26.2.10

la revolución, del cero al diez

Después de apuntar docenas de ceros y de treses y de escribir otro par de docenas de veces las palabras "mal" y "muy mal" (y de rechazar mi pregunta de ¿se puede responder fatal?), me pregunta la encuestadora:

-Y dígame: si construyéramos una escala donde el cero fuera la extrema izquierda y el diez la extrema derecha, ¿dónde se situaría usted?

Yo pienso en que un diez es en el imaginario colectivo una matrícula de honor y un cero un suspenso fatal y considero si hago algún comentario al respecto, pero asumo que la buena mujer tendrá cosas mejores que hacer que aguantar mis tontadas y que, además, el imaginario colectivo no es tan burro como para no entender que es una mera cuestión de ejes de coordenadas, así que respondo.

-En el tres.

-¿Y al PP, dónde lo situaría?

-En el siete.

-¿Y al PSOE?

-En el seis.

-¿Y a Izquierda Unida? -termina.

A estas alturas izquierda y unida son las palabras que más he repetido aparte de cero, tres, mal y muy, en todas las preguntas sobre intención de voto y de recuento de votos pasados que me describen más como un militante que como lo que soy, alguien que vota a IU y odia a los comunistas, pero es que es eso o merendarme la papeleta, en fin.

-Un cinco -le digo.

Yo intento mantenerme serio con estas cosas y preguntar sólo dudas y responder lo más formalmente que puedo, pero en ese momento la buena mujer se ha echado a reír por segunda vez en la conversación telefónica.

Así que bueno, ya que el azar me ha designado representante de unos cuantos a la hora de mostrar una opinión sobre política dormid tranquilos, que he gritado bien fuerte el asquito que dan políticos, empresarios y demás faunas. Y encima le he alegrado un poquito la tarde a una pobre mujer que a las siete y pico de un viernes seguía currando como una bendita.

19.2.10

cine

Mis mil disculpas, mil mis disculpas, disculpas mis mil, mis mis milculpas: ando un poco offline (lo pronuncio offflainnn, conste) últimamente. Son por cosas que pasan: va uno y piensa ¡coño, voy a escribir en el blog, que lo tengo abandonado (lo pronuncio abandonaíto, conste bis)!, y suceden cosas como que son las dos de la mañana de un lunes y tengo sueño, o voy en el metro, o es miércoles y se acaba de bajar Lost. Los dramas del día a día. Y la cama sin hacer y el blog sin actualizar. Me sonrojo y me arrodillo y clamo al cielo por tu perdón (y que Vanbrugh no se emocione: clamo al cielo porque me gustan las estrellas, y también los asteroides y los satélites de observación precisa de las agencias gubernamentales).

Dicho eso me arremango y cuento: con tanto tiempo sin escribir nada de nada se me han ido acumulando absurdeces que decir que, mayormente, he ido olvidando, pero que me han provocado un nada curioso síndrome de desagüe atascado. Temo que pueda salir de ahí. Bueno, va, no lo temo, qué voy a temer eso, prefiero temer que el equipo francés ese de mierda nos meta cuatro goles en el Bernabeu: hay que concentrar los miedos en lo que realmente no importa.

Y no sé, por ejemplo en algún momento he pensado contar los presagios lúgubres que están surgiendo en la secta. Son culpa de un tipo que, irónicamente para currar donde lo hacemos, se llama Ángel, que un día (en realidad esta mañana, pero digo "un día" para que parezca que he estado pensando cosas que escribir aquí más a menudo. Mentirijillas de esas inocentes) vino a quejarse de lo alto que estaba el aire acondicionado, como si fuera raro eso en un sitio que, bueno, pretender reflejar fielmente los efluvios del patio de Satán, diciendo que una planta que tenía debajo del aparato emisor de calentura había echado a arder en una combustión espontánea espantosa.

