31.7.07

sieg heil, mein fhürer!



Con el tiempo a mí me han llamado de todo, la mayoría de las veces con razón, sospecho. Pero sólo una persona me ha llamado nazi y me ha imaginado esgrimiendo banderas con águilas, llevando puños de hierro y englobándome entre los que ganaron la Guerra Civil.

Todo comenzó con una discusión sobre Palestina en un foro de mi peña del pueblo (sí, otro foro; salgo a archienemigo por foro, mínimo). Había varios contertulios pero para lo que cuento nos quedamos con dos; obviamente uno de ellos soy yo, y el otro, el que sacó el tema, era un tipo que firmaba como el Liebre. Así que le llamaremos así.

Pues bien, el Liebre era un activista. Estaba en Amnistía Internacional o algún otro grupo de alegres pesimistas, y de cuando en cuando nos copiaba y pegaba los boletines que le mandaban a él de sus listas de correo, cosa que a mí siempre me quemó porque yo podría apuntarme a esos boletines pero no lo hacía por alguna razón, pero bueno, aquello era un foro de opinión y cada cuál puede plantar el tema que le de la gana porque todo el mundo tiene la libertad de no leer, inmenso y poderoso privilegio. Así que en aquella época en la que Hezbolá se dedicó a tirar cohetes chapuceros sobre Israel e Israel se dedicó a arrasar el Líbano, nos alegró las tardes con temas con títulos dramáticos que incidían en el dolor de árabes y palestinos y en la crueldad de Israel. Y a mí se me ocurrió preguntarle por aquellos misiles que tiraba Hezbolá. Respondió diciendo que era un grupúsculo terrorista minoritario que no tenía gran cosa que ver con nadie. Yo, advirtiendo que no intentaba disculpar a Israel de ninguna tropelía (al fin y al cabo es el país que más resoluciones de la ONU ha incumplido por méritos propios), le pregunté si no era sesgado llamar "grupúsculo" a una organización terrorista de fanáticos religiosos que contaban con un ministro en el gobierno y recibían armas y financiación iraní. Me respondió diciendo que sus armas eran toscas e inútiles, a diferencia del armamento israelí de última generación, mucho más mortífero. Yo le respondí que aunque el armamento fuese cutre y chapucero la intención al usarlo era la de matar, que si contasen con armamento como el israelí sin duda lo utilizarían, y que tan asesino es quien mata a alguien a mamporros como quien le dispara un hellfire a alguien desde un helicóptero. Y entonces llegó el siguiente voletín de AI y él vio el cielo abierto, copiándomelo íntegro y apelando al mismo como refuerzo y demostración de sus palabras. El boletín venía a decir lo que él solo que, obviamente, no hablaba de armamento de juguete ni disculpaba a los terroristas libaneses como si fuesen niños traviesos. Pero eso a él le daba igual, el boletín lo escribían los suyos y por lo tanto probaba sus palabras. Y ante esa actitud yo me encendí, porque siempre he llevado fatal esta corriente de soñadores que nos toca sufrir que con tal de imaginarse luchando contra el oprimido y defendiendo a la víctima son capaces de inventar maldades en los primeros (que no digo que fuese el caso, repito) y de olvidarlas en los segundos (que sí era el caso) a placer. Todo vale a la hora de sentirse parte del bando de los buenos, y si no que se lo digan al yanqui medio, quien realmente cree que su país lucha por la libertad y la democracia. Me pareció increíble que incluso leyendo un texto que, por realista, quedaba más cerca de mi pesimismo que de su activismo de fantasía lo considerase una serie de argumentos a favor de su visión del mundo. Viéndolo a posteriori la verdad es que no es tan raro.

En fin, escribió aquello presentándolo como una carta que copiaba a pesar de que la "forum politzei" presumiblemente le freiría a reproches por ella. Y como a mí siempre me ha gustado meterme en los papeles que se me adjudican le respondí algo que en esencia y resumiéndolo a la parte más afilada e irrespetuosa, que es la que ofende y la que cuenta aquí, decía que era un idealista de palo y que no fuese imbécil, cosa que obviamene le sentó como una patada en el estómago. Me da igual, decía. Me gustaría haber sabido tu opinión al respecto, pero caíste en las descalificaciones, decía, haciéndome pensar si habría leído todos mis mensajes anteriores. Y poco tiempo después dijo que se iba del foro, harto de mí, y de que por tener una opinión distinta se le avasallase (haciéndome pensar que todo había empezado, en realidad, porque yo tenía un punto de vista distinto del suyo). Y que mi firma de aquel foro, una cita de George Orwell que dice "si la libertad significa algo es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír" era falsa porque él sí había leído a Orwell y jamás había dicho eso. Yo le dije Chau. Pero el adiós era relativo; respondió con otra andanada en la que decía que no le gustaba que le faltasen al respeto ni le insultasen de forma gratuita, que éramos o era un prepotente, que le encantaba el debate limpio, aludía a insultos, humillaciones y descalificaciones innecesarias, gratuitas y nada fundamentadas, y que su marcha sería provisional a no ser que se encontrase expulsado, cosa que no le sorprendería, cuando nos pusiésemos todos a entonar el Cara al Sol. Yo ya tuve que releerme todo lo que le había escrito por ver si me había cagado en toda su familia generación por generación, y lo único que vi fue una discusión donde el amigo ignoraba cualquier opinión distinta de la suya y donde le decía, en un contexto, que no fuese imbécil, comentario que a mí me han hecho mil veces y que no siempre me he tomado como un insulto, la verdad, sobre todo si el contexto era que alguien me estuviese diciendo que no ignorase la mitad de la realidad para amoldarla a mi gusto. Y eso le contesté, maldito como él por el ansia de decir siempre la última palabra, diciéndole además que él ni debatía ni había debatido, que él predicaba, y que a mí eso me saca mucho de quicio. Me respondió que si no sabía enfrentarme con argumentos al menos no insultase, obligándome a otra relectura, y juro que los vi otra vez, ignorados como siempre que los leía, hablaba del dolor ajeno, de mi crueldad, y repetía que dejase de humillarle, faltarle al respeto e insultarle. Y me llamó gilipollas, cosa que realmente me dio igual pero que siempre resulta chocante cuando alguien acusa tanto un insulto condicional.

La cosa siguió así un tiempo. Pataleta por su parte, pataleta por la mía. Pataleta por su parte, pataleta por la mía. Me gusta pensar que al menos las mías eran coherentes, que yo seguía discutiendo y que él se limitaba a repetir ad nausean lo de las humillaciones, los insultos y demás, foto fija que le venía muy bien para construirse un caparazón de víctima, pero al final no dejan de ser pataletas, más rebuscadas, más frías o más coherentes pero pataletas al fin y al cabo.

Pero la cosa empezó a salirse de madre. Él empezó a inundar el foro de mensajes y, no contento con ello, a llamar por teléfono a gente que me conoce para explicarles lo increíblemente mala persona que soy. La gente, obviamente, se empezó a asustar, a no cogerle el teléfono (normal. Escuché un mensaje que dejó en un buzón de voz, y estaba desquiciado, amenazándome rabioso a mí y a quien se le pusiese por medio). Los tachó de crueles, proclamó su lástima y su decepción; éramos todos iguales. A mí empezó a pintarme como un fascista, me dio su dirección para que fuese con mi bandera del aguilucho, mi cruz gamada y mis cadenas y mis puños americanos, objetos estos que, imagino que está de más decirlo, disto mucho de tener. A mí aquello me hizo reírme, así que postee el gif animado que adorna este párrafo y dije simplemente "sieg heil!" y le copié la letra del Always Look at the Bright Side of Life de los Monty Phyton. Contestó con amenazas veladas de ir a la guardia civil a denunciarnos por apología del fascismo por poner un video de Hitler y ese texto que "ese texto que supongo, cree que está escrito en un idioma que desconozco", y reincidiendo en la idea de que quedásemos para resolver el asunto a puñetazos.

Así que se le baneó del foro y lo sacamos de nuestras vidas.

La moraleja de esta historia, en lo que a mí respecta, es que soy un bocazas que para llevar adelante una discusión es capaz de saltarse un par de tapias y pisar un par de rosales. Aunque siga pensando que yo fui el único que en realidad trató de discutir algo. En lo que a él respecta, la moraleja es que debería ser un poco más hábil y no enzarzarme como me enzarzo con según quién. Porque la historia terminó ahí pero por un momento todos los implicados tuvimos un pánico considerable a que hubiese un final mucho más bestia. Lo anecdótico de la historia es que por primera vez en mi vida alguien me llamó nazi, y cuando lo dijo, lo pensaba; aunque viniese de alguien así, no deja de ser inquietante.

O tal vez la moraleja de la historia, lo que a mí desde luego me parece más revelador sobre mí mismo, sea que no puedo terminarla ni darla por completa sin decir que George Orwell, en su prólogo a la edición de 1946 de Rebelión en la Granja, escribió "if liberty means anything at all it means the right to tell people what they do not want to hear". Idea esta que, espero, George Orwell no pusiese en práctica con gente como el Liebre.

30.7.07

yo nunca llamé puta a la Virgen



Pues vamos con la semana monotemática sobre los odios que va uno suscitando por la vida. Y creo que hay que empezar con esta historia.

Todo comenzó después de unas fiestas del pueblo. Sufríamos entonces a aquel alcalde de derechas que a mí y al final al pueblo en pleno caía particularmente mal por déspota, falso, hipócrita y mentiroso, pero el hombre tenía su núcleo duro, en parte porque en los pueblos la política consiste en la pertenencia a uno núcleo duro o al otro que te van a apoyar de forma incondicional hagas lo que hagas, herencias filosóficas o simplemente familiares de los tiempos del franquismo, y en parte porque era un beatón de los que siempre están en misa. Total, que en una misa de las fiestas tuvo una idea brillante para demostrar lo religioso que era y pensando en amarrar definitivamente los votos de la facción religiosa del pueblo se plantó en un pleno del ayuntamiento escoltado por las hordas cristianas y como punto extraordinario del orden del día decidió nombrar a la Virgen de los Dolores, patrona del pueblo, "Alcaldesa Perpetua", literalmente.

La oposición, naturalmente, estuvo en contra, en parte porque en el pueblo lo de oposición se entiende como algo esencial y obligatorio (el bando rival Nunca Hace Nada Bueno, y si tienen una buena idea se la niega igual. Facilita la vida, supongo, pensar mal por defecto de los demás) y en parte porque fuera de la derecha el laicismo se da de vez en cuando y porque darle ese cargo a la Virgen era algo un poco absurdo. El debate, cómo no, se trasladó a internet, a ese foro del pueblo donde, como me termina pasando en todos los foros en los que participo, ya había un buen montón de gente que me tenía bastante poco cariño. Es lo que tiene decir lo que se piensa siempre, no ponerle demasiado cuidado a las formas y arrastrar cierta forma del complejo de Edipo que me hace tener movida siempre con quienes se muestran paternales conmigo. En cualquier caso yo, como bien sabes, soy ateo militante, así que la decisión del alcalde me produjo una especie de alergia que había que conjurar de alguna manera. Así que me puse a discutirla primero preguntando por la legalidad de la decisión, porque por mucho que el alcalde aprobase su medida en un pleno que no admitió argumentos en contra porque la turba de beatas que lo acompañó aquel día al pleno ahogó en insultos y gritos a quienes intentaron decir algo en contra (ah, y luego dicen del fanatismo islamista. Deberíais ver una iglesia de pueblo un domingo cualquiera), el cargo de alcalde o alcaldesa no es algo que se nombre por decreto sino, por ser este un país democrático, se reelije cada cuatro años, es decir, que no hay lugar para las perpetuidades en ese marco. Y por otra parte en la alcaldía sólo hay una plaza y entonces yo me preguntaba si aquello era una dimisión implícita del alcalde que dejaba el cargo en manos de la escultura de madera de la Virgen que guardan en la iglesia y que sacan en procesión en las Fiestas, y cómo iba a hacer ella para gobernar, exactamente, porque yo nunca la he visto muy comunicativa, la verdad.

