31.1.08

américa

“La gente que no quiere que se rían de sus creencias no debería tener creencias tan graciosas.”

(Leído en Maikelnai’s blog, que a su vez dijo haberlo sacado de aquí)

 

Se preguntaba ayer Phil Plait en su estupendo e imprescindible blog, BadAstronomy.com, qué opinión nos merecerá a la gente de fuera su país, Yanquilandia, por culpa del creacionismo, el integrismo religioso y las sandeces varias que allí tienen el tirón que por lo visto tienen (tienen de todo, desde tipos apocalípticos que casi proclaman el fin del mundo por un asteroide que pasó el 29 a medio millón de kilómetros hasta gente que niega aún que hayamos pisado la Luna y afirma que la NASA es una agencia gubernamental que, básicamente, se encarga de mentir y negar sus floridas estupideces).

Así que yo, que esta mañana tenía un rato mientras se enfriaba el café, he pasado un rato removiendo la cucharilla y pensando con nostalgia en nuestro troll pro diseño inteligente, qué mala elección de palabras, del fin de semana, y luego he tenido el honor de ser el primer español en responderle que no se preocupe, que aquí es políticamente correcto odiarles con saña pero que lo hacemos más bien por su lamentable, chulesca y prepotente política internacional que por las estupideces en las que creen. Después de todo, no creo que estemos como para irnos riendo de las creencias religiosas de por ahí cuando aquí tenemos a los obispos y a la curia romana envenenando nuestra política y zancadilleando nuestras libertades todo el santo... perdón, perdón: todo el puto día. Vamos, que leemos las noticias sobre la radicalización de sus líderes religiosos, que va in crescendo desde que en los cincuenta, ¡por combatir al comunismo!, EEUU se convirtió en una nación under God, y simplemente la usamos como apoyo de la idea, general y casi obligatoria, de que están como un cencerro y son malísimos e imbéciles.

Yo, sin embargo, sospecho que la estupidez es una constante que sabe poco de a qué lado del océano se ubica (incluyendo su lado “superior”, si como me contaba ayer la Muchacha a un piloto le da por proclamar de pronto que quiere hablar con Dios), y que sospechar que los yanquis son más idiotas que nosotros, como norma general, es una forma muy eficaz de demostrar que el idiota es uno mismo.

Por esto de los grupos musicales yo llevo años tratando con yanquis. Es cierto que muchas veces se trata de gente muy mal informada con respecto al mundo (aunque nunca entendí que hay de terrible de que no sepan ubicar lugares que les importan un pimiento, como nuestro país, por mucho que sea nuestro país: Al fin y al cabo yo tampoco sé ubicar Wisconsin ni Kuala Lumpur, ni veo el drama de no saber algo que puedo averiguar en 5 segundos tirando de memoria global), pero ellos no tienen la culpa de las noticias que reciben. Hey, nosotros tenemos la COPE, El Mundo y Telemadrid, que no se nos olvide. Los acusamos alegremente de endogámicos y de ombliguistas, y nuestro periódico más vendido es el Marca y los programas que más vemos son los reality shows y los programas sobre intimidades zafias de famosos de postín. Les acusamos de fascistas y de imperialistas, y el PP, que propugna ser su perrito faldero, cuenta con 10 millones de votantes fieles como nadie. Criticamos su cine, intrusista y estúpido, todo efecto digital y explosión esquizofrénica mientras vamos a verles de manera compulsiva. Eso sí, defendiendo siempre el cine patrio, que por lo general es nefasto, y olvidándonos de su cine independiente, que como es brillante no interesa. Ponemos a parir sus hamburguesas y, como todo el planeta, las devoramos y nos encantan.

Criticamos a América porque es cómodo, es bonito y luce muy bien: Nos pinta como progres y como defensores de las causas justas, y lo único que no practicamos de lo que les criticamos es aquello que, por nuestros recursos, está más allá de nuestro poder.

Los americanos son todos unos tal y unos cuál, decimos por lo que hacen sus gobernantes. Se matan a tiros y tienen pistolas, clamamos, pasando sin mirar, por rutinarias, las páginas del periódico que hablan del marido borracho de turno que ha matado a palos a su mujer. Uno que yo conozco de por allí pidió perdón, muerto de pena, cuando Bush ganó las últimas elecciones. Una amiga se agarró la depresión de su vida. Otro se cogió el cabreo del siglo con sus paisanos, calco exacto del que me cogeré yo si el PP ganase las elecciones del 9-M (menos mal que les pintan bastos y que en esta están poniendo difícil que no nos libremos, con tanta feria y tanta ansia por ocupar el sillón de Rajoy).

Les reprochamos que se crean los defensores y promotores de la Libertad y la Democracia en un mundo hostil que les odia y les envidia, y luego millones de nosotros se creen los defensores de la patria y la moral y pretenden defender sus ideas y sus principios mutilando la libertad de quienes piensan distinto a ellos.

La única diferencia que yo he visto entre americanos y europeos es que ellos, por estar en el centro del circo al que el mundo entero mira, tienen más difícil ver más allá de los focos que les iluminan y más difícil aún pensar que esos focos pueden ser parciales y apuntar donde interesa: Una vez, hablando con un americano, el exponía su idea de cómo andaban las cosas por el mundo, y unos cuantos europeos le llevábamos la contraria. “Las cosas son así, yo me informo”, dijo él, y enumeró los medios de los que había sacado sus hechos. “Los medios te mienten”, le dijimos, todos, a coro. “¿Y qué pasa, no puede ser que los vuestros os estén mintiendo a nosotros?”, protestó él, y claro, nosotros nos echamos a reír, le respondimos que eso era evidente, pero que nosotros, al menos, lo sabíamos.

Y por lo demás, somos igual de imbéciles a cualquier lado de cualquier océano.

La cita que adorna e inaugura este post es parte del movimiento ateo, que en un país como aquel, es decir, como quieren lo curas que sea este, es audaz, se mueve en tierras peligrosas y tiene toda mi admiración: Uno es libre de creer lo que quiera pero no creer lo convierte en peligro y según George Bush padre le hace a uno dejar de ser ciudadano. En la Land of the Free, al menos hay gente luchando por la libertad de no creer en lo que no quieran creer. Aquí del otro lado nosotros, los inteligentes, los cosmopolitas, los preocupados por el mundo, las ballenas y el cambio climático aguantamos sin rechistar el mileurismo, los precios astronómicos de la vivienda, la corrupción urbanística y lo que nos echen.

Porque al fin y al cabo somos Europa, qué más queremos.

30.1.08

to be or not to be (escritor)

Otro episodio incómodo fue cuando lo detuvieron los bobbies en Londres en las inmediaciones de la casa de Martin Amis, porque éste lo vio merodeando por allí durante varios días (con sus noches) y pensó que podía tratarse de un terrorista islamista. Al parecer, Vila-Matas sólo intentaba forzar un breve encuentro en la calle con él para poder utilizar esa escena como comienzo de una nueva novela.

(Conde-Duque, a propósito de nuestro escritor más mejor)

 

Era inevitable, después de apuntarme a un taller literario, que tarde o temprano volviese a rondarme la cabeza la idea de ser escritor, que ya consideraba yo felizmente archivada en el cuarto oscuro de las cosas que no pudieron ser (junto a: ser futbolista, ser Michael Douglas –en Black Rain–, ser director de cine, ser piloto de pruebas, ser piloto del París-Dakar –esa si que se jodió del todo–, ser guapo, tener los abdominales de Daniel Craigh y ser asquerosamente millonario). Inevitable porque hay que escribir y, sobre todo, porque se produce un intercambio de información entre gente de la extrema letra y gente de la extrema ciencia del que no puede salir nada bueno. Se intuía ya antes, y se confirmó el primer día, cuando en las cervezas post-taller esta conversación se repitió varias veces:

–¿Tienes algo publicado? –me interpelaba alguien.

–Ji ji ji –respondía yo.

Porque yo no me había apuntado ahí para convertirme en escritor. O para pulirme como escritor. De las metas que yo sospecho habituales por las que uno se apunta a un taller literario yo sólo compartía una de las habituales, la de ir por si conocía a alguna muchacha maja (y en fin, no fue precisamente alguna muchacha sino La Muchacha, así que me doy con un canto en los dientes). No soy capaz de encontrar más motivaciones excepto la mía habitual de ir a los sitios a los que no sé por qué voy para ver si descubro, al ir, qué pinto allí, o la de ir a darle guerra a gente tan remota como gente que se dedica a las letras y defender de alguna manera el honor de la ciencia integrista y, claro, la de ir por si resultase ser divertido.

Pero pasan los días, a uno le dan una beca, otro publica un libro, todos escribimos y uno termina pensando ¿y si cojo al idea aquella estúpida que tuve yo una vez fumadísimo en una playa gris y voy y la escribo, a ver qué pasa?, y la inmediata autorrespuesta “David, cállate, que no eres escritor”. Y ya me enzarzo, claro.