La gente le sonrió incómoda y dijo ja ja, exageras, y Ángel les enseñaba el extintor vacío y su camisa manchada de espuma antiincendios y todo el mundo mirando para otro lado, je je, Ángel, cómo eres. Porque claro, el tema de las plantas que de pronto echan a arder, consulta tu Biblia de cabecera, es un tema exclusivo de la Competencia. En los momentos de más calma (es decir, media hora después de la hora de la comida, cuando andan las sangres circulando por alrededor de los sistemas digestivos) se escuchan los temblores de las rodillas repiqueteando, claclaclaclaclá.

Pero bah, qué más da, un apocalipsis más, un apocalipsis menos. Paso de darle a eso el protagonismo de este post tardón. En su lugar, que se lo lleve el cine, ese invento mágico al que tan abandonado tengo por culpa de las series (que no es culpa mía, oiga, que es que me he puesto a ver The Shield y es un no parar. Otro día la hecho flores, que ese es otro tema pendiente). Tan abandonado en general, aunque últimamente estoy yendo más de lo que iba en ese tiempo que sería el "últimamente" anterior al últimamente anterior. Hace dos ratos, vaya. Este lunes, por ejemplo, fuimos un comité de fanáticos de Cormac McCarthy a ver The Road, con la amable intención de poner a la peli a caer de un burro por no respetar la novela (por ejemplo podríamos quejarnos de que se escuche hablar a cada personaje, en lugar de intentar emular el estilo de los diálogos del señor McCarthy, qué sé yo, haciendo que todo lo que se dice en la peli lo diga una voz en off átona y chunga). Mis secuaces no pudieron porque les gustó la peli. Yo no pude por la iluminación y la escenografía, fan como soy, ya sabes, de la imagen decadente y detallista y decrépita y deshecha, me pasé la peli diciendo "oooh, un coche lleno de corrosión y de roña" y "aaah, qué maravilla de carretera destrozada" y "uuuh, qué gloriosa casa derruida". Pero antes de esta peli las otras tres que vi, del tirón, fueron Avatar, The Hurt Locker y Sherlok Holmes, que comparten la curiosa característica de ser tres películas hechas por tres directores cuyas ex-parejas conozco: la de James Cameron es Katryn Bigelow, la de Katrin Bigelow es James Cameron (en serio: los Oscar van a estar graciosísimos este año, entre los premios gordos que se van a jugar y las caras que van a ir poniendo) y la de Guy Ritchie quedó gloriosamente retratada en aquel corto que, en sus tiempos más chungos, nos recordaba que algo de gracia le quedaba.

Eso me ha entretenido bastante porque yo soy mucho de darle vueltas a las ideas tontas por razones sobre las que, la verdad, prefiero no pensar mucho, pero mientras veíamos The Road, que es una peli oscurísima (porque si no, bueno, supongo que se le aparecería el Juez de Meridiano de sangre al director y le cosería a tiros), me di de pronto cuenta de una de esas obviedades que el cine tiene la grandeza de escamotearnos: el negro que uno ve proyectado en una pantalla de cine, o lo que vemos como negro, es algo que está sucediendo, en realidad, sobre una superficie blanca, mediante el simplísimo método de dejar que nuestra vista, que es muy suya para calibrar contrastes, lo finja negro, cuando cualquier punto de la sala en el que pongamos la vista (exceptuando, claro, las lucecitas que indican las filas de asientos y las pantallas de los móviles de esos tipos infectos que reciben y mandan mensajes en los cines, los tíos cretinos) es, en realidad, bastante más negro.

Y pensé: he ahí la magia del cine. Toda su esencia, hacer pasar por real aquello que no lo es ni de coña (¿quién, del negocio, fue quien dijo aquello de que lo bueno del cine era que para que saliese un coche estrellándose no hacía falta ni un accidente ni, en rigor, un coche?), viene en esencia resumido en eso: vemos negro donde no lo hay, cómo no vamos luego a tragarnos que el Titanic se hunde, o que los dinosaurios corretean intentando mordisquear los tobillos de Sam Neill, o que Tom Hanks ataca, malherido e impotente al pie de un maldito puente francés, a un Panzer con su Colt M1911?