Hasta ahí la cosa no iba mal. Se discutía, y los creyentes de derechas se dedicaban a criticar estos formalismos que no entendían el sentir de un pueblo que, diga lo que diga la Constitución, para ellos es católico, que para algo lo son ellos y al resto que le zurzan, y se argumentó que al fin y al cabo se trataba, simplemente, de demostrar el cariño que se le tenía a la Virgen.

Fue entonces cuando yo cometí esa barbaridad a la que soy tan propenso que consiste en intentar demostrar la poca consistencia de un argumento arrastrándola a un terreno fronterizo y usando ahí la lógica que lleva detrás, cosa que la gente no suele tomarse muy bien porque mis ejemplitos suelen buscar el impacto y la gente en vez de asumir que la lógica falla lo que hace es salir disparada en busca de leña seca para montarme una pira. Dije que entendía perfectamente que el alcalde había tomado esa decisión guiado por su fervor religioso y que siendo alcalde y venerando a la Virgen había decidido honrarla nombrándola máxima autoridad de su exclusivo gremio, el de alcalde del pueblo, y que de la misma forma los panaderos podrían haberse reunido y decidir honrar a su profesión y a la madre de dios proclamándola panadera perpetua, o el cartero haberle puesto el título de cartera perpetua, o los carniceros carnicera perpetua, o los jardineros jardinera perpetua, y que si se defendía el derecho del alcalde en este asunto no habría nada que reprocharles tampoco ni a panaderos ni a carteros ni a carniceros ni a jardineros... y que suerte teníamos de no tener burdel local no sea que las prostitutas se viesen afectadas por esa moda de demostración afectiva.

Y claro, medio mundo comenzó a gritar ¡HAS LLAMADO PUTA A LA VIRGEN! De nada sirvió que yo no había hecho tal cosa, que simplemente intentaba hacer ver que cualquier disculpa que se diese al alcalde para su sentido nombramiento serviría para afirmar el derecho de cualquier colectivo a hacer lo propio, lo cuál podría tener conclusiones tan interesantes como las que decía, y que eso era muy distinto de llamarle nada a ninguna criatura de ninguna mitología religiosa, y como suele pasar la gente leyó como quiso e insistió: ¡HAS LLAMADO PUTA A LA VIRGEN!

Así que tuve que ir recortando mi argumento, asumiendo que la gente no tenía la santa paciencia que suele hacer falta para leerme, ni tal vez ganas de ponerse a entender razonamientos, analogías y metáforas, así que según fueron arreciando las acusaciones de blasfemo, de hereje y de imbécil redomado yo terminé recortando mis explicaciones hasta la sublimación de la disculpa y proclamando: "yo nunca llamé puta a la Virgen. En todo caso, el alcalde le ha dado derecho a cualquier prostituta a hacerlo como muestra de cariño y devoción".

A lo que la respuesta de cierto personaje, furiosísimo, fue ¡HAS VUELTO A HACERLO!

A veces la realidad se parece tan sospechosamente a La Vida de Brian que uno termina dudando de si aquello era una comedia o la obra maestra de la filosofía occidental.

Ahora pienso en ello y pienso si no será que algunos fanáticos nunca están dispuestos a razonar sobre el objeto de su fe, y que cuando se discute sobre ello no tienen mayor inconveniente en no escuchar lo que se le está argumentando y poder asumir, libremente, que lo que en realidad están escuchando no es lo que oyen sino otra cosa que sea más fácil de ignorar, condenaro o discutir. No sé si es la fe lo que les ciega, o el miedo a dejar arrimarse a la razón, esa niña juguetona y bien surtida de cerillas, a sus creencias resecas y rellenas de paja.

En cualquier caso, yo nunca llamé puta a la Virgen, porque ¿qué interés iba a tener yo en insultar (porque lo de puta siempre lo entendieron en plan peyorativo, con el bonito debate que podríamos haber montado sobre la profesión en sí) a una figura mitológica? En cualquier caso, también, eso no le impide a medio pueblo, a día de hoy, seguir mirándome mal por la calle porque según su gramática particular sí que lo hice.



::: ACTUALIZACIÓN :::

Pip se ha puesto el casco de minera, a cogido con una mano una linterna y con la otra un jilguero en una jaula, por eso de lo del Grisú, y ha encontrado la conversación en cuestión, aquí. El tema es divertido desde el inicio, aunque toda letra con tilde o extraña (admiraciones e interrogaciones izquierdas y cosas así) no pueden leerse, lo que lo hace un poco incómodo. En cualquier caso mis palabras textuales, que ya cayeron después de unos cuantos posts de discusión, fueron estas...

Lo único que podría justificarlo es que vuestro amor desmedido a la virgen os impulse a pensar que ser la patrona del pueblo es insuficiente, una nadería, ya ves, y que por lo tanto queráis que sea algo más, en este caso, claro, alcaldesa perpetua. Pero entonces no sé por qué os paráis ahí, o cuánto durará eso. Porque ya puestos, por qué no añadir más cargos, para demostrar tanto amor y tanto cariño, e incluirla no sólo en el gobierno, sino en otros ámbitos de la vida diaria, y nombrarla a perpetuidad por todos los oficios y cargos del pueblo: panadera perpetua, fontanera perpetua, operaria de la construcción perpetua, cartera perpetua, camarera perpetua, estanquera perpetua, taxista perpetua... y dad gracias de que no tengamos burdel.

Y cayeron truenos y centellas, ja ja. No niego que iba a provocar, eso está clarísimo. Pero nadie se tomó la molestia de intentar entender el razonamiento, que a mi entender es totalmente válido.

29.7.07

esto me pasa por ser de ciencias...



Sale el tema de la mitología, surge la pregunta de cómo se llamaba aquel hombre que fue condenado en el infierno a llevar una roca ladera arriba, pero que siempre se le caía y tenía que volver abajo a empezar de cero. Yo, en un alarde de memoria sacada de no sé bien dónde dije "Sísifo", y aquí los elitistas de las letras, y no señalo a nadie, menearon sus corporativas cabezas y dijeron "no, no: No era Sísifo, era otro".

Pues sí que lo era.

La pregunta es ¿qué hacíamos hablando de mitología un sábado por la noche, a la altura heroica de la quinta copa? Pues divertirnos. Desvariar. Seguir la evolución, caótica y caprichosa, de una conversación que había nacido al hilo de un debate sobre sexo y que terminó horas y copas más tarde con tu seguro servidor contándole a una chiquilla de diecinueve años que la madurez es ver a las chiquillas de dieciocho años y descubrir que lo que en su día era un "qué tía más buena" automático ahora se ha convertido en un "qué niña más guapa" (a partir de las ocho o diez copas uno pierde bastante tacto, supongo) para terminar finalmente discutiendo sobre los papeles de Sancho y Quijote en adivina qué libro.

Pero a lo que iba. Hablamos de mitología, y mi agente contó una historia que yo no conocía, la de Eco, historia que yo no voy a repetir aquí y en la que no incluyo un link a la Wikipedia porque Vero tuvo una forma absolutamente novelesca y cautivadora de contar la historia y yo simplemente haría una copia de mala calidad (un eco). Y porque espero que algún día la cuente ella en su blog. Y hablamos de eso y de qué es el eco, en realidad, y eso nos llevó a discutir sobre ciencia y mitología, y ya se sabe cómo terminan esas charlas: Se forman bandos, se elije cabeza o corazón, y se discute con saña contra el otro bando sin cuartel ni más piedad que la que se concede al otro para que haga cosas como a) pedir una copa o b) ir al baño o c) desaparecer para saludar a un tío y una prima que asoman la cabeza al bar. Actitud estúpida por lo polar, por la renuncia a la belleza del otro bando. Porque los mitos son hermosos, pero también lo es la herencia de la lógica. Porque es genial escuchar a Vero hablar de la pobre Eco, pero también lo es comprender por qué Venus sólo puede verse al amanecer o al anochecer, o por qué no puede abrirse un congelador al momento de haberlo cerrado.

Interpretamos el mundo, inventamos el mundo. Inventamos el mundo, hacemos películas que no son reales, que fantasean a partir de una base más o menos coherente con nuestros paradigmas para inventar sucesos no reales, las más de las veces, pero luego cuando nos ponemos a discutir podemos, sobre todo los de mi bando habitual, volvernos unos estúpidos que le niegan a la invención y a la fantasía su valor, simplemente por ser literatura, o lo que es lo mismo, por ser mentira. Y de la otra trinchera nos responden con fuego granizado, con arranques de romanticismo, con negaciones de la realidad en favor de la fantasía. Como si alguien pudiese dañarla. Como si a alguien pudiese importarle que el eco sea simplemente el reflejo de una onda en una superficie a la hora de apreciar la belleza de una historia, o como si la belleza intrínseca al hecho físico tuviese que producirse a costa de la del mito.

Yo tiro las armas. Deserto, me rindo, me declaro pacifista, llámalo como quieras. Levanto un trapo blanco al viento, me arranco a cantar, camino por entre la tierra de nadie, saltando alambradas y esquivando cráteres de obuses, y me voy a buscar un prado donde tirarme a pensar y a entender, y también a inventar y a soñar. Y quien quiera que se venga, y que traiga para contar todas las historias que conozca y todas las teorías que recuerde. Y la próxima vez que se me reconozca mi estatus de desertor y se me de el beneficio de la duda. Porque sí que era Sísifo, padre de Ulises, y servidor se merecía un chiquipunto, que ganarlos en campo ajeno siempre tiene más mérito.

Y así termina esta semana. Mañana empezamos con los retratos más [insertar aquí adjetivo por definir] de mi club de fans. Feliz semana.

La canción no tiene que ver con nada. Excepto con tener 19 años, otra vez, imagino. Y con que tenía una escucha pendiente porque durante el viaje de ida al pueblo al cd le dio por hacer scratching precisamente cuando le tocaba al Rober empezar a cantar.

27.7.07

programa para la semana que viene

Ya, lo sé, lo sé, esta semana he estado de lo más distraído. Apenas sin tiempo para escribir casi nada, con un día en blanco y corriendo todo lo que puedo. Pero es que entre la súbita adicción a las series (la tercera temporada de Lost me está volviendo loco. Gratísimamente loco), que en el trabajo ya no me da por malgastar media hora escribiendo aquí y que día sí día también termina surgiendo algo que hacer (esta semana la única tarde libre fue la del lunes, y los lunes, días de reconstrucción y convalecencia, nunca cuentan) pues como que anda complicado todo.

Y llega el fin de semana y con él la imprescindible escapada al monte. Que dicen que viene la ola de calor, y allí las cosas son como 10ºC más felices por las noches (aún no he quitado la colcha de la cama. Colcha, qué palabra más curiosa).

