30.1.07

¡He ganado! ¡He ganado!


¡He ganado mi primer concurso de fotografía!

(entiendiendo "mi primer concurso" como el primero al que me presento, no que espere ganar más)

Era un concurso pequeñajo y humilde del pueblo, con unas 40 fotos a concurso de unos 20 fotógrafos (cifras estimadas por un servidor), y he ganado con (según yo) la peor de las tres fotos que mandé (y la más convencional), pero ¡he ganado!

Así que nada, el premio, que es una cámara digital compacta, habrá que encasquetárselo a alguien. Y el premio por el tercer puesto (he hecho un empate en ese puesto, con las fotos que sí me gustaban, je) habrá que prestárselo a quien lo viene necesitando desde hace siglos.

Y yo me quedo con algo bonito y humilde con lo que estrenar mi currículum fotografil. Y pensando que es genial esto de que te toquen como premio cosas que en realidad no necesitas, para que puedas ir dándoselas por ahí a la gente, y yo con mi alegría y el resto con lo que ha tocado y todo el mundo un poco más feliz y más contento.

En fin. Un buen día, a pesar de que por segunda tarde consecutiva me han dado unos mareos y unos escalofríos de lo más funesto, a pesar de la orgía de trabajo aburrido de picapedrero que me han encasquetado, a pesar de los madrugones y del frío que ya remite. Pero no hay forma de quejarse últimamente, anoche llovía, hoy se ven las estrellas, me dan premios, y el futuro aún no termina de pintarse de negro y erizarse de espinas. Un buen día, sí.

Pues nada, habrá que celebrarlo. Entre eso, los ascensos y la ristra de cumpleaños que ya se intuyen en el horizonte de marzo caray, qué primavera de fiestas se ve venir.

(por cierto, el link de la foto en sí no debería funcionar hasta las doce y cuarto, por esas cosas de la actualización y querer subir al fotoblog sólo una foto al día)

29.1.07

La canción del final de la película


Y aquí termina otro fin de semana, uno que prometer no prometía nada, porque los fines de semana no hacen promesas entre varias razones porque no tienen boca para hacerlas, sistena nervioso con el que pensarlas ni la indecencia de sugerirlas, pero que era de esos que uno anticipa barajando posibles versiones del mundo y encontrando con que hay un montón que son bastante, em, prometedoras. Mierda, al final he terminado usando esa palabra. No quería, pero bueno.

Del viernes no digo nada que ya lo dije en el propio epílogo que tuvo la noche en el mensaje anterior. Y de anoche, lo único que puede decirse objetivamente cierto es que nos dio plantón medio mundo y que por lo menos metí una moza guapa en mi cama (y si dicho así queda tan bien no sé por qué no me callo y cierro la boca y dejo que mi reputación crezca en vez de añadir que lo que hicimos fue ver una peli tirados encima de aquí mi cama-navío a la que por cierto tengo que buscar un nombre. Se aceptan sugerencias, y prometo rechazarl muchas. Bueno, debería rechazarlas todas menos una o todas, imagino. O tirar de nombres compuestos. O dejar de ser tan bobo como para pensar que alguien pueda sugerir nombres). Pero las cosas tienen formas y formas de no pasar y los plantones formas y formas de suceder, y por eso algunos nunca pueden contemplarse con ese odio biliar con el que yo suelo mirar al común de los plantones, y hay ausencias que pese a ser tales le dejan a uno clavar un poco más las uñas en torno a esa nada dulce y etérea que es la materia prima de las fantasías, los deseos y los sueños eróticos, entre otras muchas cosas.

Y hasta aquí puedo escribir, no por nada, simplemente porque siendo objetivo y razonable, que tampoco duele tanto, en realidad lo que estoy escribiendo es precisamente eso, nada. Pero nada que suelta la verborrea y que rellena un post, alegrémonos de ello. Yo me alegro. Me deja estar aquí torturando teclas, es divertido.