14.2.10

¿macarra ella?

Tiene la Muchacha una amiga estupenda a la que conoció en Alemania: era su profesora de flamenco, ni más ni menos. La conclusión más extraña de todo eso es que ahora, cuando escuchan determinadas canciones flamencas, lo sienten todo tremendamente alemán, cuando, no sé, a mí eso se me hace raro con el flamenco. Pero cada cual es cada cual y su circunvalación, que dijo el sabio.

El caso es que el viernes cenamos unos cuantos y ahí estaba la antigua monitora de flamenco, recordando batallitas de aquel tiempo de país fresquito y pueblo de casitas de techos muy inclinados.

-Yo tenía dos compañeras allí -contaba la Muchacha-. Una tal Marta, que era del Opus, y Clara -que así se llama la maestra flamenca -, que era una macarra.

-¿Macarra yo? -contestaba la antigua monitora de flamenco-. Por favor.

Y nos contaba la Muchacha que sí, y que allí estaba ella entre una beata y Clara. Pero que en seguida se sintió más del lado de Clara que del otro (gracias al cielo, por cierto). Conversaciones como la que reproduzco ayudaron.

-¿Y tú no te masturbas? -le preguntó un día Clara a Marta, así, a quemarropa.

Marta se escandalizó bastante, antes de responder:

-¿¡Quién, yo!? ¡No!

Clara le dio media vuelta al mando de incomodar y, alcanzando ya los topes de una mente opusina, continuó:

-¿Y tampoco follas con tu novio?

-¡¡¡No!!! -quiso zanjar Marta, ya absolutamente escandalizada. Pero a Clara aún le quedaba margen de mejora.

-Pues debe matarse a pajas -sentenció.

Y no consta que Marta pudiera responder ya nada a eso. Sólo el color que adquirió su piel.

A mí me encantó la conversación como muestra de cómo tres preguntas sencillas pueden provocar el asedio y la caída de una mentalidad reprimida. Y también me pareció una buena definición de, digamos, una macarrez estupenda. Y bueno, como anoche gané a Clara jugando al mus pues me siento obligado a dedicarle algún aplauso, por ejemplo este, que la pobre está llevando fatal eso de haber perdido. Ay, cuando, ella, la pobre, tuvo aquel solomillo y yo aquellos tres cerdos caballo. Qué lástima.

10.2.10

se regalan fotos, razón aquí (o allí)

Dos personas, a las que llamaremos, para entendernos, mi agente de Madrid, Provincia y mi agente de Madrid, Capital, decidieron un día que ya valía de tanto hacer fotos para guardarlas en el fotoblog, donde entran a verlas 10 personas al día, y que ya era hora de modernizarse y de ponerle el fotoblog al alcance del click a más gente a la que podría gustarle.

Y acudieron, claro, a Facebook, e hicieron un grupo allí.

El problema fue que allí el nombre "panopticon" ya estaba pillado, cosa que da un poco igual, porque el blog se llama panopticón como podría llamarse "trilirarili", porque la dirección, que es www.davidruiz.eu/photoblog, tampoco es que pueda decirse que sugiera mucho título, aunque en el blog en sí lo ponga, bien grandecito, por alguna parte. Así que bueno, hicieron esto:

www.facebook.com/pages/Y-la-cama-sin-hacer/252482179924.

Y si vas ahí y miras en la lista de miembros verás que hay un buen cerro de gente, 89 personas a la hora de escribir estas líneas, de las cuales a la mayoría ni conozco, lo que me llena de una alegría inmensa, porque no son ni más ni menos que perfectos desconocidos a los que les gustan las fotos. Sin más. Es estupendo.

El caso es que se me ha ocurrido intentar agradecerlo de alguna manera y sólo se me ha ocurrido una: regalar fotos. Así que aquí va el primer concurso del blog fotográfico raro que por un lado se llama Panopticon y por otro Y la cama sin hacer.