¿Qué coño es ser escritor?

Una forma de verlo es que escritor, llamémosla la opción “generosa”, es quien escribe. Pero claro, eso convierte a todos y cada uno de mis compañeros de la secta (y a medio mundo) en escritores: Todos escriben correos electrónicos hablando de partidos de fútbol amateur de fin de semana, tarjetas de felicitaciones, peticiones de formularios, mensajes a móviles y listas de la compra. Demasiado general, la definición, y por tanto rotundamente inútil. Por mucho que sea la primera que viene en la RAE.

Otra, la “opción restrictiva”, que escritor es aquel que tiene obras publicadas. Pero claro, una definición que deja fuera a Kafka es evidentemente una mierda de definición. Por mucho que sea la segunda que viene en la RAE.

Así que como ninguna me vale yo me invento la mía propia:

Definición: Escritor. Dícese de aquel que ha escrito al menos algo que él considera una obra literaria satisfactoria. O algo que él considera una obra literaria satisfactoria. Que igual luego el resto del universo la considera simplemente papel para reciclar, pero hey, Paulo Coelho es un escritor, al margen de los adjetivos que haya que ponerle.

Vale. Y ahora, frente a la definición, y con libros afortunadamente abandonados a medias y con un puñado de cuentos malamente terminados, puedo ya preguntarme; entonces y por fin ¿soy yo un escritor?

Y la respuesta es que no.

Pero no sé cuánto voy a poder resistir sin intentar serlo, aviso.

La Muchacha, por si las moscas, me ha regalado un pack de búsqueda de la inspiración: una caja blanca de interior forrado en rojo que contenía un libro sobre barcos, dos copas, una botella de vino blanco, un mechero, un paquete de Fortuna, velas, un bolígrafo y un cuaderno. Estuvimos probando las copas, el vino y una vela mientras confirmábamos que el SS Bremen aparece en el libro, y puedo certificar que el pack funciona perfectamente: justo antes de dormirme, veía yo en cinemascope el principio de mi estúpida idea.

Y claro, entre unas cosas y otras luego anda uno como anda.

29.1.08

existir

El tema de la existencia en sí y mis noches en vela pensando al respecto viene de antiguo; no sé si alguna vez he contado algo de aquel examen de filosofía en el que saqué una pedazo de nota porque a mitad del examen me puse a divagar sobre Descartes y a argumentar que su legendario razonamiento (que luego, he leído, el quiso matizar como intuición, no como razonamiento, lo que dice mucho a su favor, para mí) de “pienso, luego existo” era basura lógica, porque parte de un yo pensante, asumiendo su existencia, para concluir que existe, y que tanto valdría decir “corto el cesped luego existo” o “me hurgo la nariz luego existo”.

Luego, el tema de la existencia se ve apoyado por los canales extraños de rigor: En 2004 Disillusion sacó su primer disco, Back to Times of Splendor, una maravilla de death metal melódico progresivo capaz de sonrojar a los mismísimos Opeth, y yo me enamoré de ellos. Luego, buscando noticias sobre su siguiente disco, descubrí que Dark Suns andaba grabando un nuevo disco que producía Andy Schmidt, el cantante, guitarrista, compositor y demás de Disillusion. El disco se llamó Existence, salió en 2005 y es buenísimo, mucho más light que el disco de debut, mucho más en plan rock progresivo, y genial de principio a fin.

Y claro, yo me acuerdo de descartes y tengo que ponerme a los Dark Suns (que por cierto y como nota más personal que otra cosa, sacan disco nuevo en un mes) porque andamos la Muchacha y yo contándonos, últimamente, las dudas que nos asaltan cuando no estamos delante del otro sobre su existencia, sobre si todo esto ocurre o es mera fantasía. Que no lo es, fantasía, pero diablos, a veces lo parece, uno está acostumbrado a dudar de si mismo y de la frontera entre sueño y realidad, y por lo visto, maravillosa maldición compartida, ella también.

Así pasa que yo, cuando hablo con ella después de un par de días sin verla, me sorprendo muchísimo. Porque pienso en ella horrores, y eso la vuelve algo interno, propio. Y la leo, la leo muchísimo, pero uno, sobre todo en los primeros tiempos, lee con voces inventadas, que viene a ser con voces propias. Pero claro, la voz es una reivindicación de la identidad tan fuerte y tan literal que estar ahí agarrando un aparatito y escuchándola reírse, hablar, entonar, cabalgar los ritmos de sus frases a su manera, significa estar de pronto sintiendo la evidencia de que ella es real, de que existe. Las sorpresas geniales de la vida.

Y así pasa que ella, me cuenta, piensa a veces, cuando está llegando a casa a hacerme una visita, que igual todo esto es una ilusión, un delirio, y que cuando llame a mi puerta yo, sorprendidísimo, la reconoceré, porque conocernos nos conocíamos, aunque no según toda la lista de significados de la RAE, y no sabré qué hace allí y ella pensará, no sé, en fallos en Matrix o algo por el estilo. Pero luego aparca el coche, mira mis mensajes en su móvil, recuerda esas cosas que no nos podríamos imaginar por nuestra cuenta y sube a casa tan convencida de que existimos, ella, yo, y toda nuestra circunstancia.

Y si no, pues tampoco estaría mal, poder conocernos otra vez. Poder perder una noche mirando las estrellas caer al mar desde la cubierta del SS Bremen. Por qué no.

Y yo me digo si tal vez Descartes no debiese haber enfocado el problema de la existencia desde la segunda persona del singular. Y silbo y pienso qué le haré hoy para cenar (a la Muchacha, no a Descartes).

28.1.08

y más aún

“A partir de ahora voy a conducir siempre en pijama. Es el primer paso de mi plan para destruir la civilización.”

(Ángel, Está la cosa muy mala, hace unas horas)

 

Nueva costumbre, nueva moda, nuevo rito, nuevo tic: Voy a empezar las semanas poniendo citas. Y como soy un patán ignorante, lo sé, pero pretendo que el mundo en general y tú en particular no te des cuenta, que uno tiene su amor propio, en vez de poner la clásica cita graciosilla de Engels o la clásica frase tronchante de Wiggenstein (y no sigo más para que no me delaten las faltas de ortografía), lo que haré será poner citas de las cosas que vaya leyendo por los blogs del mundo, y de paso rindo homenaje a esa gente que leo con infinito placer pero en silencio. Lo de que voy a empezar las semanas así es una gilipollez de esas mías que no deben ser tomadas en cuenta: Igual empiezo así varios días a la semana, o igual ninguno, o igual sólo los jueves impares de años bisiestos que disten dos días de la luna llena más próxima o de algún solsticio. Quien sabe, igual en la blogosfera infinita pasa una semana entera sin que vea nada citable. O igual mi tremenda pereza o mi infinito (mierda, use palabra maldita) despiste lo impiden.

Pero ahí va la primera, que es de un blog genial, cuya lectura sin duda merece más tu tiempo que malgastar horas y horas aguantándome a mí, aquí (excepto si eres un troll creacionista enviado por el Diseñador para entretenerme, claro).

Más cosas prometedoras de la semana: ¡Vuelve House! Por fin el miércoles se emite en Yanquilandia el episodio 10 de la 4ª temporada. Y ¡vuelve Lost! El viernes o el sábado habrá capítulo 1 de la cuarta temporada al alcance de estos largos dedos nuestros.

Por lo demás, me he dormido esta mañana. Me he despertado a las 10, con el sol en la cara y un grito en mi maltrecha garganta: ¡¡¡coñooo!!! A la carrera he llegado a la oficina a las 11:15. Pero la carrera ha sido despacito, de esas que aparentan más prisa de la que uno en realidad tiene. Porque estas cosas, dormirse, llegar tarde y demás, deben hacerle sentir a uno culpable, que para algo se es adulto responsable y se tiene un compromiso con la secta satánica que paga a fin de mes (por cierto, ya mismo: Menos mal), pero un paseo por el Madrid del Metro vacío y las calles soleadas es un lujo que, o se disfruta, o no se merece ni vivir. Por lo demás, he dedicado un rato considerable a trabajar, por eso del sentimiento de culpa, y otro, entre carga y carga de datos, a curiosear, descubriendo un periódico legendario y genial, después de andar buscando una de mis fotos favoritas de todos los tiempos. Pero de eso mejor no hablo, que luego me salen tres hojas y toda esa gente que tanto protesta sobre la pastelada en que se ha convertido este blog huye desilusionada porque no escribo pasteladas.

Otro día, tal vez. Desde casa, que pueda poner fotos y alguna canción.