Pero para la que viene tengo un propósito de enmienda: Va a ser una semana monotemática, y va de exorcismos, o es una especie de versión de un museo de los horrores (con un horror fijo, que soy yo, y otros artistas invitados). La idea es retratar, entre el lunes y el viernes, a cinco personajes que, a lo largo de mi vida, me han odiado con saña. Y que me han llamado cosas tan divertidas como nazi o blasfemo.

Así que nada. Paciencia, y ves cogiendo sitio, que luego esto se nos llena y con los precios populares...

Y feliz fin de semana. Voyme. No pases demasiado calor.

26.7.07

bajo la piel del mundo

Hoy venía para casa y bajo una valla publicitaria del metro, arañada y rasgada, se veía la materia prima de la realidad. Era marrón, del color del óxido y textura metálica a la vista. Más o menos del aspecto que tiene la carcasa metálica de esas vallas metálicas cuando ya llevan un tiempo sin que nadie las cambie. Incluso sin el más ni el menos: Era precisamente eso lo que yo estaba viendo.

Pero por un momento, al primer vistazo, cuando las primeras neuronas han lanzado sus ráfagas eléctricas a través de mi cráneo, la asociación no sólo no era obvia sino que ni siquiera existía. La valla no era real, y lo real ha sido la materia prima de la realidad, su forma estructural. Y sobre ella se apilaban las cosas que hacen parecer a los objetos lo que son, la pintura azul, el resto de inmenso papel pregonando viajes baratos a Londres, la papelera, la pared de suciedad racheada, la gente que caminaba, todo.

Pensamos y pensamos que pensamos lo que pensamos, pero los pensamientos fluyen, se transforman según los vamos pensando, descartando, corrigiendo. Vemos y pensamos que vemos lo que creemos estar viendo, y esos primeros pensamientos, salvajes, incoherentes y libres, se convierten, por un instante, en la realidad. Y así hay lobos en mi calle, hay gente que aparece de la nada (o que desaparece en ella, o que de pronto nunca han estado), vemos a alguien que está a quinientos kilómetros, observamos a una anciana atravesar una pared y de una ventana sale un brazo huérfano de resto del cuerpo. Realidad fugaz y moribunda, luego enfocamos los ojos, registramos todo, pasamos todo por el filtro que nos hace creer lo que vemos y todo eso se desvanece y queda este mundo que yo lleno de bostezos y con el que somos tan crédulos, simplemente porque ha pasado nuestros primeros algoritmos de detección de fantasías, errores y locuras. Así nos va. Llega algo que nos trastoca el lado salvaje, intuitivo, adivinatorio (un perfume de mujer, una canción, una película, un miedo, una droga) y la primera realidad consigue sobrevivir, engalanarse como cierta, y alucinamos, y nos confundimos, y creemos lo que no es.

Somos bombas de realidad ambulantes. Nadamos en la sopa de campos electromagnéticos y partículas subatómicas, y la transformamos en reinos de dragones y patrañas, de misterio y belleza. Siendo su consecuencia, somos transformadores de la realidad. Somos fantasía. Somos nosotros, y no alguna de nuestras alucionaciones; los dioses somos nosotros.

24.7.07

la rompiente



Este post es, más que nada, una excusa para poner aquí esa canción.

Había que pensarle un título, había que pensar algo que escribir debajo. ¿Es trampa, pensarlo a posteriori? ¿O puede ser honesto escucharla, escribir mientras?

Ni siquiera es una canción que me guste especialmente. Pero me mata la melodía de la guitarra en ese momento en el que el cantante (no conozco su nombre: Los Red Hot Chili Peppers son demasiado populares como para que me interese realmente por ellos. Así son los caminos de la estupidez. De ellos sólo conozco al Flea, porque a) poca gente se llama "Pulga" y eso llama la atención y principalmente b) porque tocó el bajo en el segundo disco de The Mars Volta) se calla un rato, justo antes de que empiece a suspirar. O murmurar. O hablar bajito. Lo que sea que haga. ¿Qué más da?

El caso es que se piensa la canción, se piensa algo que escribir, después, pero no se escribe. Y pongo el título, porque el título es lo primero que aparece aquí para rellenar (qué sinsentido), y se va escuchando mientras se escribe todo este terrible rodeo para no hablar de la rompiente en sí, que no es un rodeo aposta pero podría ahorrármelo (no quiero ahorrármelo. He ahí el problema, si es que eso es un problema. No, no lo es) y se descubre que la canción pega. Que la canción empieza ondulante como una ola, etérea como la espuma, clara, cristalina, sumamente marítima, para luego romper y dejarnos en ese punto en el que el mar se condensa en fuerza motriz, en revoltijo de sal, arena arañada del fondo y agua encabritada. Orgullosa, henchida de sal.

A veces el mundo simplemente encaja. Va dando tumbos por ahí, tropezándose con las cosas, versión surrealista del cubo de Rubik de un dios puesto de lsd, y de pronto plaf, las cuentas cuadran.

Y yo tengo esa impresión, la de estar en la rompiente de las olas. Últimamente. O a veces. De alguna manera. A pesar de estar aquí, caminando por las calles, sentado en mi maravillosa silla del curro (azul, blandita, con reposabrazos y dos cualidades necesarias para alcanzar el nirvana: Con ruedecitas, y reclinable. Puedes balancearte en ella. La felicidad), escribiendo esto, cenando, yendo o viniendo en coche a alguna parte. La impresión es la de estar donde algo va a desencadenarse, donde algo se está desencadenando. La de una fuerza externa, ajena, invencible, que puede llevárseme al fondo, como pasa a veces (y luego uno sale medio axfisiado y con el bañador relleno de arenilla húmeda, pegajosa y persistente) o llevarme hacia la playa de esa forma engañosa y muy de amante que tiene el mar de hacer esas cosas, y uno nunca sabe si va a terminar depositado en la playa o arrojado contra una roca o arrastrado de vuelta al líquido primordial de nuestros antepasados, los primeros seres autorreplicantes.

Y es una sensación curiosa.

Es en momentos como este cuando realmente entiendo y envidio a surfistas y poetas (y a aquella señorita de allí).

23.7.07

el gran misterio de las cabezas ajenas



¿Quién no se ha preguntado un par de miles de millones de veces qué estarán pensando las cabezas de los demás? A mí me pasa muy a menudo. Aunque sospecho que pienso más a menudo, con bastante frustración y alguna que otra taquicardia, en lo que probablemente no estén pensando las cabezas ajenas (sobre todo si son cabezas de mujeres, si son bonitas cabezas sobre hermosos cuerpos). Pero igual da una cosa que la otra. Coges un cráneo, lo atiborras de neuronas (entre las cuales debe quedar alguna sana para hacer la conexión), le das cuerda y a sorprenderse, a fantasear.

Yo hoy iba a escribir sobre otra cosa. Sobre los viajes místicos por caminos de monte cambiantes, lo maravilloso que soy recorriendo marcha atrás caminos forestales y la de filosofía que se puede hacer perdido por la montaña; ya sabes, un rollo sobre el viaje como metáfora de la existencia y bla bla bla. Seguro que quedaba algo monísimo, alguna tontería de esas que a veces hasta le terminan gustando a alguien, para sorpresa mía y para alimentar más fantasías sobre en qué estará pensando la gente. Pero no es posible. En el entorno de mi ventana, en su entorno sonoro, quiero decir, o sea, a una distancia desde la cual los gritos pueden colarse por ella, hay alguien vociferando desde hace cosa de media hora. Y no puede ser nada serio porque no se han escuchado sirenas de ningún tipo. Y a mí al principio me daba igual, porque muchísimas cosas me dan igual, claro, pero con el tiempo a uno le pica el gusanillo, así que me he aplicado y lo único que he conseguido comprender es un grito que ha repetido docenas de veces seguidas que era algo así como "¡¡¡HAY VA HA VA HA HA HAY VA HA!!! ¡¡¡HAY VA HA VA HA HA HAY VA HA!!! ¡¡¡HAY VA HA VA HA HA HAY VA HA!!!" Una y otra vez, con los descansos justos para respirar, para que el grito se aleje por las paredes de la calle, mezclado con las palmas que toca alguien más lejos y el rumor constante del tráfico. Hay va ha va ha ha hay va ha, más o menos, sí: Estoy razonablemente convencido de que era eso lo que decía. Estoy también razonablemente convencido de que el tipo que gritaba no es un extranjero diciendo algo en su idioma, también por la ausencia de sirenas de cualquier clase (consideraciones sobre la xenofobia policial o los prejuicios al margen, suele ser un algoritmo de confianza). Y también de que el tipo se lo estaba pasando bien gritando eso. No sonaba cabreado. Sonaba repetitivo. Sonaba o como si se lo estuviese pasando de maravilla gritando ¡¡¡HAY VA HA VA HA HA HAY VA HA!!! o como si no fuese consciente de la inmensidad de actividades interesantes que puede haber al margen de gritar esas palabras sin sentido. Sonaba como la clase de gritos inconexos que yo, que para algo soy de campo, asocio a los que emiten las gentes del monte cuando tratan con animales, que al fin y al cabo sacan más en claro del volumen y el tono de voz de uno que de su gramática o sus metáforas. Pero no me imagino a nadie conduciendo ganado por la calle ni intentando espantar un oso de un portal, la verdad.

Así que mi proyecto de post filosófico/místico/rimbombante se ha ido al garete. Sólo queda la intención, tenaz y psicodélica, que manifestaba la canción de Kula Shaker, puesta ahí para algo y que ahora me da reparo quitar, pobrecita ella. Y el tipo se ha callado y ahora ya no queda nada (aparte de ese otro alguien que da palmas y los coches que pasan). Porque la gente piensa en sus cosas, misteriosas y extrañas, pero a veces cambian de tema y otras veces se van a pensarlas a otra parte (no me es muy difícil imaginar caras de sorpresa calle arriba o calle abajo al paso de un hombre que va gritando hay va ha va ha ha hay va ha. Y bien pensado tampoco es tan raro. Cuando llegué a casa, a la hora de comer, rumiando esta tontería mía que pensaba que iba a ir a peor pero que se me ha ido mediante el uso intensivo de estropajo y detergente (sobre el baño y la cocina; nada de enjuage y fricciones introspectivas. Aunque es una idea para otro día), alguien, en un piso de los de enfrente, tenía puesto a todo volumen la música típica que yo asocio a un kebab (turca, supongo, aunque tengo lagunas con esa música). La asocio hasta el punto no ya de salivar mientras la oía, sino de hacerlo ahora mientras la recuerdo (y oírla a la hora de comer y recordarla a la de cenar no ayuda). Los vecinos tamién ponen sus músicas, aunque un empacho de villancicos en Navidad ha conseguido que mi mente ignore totalmente todo lo que suena de mi techo para arriba. Yo juego al despiste, hoy toca el post-rock, mañana el death metal melódico progresivo; pasado igual una rondita de rock setentero, y al otro una batida por los grupos de The End Records, en un intento no del todo inconsciente de lograr que nadie consiga definir nunca cuál es la música que me gusta (más que nada por amor propio: Si yo mismo no puedo decirlo no vamos a tolerar que cualquiera que no sea yo se haga una idea, ¿no?). Y cada coche, con sus ventanas bajadas y su fugaz universo musical con efecto doppler incorporado (le pisa la gente al pedal, por aquí), le añade picante a todo.