Y el domingo, en fin, los domingos son así, es lo que tienen, y es lo que decía por ahí respondiendo a otro blog mientras me preguntaba por qué hay cosas que uno las está pensando y las responde en otro lado y después de robarse a sí mismo la exclusiva viene a contarlo a su propio blog, este, que también es el tuyo porque para algo las palabras son los únicos seres del universo que basta ver para poseer, aunque en realidad nadie las posea nunca. Total, que luchando contra otro domingo más de todos estos que manda la vida para amargarme he decidido irme al cine a ver cualquier cosa, y falló mi plan porque iba con la hora pegada y camino del cine he visto un escaparate en el que había pequeños mundos en venta. Oh, qué monada, me he dicho, y me he parado dos segundos, pensando "fotofotofoto" y pensando "llegotardellegotarde" y he salido corriendo hacia el cine. Eso ocurría en Ópera. En Sol me he parado (con lo que pararse así de golpe implica en Madrid un domingo por la tarde; accidentes en cadena y turbulencias de paso de peatones que se propagan de forma exponencial. Soy un temerario), he vuelto a pensar dos segundos en el tema y he pensado que una peli es una peli y una foto es una foto y me he ido a hacer la foto. De propina he hecho otra, y luego, mientras me consolaba pensando que siempre podría ir a otro cine que tuviese sesiones más tarde, he retratado a tres reyes de estos inquietantes que alguien colocó delante del Palacio Real para infinita alegría de las palomas, que son todas republicanas. Pero luego ha llegado la película y ahí venía el guantazo en los morros que todo domingo me reserva; la película, según salía de verla, estaba incrustado en el tercer puesto de mi ranking de las peores películas que he visto en toda mi vida en el cine, por encima de películas sobre rosas y barcos chungos de Cuba, diga lo que diga mi agente que piensa que no puede haber peli peor que esa, y por encima también de Los Vengadores, y sólo por debajo de Superdetective en Hollywood III (ejem) y una película iraquí cuyo nombre por suerte ya no recuerdo.

Pero mientras recorría el típico laberinto que hay a la salida de cualquier sala de cine decente me he puesto a darle vueltas a la peli, y al protagonista de la misma, que era un perdedor solitario y abandonado al que le van pasando una serie de desdichas, que ni siquiera son especialmente dramáticas, y casi siempre producto de cierto orgullo estúpido o mejor de cierta orgullosa estupidez, y en fin, para que te hagas una idea cuando la película ha terminado la gente se ha puesto a aplaudir de coña, y eso a pesar del estómago cinematográfico que los espectadores de versiones originales terminamos por desarrollar.

¿Por dónde iba? Ah, sí. En fin, eso, salía yo del cine pensando que al fin y al cabo tampoco había tanto que me distinguiese a mí del protagonista de esa película. La soledad extrema, la incapacidad para relacionarse con los demás, esa aceptación de las desgracias con una indiferencia ansiosa, esa especie de don para ir cayendo sin poner remedio son cosas cuya semilla yo tengo incrustada bien dentro, y que sospecho que muchísima más gente, en mayor o menor medida, lleva también a cuestas, y entonces he empezado a pensar

a) que la peli tal vez no fuese tan horrible, y decididamente sí demasiado sutil y
b) que mi vida es una mierda.

A b) tampoco le doy mucha importancia porque siempre termino pensando eso los domingos y ya me conozco, pero ahí estaba yo, al borde de mi pequeño charco metafísico de siempre, caminando hacia el metro y comenzando a desenmarañar el nudo gordiano que siempre forman los cablecillos de los cascos del ipod, cuando ha mi lado ha pasado una mujer cantando, absolutamente alegre, absolutamente feliz.

Así que me ha hecho sonreír, y antes de saber lo que estaba haciendo he dicho "¡gracias!" Y ella, mirándome sorprendida, se ha callado y me ha preguntado "¿por qué?", y yo la he respondido "por cantar". Y cada uno nos hemos ido rumbo de vuelta a alguna parte, ella después de decirme que de nada y de seguir con su canción, y yo, por fin, sonriendo, pese a que sea o fuese o haya sido domingo.

