gratis. Y que ya haremos más sorteos en cuanto nos despistemos un poco.
Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.