Vivo en un barrio que es un escándalo. Excepto a las siete de la mañana, que a veces parece tan muerto que más de un día yo he ido hacia el metro, camino del trabajo, con la mosca detrás de la oreja, pensando si no sería festivo (pero no, ni en broma: en un festivo habría más gente). Es un barrio en el que al principio dormir es un asunto delicado, porque en cualquier momento alguien puede considerar la acera bajo la ventana como el mejor sitio para saludar a alguien (a gritos), hacerle a alguien un comentario (a voces) o despedirse de la novia (con dos besos y quince alaridos). Y las primeras noches yo pensé que un propenso al no dormir como yo lo iba a tener jodido alguna noche, pero resulta que no, que todo ese caos, esa cacofonía voraz, esta orgía de decibelios no me molesta demasiado para dormir. Y creo que sé por qué es: Porque, intuyo, algo de mí utiliza todo esto para fingir el ruido del viento, para disfrazarlo de oleaje, y para, de alguna manera, invocar el mar al paso de cada coche, y abolir su intolerable lejanía. Lo cuál tiene mucho sentido porque al fin y al cabo cuando más termino echando del mar, creo, es mientras duermo. Ese latido denso del corazón de un dios que no existe, que escribí por ahí. Cualquier cosa es buena para que no le maten a uno de envidia quienes andan chapoteando a las orillas de esos mares que ahí por ahí.

Y reconozco el timbre y reconozco la voz (uno tiene sus tablas reconociendo voces después de tantas canciones): Oh maravilla, el tipo del hay va ha etcétera ha vuelto, y se está arrancando con una jota zaragozana. No es coña. Qué prodigio de voz, qué entusiasmo. Y qué curiosidad, ¿durante cuánto tiempo puede uno gritar sin parar?

¡Adoro mi barrio!

Y yo quiero participar. Así que adelante con Kula Shaker, y veamos cómo suena la calle si además yo pongo esto,

20.7.07

y 3 de 3: Les Luthiers

Y ya termino y dejo entretenimiento para quien tenga que sufrir el fin de semana en Madrid. En lo musical, una copia del cd que va a adornar el viaje de ida y vuelta al pueblo (o que lo adornaría si aquí mi pasajera favorita no fuese una fascista en lo musical), este que se llama km. 96.2. Y no, no es todo death metal, y sí, yo creo que es un disco estupendo para viajar en coche. Es raro. Es alegre. Y tiene canciones estupendas. Confía en mí que hace siglos se me daba bien grabar recopilaciones.

Y volviendo a los premios, esta mañana me he despertado leyendo que a Les Luthiers les han dado la Encomienda de Número de la Orden de Isabel la Católica.

Y yo tenía que felicitarles al respecto. Y aprovechar la excusa para...



¡Feliz fin de semana!

2 de 3: Los Thinking Blogger Awards

Sorpresa del día: ¡Me han dado un premio! Pero aparta tus codiciosas garras de mí, que no hay dinero ni regalos y ya me está empezando a mosquear a mí esa tendencia que tengo a ser saqueado y no poder andar ni veinte metros con algún premio antes de que algún amigo se adjudique el reproductor de mp3, la cámara digital o lo que sea que haya tocado. Así se alegra luego tantísimo la gente cuando me toca algo.

Pues no, esta vez me ha tocado un Thinking Blogger Award, que ha tenido la gentileza de asignarme José Manuel Chapado. ¿Y quién es él, qué autoridad tiene para conceder premios y qué coño significa el premio este? Calma, calma, muchas preguntas así de golpe.

Pues José Manuel es un lector de este mi humildísimo blog, por lo visto, uno de esos lectores, deduzco intentando recordar las últimas respuestas, que nunca me responde nada y que, por lo tanto, se dedica a espiarnos desde las sombras a la espera, no sé, de que se nos vaya la pinza y revelemos aquí números de cuentas bancarias o me decante por fin por la fotografía pornográfica (estoy en ello, por cierto: sólo me faltan las mujeres desnudas, el resto, la voluntad, el entusiasmo y la Nikon, lo tengo a punto). Pero pese a no responder considera este uno de los blogs que lee y que le hacen pensar. En suicidarse o en hacer algo divertido, supongo, pero el caso es que los Thinking Blogger Awards son unos premios que se conceden simplemente por pensar, y en las reglas no se especifica nada sobre qué pensamientos hay que premiar.

¡Ah, las reglas! Las reglas de estos premios ya dan pistas sobre qué son en realidad. En parte porque nadie necesita que le expliquen las reglas de una Medalla Fieldas (no, no pienso mencionar el Nob... uy, casi) o de un Príncipe de Asturias. Y son estas:

1. Si y sólo si se te concede un Thinking Blogger Award, escribe un post con links a 5 blogs que te hacen pensar.

2. Deja un link al post donde se te ha concedido el premio, para que la gente pueda rastrear el meme hacia atrás.

3. Opcional: Luce orgulloso el logo del premio, si quieres, con el link al post donde escribes al respecto. El logo está aquí y tiene versiones en color plata y dorado.


Y en fin, las mismas reglas lo dicen. Esto no es un premio, es un meme, cuya mayor gracia consiste en su contenido, que indica blogs que en teoría hacen pensar a quien lo recibe y pueden ser útiles para quien lee su blog (porque digo yo que si te gusta leer a alguien sentirás cierta curiosidad sobre qué blogs le hacen pensar, aunque supongo que mucha gente se dedicará al compadreo o a decir sus 5 blogs favoritos), y que tiene la gracia de estar limitado a mencionar sólo 5 (por el culo te la hinco) blogs. Y yo, ya sabes, odio los memes, por definición. Pero este es el segundo que sigo en menos de un mes.

Y lo hago porque me ha tenido entretenido un buen rato andar retrocediendo y buscando quién premiaba al tipo que había premiado a quien había premiado a la persona que le había dado un premio a José (no sé si tengo que llamarte José o José Manuel...). Así he conseguido retroceder siete generaciones hasta llegar a un blog digamos madrileño y digamos socialista en el que he perdido el rastro porque no tienen buscador, y si lo tienen no lo he visto, ni lo he encontrado tras dos pasadas en vuelo rasante. Desde aquel hasta el mío hay siete generaciones de premiadores premiados. Lo que significa que si todos ellos hubiesen seguido la moda, de ahí podrían haber salido 78125 premios. Lo cuál nos da una medida sobre la importancia del premio en sí y sirve para darle en los morros al ataque de vanidad que me da siempre que alguien me dice algo bonito (como que me ha tocado o me han dado un premio, vamos).

Pero Tío Google, como siempre, nos dice quién inventó esto y por qué, y resulta que fue un tipo que terminó algo harto de los memes y decidió despedirse de ellos y renunciar a más montando este. Y a mí me ha parecido curioso ver, por una vez, el nacimiento de un blog, y ya me froto las manos pensando en estimaciones sobre tasas de crecimiento, probabilidades de premio y cosillas por el estilo. A ver si tengo un rato de aburrimiento la semana que viene y me pongo a ello.

En cualquier caso, los 5 blogs que más me hacen pensar son los siguientes:

1. Escolar.net, el blog de Ignacio Escolar, que se ha convertido en mi forma de seguir, con un punto de humor ácido, la actualidad política y las noticias. Antes miraba webs de periódicos. Ahora lo primero que hago es visitar el blog de Ignacio.

2. Guerra Eterna. Ídem, con la política internacional. Nadie sabe más de Oriente Medio. Ni da mejores consejos para entretenerse los sábados.

3. El lamento de Portnoy. Aunque imagino que no a todo el mundo le da por pensar con la literatura, pero en fin, uno es como es.

4. Rarezas humanas. Blog casi recién nacido, y con un nivel altísimo. El tipo de blog que lees y luego horas más tarde te descubres meditando sobre lo que piensas respecto a lo que has leído.

5. Cerrada por reforma, no podía faltar el blog de mi agente porque seguro que tengo firmado con ella un contrato que me multa si no la saco en cualquier lista. No, en serio, aunque por lo general intenta mantener un tono frívolo, casual, desenfadado y ligeramente surrealista cuando se pone a hablar en serio lo hace como nadie.

Y estos son los blogs que yo creo que a día de hoy me hacen pensar más. Se me quedan mil en el tintero, naturalmente. Y espero que sus autoras y autores me sepan perdonar. Pero en esta semana estos son los que más me han hecho comerme el tarro.

1 de 3: matemáticos de incógnito

Hoy he decidido saltarme a la torera esta norma no escrita de "no más de un post al día" y voy a poner dos, porque yo lo valgo y porque es viernes, ala. O tal vez tres (aunque poca guerra me va a dar el tercero). Y voy a empezar en plan temerario, por la que más posibilidades tiene de espantar al público. Con un par: Actitud suicida total, ¡voy a hablar de matemáticas! Y para ello nos hace falta música apropiada: ¡Algo grande, épico!



Y sí, mucho aborrecer las matemáticas, mucho poner cada de asco cuando a uno le da por hablar de espacios cocientes, geometría o teoría de números, y últimamente me está dejando de piedra la cantidad de matemáticos de espíritu que hay por el mundo.

¡Espera! ¿¡Qué haces!? ¡No huyas! ¡Sigue leyendo! Estaría bonito que vaya a explicarte por qué en el fondo hay una matemática en ti y tú pases de leer esto porque habla de matemáticas. Por favor, un poquito de coherencia, ¿no? No me hagas ir a por las bridas

Sigo. Estas últimas semanas le he estado preguntando a la gente ¿cuál es la diferencia entre un donut y un balón de baloncesto?

Piénsala, piénsala. Tómate cinco segundos para pensarla.

La pregunta tiene historia. Cuando yo di Topología, una de las asignaturas más fascinantes de la carrera, tuve la inmensa suerte de tener a dos profesores geniales, entusiastas y, en definitiva, locos: José Pedro Moreno Díaz y Fernando Chamizo Lorente (que tenía y mantiene una página web supercutre y genial). Del primero siempre recordaré aquel examen en el que, con el aula llena de alumnos asustados, dijo aquello de "bueno, ya sabéis que no va a aprobar quien no ponga en el examen la contraseña '¡Aupa Atleti!', ¿eh?", y el segundo tenía la buena costumbre de sacar unos apuntes del curso que ponía en su página web, donde uno podía encontrar cosas como a AC/DC mencionados en la bibliografía y citados entre teoremas, demostraciones y reflexiones. Pues bien, de Topología naturalmente tiene sus apuntes, cuyo subtítulo era "La Topología de segundo no es tan difícil". Se suponía que lo era, y se tenía por tal. Pero ambos profesores conseguían tener razón.

Bueno, a lo que iba. El primer día de clase nos repartieron una introducción que empezaba explicando la esencia de la asignatura diciendo, precisamente, que gracias a ella podríamos distinguir por fin entre donuts y balones de baloncesto.

Pues bien, la respuesta a la pregunta que hacía ahí arriba suele ser, precisamente, que la diferencia entre ambos objetos es que el donut tiene un agujero y el balón de baloncesto no. En serio, alrededor de un 80% me ha respondido eso, en vez de decir que uno es mayor que el otro, o que uno se come y el otro no (no especifico cuál cumple qué cosa para que puedas experimentar por tu cuenta. Por fomentar el empirismo). Y a mí me da por sonreír y pensar que de las mil evidencias obvias, la gente va a escoger una que pertenece al nuestro imperio abstracto e ideal. Mucho bla bla bla y luego de vez en cuando a la gente le salta el pequeño matemático que todos llevamos dentro.