27.1.07

Hoy es sábado, hoy es sábado



Detrás de esa doble afirmación tan obvia, tan innecesaria, se esconde el canto alegre e insoportable de cierta compañera de trabajo que me sienta a mi flanco de babor (léase izquierda por aquellos no versados en terminología naval) que cada día, durante la semana laboral, nos tortura con un cantar matutino que recuerda qué día es con un buen humor que, a esas horas de la mañana, despierta sobre todo instintos homicidas. Pero como la citada compañera a tenido a bien el intentar acercarme a Ópera esta mañana, dejándome en Cibeles, lo que al final ha sido un hecho muy afortunado, y como esa alegría suya matutina, por mucho que uno gruña, ruja y propine patadas a su silla al final termina siendo contagiosa, pues uno se siente en la obligación de escribir algo al respecto, aunque esa obligación tiene más de gratitud por la oportunidad que da cada mañana de fingir odios y maldades que de compromiso adquirido porque le intenten acercar a uno a Ópera, aunque se termine bajando en Cibeles.

Hoy hemos hecho los de la empresa la cena oficiosa de navidad. La navidad pasó hace tiempo, pero la verdad es que nos ha dado igual, y como decíamos hace un rato no deja de ser algo fabuloso el poder irte de cena y de borrachera con casi todos tus compañeros de trabajo y no ya pasártelo pipa, sino terminar volviendo a casa con gente del trabajo comprometida en invitarnos a todos a cenar y con la alegría que da salir por ahí de juerga con los amigos, solo que esta vez con quien uno ha salido es con la gente que trabaja. No suele pasarme que tanta gente de mi trabajo me caiga bien. No suelo dejarme convencer para participar en este tipo de historias. Debe gustarme mucho este trabajo y la gente que lo comparte para hacer cosas así.

A todo esto, estoy bastante borracho, todavía. Me he dado cuenta cuando me he bajado del taxi que, previa visita al barrio de cierta ex de recuerdo menos frustrante y más ambable de lo habitual, me ha dejado en casa, y en el que he dejado cerca de dos euros de propina. Al bajarme del taxi el conductor me ha dicho que gracias no por la propina, sino por la conversación, y yo, bautizado por el aire helado de esta mañana de sábado, me he dado cuenta de eso, de que estoy bastante borracho todavía.

Debe ser curiosa, la profesión de taxista. Uno puede ser silencioso o hablador, pero llega un momento que aunque sólo sea por combatir el aburrimiento el taxista lanza un comentario, una frase para romper el hielo, que suele ser algo sobre la ruta a seguir. Luego la conversación puede morir o puede crecer en alguna dirección, y los taxistas, como buenos relaciones públicas que son, tantean qué ideas tiene su pasajero para ver qué dicen o qué no, con qué están de acuerdo o con qué no. Es lógico. Te cobran por llevarte a casa, no por discutir. El caso es que a veces, si uno hurga y tiene paciencia y va lo suficientemente borracho, puede terminar deduciendo cosas del taxista, en función de cómo va cambiando la conversación, en función de cómo los tópicos terminan olvidados y el pasajero, yo esta noche, escucha al taxista enfervorizado, diciendo lo que piensa sobre algo.

Así que he terminado descubriendo, con mucha alegría, que mi taxista de hoy es ateo como nadie y anarquista como pocos. La patria y la religión han sido descuartizadas una vez que él empezó y se vio libre de opinar por mis comentatios relativamente afines. Las guerras, la política, Telemadrid, los cambios de sentidos y trazados de calles provocados por las obras, todo ha terminado siendo debatido en el intervalo que va de Cibeles hasta aquí, incluyendo paseo por una de las zonas turísticas de mi maltrecho coraoncito. Y uno termina bajándose del taxi lamentando el azar que hará imposible tanto el reencuentro como el recuerdo exacto de ese taxista concreto. Uno termina caminando los últimos metros hasta el portal pensando en taxistas, en compañeros de trabajo con los que vale la pena salir, en política, en inmigración, en escotes (la cabra tira al monte, es lo que tiene).

Y da cierta fe pensar que ahí fuera hay gente así, sintiendo unos principios, aplicándolos aunque en el día a día, en el volumen salarial que mueben las grandes empresas. Siempre hay esperana cuando uno constata que queda el menos UNA instuciñon inaudita.

En fin. Voy a domir de puta madre esta noche. No me esperes levantado.