Y en el NFSU2, que vive un segundo periodo de gloria porque por fin me funcionan los vinilos (¡y qué feliz me hacen!) por fin he conseguido mi bello Nissan Z350.

 

Hum. Creo que me voy a ir a casa prontito, por rematar la jornada y hacer la compra, y a ver si me acuerdo de subir esa foto y una de mi bellísimo Nissán colorado y blanco, que casi parece un helado de fresa y nata.

¿alguien sabe para qué sirve el espidifrén?



Yo, desde luego, no. Pero acabo de tomarme uno, por ver qué pasa y sumamente decepcionado con el gelocatil que me tomé la semana pasada (el miércoles, creo recordar. Aunque pudo ser el martes. El jueves, definitivamente, no). Creo que ya comenté, hace nada, que no es que sea una persona muy ducha en esto del doping.

Yo, que siempre le he tenido un respeto bárbaro a los constipados. Yo los dejaba en paz, ellos me atosigaban cuatro días y luego adiós y hasta más ver. Hasta dos días me han llegado a durar. ¡Dos! Y este acaba de cumplir su primera semana de vida. Como le comentaba hoy a un transeunte al que he abordado al azar por la calle (aunque exagerada, esta afirmación es casi literal, y tengo testigos. Aunque no me inspiran ninguna confianza, la verdad, y hablan todo el rato de penes, qué obsesión), tal vez mi problema sea que haya tenido dos constipados consecutivos, en cuyo caso debería curarme mañana. Veremos.

Yo, por si acaso, espero, y ya que los remedios conocidos fallan (no ha servido el alcohol, no ha servido la indiferencia y no ha servido ¡un gelocatil!) recurro al azar y el espidifrén ese, a ver qué hace mezclado con un vasito de leche con miel, único recurso de mi tierna infancia que, en mi ignorancia doméstica, no había probado por no haber descubierto el bote hasta hoy, en el rastreo que he hecho de medicamentos domésticos que ingerir al azar (y qué mierda de búsqueda. Sólo tenemos gelocatiles... y espidifrén. Si es que...).

Yo, en cualquier caso, me muestro indiferente ante la enfermedad. Toso, sí, y toso muchísimo, y con una tos tremebunda, pero como si la cosa no fuese conmigo, haciéndome el distraído. No me importa. Y mis razones tengo, cuestión de prioridades: Esta que empieza ahora, mírala pasar, contempla sus primeros minutos, tan negros como buena noche de domingo, tan fríos y tan fluidos, esta, decía, es Una Semana Importante, incluso Una Semana Significativa. Para gente que uno tiene cerca, una semana para recordar. Y hay ansia por ver brillar ojillos y ver sonrisas de esas que, perdóname oh Dios que estás en los cielos, que voy a pecar de franqueza, le provocan a uno aglutinamientos sanguineos en partes de la anatomía que no siempre son los mofletes, con su gracioso sonrojo. Y ha ganado el Madrid, ha empatado el Barça y ha perdido el Atleti, estupendo todo menos lo del Atleti porque los equipos así pequeñitos siempre despiertan la simpatía de uno. E iré al cine, y aunque el Bremen esta semana no hace travesía hay textos que comentar, léase textos en los que apuntar las gilipolleces que siempre apunto yo en los textos y qué le voy a hacer, qué coño va a saber un matemático de crítica literaria, y hay algo que pensar e incluso escribir, y tengo que buscar un regalo para mi abuela y limpiar la casa y pasear al perro y cortar el césped, en fin, tanta actividad que ya ves, me invento que tengo perro y cesped para luego tener cosas de descartar por falta de tiempo sin quedarme sin hacer algo imprescindible, como el nudo de alguna corbata o afeitarme un lado de la cara. O toser. Podría ser toser, sí, mira. Qué pedazo de ideas que tengo a veces.

Yo soy así. En fin. Que no sé qué coño hago despierto, con las ganas que tengo de que empiece la semana. Que esperemos, traiga salud. No para mí, o no sólo para mí. Sobre todo para la pobre Muchacha, a la que sospecho que he pegado estos mis virus en mi esfuerzo romántico y burrísimo de compartirlo todo. Ya, ya, lo sé, y nadie se siente peor que yo al respecto. Pero bueno, supongo que tendrá manos más hábiles que las mías que la cuiden, botiquines surtidos que la provean y gente culta alrededor que sepa distinguir una aspirina de un termómetro.

Hablando de eso, ¿el espidifrén tiene trocitos de cristal con numeritos marcados y metales pesados fluyendo por su interior?

¡Dime que sí, por Gauss, dime que sí!

Ah, y el fotoblog esta semana trae actualizaciones todos los días. Escandalizada por mi falta de tenacidad para nada que no sea darle la lata, la Muchacha al fin ha seguido mi consejo y se ha comprado un palo con un pincho. Pero en vez de usarlo para mantenerme lejos cuando me pongo cansino (que viene a ser todo el tiempo), lo saca cuando no hago fotos. Y me saca de paseo para que las haga y todo. Si es que luego uno está como está.

25.1.08

carta abierta al troll creacionista

Me hace mucha ilusión tenerte por mi blog. Hacía siglos que no tenía yo un troll al que darle unos cuantos estacazos, y se echaba en falta algo de ejercicio. En fin, tanta ilusión me hace que si no te importa y como el blog es mío, vamos a jugar la partida aquí, en la pista central.

Todo esto, para quien no sea el troll, es para responder a cierto anónimo que, en el post anterior, hizo su entrada, metió la pata en cuanto charco vio ¡y se puso a hablar de diseño inteligente!

Y como yo con fanáticos de teorías estúpidas tengo poco trato pues no podía dejar pasar la oportunidad.

Así que, ¡alegría!, y por partes:

 

  1. Teoría de la Evolución de Darwin vs Teoría del Diseño Inteligente.

(por abreviar los voy a llamar DI y TE a partir de ahora) Permíteme que tache, pero es que cometes un error. A posteriori y a vuelapluma te llamé ignorante por usar, más tarde, la palabra teoría entre comillas y tras un “todavía”, referida a la Evolución, como evidente forma de descrédito. Es típico eso de combatir la TE diciendo cosas como esa; al fin y al cabo aún es sólo una Teoría. Como dudo mucho que hayas hecho tus deberes y te hayas informado de qué coño significa Teoría en el lenguaje científico, te cuento: Una Teoría, en ciencia, es algo que a) es consistente explicando una serie de hechos naturales, b) permite ser puesta a prueba de forma experimental, c) permite hacer predicciones comprobables y d) puede someterse a pruebas que podrían demostrarla como falsa (en cuyo caso, claro, dejaría de ser teoría). El DI falla en todos y cada uno de esos puntos.

 

  1. Segundo asalto, Opinión vs Definición

También dices que tú no ves contradicciones entre el DI y la TE. Pues qué bien y qué pena que no haya un Nobel de Pseudociencia, lo tendrías ganado al probar como equivocados a los mismísimos creadores del DI, que precisamente lo proponen por considerar que la TE está mal, porque por lo visto no les gusta venir del mono, y lo definen como una teoría que niega la TE. Así pues debo preguntarte ¿hablamos del mismo DI? ¿Tú crees o no que el mono y nosotros venimos de un bicho común? Si tu respuesta es “sí”, no crees en el DI. Si tu respuesta es “no”, no crees en la TE. ¿Cómo puede ser que sean compatibles las dos teorías? ¿Tal vez el ancestro común fuese un gato de Schrödinger?

 

  1. Pruebas contundentes del Diseño Inteligente.

Decía yo en el punto 1 que el DI no aporta prueba alguna. Tú dices que sí. Espero ansioso esas pruebas para poder discutirlas aquí. Por lo pronto, más que pruebas hay contraejemplos: Que nuestro ADN y el del mono se parezcan tanto, que las ballenas sean mamíferos, la presencia de fósiles, el Carbono 14 y el hecho de que el mundo tiene no 4.000 años como dice la Biblia sino unos 4.500.000.000… Ya puestos, me gustaría ver cómo estos hechos resultan ser falsos. 

 

  1. It’s written in the sky

No veo en qué viene a cuento pero tengo buenas noticias para ti. En el cielo ya pone “hola soy Dios”. Simplemente mira y busca estrellas en el sitio preciso. Lo que pasa es que encontrar el mensaje no probará gran cosa sobre la existencia de un diseñador inteligente, a no ser que estemos dispuestos a considerar las constelaciones como prueba de que existen dioses griegos y bichos zodiacales en algún lugar, por ahí.

 

  1. Entender el infinito sin irse de cañas con él.

Me encantan los argumentos ad hominem: Tienes la premisa de que no, claro, no comprendemos el infinito, yo te digo que yo sí y tú te pones a decir bobadas sobre irse de cañas con un concepto matemático (!?), planes de estudio y demás.