Se supone que las matemáticas son la asignatura más jodida que estudian nuestros chavales (o los de otras personas). Hace unos días aparecieron (creo que en El País del pasado domingo) unas estadísticas sobre los suspensos de selectividad, que naturalmente no voy a molestarme en buscar, que mostraban cómo mi asignatura querida era la que más gente suspendía. Y en consecuencia la que más gente aborrece, la que consigue más mala prensa y la que termina sólo atrayendo o a románticos, o a los que la nota de selectividad no dio para otra cosa o a aquellos que, simplemente, se equivocaron al rellenar la hojita con sus preferencias. Pero igual que se suponía que la topología era complicada, la cuestión está en cómo se enseña. Porque las matemáticas no son difíciles. Porque las matemáticas, a su manera (que no es tan difícil de ver en el instituto), son intuitivas, son prácticas, y cuando están bien explicadas se resumen en un montón de trivialidades. Yo recuerdo cuando di las derivadas y las integrales: Nadie se molestó en explicarme qué coño era eso. Y las pocas veces que he tenido que darle alguna clase a algún estudiante de instituto desesperado, es lo primero que he hecho. Meterle la lección, pero teniéndole entretenido. Explicando qué es cada cosa, por qué se mira, para qué vale, y contando alguna batallita al respecto. Las hay a patadas, en serio: Pocas profesiones atraen a tal cantidad de gente extremadamente rara, inteligente y distraída, y esa gente suele tener todas las papeletas para que les pasen cosas divertidas.

Y ya está. ¿Ves? No ha dolido ni nada. No voy a hablar más de topología, aunque voy a recomendarte el artículo de la Wikipedia en español al respecto (donde, por cierto, aluden a por qué hacemos topología al utilizar un plano del metro). Pero porque está entretenido. En serio. ¿Cuándo te he mentido yo?

19.7.07

28 Semanas Después

Hasta que no empezó ayer la película no descubrí la razón obvia por la que me he pasado la semana escuchando post-rock a granel.

Vi 28 Días Después no hace mucho, y aunque desde Trainspotting tengo una fe ciega en Danny Boyle cuando al fin vi la película no lo hice por leal fanatismo cinéfilo sino musical: La vi porque Godspeed You! Black Emperor había cedido East Hastings para la banda sonora. Que GY!BE haga eso es algo bastante inaudito, por sus opiniones respecto a la industria discográfica (la condición que pusieron fue que la canción no saliese en el disco de la película. Sale en la película, y punto), el cine y, bueno, todo, así que al margen de verla para poder escuchar East Hastings embebida en una película, la vi, imagino, con la secreta ilusión de descubrir por qué esos músicos tan herméticos y tan distantes le dieron el sí al señor Boyle.



La razón, una vez vista la película, es bastante evidente: Desde un punto de vista artístico, la música de GY!BE, desgarrada, triste, fría y desesperada, parece diseñada para ambientes como el que pinta Boyle al introducirnos en su odisea postapocalíptica. Desde un punto de vista filosófico ese es el mundo que parece profetizarnos o sobre el que quiere advertirnos GY!BE. Al escucharles siempre pensé que aquello era el réquiem por nuestra civilización occidental, enferma y suicida. Viendo la película, está claro que era demasiado tentador anticiparse, y ponerla cuando aún podemos ver ese final en una sala de cine.

La película, en realidad, no va de eso, aunque lo insinúa. La película es la historia de un hombre que se descubre de repente en ese mundo y lucha por sobrevivir no ya al mundo desierto, sino al mundo habitado por la pesadilla de lo que somos, por unos zombies, por llamarles de alguna manera, que no dejan de tener su lado simbólico. Ah, una película de bichos y de tipo corriendo, se dice uno en un momento de la película, pero no, Boyle hace honor a los galones y al final la película termina siendo otra cosa, termina hurgando un poco más dentro, en un lugar más incómodo, mostrándonos no ya el monstruo de lo que somos como sociedad, como cultura, sino la galería de monstruos que cada cuál llevamos dentro, nuestra maldad intrínseca.

La película me encantó. Por las imágenes de Londres desierto, abandonado, por la parte de las carreras, y por ese escorzo final que hace que termine siendo algo distinto a lo que me esperaba cuando me senté a verla. Así que cuando me enteré de que iban a hacer una secuela, 28 Semanas Después, me puse un tanto frenético. Pero luego fui descubriendo señales inquietantes. La primera, que Danny Boyle no iba a ser el director; se quedaba en productor ejecutivo, y el cargo quedaba en manos de Juan Carlos Fresnadillo, director canario que tiene buena prensa pero del que yo hasta anoche no había visto nada. Pero ya se sabe, siendo español lo de la buena prensa se da por hecho y no quiere decir nada concluyente. A mí me sonó a Alien una vez que Riddley Scott abandonó el barco, "maaalo", me dije. Y luego llegaban rumores sobre la historia, que sucede cuando el país está bajo el control de los militares de EEUU y comienza la reconstrucción. Obviamente, uno espera que haya un rebrote. Así que iba yo pensando que esta película tenía que ser a la primera lo que Aliens fue a Alien: Pasar del género de terror puro al del safari de bichos malos a cargo de soldados armados hasta los dientes. Pero leí a mi crítico de cabecera y ponía la película bastante bien: No es la primera, pero no queda tampoco bajo su sombra.

Terminó la película y yo salí a la calle nervioso, inquieto, mirando con recelo a la gente. Salí también aplaudiendo a Fresnadillo, que le da su mirada al proyecto ajeno, que nos hace ver la historia desde el lado del terror de las víctimas, del humano de quienes tienen que contener aquello como sea y, sorpresa, del de los zombies empastillados típicos de la saga, pero también encuentra, de cuando en cuando, un instante para deslizar su mirada, y por ende la nuestra ya que en esto los directores de cine, como los fotógrafos, tienen el gobierno absoluto sobre nuestra mirada, por los sitios a los que él le apetece mirar, por los sitios que quiere que veamos. Y así recuerdo un plano en un estadio de fútbol, donde el encuadre no cambia pero sí el foco, y aunque la escena ocurre a media distancia el foco parte de las primeras butacas y las va recorriendo, las va tocando, nos las va descifrando fila a fila hasta que por fin va donde sucede la historia. Y yo, agradecido por el paseo, porque Frensadillo nos haya prestado su mirada.

Una buena película. Otra más que poner en esa lista que sigue encabezando Hijos de los Hombres que todos deberíamos ver y sobre las que todos deberíamos meditar, otra de esas películas que no huyen por la escapatoria Matrix ni se refugian en las fantasías infantiles tipo Star Wars, sino que filosofan sobre lo que está por venir, sobre lo que podría venir, sobre lo que está de camino y debemos evitar, y lo hacen sin pensar en ello, lo dejan ahí para que uno lo medite mientras te cuentan alguna historia menor, algún conflicto que implica a estos diferenciales de humanidad que somos nosotros, parte de este inmenso ser estúpido, necrófago, ciego y autodestructivo que formamos como especie.

Muy buena la película. No de manera evidente, porque a cierto primo mío no le convenció para nada, pero yo salí del cine en ese estado que luego al final sólo se puede pagar o aplacar robándole demasiadas horas al sueño.

Y dice el señor Boyle que habrá 28 Meses Después, y que esta vez volverá él a la dirección. Yo pienso que después de estas dos, la tercera por fuerza debe ser la peor de la serie. Y me alegro de pensarlo, de ir bajando las espectativas, como ya hice antes de ver las dos primeras, mientras en secreto y en silencio espero, de nuevo, a que la película, cuando llegue, me deje como las dos primeras.

18.7.07

el señor de los anillos, alternativo

Una de las cosas buenas de estar en parte poseído por el demonio del friquismo es que uno, a veces, puede partirse la caja con las cosas más absurdas; comentarios que al común de los mortales le sonarán como una simple frase absurda (y que por lo general, realmente, es absurda) a ti te parece lo más ingenioso de... o sea, no de la vida, porque no es comparable a, no sé, La Vida de Brian, al David contando chistes o a la noche que descubrí que ya no tenía vajilla, pero en fin, digamos lo más gracioso que has visto en un rato.

Esto se debe a que hay friquis inquietos con mucho tiempo libre y con imaginación que rinden tributo a sus obras maestras (o simplemente se ríen de ellas) de maneras la mar de originales. Hoy por ejemplo me han mandado el link a esta versión, digamos, cantada, del Señor de los Anillos:



Y a mí siempre que me llegan cosas me viene a la memoria lo más gracioso que he visto nunca respecto al Señor de los Anillos, que fueron unos simples gifs animados que en su día poblaron los rincones de los foros de fieles seguidores del mundo y que a día de hoy han caído mayormente en el olvido y a veces hay que currárselo para dar con ellos. Digo a veces porque ayer los encontré al primer googlazo, pero hoy le he echado un rato al asunto, en parte porque ando más espeso imagino que como consecuencia de haber conseguido, por fin, hacer lo que tenía que hacer en el curro: Después de dos semanas parado, pensando (y bueno, escuchando música, diciendo "no" a una tal Violeta, legendaria en la oficina, que pide imposibles, y bajando capítulos de Me llamo Earl, todo hay que decirlo), hoy por fin he tenido la idea que sabía, intuía que debía existir, y lo dicho, diez minutos, una vez que en mi cabeza ha nacido por fin este sublime pensamiento que pongo aquí porque para algo el blog es mío: Las cuentas de resultados, por odiosas que sean, mantienen entre sí una estructura ortogonal de forma que las cuenas del activo y del pasivo, por ejemplo, son perpendiculares, de tal modo que una alteración de una cuenta del activo no afecta en nada a ninguna cuenta del pasivo. En serio, ha sido formular ese pensamiento, demostrarlo y zas, asunto zanjado. A la mierda la economía, ¡estoy en el reino conocido de la geometría! Y vale, en estas dos semanas, sudando y apretando tecla, podría haber hecho el trabajo a lo bruto, pero ¿y lo bien que se siente uno después de su idea feliz? ¿De qué estaba yo hablando?

Ah sí, del Señor de los Anillos, versión gif animado.

Bien. En realidad sobran las palabras, así que dejo los links a las imágenes (no las pongo directamente porque son cíclicas y lo suyo es verlas según cargan para no pillar la historia a medias).

Todo comienza en el Concilio de Elrond, donde Boromir, protagonista estelar, absoluto y majara de estas historias, explica lo complicado que es entrar en Mortor, digo Mordor, y filosofa sobre cómo combatir a Saurón: Aquí.

Sigue el brainstorming en la casa de Elrond Smith, y Boromir tiene la idea definitiva: Ésta.

Pasa el tiempo, llega la hora del descanso. Y como en cualquier reunión de empresa, la gente aprovecha para tirar del teléfono.

Y por fin, a falta de nada mejor, Boromir se lleva el gato al agua: Así.

Hubo hasta algún friqui que, entendiendo la magnitud de la adaptación de Peter Jackson y el bello gesto que, para la gente que puede pedirse una semana de vacaciones, significa la existencia de las tres versiones extendidas de las películas, decidió que hacía falta una tercera versión más acorde con la vida moderna, una versión que uno pudiese ver en cuestión de segundos, y sacó la versión ultracorta.

En fin, estos y otros gifs animados están recopilados en ésta página. Y definitivamente alguien debería darle un premio y pagarle unas copas a quien se le ocurriese la idea de Boromir y la catapulta.