Las reglas son sencillas: hay que elegir, de entre todas las fotos del blog que la paciencia deje ver, las 5 que más le gusten a cada cual. Entonces se me manda un correo a mi dirección, que es david@davidruiz.eu, con los links a cada una de ellas, es decir, la dirección que pone para cada foto, que tiene más o menos esta pinta,

http://www.davidruiz.eu/photoblog/index.php?showimage=1082

...y es lo que sale en la barra de direcciones del navegador cuando se ve una foto concreta (para la del día, según se carga el blog, no se ve, pero basta con darle a la foto siguiente y de esa a la anterior para que ya aparezca). Se envía el correo con el asunto "Concurso fotoblog" y de entre todos los participantes que hayan enviado su correo antes del 1 de Marzo (de este año, o sea, 2010, no valen despistes y ah es que yo pensaba que era el 1 de Marzo de 2056) yo elegiré un ganador mediante un método absolutamente imparcial y aleatorio, aún por determinar (pero doy fe de que será aleatoriísimo. Pues no soy yo bestia cuando me pongo a hacer tonterías de esas). Después le enviaré un correíto al ganador dándole la buena nueva y preguntándole su dirección postal y le enviaré impresas más o menos a 25x15 cm (es un tamaño bastante aparente para colgarlas por las paredes, sobre todo teniendo en cuenta que son 10, y no se trata de empapelarle la casa a nadie) las 5 fotos que haya elegido y otras 5 que estén entre las 10 más votadas y que no hayan sido las que él haya elegido.

En el correo también se puede aprovechar para comentarme si llueve o hace sol, o lo estupenda que es la sexta temporada de Lost, o lo que a cada uno le de la gana.

El concurso no está limitado a usuarios de Facebook, que la gente que sigue el fotoblog per se y quienes siguen este blog y ven las fotos también cuentan con todo mi cariño.

Y eso es todo; buena suerte a los participantes. Os quiere,

D.

2.2.10

el narcotráfico ya no es lo que era

Sesteábamos el sábado por la tarde en el hotel de Granada (una maravilla renacentista en pleno centro, al pie de la Alhambra). Nosotros estábamos tirados en la cama y al otro lado de la pared los vecinos de la habitación de al lado hacían un ruido cotidiano y habitual de cuarto de baño. Suena una ducha, suena un secador, suena su charla.
No sé de qué hablábamos, sí que no les estábamos haciendo ningún caso. Pero sucede que hay ciertas palabras o expresiones que llaman la atención del que las oye, las esté escuchando o no: por ejemplo, si vas por la calle y hablas nadie te suele hacer caso, pero si en tu conversación dices “sexo” entonces la gente pasa de oírte e ignorarte a escucharte. Sin haberlo decidido siquiera. Nuestra psique es así, hay palabras que nos disparan la atención. O que me la disparan: a mí me pasa siempre que alguien habla de Kafka, lo que no me preguntes por qué es algo que, por lo que es cucho, es habitual en los bares madrileños.
Y lo peor es que luego, cerca, suelen añadir “Murakami” u “orilla” y ya no despiertan mi atención, sino mis más sinceros deseos de atropello o impacto de piano en la coronilla.
En fin: nuestros vecinos de la habitación de al lado no dijeron ni “sexo” ni “Kafka”: la frase que de pronto se coló por nuestras orejas como si fuese parte de un discurso que escuchábamos atentamente fue “te mato”.
–…te mato –le dijo el vecino a su compañera.
Después siguió un silencio que no era tal, porque el secador y la ducha siguieron sonando tal cual.
–¿Ha dicho “te mato”? –nos preguntamos, sorprendidísimos. No, no podía haberlo dicho, habremos entendido mal, habrá dicho “te de pato” o “mes pago” o “gres raro”.
Pero sí, sí que había dicho eso, porque al momento lo repitió, en un tono bastante coloquial, entre palabras de las que sólo pudimos entender una frase: “si supieses la de drogas con las que he traficado yo ni te lo creerías”.
Y nosotros contuvimos nuestra euforia, pues estábamos pared con pared con un narcotraficante de vacaciones, e hicimos lo único que se puede hacer en esos casos: correr en silencio hasta la pared de la que salía el ruido y escuchar bien calladitos.
No sirvió de mucho: terminaron de sonar la ducha y el secador, y tras ruido de trastos y voces más lejanas escuchamos la puerta de su cuarto. Corrimos hacia las ventanas, que daban a patios interiores, y atisbamos por entre las cortinas, espiando al narco y a la consorte, muertos de curiosidad.
No sé qué esperaba la Muchacha. Yo un tipo alto, ceñudo, con coleta, chupa de cuero, cara curtida y algún tatuaje.
Junto a la señora esposa –con aspecto de ama de casa común y corriente– él era un cincuentón regordete, de pelo cano y jersey de lana.
Y yo pensé y dije el título de este post, pensando que cuánta tele nos hemos tragado y cuánto nos ha domado ya la imaginación.