No sé: A mí los mecánicos me inspiran un cierto respeto en cuestión de motores, los médicos en cuestión de salud, los biólogos en cuestión de, ¡caramba!, teorías evolutivas, y no es que pretenda caer en una falacia ad autoritas, pero es un hecho que como matemático uno se acostumbra a trabajar con un concepto que, quieras que no, es doméstico, por ser un concepto matemático, y que nos sale unas cuantas veces.

En fin, infinitos numerables, À0, À1, el Axioma de Elección, la no numerabilidad de los números reales, fractales, integrales de rango infinito… el infinito ni es un concepto tan raro como puede parecerle a un profano (hola, profano) ni es justo por parte de uno asumir que como él no lo pilla nadie más puede. Lo damos por todas partes, y no muerde, ni nadie se tira al suelo y se tapa los oídos con las manos y reza cuando alguien lo nombra. Su uso es más cotidiano. Te voy a poner un ejemplo y todo, mira:

 

  1. Un día de trabajo con el infinito:

Hola. Hoy vamos a calcular cuántos números primos hay. Pero como no es cosa de ir contándolos, y por ir adelantando trabajo, vamos a ver si son infinitos. A lo elegante, con una reducción al absurdo:

Supongamos que no lo son, esto es, que hay sólo un número finito de ellos, digamos m, y que los colocamos en orden de menor a mayor y los nombramos p(n), es decir,

p(1) = 2

p(2) = 3

p(3) = 5

p(4) = 7

… (y así hasta el último)

P(m) = (el que sea, su valor no importa: El mayor primo existente)

Entonces, si no hay más primos, cualquier número o es primo y está en la lista o no lo es, y se puede dividir por números de la lista. Pero ¿qué pasa si nos ponemos brutos y los multiplicamos todos? Nos sale un número que es divisible por todos y cada uno de ellos, qué aburrimiento. ¿Y si luego le sumamos uno? Pues que nos sale un número K,

K = [p(1) x p(2) x p(3) x … x p(m)] + 1

Ahora bien, es fácil ver que ese número no es divisible por 2, pues es un múltiplo suyo + 1, que no es divisor de 2, ni de 3, pues es un múltiplo suyo + 1, que tampoco lo es, ni de ningún primo de la lista. Lo que nos lleva a una contradicción, que significa que la única suposición que hemos hecho, es decir, que hay un número finito de primos, es falsa.

¿Ves qué bien? Hemos contado infinitos números en un momentín.

 

  1. Negar la vida eterna en un universo infinito: el fascinante problema del paseante borracho.

Me ha sorprendido mucho tu estúpida teoría (y estoy usando la palabra teoría de modo coloquial) de que un universo finito en el espacio y en el tiempo implicaría, “con probabilidad 100%” (uau), la cuestión de la resurrección y la vida eterna como una cuestión de que “tus átomos” se reorganizasen de cuando en cuando.

Perdona que la llame estúpida y no lo tomes como insulto a tu persona: Es sólo que la idea es francamente absurda.

Amén de imposible. Partes de una serie de premisas, como que el espacio sea infinito y el tiempo también, o que la reencarnación o la vida eterna se consiguen agrupando los átomos que ahora mismo te componen, que no sólo no te harían falta (al menos la del espacio infinito) sino que, matemáticamente, ya que tanto te gusta esa palabra, convertirían tu pequeña fantasía en algo de lo más improbable. Existe un modelo matemático que se llama el del paseante borracho, que en más de una dimensión te garantizaría que los átomos, moviéndose con libertad, no volverían a agruparse tal cuál están ahora. Además, ignoras cuestiones como la gravedad, que condiciona los movimientos de los átomos y a largo plazo los condenan a terminar disueltos en un agujero negro (¿y qué pasa si un átomo tuyo termina en uno y otro en otro?). Además, tú no eres una configuración específica de átomos, pues constantemente los que te están formando salen de ti y son reemplazados por otros (se estima que, en ocho años, TODOS nuestros átomos se han renovado). Además, aunque pudiese ocurrir que tus átomos se reuniesen y plop, apareciese de nuevo tu consciencia con tu memoria y tu forma de ser, teniendo en cuenta lo grande que es el Cosmos y la de sitio que tiene algunas de tus futuras reencarnaciones serían de lo más pintorescas, fugaces y tal vez dolorosas: Te imagino “reencarándote” en el corazón de una estrella, en el vacío sideral o cerca de un agujero negro, pudiendo sentir en tus carnes la asfixia del espacio exterior a la vez que el efecto spaghetti de la atracción del agujero negro. Sería la mar de interesante, sin duda. Pero la verdad, prefiero pensar que ese no va a ser mi futuro.

Y en cualquier caso asumir un tiempo infinito no te garantiza ningún suceso seguro: Ocurre que estás formado por protones, electrones y neutrones, y que estos tienen una vida media que es grande, pero no infinita. Llegará un día en el que por azar, como propones, tus particulillas no podrán arrejuntarse otra vez simplemente porque se habrán disuelto y deshecho. Lástima: Hasta tu inmortalidad tendría fecha de caducidad.

Y una última pregunta sobre esto; si se sucediesen infinitas reencarnaciones mediante ese método ¿por qué esta es la primera, y no recordamos otras?

 

  1. La cuestión “APASIONANTE”.

Dices que la cuestión apasionante, así entre unas comillas y unas mayúsculas cuyo objeto no entiendo, es la comprensión del universo. Estoy de acuerdo excepto en lo de que se esté dilucidando hoy día: Llevamos unos cuantos milenios en ello, y lo que te rondaré morena. Y precisamente por eso yo reacciono como reacciono ante las tonterías pseudocientíficas como el DI: El DI, por mucha ilusión que te haga creer en cuentos de hadas y por mucho que te niegues a considerar sus incoherencias (dos actitudes nada científicas) no es ciencia (obviamente), y como tal es un atentado y un peligro a los milenios que llevamos intentando comprender la realidad. Jode un horror que después de que tanta gente se haya currado lo que se ha currado investigando, comprendiendo, pensando, probando y siendo rigurosos lleguen cuatro beatones y digan que no que no, que todo eso es mentira porque a ellos les hace más ilusión su cuento, que tiene el único mérito de encajar con sus patéticas e improbables creencias.

Y eso me quema. Aunque luego me consuela pensar que al fin y al cabo lo bueno de las estupideces es que suele ser fácil detectarlas, para quien tenga un mínimo interés.

 

  1. Infinitos mortales.

Y al final de gran post sobre el CI dices “es que los infinitos ya le costó la vida a algún matemático en el pasado”. Admito que la inmensa mayoría de los matemáticos de la historia están muertos, pero, y a pesar de haber cursado dos veces una divertida asignatura llamada Historia de las Matemáticas, jamás tuve noticia de ninguno de ellos que muriese asesinado por ningún concepto abstracto. ¿Puedes darme nombres?

  1. Desacuerdo / intolerancia y fallos cerebrales.

Respondes después aludiendo a los “pseudointolerantes”. Primera vez en mi vida que escucho esa palabra, ¿qué significa?

En cualquier caso citas a la Muchacha, con quien definitivamente ha sido muy mala idea meterte porque a mí, porque eso, unido al hecho de que te ocultes detrás de un cobarde anonimato, me hace sentirme justificado y me motiva para insultarte (imbécil. ¿Ves?), das una opinión sobre algo que ella dijo y proclamas que el cerebro le falla a todo aquel que no piense como tú.

Gracias por ese ejemplo tan gráfico de fanatismo puro y duro.

En cualquier caso sospecho que a estas alturas conozco a la Muchacha mejor que tú, y sospecho también de tu comprensión ante textos escritos, porque hablas de una afirmación donde yo no leo más que una palabra larga que alude a gente que no cree algo. ¿Son, tu estupidez, tu incapacidad para entender conceptos y tu tendencia a inventarte argumentos y no pillar coñas razones suficientes para faltarle el respeto a nadie? Supongo que sí. Pero también le dan a tus palabras el valor que tienen.

  1. Matemáticos: Típicos listillos que no tienen problemas con el infinito.

Gracias por llamarme patético, remitirme a la escuela, apelar a mi poco nivel intelectual (!?), decir que no tengo ni pajolera idea del asunto y que sólo conozco dos teoremas o definiciones que hasta un niño sabe, apelar a mi mediocre sabiduría (!?). Qué bonita basura ad hominem.

¿Todo eso por insultarte, con motivos, y por avisarte de tu propia ignorancia?

Pues bueno. Acepto también tu argumento ad hominem por su valor lógico, que casualmente es el mismo que el del resto de tus palabras.