17.7.07

horario de verano



Trae tardes infinitas.

Inmersiones en historias, en personajes, en tramas.

Lenguaje no nativo. El dulce lenguaje no nativo.

El horizonte, invisible, remoto, aquí.

Los días pasan, sin prisa. Aprovechados en el desperdicio, desperdiciados en el aprovecha...

¿Miento?

El otro día surgió la cuestión. En torno a la mesa de la partida de mus recién terminada, con el eco de la risa, con esa estúpida alegría por la victoria insignificante (la palabra estúpida puede bailar en esa frase y ponerse donde tú quieras). Alguien reconoció una mentira. Alguien dijo todos mentimos. Yo me quedé pensando que no recordaba ninguna mentira dicha a nadie de allí, y me sentí bastante bobo.

Earl. Jack. Dexter.

Sarah. Sara. Sarah. Sara. Sherhah vs S, A, R, A. El lenguaje no nativo, juguete nuevo para los oídos, para la lengua.

¿Juguetes para la lengua? Mal tema para ir escribiendo al azar. A saber qué se lee luego.

Juguetes.

Pero claro, ¿qué se podía esperar? Yo me crié con el Tente, el Lego menos pero también, el Exin Castillos. Juegos de háztelo tú mismo. Quién iba a imaginar que la mayor parte de mi futura vida sexual se regiría precisamente por aquel lema.

Claro que quién iba a imaginar nada.

La casa blanca. Las clases de karate. La casa blanca en una calle llena de arbustos y jardines. Qué estúpidos son los sueños infantiles. Aunque supongo que tuvieron su vigencia, marcaron una dirección hacia la que ir. Una dirección que afortunadamente luego uno olvida, y da tumbos.

Y se descubre viviendo en Lucero. Escuchando Mogwai. Escuchando Kinski. Escuchando GY!BE. Explosions in the Sky. Do Make Say Think.

Esta tarde del horario de verano ha sido consagrada al post-rock por las dos más altas autoridades imaginables: La casualidad y la adicción. Es lo bueno de ser adicto a tantas músicas, que uno varía. Es lo malo de ser adicto a tantas músicas, que son inmensas las ganas de quitar esto para poner otra cosa que instantáneamente querría quitar para poner otra que duraría los tres segundos que tardaría el ratón en posarse sobre otra distinta que también querría oír. Por eso lo paso tan mal cuando tengo que hacer sitio y borrar discos, en el trabajo. Porque según el ratón hace surf sobre los pixels-letras quiero escucharlo todo. Bueno, casi todo.

Escuchar música a veces es un acto de autocontrol del que jamás me creí capaz. En él se me va todo el dominio que tengo sobre mi mismo. En esto y en dejar pasar el tiempo, cuando el tiempo se empeña en no pasar. Y pensaba que eso iba a ser un problema con el horario intensivo, con el horario de verano, con tanta tarde eterna esperando con su eternidad de horas libres, con el sol recorriendo tanto camino. Pero se están portando bien. Claro que ¿cuánto llevamos, una semana y dos días? No lo sé. Es más, no tengo ni la más remota idea. Debe ser más porque estamos a quince. Más o menos. Y me parece menos porque me fui de vacaciones. ¿Ves? Todo encaja.

Y eso está bien.

Está bien que las cosas encajen.

Está bien pensar, además, que el que a veces las cosas no encajen encaja, en sí mismo.

Culpad a Cortázar.

Los matemáticos no deberíamos leer a Cortázar.

El mundo sería menos raro.

No el mundo, ¿qué es ese egocentrismo? Nuestro mundo. Bueno; mi mundo. Pero te regalo la mitad, ¿para qué quiero yo todo un mundo vacío?

Mi mundo o nuestro mundo, es igual.

Más aburrido.

¿Sabes?, menos mal que leí a Cortázar.

Y es la hora de la cena. De la cena y de empezar a ver esa serie sobre un médico forense que en sus ratos libres es psicópata.

A veces no se sabe de dónde se sacan las tramas ya.

Ni por qué me llama tanto la atención.

Ah, sí, lo sé: Porque es una forma de matar el tiempo.

Porque las tardes eternas, desiertas, desamparadas y desnudas frente a mi pereza hambrienta caen sin remisión. Mi pereza grande y terrorífica, esgrimiendo con fiereza sus armas, inmenso cuchillo y tenedor titánico. Con una servilleta de cuadros (rojos y blancos) de babero grande como Júpiter.

Las series así matan el tiempo mientras espero a que baje aquello de lo que en el blog del que hablaba ayer se dice esto, "un grupo de policías de Baltimore intenta desbaratar una red de tráfico de drogas común y corriente. Nada del otro mundo. El obstáculo, en este caso, es que los testigos no hablan, los acusados no se desmoronan, los policías tienen familia y problemas para llegar a la escena del delito a tiempo, los jueces están más interesados en sus carreras que en la Justicia, balística no funciona siempre bien, la burocracia es agotadora, los micrófonos escondidos acoplan, los sargentos se emborrachan, el café está frío y los malos, muchas veces, son más nobles y mejores que los buenos".

Se profetiza, en definitiva, que me va a gustar la serie.

Las tardes así matan el tiempo porque son la espera de días por venir. Porque de niño soñaba con una casa blanca y, creo, un BMW, o tal vez eso lo metiese después, y hoy, cuando debería haber aprendido la lección, sigo esperando y soñando como un niño en nochebuena. Solo que nunca se me han dado bien las fechas (suerte que tenga un calendario a 15 centímetros de estas palabras, hoy). O como un niño que ha aprendido la lección de que a veces las cosas llegan, por sorpresa, y no son como se esperaban, y a veces eso es genial.

O porque hay un adulto por aquí dentro, al que ninguno de los niños que son yo escucha, que aún así no pierde la fe y pasa el rato repitiendo que la lección es que no hay lección que aprender, que las monedas a veces caen de cara o de cruz, que a veces el destino le produce a uno una brecha en la cabeza de certera pedrada vengativa, y a veces uno se despierta de pronto despistadísimo y resulta que es navidad... y la lección, en realidad, es que la cadena de "...y a veces" es infinita y uno nunca sabe cuál va a tocarle después.

Lo cuál es muchísimo mejor que la caja de bombones del imbécil de Forrest Gump.

Y se ha terminado la canción, y es hora de cenar, y Dexter espera para presentarse, y luego hay que leer, y dormir, y soñar, sobre todo soñar, y luego despertar, y ver que pasa, con los ojos bien abiertos (y la Nikon preparada y en guardia).

16.7.07

la televisión



Como todo el mundo sabe, de un tiempo a esta parte yo ya no estoy sometido a los efluvios hertzianos de esa cosa que es como un ordenador pero sin ratón y con un teclado pequeñito por la que habitualmente sólo pueden verse las cosas que una serie de señores deciden echar, regadas por la publicidad que otros señores que pagan con la esperanza de que tú veas ahí sus productos o sus servicios y vayas enloquecida a hacerte una cuenta en Ing Direct, a comprarte un Audi, y en fin, a hacer más cosas que, no es broma, ya ni recuerdo (vale, no es que esté haciendo mucho esfuerzo, pero el rumor de fondo de la memoria me dice que por lo que la niebla de la amnesia deja distinguir en el pasado tampoco merece ese esfuerzo), televisión, creo que lo llamaban. Sí, televisión, eso era.

No es que haya completado mi evolución al estado evolutivo siguiente, el punpismo, y la haya tirado a la basura, no: Esto viene de antes, y es, dicho en versión corta, que un día yo tenía tele y al día siguiente ya no la tenía. Vamos, que no fue decisión mía, sino cosas que pasan. Y bueno. Yo soy un tipo estupendo cuando se trata de verme privado de alguna comodidad. Por ejemplo, soy capaz de vivir indefinidamente sin un grato afeitado, o de prescindir alegremente de la felicidad que produce una habitación ordenada. Así que mientras tenía ordenador no lo llevé mal. Los tiempos duros vinieron cuando, además, tenía jodido el ordenador este desde el que te escribo (y cuyo teclado besuqueo: ¡ven aquí bonito! Mua, mua, mua). En general, siempre he opinado que donde esté un ordenador, con el vasto mundo conectado a él que se quite la televisión. Es más, incluso cuando el vasto mundo no me tiende un cable o unas ondas a las que encaramar el wifi, también suelo preferirlo, porque el ordenador es una máquina valiosísima que vale para todo, y es equipo de música, reproductor de video, máquina de escribir, consola de juegos (aunque circunstancialmente sólo tenga uno instalado y en uso, je) y sobre todo y a la vista de la partición de los discos duros un laboratorio de revelado (¡mua, mua, mua, mua! ¡Te quiero! Al final me electrocuto, verás).

Pero hay momentos en los que realmente no poder ver la tele se hace duro. Digamos, por ejemplo, que resulta que uno se entera de que el Madrid ha ganado, porque claro, se puede escuchar la radio aquí sin mayor problema, y hablan de un golazo que todas las televisiones se van a hinchar a repetir en los telediarios. Uno corre el riesgo de perdérselo. Pero para eso el buen dios de internet inventó YouTube, naturalmente. Y ahora digamos que uno es un fanático de, no sé, digamos House. Así me he pasado la primavera dedicando la noche de los martes a hacer visitas a padres o amigos que tuviesen una televisión y que me hiciesen un hueco en un sofá. Lo cuál, en realidad, ha sido una forma estupenda de pasar más tiempo con la gente que quiero.

Total, que no la he echado demasiado de menos, excepto por el asuntillo de la Fórmula 1 que aún tengo que resolver pero que como cae en domingo no suele ser problema y el de los partidos de Copa de Europa que, de todas formas, siempre han sido la excusa para ver al bueno del Miguel, como lo era cuando vivía en Leganés. Y entre una cosa y otra, han ido pasando los meses sin que me haya comprado una tele, a pesar de que valgan poquísimo y a pesar de que hayan llegado las rebajas.

Y de todas formas habría calamidades de las que la televisión no podría haberme librado. Digamos que justo el día del último capítulo de la temporada de House coincide con el inicio de las vacaciones, digamos que esa noche no sólo no vas a tener tele sino que vas a estar a 800 kilómetros de las de las casas de acogida habituales. Y es entonces cuando uno termina rindiéndose al poder del ordenador. Hoy venía yo a casa con la sana intención de ponerme a buscar ese último capítulo con la mula, para verlo una tarde de estas, y por culpa de un par de rebotes al azar he terminado en Espoiler, el blog de Hernán Casciari dedicado a la televisión. Pero lo más gracioso es que he llegado cuando NO estaba buscando nada sobre la televisión. En cualquier caso me he pasado la tarde leyendo los blogs del buen hombre, leyendo sobre la televisión en un blog que hace apología de la televisión a la carta: Busca lo que te gusta, bájatelo y disfrútalo. Y a ello me he puesto.

Así que nada, en lo que dura una canción se ha bajado el último capítulo de House. Ya sé cómo termina la tercera temporada, igual que sé que probablemente no vaya a ver la cuarta por ningún canal de televisión. Ya sé, también, que a partir de ahora voy, de hecho, a ver más televisión que antes, por culpa del inmenso Hernán, que me ha recordado lo mucho que me gustaba Six Feet Under, o que siempre quise ver Los Soprano, o me ha despertado el gusanillo con The Wire. Y eso en un rato de lectura, en un rato de inspiración. Así que ahora corre más prisa un disco duro externo que una televisión, que al fin y al cabo va a terminar viniendo, cuando venga, para ir guardándole un hueco a la consola, si es que al final algún día sucumbo al capricho y me compro una, si es que consigo convencerme de que lo voy a pasar mejor o me va a dar tiempo a estar ahí matando, atropellando o lo que se tercie en vez de aquí leyendo blogs, trasteando con fotos, buscando, encontrando, viendo, escuchando...