26.1.07

Somos



Fuimos miembros de los Caballeros que dicen Ni, y ahora somos de los patanes que dicen Me Cago En Tu Puta Madre. Fuimos los rebeldes, los salvajes, los que llevaban camisetas del Che y hablaban por móviles pagados por sus padres. Somos los que nos cruzamos un país para recoger chapapote y esnifamos cocaína por pasar el rato. Somos los hijos de los que perdieron la Guerra Civil, y algunos de los que la ganaron, los muy hijos de puta. Somos los que ya no creen en dios, ni en los políticos, ni en la autoridad, pero corremos como locos a comprarnos lo que nos ordena la publicidad. Somos unos borrachos, unos gilipollas y unos tíos encantadores. Somos los que no somos para nada racistas, y hacemos quedadas para linchar panchitos. Somos los que predicamos el buen rollo, y nos jugamos la vida en la carretera por defender nuestro honor de conductores chungos. Somos los que nos ponemos siempre el cinturon de seguridad y conducimos siempre un cincuenta por ciento más rápido de la velocidad permitida. Somos los que caemos bien a la panadera y al pescadero y no dejamos que los viejos y las viejas nos quiten el sitio en el metro. Somos los ecologistas que dejan los parques convertidos en vertederos cada vez que hacemos botellón. Somos los que amamos ver documentales y no vamos nunca al campo. Somos los que adoramos leer, y por eso consultamos cada noche la programación en el teletexto. Somos los grandes aficionados a la música que compran en el top manta música precocinada diseñada por agentes de marketing. Somos los que ya no van a misa pero leen todos los días a primera hora el horóscopo. Somos los que nos llamamos optimistas pero cada día lo vemos todo peor. Somos todos demócratas, y nuestra opinión es la única que cuenta. Somos guapos y damos asco.

Yo a veces pienso que somos todos imbéciles. Pero luego pienso en gente que visita esta página y me digo ah, vaya, pues no.

Somos de los que siempre se nos ha dado muy bien buscar contraejemplos.

24.1.07

Ser yo


Lo mejor de ser yo, sinceramente, es pensar lo que pienso yo a veces. Estaba en la cafetería de la oficina, pensando, y me estaba divirtiendo como un enano, ¿cómo no me va a gustar ir sólo a la cafetería, si me hace tan libre para pensar, y pienso cosas tan entretenidas? Me ha dado por pensar en el cristianismo y su mitología, tan dada a los pensamientos divertidos. Pensaba yo que si el año en que nació Jesús fue nombrado luego como año uno, entonces ¡fue realmente un año corto, a efectos prácticos! A saber cómo contaban antes los años, supongo que "tantos años desde que tal pavo importante hizo tal cosa (nacer o palmarla, supongo). Pero claro, luego lo nombran así y zas, el año en que nace Jesús es el año uno, y no el cero, por complicar (y porque nadie consultó a los indios) (de la India) (bueno, a los otros tampoco), y pasan siete días y ya estamos en el año dos. Qué brevedad. Qué de meses desperdiciados. El uno de enero del año uno tan vacío, sin el tal Jesús ni siquiera gestado, el esperma celestial aún reposando en los testículos de Dios.

Y digo yo, ¿si dejó a la muchacha embarazada sin intervención física, por dejarla virgen, por qué no le dio el niño sin hacerla parir, a la pobre? Porque un parto es un parto y en esa época pre-epidural tenía que ser algo puñetero. Me imagino a la pobre María resoplando, con el asno a un lado y José al otro diciendo "inspirar, espirar, inspirar, espirar", y cagándose en el padre de su hijo por la bromita.

¿Y la conocía de algo? ¿Él la conocía? ¿Ella consintió? ¿O fue, a efectos prácticos, una violación milagrosa?

Luego he tomado consciencia de mí mismo cuando el tipo que se sentaba a mi lado me ha devuelto al mundo real. Me ha pedido el mechero, se lo he dado y le he dado las gracias, creo, así que me ha mirado algo raro. Y me he puesto a escuchar la música. La música, ese mundo lleno de más mundos. Si me pones algo que tenga alguna guitarra, batería y bajo (y luego lo que sea) sé decirte qué estilo es, qué subestilo, que sub-subestilo, qué influencias tiene, como qué suena y puedo pasarme así dos horas. Y ahí estaba yo escuchando algo que, francamente, no tengo ni idea de qué estilo musical es. Y no es que no lo haya oído nunca, no, ni que sea algo medianamente desconocido, tampoco. Simplemente me falta la culturilla por esa parte. Fíjate, podría ser hasta un vals. Si los vals pueden ser lentos de narices. Sólo se me ocurre llamarlo música de ascensor, pero ¿eso es un género musical bien definido?