Pero me quedo con la definición de matemáticos, que me ha encantado. Si supiese tu nombre, justo después de insultarte con propiedad, te incluiría en la lista de personajes ilustres que han definido a su manera a los matemáticos. Donde, así mirando por encima, ya está el bueno de Darwin, autor de la Teoriiía de la Evolución, que esperemos que ya no consideres como idea respecto a algo, que dijo “un matemático es un ciego que busca en una habitación oscura un gato negro que ni siquiera está ahí”. Y junto a Sofia Kovalevskaya, que nos definió, y esta cita va dedicada a la Muchacha, así: “es imposible ser matemático sin tener espíritu de poeta”.

Y cómo evitar poner la mejor definición que jamás se ha hecho de nosotros, de Paul Erdös, “un matemático es una máquina para transformar café en teoremas”.

  1. Leer menos y pensar más.

Y te despides diciendo eso. No sé qué le verás de malo a la lectura ni a qué vendrá eso (¿una mala interpretación del Quijote, tal vez?), pero te aseguro que lo primero no lo cumpliré, pero lo segundo sí, en la medida en que me sea posible. Yo a mi vez te deseo que leas más, que comprendas algo y, simplemente, que pienses.

24.1.08

nada como dos rayas de coca para empezar bien el día

Y si uno es un pusilánime como yo que huye de las drogas estimulantes, por un lado, y al que le repugna la idea de meterse por la nariz cualquier cosa que no sea el olor del pelo de la Muchacha (cuánto quiero yo a mi almohada, algunas mañanas), pues se pone uno el doblete de Life y Night, de Devin Townsend, aunque entonces firmase como Ocean Machina, y a salir de casa pegando brincos y extremadamente feliz, aunque esté uno hecho polvo por algún virus desquiciado, ruin, miserable y sádico o alguna bacteria perversa, antimadridista y cruel.

(Y conste que no pretendo convertir esto en un alegato pro-drogas, yo que no las tomo, ni anti-drogas, yo que no soy quién para decirle a nadie qué hace con su vida y su dinero y los impulsos nerviosos que configuran su realidad, ¿eh?)

Estoy malo.

Otra vez.

Últimamente estoy malo, para inquietud de la Muchacha, que empieza a sospechar, con motivo, que sale con un despojo. En fin, las enfermedades y yo siempre hemos tenido unas relaciones muy esporádicas pero, a la vez, o más que a la vez todo lo contrario, o sea cuando suceden, la mar de intensas y apasionadas. Así, el catarrazo que ayer se batía en retirada y que me permitió correr por la casa sumamente feliz inventando horribles canciones que perpetraba con esta voz tan fabulosa, excepto por lo nasal, que traen los constipados, que al insignificante precio de algo de dolor de garganta le deja a uno poner una mezcla de voz limpia y berrido death-metalero la mar de entretenido de proferir. Recuerdo una línea de canción que me salió y que merecería aparecer en un disco aunque sólo fuese por lo que me iba a reír si saliese con esa entonación y esa distorsión, que decía “pero el amor… ¡¡¡esa cosa tan tooontaaa!!!”, en fin. Pero por la noche más o menos recaí, me desperté a la hora y pico de haberme dormido malísimo, con un ataque de tos que propiciaba el break-dance, y hoy me he levantado hecho polvo. Odio esto. Es estar de resaca, pero sin resaca. ¡Horrible!

En fin, las enfermedades y yo, interesante mezcla. Yo nunca he sido mucho de ir de médicos, por ser mis enfermedades siempre naderías y yo soy firme practicante del ignorar lo que sucede. Así que no sé ni el procedimiento necesario para pedir una baja, aunque ando ya hoy algo mosca y pensando que como esto dure alguna noche más me planto en el médico con mi tos asesina a ver si me da un papel diciendo que estoy unos días de vacaciones, con suerte, y que me tome cuatro o cinco riquísimos jarabes más, con algo menos de suerte.

Pero que no vaya al médico no quita que no tenga yo mis tratamientos y mi automedicación, cómo iba a fallar yo en semejante tradición patria. La primera medicina son mis rayas de coca para pusilánimes, es decir la música. Hacen feliz a mi cabecita, y a mi mente le suele importar un pito el resto de mi persona. Luego, está lo del descanso. Como siempre duermo poco y siempre ando rozando la extenuación (tengo puntos de experiencia para gastar en habilidades zombies como para doctorarme como muerto en vida), descansar siempre es buena idea. Para por si ese montón de carne que mi linda cabecita desprecia decide reforzarse y afrontar a los virus y las bacterias con algo de fondo, vaya. Mi tercera medicina es el bote de jarabe que me compró la Muchacha, que me tomo con la aplicación del que quiere dejarla orgullosa: De los dos chupitos que hay que servirse al día yo, por ver lo que me gusta su regalo, pasaría a dos barriles de cien litros cada tres horas. Y la cuarta medicina es un gelocatil cada dos o cinco días.

Por lo demás, a esperar a que los virus y las bacterias se cansen y se vayan, y me dejen en paz, con permiso de la alergia, otra larga temporada, como tienen por costumbre. No ya por mi comodidad, sino por demostrarle a la Muchacha que no, que sale con un roble. Con patas. Y que se mueve. Una clase de Ent. Pero que habla rápido, claro. Volviendo a la droga y por rellenar la metáfora, un Ent bajito y puesto de pastillas.

Y nada, mientras a seguir escuchando música. Que también tengo el Ass Sordid Demos en el iPod, esperando a que salga de la oficina para dejarme, como siempre, pensando que las demos y las maquetas del señor Townsend tienen más música que la discografía de más de dos y más de tres grupos de esos que la gente conoce, de esos que la gente tiene por buenos.

 

(nota personal: en algún momento de hoy o del fin de semana, editar este post y poner esas dos canciones del señor Townsend. El mundo merece música. Entendido eso como oferta generosa o como amenaza, al gusto)

23.1.08

mi prometedor futuro como pastelero profesional

Tanto decirme que qué pastelero que ando últimamente(*) con la sobredosis de dulzura y alegría que inunda mi blog desde que la Muchacha irrumpió en mi vida (y en eso la mejor sin duda Elena, que el sábado, estudiando mi comportamiento en función de mi cercanía o lejanía física de la Muchacha, comentó que gracias a ella ha descubierto que yo tengo mi pequeño Dr. Jeckyll agazapado dentro) pisoteando mi tristeza y echando a patadas mi imagen de amargado gruñón (y cómo oye, cómo. Qué sol de mujer. Anoche se presentó en casa a las doce con un jarabe para la tos, para mi tos. ¡Ay!), y al final va a resultar que puedo aprovechar la coyuntura para labrarme un futuro horneando bollos en la pampa: Al llegar esta mañana a la secta y abrir el Outlook, un correo ha conseguido eludir los filtros antispam de Satán y los míos propios y tras trepar por murallas, arrastrarse bajo alambres de espinos, esquivar campos de minas, saltar precipicios, vadear ríos, cruzar bosques, superar quince pruebas de Humor Amarillo y esquivar la trampa cazaratones final, tachaaán, se he aposentado en mi habitualmente solitaria bandeja de entrada.

Yo, como buen profesional que soy, he ido presto y veloz a analizar su contenido, relamiéndome ante la esperanza de que estuviese plagado de quehaceres y de tareas complicadísimas. El título era “carrera de pastelero profesional”. ¡Cáspita!, me he dicho, porque me encanta ser barriobajero y utilizar lenguaje portuario, y lo he abierto para encontrar:

“El Instituto Mariano Moreno de Buenos Aires, organiza Seminarios Intensivos de Gastronomia de 10 dias de duracion, a los que denomina "Clinicas", dictadas por el mas selecto grupo docente de Argentina y a las que asisten alumnos de toda Latinoamerica.”

Yo soy un apasionado de las definiciones y no me importa que nadie llame a cualquier cosa como le de la gana siempre que lo deje clarito, como puede confirmar cierta energúmena que siempre se pone hecha un basilisco cuando le pido que me defina los conceptos de nuestra discusión de turno, así que rendido por la definición de “Clínica” sin tilde, he continuado leyendo: Describe cuándo son las próximas clínicas sin tilde, ofrecen postgrados, y habla por fin de la Carrera Acelerada de Cocinero y Pastelero Profesional. De la que el correo, que ni tiene tilde alguna ni adorna sus eñes con su característico tupé, dice

“Se trata de una Carrera especialmente disenada para que los alumnos, en su mayoria extranjeros y argentinos que no pueden cursar dos anos, sean capaces al terminarla, de trabajar en un restaurant como verdaderos profesionales.”           