Hernán lo pone complicado, escribiendo en su otro blog (el suyo suyo, digamos) maravillas como ésta (o cualquier otra de las que tiene en ese blog que se ha hecho en una tarde un sitio de visita imprescindible).

Vivimos tiempos fascinantes. Gracias a maquinitas como esta (mua, mua. En serio, estoy dejando el teclado perdidito de babas).

15.7.07

fines de semana de verano



Se está convirtiendo en una rutina anual: Llega el fin de semana y al menos una noche caracol, servidor y algún que otro pasajero más o menos fijo nos cogemos la Nacional V rumbo al monte (que sí que sí, que si te lo montas bien la Nacional V lleva al monte: Palabra). Casi sin avisar a nadie, casi sin preguntar si va algún conocido, sabiendo que, de todas formas, aparecerán casi todos, porque aquello es adictivo, porque aquello es un lujo, porque duermes al menos 5ºC más fresquito que en Madrid (yo esta noche hasta tirando de sábana y colcha. ¡En julio, en mitad de Castilla!), porque se está a gusto y porque al fin y al cabo siempre vale la pena ir a lugares donde, como anoche, uno puede tomarse una crema de orujo, una cerveza y cinco copas (de importación, oiga, y garantía no-garrafón) por 13 euros... también gracias, todo hay que decirlo, a una ronda cobrada a costa de una desafortunada pareja de mus que tuvo la gentileza de proponernos una partida a mí y a mi compañero favorito, un tipo con el que nunca se pierde cuando hay algo en juego y casi siempre cuando no se apuesta nada.

Es un pueblo pequeño y las posibilidades, al fin y al cabo, son limitadas: O te echas la siesta, o te vas a la piscina, o te subes a la sierra a hacer de aguilucho vigilante encima de una peña azotada por el viento o adoptas la nueva afición de Perico y Rebe y te vas a trepar riscos, pero da igual: cualquier plan termina siendo perfecto. Y luego las cañas y los tintos de verano y las tapas al fresco del valle mientras la temperatura pasa del bochorno al fresquito agradecido, la ducha, la cena y el pub con terraza, el botellón en las escaleras (lugar emblemático en el que llevamos media vida bebiendo) si uno se anda con ojo y se toma la primera copa antes de que le cierren la tienda, y la vuelta al pub/terraza, donde cualquier conversación puede darse, donde se van formando grupos y subgrupos que van y vienen. Anoche escuché hablar de boda, de afanes de protagonismo en bodas, de comentarios de texto, de posibles destinos para las vacaciones de agosto (me da a mí que me vuelvo para Galicia), de técnicas de seducción de malote (y de cómo la frase "¿te apetece un heladito?" puede sonar tan poco inocente, dicha con ese tono TAN inocente), de sueños premonitorios, de fútbol, del Ghost Rider (cómo no), de Transformers, la película, de expediciones para ir a ver 28 Semanas Después, del corte de pelo de Wilson, y de cómo lo que va a pasar a la historia de una partida de mus bastante movidita va a terminar siendo el desenlace de una chica en paso.

Luego la noche, como suele pasar, se termina, uno necesita que alguien con poderes le abra la puerta del pub, convertido en fortín donde emboscarse hasta que haga falta o salga el sol, y trepa la cuesta, y se despide de los amigos, y se mete en la cama, y se arrebuja entre la ropa, en vez de renegar de ella, y sueña cosas rarísimas, pero no tan raras como lo que anda soñando la gente por ahí, y al día siguiente todo parece como recién lavado, el cielo se ve distinto y da un poco igual que sea domingo y que en 24 horas uno tenga que estar trabajando, que tenga que meterse en el atasco de vuelta y regresar al humo y al calor y al metro abarrotado y al asfalto en llamas. Porque tiene fecha de caducidad, porque sabes que, en el peor de los casos, puedes ir haciendo rayitas en la pared de cualquier celda improvisada y que cuando taches seis volverás a coger la Nacional V rumbo al pueblo, ese rincón donde la rutina puede ser algo a lo que aspirar con una sonrisa así de grande en la cara.

(Y la canción es de los Delinqüentes, escrito así, por mucho que a quien la haya subido ahí le haya dado por llamarlos los Delincuentes, pobrecitos ellos, y nos ha alegrado la ida y la vuelta por cortesía de aquí mi agente, esa repelente gruñona a la que inexplicablemente queremos tanto).

14.7.07

lo sorprendente

A día de hoy extrañarse es tarea complicada. Vemos muy lejos y nos enteramos de muchas cosas, y el liston está muy alto, basta mirar las noticias, ahora que hablo de listones, para que uno se lleve cada día su ración de cosas extrañísimas, por ejemplo hoy el periódico habla de un empleado de una empresa de tarimas que pidió un lote de maderas y recibió uno de cocaína "por error", o de un congresista americano, republicano e integrista con todos los extras, que ha sido detenido porque intentó pagar a un policía de paisano para que le hiciese una mamada, o más cerquita del ya ex-alcalde de Mijas que se subió el sueldo a 126.000 euros al año porque decía que así se evitan corruptibilidades.

Eso curte, y nos complica el sorprendernos. Y aún así, y aún así, hay gente que no para de resultar sorprendente, gente a la que suelo llamar odiosa en pleno arranque de celos, envidia y agradecimiento por las historias fascinantes que cuentan, gente que habla de su vida y uno se siente, por contraste, como debe sentirse el libro de memorias de Ana Rosa Quintana al lado de la narración de la vida de, no sé, Aureliano Buendía, o el inevitable Bolaño, o algún legendario pirata de los mares del sur (es un suponer, tampoco me he leído ni leeré la vida y milagros de A. R. Q., que igual resulta ser interesantísima, a saber). Gente a la que uno no sabe ya ni como mirar sin que se le fundan los ojos de pura fascinación. Gente que hace que uno se despierte inhumanamente pronto una mañana de sábado preguntándose cómo al final de la noche pudo irse a dormir pensando que al fin y al cabo, conociendo lo que se conoce de un par de miembros de la familia, no resulta tan raro que el hermano de una persona así esté de vacaciones en casa de un tal Javier Bardem.

En fin. Me voy al campo, a seguir con mi vida en blanco y negro, con mi vida de mentirijillas de envidioso (que en realidad quiere decir admirador, evidentemente) total y absoluto, a tirarme en un risco y ver estrellarse el sol contra Extremadura, y a planear venganzas narrativas como hacer por fin ese viaje soñado a yanquilandia, alquilar un Cadillac colorao y hacer la ruta 66 atracando de camino algún que otro banco, bebiendo café al por mayor y tirando el coche al mar en cuanto llegue a San Francisco, o cruzar Siberia en un tacataca haciendo bailar los osos al ritmo de unas castañuelas, o ir nadando hasta, no sé, la Tierra del Fuego, o ir a Japón a acabar con todas las reservas mundiales de sake. Ya pensaré algo, ya pensaré algo, y mi venganza probablemente terrible no será, pero con algo de suerte dará para que nos echemos unas risas. O en su defecto que le de un ataque de hipo a alguien.

Ea, hasta mañana o pasado, pásalo bien.

13.7.07

copiando ideas

Tengo un par de ideas propias para escribir un par de tonterías pero como es divertido pensar en base a ideas ajenas aprovecho la moda imperante para imitar a Vega y a Vero y dedicarme a esto de las memeces, como las definió perfectamente Inés en el blog de Vero. Así que copiando, pegando, cambiando las respuestas ajenas por las propias y teniendo mucho cuidado para no caer en lo que gustaría ser y mantenerme siempre en el charco de barro sucio de lo que se es, si fuese algo sería...



Si fuera un mes: imagino que marzo, por los cambios de humor, los volantazos y derrapajes del ánimo y esas cosas. O octubre, ese mes traidor y traicionero.

Si fuera un día de la semana: la gente a la que estoy copiando esto coincide en proclamarse viernes. A mí el viernes me viene grande. Si yo fuese un día de la semana probablemente fuese miércoles, ese día desorientado, perdido entre los oasis de dos fines de semana equidistantes. Pero con el orgullo de ser, de cuando en cuando, protagonista de alguna que otra cosa histórica (digamos Copas de Europa, estrenos de películas del Señor de los Anillos, y una de las mejores noches de mi vida)

Si fuera un momento del día: la hora justa e imposible en la que empiezan a brillar las estrellas. Porque no se sabe nunca cuál es. Creo que es lo justo para alguien que va a cumplir 10 años sin reloj. Y lo dejé cuando aún no había teléfonos móviles, oye, que tenía su mérito.

Si fuera un planeta: Quita quita, planeta yo, eso me viene grande. Satélite y dándo gracias. Ío siempre me ha encantado, con su clima infernal y su pinta de pizza deliciosa, pero imagino que por lo errático de su trayectoria y por eso de que nadie sabe qué pintan ahí exactamente, Deimos o Fobos. Pero vamos, que si tuviese que ser un planeta por narices, diría Plutón, el planeta que ya no lo es, el desterrado. Por esas veces en las que me he sentido tan al margen de todo.

Si fuera un animal: creo que definitivamente sería un gato. A veces pienso que en realidad ya lo soy.

Si fuera un mueble: ah, Vega me ha quitado la cama, mierda, y como en estas cosas hay que demostrar lo superoriginalosea que se es tendré que inventarme otra cosa. ¡Rápido, rápido! Vale: una estantería. Abarrotada de libros, no todos buenos ni leídos, pero libros.

Si fuera un líquido: todos somos mayormente agua, y está bien ser agua. Se le tiene muy poco aprecio a algo tan valioso, tan increíblemente necesario y tan fascinante como el agua, único líquido del que tengo noticia que alcanza su mayor densidad a una cierta temperatura (4ºC) y a cualquier otra es menos denso (lo normal es que a menos temperatura, menos densidad). Por eso el hielo flota, cuando lo normal es que un material en estado sólido se hunda en ese material en estado líquido. Lo que incidentalmente es una razón por la que la vida se ha desarrollado, porque donde hay agua puede mantenerse una temperatura razonable, bajo una coraza de hielo.

Si fuera una fruta: la manzana. Tanto la manzana como yo le hemos tocado mucho los cojones a la gente religiosa, ja ja ja.

Si fuera un instrumento musical: aquí coincido con mi agente, por ser me gustaría ser un Steinway Concert Grand Model D. No tengo muy claros todos los motivos (de hecho siempre pensé que querría ser otra cosa). Pero ser, a día de hoy, no lo sé... Algo molesto y chillón. La flauta de un niño que acaba de empezar a tocarla.

Si fuera una canción: ¿¡sólo una!?, ja ja. Pues bueno, da igual, la tengo: Otra sorpresa, se me ha venido encima sin siquiera tener que pensar,



What if:

A) some things are destined to failure
B) some things are never meant to be
C) someone never sees
D) someone never opens
E) somehow we are different

(...)

So what if healing takes forever?
So what if time is meant for others?
So what is left is but a shatter?
And what is broken can't be whole?


Tenía que ser una canción con tantísimas preguntas, claro.