1.2.10

te jodes, Isabel

El fin de semana la Muchacha me llevó a Granada, a jugar a pisar en la tierra las huellas de los pies de Lorca y de Boabdil.
Yo pisé algo de lo que un perro alegre decidió desprenderse sin muchos miramientos y pensé: seguro que Lorca, antes de mí, y Boabdil, antes de él, también los pisaron.
A Federico Gardía Lorca me le imagino ligeramente fastidiado y al rato riéndose con la cara que pone en aquella postal que tuvimos que comprar. Es una foto de coña. Sale un avioncito de juguete, y en él, de piloto, un Lorca con la cara desencajada de juego y de jolgorio. Tras él, Buñuel, con una cara circunspecta que provoca la misma risa, con una altivez totalmente fuera de sitio, algo cansada, algo funcionarial, tremenda sobre el avioncito.
Granada es una ciudad preciosa, qué duda cabe, y sus callejas son una maravilla, pero es una ciudad esencialmente triste, si se piensa bien. Tanto olivo, tanta maravilla arquitectónica, la fortaleza, su lujo y sus jardines, ese cielo y esas vistas, con esos montes ahí, tan bien puestos, son el marco espectacular donde nosotros vamos a rendir tributo a las derrotas, a la muerte, al triunfo del bando cutre de la historia, que siempre parece que gana porque sus victorias son las más sonadas: visitamos el sancta de los árabes en España, aquellos ilustrados que llegaron y lo llenaron todo de fuentes y de huertas y de traducciones de los clásicos al árabe y que fueron arrasados por los integristas que llegaron de Bagdad dando la brasa con la media luna y por los cafres que bajaron del norte dando la monserga con la cruz. Y visitamos la casa de Lorca donde fue a refugiarse y donde lo fueron a buscar los garrulos que, en fin, era un maricón, cómo no iban ellos a fusilarlo en una zanja misteriosa.
Pero está bien, esa necrofilia turística. Bien mirado estamos celebrando a los perdedores y los derrotados, sí, pero nos importan un pito los otros, los que los ganaron, los que los conquistaron y convirtieron o fusilaron y enterraron. Vale, Isabel la Católica, vencerías al moro, lograrías que los de la sotana y la cruz mandasen en toda la península, pero mira, ahora, aquí yo, que soy ateo, te cuento que lo que primero que recordamos de ti es que apestabas. Y vale, fusileros que matasteis a Lorca, os quedaríais a gusto, y mira tú por dónde, ahora vuestros hijos reniegan de vosotros, y aquellos que tanto asco os daban viven tan panchos.
Así que a aguantarse y esconderse, fachas miserables y monarcas cristianos. Aquello que vencisteis, aquello que pretendíais erradicar es lo que perdura, lo nuestro, lo que sigue vivo. Y Lorca sonríe en nuestra postal, y gente dispara abducida fotos a la Alhambra, y son los derrotados quienes se llevan los aplausos, y a quienes nos llevamos dentro, y quienes en parte somos, o queremos ser. Te jodes, Isabel, en tu nicho patriotero de los libros de Historia.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.