Y termina presumiendo de campus cercano a Buenos Aires, de que sus docentes son la repanocha y que si quieres más información escribas a otro correo y si no a otro, lo típico de darle a uno la lata y hacerle escribir a alguien bajo amenaza de seguir animándole la bandeja de entrada con, no sé, cursos de maquetería en Bangkok o seminarios de floricultura en Groenlandia. Pero yo vuelvo una y otra vez a ese último párrafo que cito, me niego a aceptar que cierta ene fuese pensada como eñe y tras gritar “¡pardiez, córcholis, retruécanos!” por eso de cultivar mi léxico cuartelero, me pregunto, en ese estado filosófico incomparable que se sufre entre la hora del café y de la comida, ¿que haya argentinos que pueden cursar dos anos significa que hay argentinos capaces de sodomizar a dos personas a la vez?

Es decir, ¿los argentinos, por lo general, tienen dos penes? ¿Por eso en el cine argentino hay tanto triángulo amoroso? ¿Son tiburones los argentinos? ¿Cuál es entonces el mensaje de Tiburón, de Spielberg? ¿Que hay que perseguir y arponear a todo argentino que uno aviste?

Qué sensación cuando el oscuro velo del misterio del mundo se desliza y por un instante le deja a uno ver, a la luz del entendimiento, un pequeño fragmento de la esencia del Cosmos.

22.1.08

hoy, y el sábado

Una razón para la instauración, aplicación e inmediata abolición de la pena de muerte: esa señora que, en el metro, le pone a uno la zancadilla mientras se va sonando los mocos.

La pasión, fuera de tiesto: esa que uno aplica a los resfriados, convirtiéndolos en esto, en la agonía del escritor romántico poseído por los mil virus de su buhardilla parisina, piso noveno sin ascensor ni luces en la escalera.

La redención: en cambio no importa que alguien bloquee la trayectoria de uno de mala manera si ese alguien va leyendo. Siempre, claro, que no sea nada de Ken Follet ni de Dan Brown (y, si no es mucho pedir, nada de Pérez Reverte, por favor. Por favor).

La tarea pendiente es contar el sábado.

La meta, no convertir eso en un peloteo salvaje y obvio. Eso vuelve la tarea virtualmente imposible, si uno la cuenta tal cuál.

Así que tomaremos la tangente, que tiene bonitas vistas.

Aunque claro, bonitas vistas: El edificio que planta cara a este, del otro lado de la calle, resulta bellísimo a base de ser sucio y horrible (ya tiene cita con la Nikon, pero a veces me gusta llegar tarde a estas cosas). Con un gusto así, ¿qué credibilidad tengo?)

Por lo demás, toso con saña, con pasión. Impaciente por agotar las toses de este catarrazo, tal vez. Igual algo dentro de mí piensa que así adelanta trabajo. O igual sólo pretendo joderles el sueño a los vecinos (lo siento, Juanito).

Fumar, así, tiene algo de suicida, de ruleta rusa. Casi no fumo, porque no soy imbécil. Pero, pero, pero.

Inevitable, de vez en cuando, saltar la hoguera, desafiar a los dioses, corretear por el borde del abismo, cerrar los ojos al volante. Encender otro cigarrillo: dos caladas y lo tiro, dos caladas y lo tiro. Palabra.

 

Me llamó Elena el domingo, desde la estación. Esperaba el tren y se aburría, era la excusa. Pero después de escucharla toca ponerlo en duda; Elena me llamó, básicamente, para ampliar su primer veredicto respecto a la Muchacha (que no se va a librar ella de su propia itv, che), que fue un tierno y conciso “es majeta”, y para hablar un rato de mí y de mis amigos, y ya puestos de ella y de mí.

Por desordenar, de mis amigos dijo que eran estupendos, y no me queda otra que estar de acuerdo con ella. Celebré mi fiesta de cumpleaños un mes y dos días tarde para que ella y otra grandísima amiga pudiesen asistir, porque sus presencias eran bastante más importantes que la cosa circunstancial de el cumpleaños en sí, porque el cumpleaños se supone que es la excusa para reunirnos, y si no funciona pues se hace trampa hasta que salga. Valió la pena, y me hizo entender por qué el viernes me fui yo sólo al monte, por qué salí a los bares vacíos y al café sin compañía y la copa leyendo, tardísimo, todas y cada una de las noticias de El País. Me hizo entender por qué el sábado estaba asustado, cuánta gente, cuántos que, encima, olvidé invitar y que naturalmente ni me lo tuvieron en cuenta porque ya saben que soy un imbécil, pero me quieren igual. Y cuánta razón tenía Elena al decir que mis amigos son un encanto, que es genial verlos ahí, verme ahí, vernos ahí. Verse ahí.

De la Muchacha, amplió el “majeta” hablando de miradas, de gestos, de sonrisas, de silencios, de murmullos. Elena, que parecía a lo suyo, copa en mano, sonrisa cortés y conversación (o debate a cuchillo, tanto da) casual, estaba ahí con el periscopio, el teleobjetivo, el contador Geiger y toda la parafernalia, y se fue contentísima con su labor detectivesca.

Y de nosotros, me sorprendió diciendo que ahí, en medio de la fiesta, que no mi fiesta, se descubrió pensando cosas que, definitivamente, no puedo reproducir aquí sin caer en todo eso de la exaltación de la amistad y el bla bla bla. Así que callo, asiento, y sonrío. Y 300 kilómetros no son nada, al fin y al cabo, mas que una excusa para secuestrar, si se deja, a la Muchacha, y para la mutua tortura de las músicas divergentes, y para pasar un fin de semana haciendo fotos, tomando cañas y, en los tiempos muertos, siendo felices, y esas tonterías.    

20.1.08

así, rapidito, dos pensamientos

Y una canción;



De pronto me vienen pensamientos, supongo que a todos nos pasa aunque por ahora no me ha dado por preguntar para confirmarlo. ¿A ti te pasa?

En cualquier caso, este blog, aparte de un intento de asesinato a los insulínicos, con mi temática reciente, o a la gente impaciente, con lo último que escribí (este blog debería ser invadido por los cascos azules, definitivamente), es también una especie de montañita de post-its gigante con pensamientos de estos, pequeñitos, que por algún misterioso proceso cuántico de fluctuación del estado de los electrones de mis neuronas dejan de no existir para existir, y aparecer en mi cabeza. Acaban de venirme dos en una visita al baño (no podía ser de otra forma).

Primero: Durante la mayor parte de mi vida me he equivocado al ser preguntado, normalmente vía cuestionario, por mi estado civil. Para ser riguroso en mi respuesta, debería haber una casilla en la que poder marcar "náufrago".

Y segundo, al hilo del anterior, y de todo lo anterior: Y ahora, necesitaría uno que dijese "sonriente".

Así que nada, lo he confirmado sin necesidad en el espejo, me he dado grima a mí mismo porque no se puede ser así de feliz, ¡yo, que quería ser poeta maldito!, y me he venido para acá, a contarlo, a leer y a dormir.

Las vueltas que da la vida, y la sorpresa invencible que da que las vueltas sean para mejor, oye.

18.1.08

el ejército privado de popski

El 30 de noviembre de 1897 nació Vladimir Peniakoff, en Bélgica. Sus padres, rusos, habían emigrado allí donde su padre había montado unas plantas que extraían aluminio de la bauxita. A pesar de ser rusos y vivir en Bélgica, sus padres le educaron con el inglés como su lengua materna. Pero con tanto jaleo idiomático Vladimir terminó hablando con soltura inglés, francés y alemán, y defendiéndose en ruso e italiano. Durante la Primera Guerra Mundial él y su padre huyeron de Bélgica a Holanda, de ahí pasaron a Inglaterra, donde Vladimir estudió en Cambridge un tiempo, y en 1915 se reunieron con su madre y sus dos hermanas en París. El Doctor Peniakoff se puso a trabajar para la industria militar francesa, las chicas se pusieron a estudiar en la Sorbona y no está claro qué hizo Vladimir. En sus memorias, que se llaman como este post, dice que estuvo sirviendo como artillero del ejército francés, pero su biógrafo, John Willett, fue incapaz de encontrar el menor rastro de su paso por allí. ¿Se lo inventó, se perdieron los papeles? A saber. Sin datos, a mí me gusta imaginarlo convertido en espía, en infiltrado, en agente doble.

Tras la guerra terminó sus estudios, se hizo ingeniero, volvió a Bélgica a reconstruir una de las fábricas de la familia, se enamoró como una bestia y se deprimió terriblemente. No ayudó que se le muriese la hermana pequeña de neumonía y que Tanya Drapchenko, la mujer que quería, le diese calabazas. Siguió viendo y amando a Tanya, a pesar del rechazo, unos cuantos años más, y después tomó dos medidas; una, se fue a amarla de lejos, a Egipto, donde en 1924 empezó a trabajar en una fábrica de refinado de azúcar o algo por el estilo. El trabajo era tan aburrido como parece al leerlo, rutinario y aburrido, y además no soportaba a sus compañeros. Desde que llegó abrumó a sus amigos, en sus cartas, con sus quejas. Quería dejarlo. Trabajó allí los dieciséis años siguientes. La segunda medida para no morir de amor fue casarse con Ivonne ten Bergen en 1928. Era guapa, era joven, y no era nada más. Se casón con ella esperando que algo creciese entre ellos, y creció un mutuo desagrado amistoso que dejó dos hijas y un divorcio.