Si fuera una comida: sé la que pediría, la que tenga el nombre más largo en la carta de cualquier restaurante de Budapest. Apuesta segura. La que soy, pues una tapa de mal gusto para un caníbal del Pacífico, obviamente.

Si fuera una parte del cuerpo: Inevitable aquí coincidir otra vez con el par de V's; los ojos. Porque los ojos son también el mundo. Porque los ojos son mi puerta al mundo. Yo debo ser lo que hay al otro lado de la puerta. Pero sin ver eso, sólo puedo ser la puerta.

Si fuera un objeto: ¿Y si digo "un consolador" por hacer la broma, ja ja? Nah. Últimamente soy una cámara de fotos. Y me lo paso muy bien siéndolo.

Si fuera una asignatura: matemáticas, claro.

Si fuera un número: difícil pregunta para un matemático. Sobre todo sin caer en eso de "cuál es mi número favorito". ¿Soy una persona entera? ¿Soy una persona real? ¿Soy racional? ¿Soy trascendente?...

Si fuera un coche: Querría ser la Hayabusa del post anterior, libre, salvaje e ilegal, pero soy mi coche, y no me quejo.

Si fuera un color: Pues el que más dentro tengo es el azul más profundo del cielo de una tarde de verano de mi infancia. Aún lo tengo enmarcado en la memoria, y vuelvo a él cada vez que me toca retocar el azul del cielo de una fotografía. Pero el que soy debe ser el marrón de mis ojos.

Si fuera una ciudad: ¡Minas Ithil! Y ya me denuncio como el friqui que no se suele notar mucho que soy (si no abro la boca y no llevo la camiseta de algún grupo rarillo).

Si fuera un mar: ¡Qué más quisiera yo que ser un mar incluso a pesar de los vertidos y la roña y la porquería que les echamos! Yo no paso de charco.

Si fuera un idioma: Sería el español, idioma que tenía aborrecido y que ahora adoro. Leía a ingleses y americanos, escuchaba grupos ingleses y americanos... hasta que una tal Silvia, de la que aún no he hablado nunca, lo que no deja de ser curioso, me hizo ver que había música española que era genial (que aquello sucediese cuando Platero sacó el Hay poco Rock 'N Roll ayudó bastante), y Elena me presento a nuestra literatura, la de aquí y la de allí.

Si fuera una flor: Buf. Pasapalabra. ¿Ah, que no vale eso? Hmmm, pues una margarita traidora con un pétalo de menos. Por tocar las narices, por amargarle la tarde a algún romántico y por llevarle la contraria hasta a Fibonacci.

Si fuera un verbo: Mirar. He estado a punto de decir "ver", pero es más mirar.

Si fuera una estación: Hmmm, ¿estación como en primavera, verano, etc. o como Atocha, Centraal Station, etc? De las primeras, otoño, de las segundas, precisamente Atocha, para lo bueno, si lo tuviese, y para todo lo demás.

Si fuera una prenda: Pues a veces dicen que soy un prenda. Así que un David. Debe ser una camiseta arrugada o algo así.

Si fuera un cuadro: La Tempestad, de Turner. Por osmosis, por todo el tiempo que he pasado mirándolo embobado.

Si fuera un monumento: Yo soy más un adorno barato de tienda de todo a un euro.

Si fuera un País: Uno sin fronteras, ni leyes, ni gobierno, ni recursos, ni nada. Ninguno. El de los apátridas. El que se mueve con el horizonte y es siempre prestado.

Si fuera un lugar: Mi habitación. Con su entropía digna de un Escher borracho venido a menos.

Si fuera un deporte: La foto finish de cualquiera, por lo inmóvil. El deporte es maaalo, hacedme caso. ¿Cuantos no deportistas tienen lesiones en las rodillas, eh?

Si fuera un integrante de un grupo: ese al que todos terminan cogiendo asco porque siempre le está llevando la contraria a todo el mundo, llevándolo todo al extremo y poniéndole contraejemplos a todo. Un tipo gruñón al que inexplicablemente (aunque cada vez menos, la verdad, que la lógica se impone) aún hay quien le guarda algo de cariño.

12.7.07

68 km en 14'55"



Correr tiene su morbo. El rugir del viento, el peligro haciendo bombear el corazón a cien y disparando la adrenalina, la sensación de libertad, el gramido de un motor a tope de revoluciones, el saber que te estás jugando la vida cada fracción de segundo, que un parpadeo es la distancia que hay entre estar vivo o muerto.

Correr está fatal, y no hay que correr, eso está claro. Correr es peligroso, no sólo para uno mismo sino también para los demás, y por eso yo, diga lo que diga aquí mi primo, no suelo correr mucho; admito que no suelo ir nunca a los 120 km/h que marca la ley por autovía, pero no creo estar pecando de suficiencia si digo que, sinceramente, creo que no voy por ahí jugándome ni mi vida ni la de nadie. Circular por la autovía un sábado a media mañana algo por encima del límite, con tráfico cero o cuatro coches que, de todas formas, van todos a 140 km/h, no me parece ninguna temeridad, cuando se forman caravanas intento tener más cuidado y nunca jamás he llevado el coche a todo lo que puede dar (lo más que he hecho fue cuando una vez, y sólo una, descubrí que iba a 170 al tomar el desvío hacia el monte, después de una bajada de un kilómetro y de un rato sin mirar el velocímetro. Yo, personalmente, me consuelo pensando que esos límites de velocidad están pensados para por si un día llueve a rabiar, o hay niebla, o bastante tráfico (porque aunque se vaya más despacio esos días, cosa que suele pasar, es legal ir a 120), cuando no se da ninguna de esas condiciones no es una temeridad ir algo más rápido. Y al fin y al cabo siempre puedo fiarlo todo a mi legendaria cobardía que en última instancia siempre está dispuesta a que acuda a ella para levantar el pie del acelerador.

Correr es divertido, y por eso el mundial de motociclismo y, sobre todo, el de Fórmula 1, tienen las audiencias que tienen, aunque no pase gran cosa en ellos, aunque sean mil vueltas a un mismo circuito entre coches que, más o menos, corren todos igual, lo que le quita cierta gracia al asunto. Y por eso los juegos como el Need for Speed o el GTA Auto tienen las ventas que tienen, y por eso siempre intento tener un juego de coches en el ordenador. Lo cuál no significa que luego quiera repetir eso en la vida real, insisto; al fin y al cabo también suelo tener instalado algún juego de ir pegándole tiros a la gente y nadie razonable va a pensar en serio que un día voy a conseguir un Kalashnikov (que, por cierto, cumple 60 años y ya hay uno por cada 60 habitantes del planeta, y su dueño se lamenta de que no se le ocurriese inventar un cortacesped) y liarme a tiros por la calle.

Y en esto del correr, como en todos los campos, hay un panteón, con una serie de nombres que conoce todo el mundo, digamos Fernando Alonso, el inefable Hamilton, Schumacher, Valentino Rossi, etc. Casi cualquiera se sabe el nombre de un par de motoristas, de un par de pilotos de Fórmula 1 retirados hace siglos, ¿a quién no le suena Ayrton Senna o no sabe de donde viene la expresión ser un Fitipaldi?, pero también como en todos los campos hay una serie de nombres más oscuros, más arcanos, más rebuscados y, normalmente, más dignos de los laureles que se llevan los iluminados por los focos, retina de la masa. Igual que esta mañana he escuchado en la cafetería a dos tipos soltar el topicazo ese de que un penalty lo falla quien lo tira y luego la generalización de que todos los tiradores de penalties fallan un porcentaje grande y no pasa nada y me he quedado con ganas de preguntarles si sabían quién era mi dios particular del fútbol, Matt Le Tissier y de comentarles aquello de que de 93 penalties que tiró le pararon 1 y metió los otros 92, muchas veces cuando alguien habla de Pedrosa, Rossi o quien se tercie yo recuerdo a un sueco que se hace llamar Ghost Rider, un tipo que lleva sacados 5 DVDs donde básicamente se dedica a conducir una moto negra a toda velocidad por carreteras normales entre el tráfico diario, y/o a sacar de quicio y tocar las narices a la policía.

Descendiente noble del Prince Noir, aquel carnicero que en 1990 se dedicaba a recorrer las autopistas de circunvalación de París a más de 190 km/h en hora punta con una cámara pegada a la moto y a mandarle luego los vídeos a la policía, el Ghost Rider es un experto motorista sueco, o grupo de expertos motoristas suecos (entendiendo experto como esa clase de gente que sabe tumbarse encima de una moto en marcha, o subirse en ella, o hacer caballitos a más de doscientos kilómetros por hora) que vieron una película de Getaway in Stockholm, consistente en una carrera ilegal real donde un Porsche huye de la policía a toda velocidad por las calles de Estocolmo. El video es un montaje bastante evidente, a no ser que los policías suecos vayan en chandal y usen coches sin sirenas, y además ocurría de noche y sin tráfico, así que el motorista o motoristas (habiendo dejado clara la duda sobre si es un sólo individuo o son varios creo que voy a usar el singular) pensaron que vaya panda de capullos y decidieron grabar su propia película y hacerla con un par. Temeraria, ilegal, mal ejemplo para la juventud, todo lo que se quiera, pero hay que reconocerlo: Le echaron ese par.

Las películas en cuestión pueden bajarse de internet sin mucho remordimiento de conciencia, al fin y al cabo el tipo es un criminal, y como muestra un botón, y si una imagen vale más de mil palabras, por recurrir yo también a los topicazos, la Uppsala Run, un viaje de 70 kilómetros desde Estocolmo a Uppsala hecho en 15 minutos (sí; sale a unos 280 km/h de media) va a decir más de lo que yo podría escribir en mi vida sobre este tipo, culpable de que mi enamoramiento con la moto de la foto, la Suzuki GSX1300R Hayabusa. Así que si tienes un cuarto de hora, quieres morirte de envidia con adelantamientos imposibles y sentir el veneno de la velocidad sin ese riesgo de palmarla en cualquier momento, haz click aquí debajo (el video está en dos partes).

parte 1:


parte 2:


P.D: Las consecuencias: La copia maestra del 5º DVD, Ghost Rider: Back To Basics, que iba a salir en el 2006, está requisada por la policía, lo que junto con algún que otro video de detenciones que puede verse por YouTube hace pensar que el tipo igual está a día de hoy pagando su deuda social, por decirlo así. Y si erán varios, es probable que uno de ellos, Joakim Iceman Karlsson muriese en el 2005 en el Isle of Man TT, un trofeo de motociclislo que viene celebrándose desde 1907 en la Isla de Man a través de carreteras públicas.

Conclusión: Si hasta gente así de buena se mata, ya sabes: El correr para la tele, los vídeos y los videojuegos, ¿eh?

P.P.D: Existen dos carreras a Uppsala en los DVDs que he visto, y ahora no tengo muy claro cuál de las dos es esta. En cualquier caso naturalmente la segunda era más rápida que la primera. También existe una tercera, en plan de broma, que es ésta, y en el trailer del DVD requisado por la policía se ve otra que iba a ser la Uppsala Run 3 1/2, the Way Back Home, que prometía, prometía.

P.P.P.D: Y por mi parte no pienso volver a poner el coche a 170 km/h en mi vida, palabra. Aunque si llegué a esa velocidad sin darme cuenta fue, precisamente, porque el coche iba tan pancho y porque no vi ningún peligro. Pero por si las moscas.
Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.