Egipto, a pesar de la planta de azucar, del matrimonio-huida y del calor, tenía dos cosas que le gustaron a Vladimir: el desierto y la gente; El desierto lo sedujo con su belleza de fuego, sus brutales cambios de temperatura y su inmensidad tan distinta de la de los bosques y las ciudades en los que se crio, y los árabes lo sedujeron con su forma de ser, de vivir o sobrevivir. Aprendió árabe, y tomó como afición recorrer el desierto en un Ford A al que bautizó como “El Orinal”.

Y llegó la Segunda Guerra Mundial, y Vladimir, ya cuarentón y sin más experiencia que su fantasmal militancia en el ejército francés, quiso tomar parte en ella. ¿Por qué quiso participar en ella? Me gusta pensar que por romanticismo, por eso de combatir el nazismo. Probablemente fuese eso, y el aburrimiento de su fábrica de procesado de azucar. Pero era belga en tierra inglesa, fue a todas partes y llamó a todas las puertas, la del ejército de tierra, la de la marina, la de la aviación aviación. En todas partes le agradecieron el gesto, le dieron una palmadita en la espalda, le dijeron que se fuese a su casa. Pero cuando los nazis invadieron Bélgica, le dijeron que bueno, por cansino, y le enrolaron como oficial en el tercer batallón de la Fuerza Libia Árabe, que era una especie de broma que enrolaba a los árabes que querían luchar contra los italianos de Libia, muy dados ellos a la opresión y en genocidio del nativo, por lo visto. La Fuerza Libia Árabe no era gran cosa; equipados con armamento mediocre no tenían gran cosa que hacer frente a los italianos, por no hablar ya del temible Africa Korps, así que los usaban como guardias y policías, y ya. A Vladimir aquello le pareció tan soporífero como su trabajo de ingeniero, y en marzo de 1942 propuso una misión de infiltración tras las líneas enemigas, para contactar con árabes afines, obtener información y hacer algún que otro sabotaje. Irían él, un teniente entrado en años que hablaba árabe y doce hombres. Y se montaron en los camiones del Long Range Desert Group (cuerpo de reconocimiento que iba con sus camiones y jeeps erizados de ametralladoras pesadas corriendo a toda mecha por el desierto, a los que los SAS llamaban cariñosamente “el servicio de taxis del desierto Libio”). Pasaron cinco meses en Libia, y Vladimir cambió. Por un lado, se divirtió terriblemente y se sintió vivo por primera vez en su vida. Por otro, los operadores de radio, hartos de meter la pata al deletrear “Peniakoff”, le apodaron Popski,  por un dibujo animado de un perro muy popular entre los soldados. Un nuevo nombre para una vida nueva. Y Peniakoff lo vio graciosísimo y a partir de entonces fue Popski para todo el mundo, y que un mayor, su cargo entonces, acepte llamarse como un perro de dibujos animados hace menos extraño que entre sus hombres nadie llamase señor a nadie, el uniforme importase un pimiento y quien quisiera llevase barba. Era un tipo práctico, y afeitarse día tras día cuando te pasas cinco meses escondiéndote por el desierto le pareció una pérdida de tiempo. En fin, pasó cinco meses volando cosas y acechando a italianos y alemanes. Volvió en agosto para descubrir que habían disuelto su unidad, llevaban meses sin pagarle y no pensaban hacerlo: El coronel Shan Hackett le dijo que se había ido como le había dado la gana y se había pasado cinco meses pasándoselo pipa sin obedecer órdenes de nadie ¿y encima pretendía que el gobierno de Su Majestad le pagase la fiesta? Ni hablar. Popski se mosqueó, y al tiempo se le pasó el mosqueo y empezó a rondar de nuevo a la gente del LRDG. Le ofrecieron tomar parte en un ataque a Tobruk, pero pensó que el plan era malísimo y se fue con el LRDG a hacer un raid sobre otro objetivo. La cosa no fue mal del todo, volaron unos cuantos aviones en un aeródromo, pero hubo combates y fue herido en una mano. Lo metieron en un avión y pasó cinco meses en un hospital militar en El Cairo.

Al salir, se presentó de nuevo ante el coronel Hackett, a quien le habían encargado intentar organizar a las unidades irregulares que habían florecido en torno al ejército inglés. Y a Hackett, en realidad, le caía bien Popski. No era disciplinado y podía ser un incordio, pero con un desierto al lado donde perderse, dándole unos camiones, unos jeeps, unas cuantas ametralladoras y una cuadrilla de hombres, Popski dejaba de ser una molestia para él y podía serlo para el enemigo, así que rechazó la idea de Popski de unirse al LRDG, ya bastante surtido de gente, porque no le veía encajado en una cadena de mando como Dios manda y le dijo que se montase un batallón por su cuenta: El Escuadrón de Demolición Nº 1. Popski le dijo que aquel nombre era horrible, que preferiría algo más corto, bonito y fácil de recordar, y como se puso a divagar al respecto Hackett, impaciente, le dijo que se diese prisa o lo llamarían el Ejército Privado de Popski.

Y ese fue el nombre.

Popski tenía muy claro cómo quería que fuese su grupo. Poca gente, que fuese eficaz. Como le importaba más que fuesen competentes a que fuesen estrictos y no era muy exigente respecto a las formas, no tuvo problema en conseguir gente habilidosa que no encajaba en otros batallones que sí le daban importancia a tonterías como la higiene, el afeitado y las respuestas mordaces. Así que le asignaron cuatro jeeps y dos camiones de tres toneladas, los equiparon con parejas de Vickers .303 y les mandaron al desierto.

Popski tenía claro que en caso de tiroteos prefería que quienes disparasen fuesen exclusivamente sus hombres, así que dedicaba mucho tiempo a la planificación y las precauciones. Luego la idea era atacar con saña y rapidez y salir pitando antes de que nadie pudiese responder.

Pasaron la guerra en África yendo y viniendo, huyendo de aviones, perdiendo tanques, saboteando depósitos de combustible, corriendo por el desierto en jeep cuando se podía y a pie si no quedaba combustible o algún Messerschmitt había tenido suerte. Fueron traicionados por los árabes, se perdieron, encontraron rutas para colar al ejército inglés por los flancos del alemán, e incluso llegaron a capturar para los aliados, con sus jeeps y sus ametralladoras, un pueblo para pasmo de la fuerza americana que llegó al poco tiempo. Y terminó la guerra en África y fueron a Italia, donde entre todas sus peripecias la más surrealista debe ser aquella que recuerda al principio de Los Violentos de Kelly, en la que Popski llamó desde una estación de tren abandonada a un mayor alemán. Haciéndose pasar por un miembro de intendencia alemán le dijo al mayor que tenía un lote de buen coñac para vender, que si le interesaba. El mayor le dijo que naturalmente que sí, y Popski le respondió que de acuerdo, que por ser él se lo llevaba, pero era un asunto de contrabando así que iría esa noche en un jeep capturado a los ingleses, que le dijese a sus hombres que le dejasen pasar. Les dejaron, llegaron para secuestrar al mayor y quiso la fortuna que el mayor en cuestión tuviese en su escritorio, en ese momento, los informes detallados de tropas alemanas en Italia. Así que lo cogieron, y se lo llevaron de vuelta a zona aliada.

Poco más. Popski y sus hombres siguieron con sus métodos. Espacios abiertos, pocos aliados para darles la lata y enemigos dispersos, desprevenidos y lentos. Así pasaron la guerra, sin mayores contratiempos ni grandes pérdidas. El último informe que Polski redactó, dictado, decía simplemente que habían sido soprendidos por dos compañías alemanas y rodeados en una granja. Les dijeron que se rindiesen, y cinco jeeps del Ejército Privado, con cobertura de artillería de unos tanques lejanos, se acercaron a 30 yardas del enemigo y se pusieron a disparar. Se enredaron en una batalla de 50 minutos hasta que los de la granja pudieron huir. Popsky estimaba que habían disparado unos 25.000 proyectiles contra los alemanes, dejando 80 muertos, y concluía diciendo que habían podido retirarse con la suerte de tener tan sólo un hombre “ligeramente” herido, y  que ningún vehículo había resultado dañado”.

Popsky era modesto. Se retiraron con dos heridos leves, aunque el hombre “ligeramente herido” al que alude en su informe era él mismo; le habían volado la mano derecha, y la izquierda la tenía atravesada por un balazo. Lo evacuaron a Roma, luego a Inglaterra. La unidad, pese a perder a su líder, siguió funcionando sin él. Logró volver en Abril, justo al final de la guerra.

Con ella casi terminada, mandaron al Ejército Privado a Italia a desarmar partisanos. Pasaron por Venecia. Popsky logró que desembarcasen cinco jeeps en mitad de la ciudad, y con él a la cabeza su Ejército Privado dio siete vueltas en torno a la Plaza de San Marcos. “Era mi hora del triunfo”, dijo Popski. Era un sueño que tenía. Luego fueron destinados cerca de Yugoslavia, y la unidad se disolvió en septiembre de 1945.

En 1947 fue condecorado por el ejército Belga, en 1948 se casó con Pamela Firth, el 2 de abril, publicó un libro, que se llama Popski's Private Army, que no tiene traducción al español, que yo sepa, y murió el 15 de mayo de 1951 de un tumor cerebral.

 

Ya sé que hay algo malsano y enfermizo en ello, porque es lo que es, la mayor tragedia de la humanidad en el siglo XX, pero desde siempre, desde que las guerras eran tan solo el contexto de las películas que me gustaban, la Segunda Guerra Mundial ha ejercido sobre mí una fascinación irresistible. El mundo empeñado en destruirse a si mismo con tanta pasión, una cosa asombrosa. Y aún ahora, pacifista como nadie, leo estas historias (esta es básicamente una traducción-resumen brutal de esto) y algo dentro de mí se maravilla. Mientras escribía pensaba al respecto, y tal vez sea porque sólo así, sólo en circunstancias tan dramáticas y tan terribles, puede uno ver qué había dentro de un ingeniero cualquiera, un tal Vladimir Peniakoff, alguien que, sin guerra, podría ser cualquier persona de las que uno se cruza por la calle, o tú, o yo.

Y miro a las personas que pasan por la calle, y te miro a ti, y me miro a mí, y nos siento heroicos, y salvajes, y temibles. Y eso me hace sentir mejor.    

17.1.08

las primeras peleas

Y como no todo puede ser concordia y bucolismo, han empezado las primeras luchas entre la Muchacha y yo. Fieras batallas en las que ninguno da su brazo a torcer, ninguno se plantea dar un paso atrás y ambos tratamos de imponer nuestra voluntad. O la de nuestro subconsciente, porque estas primeras guerras domésticas se libran a esos niveles subterráneos.

Suceden cuando dormimos juntos, y suceden así: En mitad de la noche el sueño le lleva a uno al nivel consciente, cual ballenita cantarina habitante del océano de lo onírico asomándose a la superficie de la consciencia a echarse un buen trago de aire antes de seguir recorriendo las profundidades del siguiente sueño canturreando “dum, di dum, di dum”, y se acomoda en la cama compartida, se arropa bien y estando en ello mira a su lado, sonríe como un idiota y de pronto ve y piensa “¡oh, cielos, la Muchacha está desarropada!”. Y claro, tan feliz, tan tierno, tan horrendamente dulce, la arropa bien, la abraza y, se vuelve a dormir sintiéndose algo cronopio en buen momento. Y apenas lo consigue ella, asfixiada de calor, se despierta pensando “¡joder, me estoy asando!” y se destapa, quizá preguntándose cómo narices hace para tener que estar destapándose cada cuarto de hora.

Este toma y daca sólo puede terminar en tragedia, en uno de los dos esposado al cabecero de la cama; se ve venir. Esto me asustaría, porque si alguien terminase así todos mis demonios profetas están de acuerdo en que el esposado sería yo. Pero bueno, por ahora no me preocupo demasiado.

Al fin y al cabo, la cama no tiene cabecero.    

16.1.08

de compras por el carrefuck


Como la noticia del día es la ejecución pública de Alberto Ruiz Gallardón, Maestro Tunelador y miembro del PP extraño donde los haya (porque da miedo precisamente porque no da miedo, lo cual resulta aterrador) en aras de satisfacer la sed de sangre y la envidia perra de Esperanza Aguirre, Presidenta Rebotante, a manos de Rajoy, Suicida Electoral, yo voy a ser consecuente y dedicarme a contar que ayer fui al Carrefour de compras con mi compi de piso y que estoy muy contento porque ¡hemos ganado el Globo de Oro al mejor Actor de Comedia! ¡Yuhu!

Sí sí, de comedia, no de drama. Es más, no en cine, en televisión. Que no, que no lo decía por Bardem, a quien tengo interés en ver simplemente porque es una peli a) de los Coen b) ¡sobre el libro de Cormac McCarthy! Yo lo decía por David Duchovny, que ha ganado un Globo de Oro por hacer de Hank Moody, el escritor más visceral, encantador, sexualmente activo y adorable que ha dado nunca la ya no tan pequeña pantalla.

Pero bueno, a lo que iba: Eso, que nos fuimos Juanito y yo al Carrefour, sitio que siempre me hace exclamar “¡Carrefuck!” cada vez que voy por razones que no comprendo ni pierdo el tiempo en pensar, porque como empezase tendría que hacerme también otras inquietantes preguntas como ¿y por qué nunca he pensado “Carrefive”?, cosa que, de todas formas, probablemente piense la próxima vez que vaya después de haberlo escrito aquí. Fuimos, y compramos, por orden alfabético:

> bollitos de brownie de chocolate, cajas de: 2

> comida para perros, botes de: 1

> cuernos de chocolate: 3

> champú, botes de: 1

> chicles, paquetitos de: 1

> donuts de chocolate, paquetes de 4 unidades de: 0

> frigoríficos: 1

> gel de ducha, botes de: 1

> hamburguesas de cerdo: 6

> lechugas: 1

> panes de hamburguesa: 16 mitades, 8 de arriba y 8 de abajo, o sea, 8

> recipientes de pasta dentrífica cuyo nombre técnico desconozco: 2

> tomates: 3

Detrás de cada una de estas cosas hay una apasionante historia que contar, como se deduce fácilmente mirando la lista y pensando que no es habitual ir comprando frigoríficos cuando va a hacer la compra, o comprar comida para perros cuando no se tiene perro y por perros que seamos no nos da por ser consecuentes con nuestra naturaleza esencial a la hora de la pitanza, o que cite que comprásemos 0 paquetes de donuts y no, por ejemplo, que compramos 0 cortadoras de césped (¿cuál es el plural de cortacésped? ¿cortacéspedes? Según el corrector ortograficosatánico, sí. Qué rara es la vida) o 0 satélites metereológicos o 0 packs de dvds con la primera temporada completa de Mira Quién Baila. Pero como luego siempre hay quien se queja de mis longitudes (blogueriles, eh) paso y me limito a dos ítems de la lista.

1. Compramos un bote de comida para perros para dejárselo en casa a nuestra agente, que en teoría iba a pasarse esta mañana por casa y nos había pedido los brownibollitos. Dejamos una caja de los últimos en la encimera de la cocina con el bote encima, parapetado tras un post-it que le daba los buenos días, le decía que lo suyo era lo del bote y que los brownies ni tocarlos. Pero al final no ha ido, y nos hemos quedado sin broma y con un bote de comida para perros para el que ya se nos ocurrirá algún divertido fin. ¿Y qué iba a hacer mi agente en casa? Misterios de la vida.

2. Compramos 0 paquetes de donuts porque yo estaba muy cansado y, como siempre que estoy muy cansado, especialmente bobo. Y vi los donuts, y exclamé ¡donuts!, y cogí los donuts y mientras recorríamos el Carrefour siguiendo movimientos brownianos (de estos, aunque en este caso lo de browniano también tiene un sentido chocolatil) los llevé como un cruzado no perteneciente a los Monty Piton portaría el Santo Grial. Así, media hora. Así, mientras encontrábamos y embutíamos en una cesta 9 de los 12 objetos de la lista. Hasta que a la media hora de llevar yo los donuts cual sagrada reliquia, Juanito topó con los cuernos de chocolate, me miró, dijo algo que fue absolutamente innecesario y yo abandoné los donuts.

A los 10 minutos, y después de conocer por primera vez en nuestras vidas a una cajera de Carrefuck simpática, estábamos en el garaje, sentados en el coche, comiéndonos un cuerno de chocolate y resultando sospechosísimos entre todos los demás coches donde la gente trajinaba o consumía drogas o practicaba entretenimientos de índole sexual. Y luego nos fuimos a casa a comernos las hamburguesas y ver House, en esta que es nuestra semana de comer exclusivamente verduritas y pescado. Anteayer, nos cenamos toda la carne que había en casa. No está saliendo muy bien lo de ser sanos, no.

Y ya está. Y no digo nada ni de Esperanza Aguirre ni de Alberto Ruiz Gallardón, por capullos. Porque ayer, por su culpa, la Muchacha llegó tardísimo a casa. Sea esta mi cruel venganza. Sea este mi rencor sin límites.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.