Por lo demás, hoy ha quedado
dicho: Yo no mandé a mis naves a luchar contra la entropía.
leído: ¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?

¿Otra guerra? ¿¡Ya!?

No sé por qué pero siempre he asociado esta canción a un malo malísimo de una película cómica; así que que suene de fondo mientras planeo mis maldades y confabulo y emito risitas de esas de maniático anexionista. ¡Sea!

Por lo menos la primera mitad de la canción. Del resto no me hago responsable (he estado a punto de escribir responchable. A p o s t a )

El caso es que no cayó en saco roto una conversación que tuve con Fresquito tiempo ha sobre cambiar la página e integrar de alguna manera todo, bló, fotobló y respectivas madres. Así que estoy terminando de afinar primero el blog, con sus links ya más bien definitivos hasta que aparezca algo más enlazable que embutir ahí (mirad los fotoblogs que no son el mío, son la hostia), y el fotoblog, que ya tiene un tema negro negrísimo y te pone las clases de la foto directamente debajo de cada descripción, y estoy pensando en cambiar la página de acceso. Y entonces llega la duda, ¿qué se hace, se sigue manteniendo las dos cosas separadas (no del todo cuando termine con el banner del fotoblog que estoy haciendo o casi casi haciendo y en realidad aún pensando), o le hago caso a Fresh Man y lo pongo todo junto? Esto último sería deseable por un lado, por coherencia y tal, pero tiene el problema del bilingüismo; la mayoría de la gente que visita el fotoblog no tiene ni papa de español. Pero todo es cosa de mantenerlo al margen y hacerlo bien visible desde el blog (el primer experimento al respecto, el menos radical, en cuanto termine -es decir, empiece, haga y termine después de terminar de pensar- ese banner). Y de pronto he tenido La Revelación; no ya lo que voy a hacer o lo que podría hacer sino lo que me gustaría hacer. ¿Y sabes qué es? (perdón, sí, pregunta retórica, lo siento) Pues poner una simple imagen. Una imagen de un país verde, con sus bosques, sus montañas azuladas al fondo, cubiertas de nieve, sus prados, su cielo azul con nubes orondas (qué palabra más divertida) surcándolo como galeones cósmicos o ganado divino. Y en el país, un pueblecito, con una habitación con una cama deshecha (tal vez distinguible gracias a una lupa, en plan cómic de Asterix cuando mostraban la localización de la aldea gala), que sería el link al blog, y un observatorio, que sería el link al fotoblog.

Hasta ahí todo estupendo pero llega el problema; eso debería dibujarlo alguien que sepa, que tenga talento y con quien tenga la confianza que hace falta para conseguir una obra de arte sin soltar un duro, o sea Fresquito (cuántas veces está saliendo su nombre esta noche), de quien ya tengo un acuerdo tácito. Pero ¿y ya puestos, por qué no añadirle más cosas a ese mapa? Una escuela, para cuando el capullo de J decida seguir haciendo del mundo un lugar mejor gracias a sus inutilidades, y un cine, para que el capullo de Perro vea una peli tenga donde comunicarle al mundo lo que piensa al respecto, etcétera. Sería algo bonito. Sería para poner ahí unos cuantos links, me he dicho.

Es un sueño tan bonito que dan ganas de intentarlo aunque tenga que arrancarles la pereza (y las ganas de quedarse callado de alguno) a coces.

Así que nada. A invadir Ynis, por empezar por alguna parte. A formar una república de cretinos distraídos, sin estatutos, sin elecciones y sin nada, y a desvariar, cada uno por su lado, pero todos cerquita.

No sé por qué me dan de vez en cuando esos arrebatos, ¿falta de cariño o algo así? Ay, ¡que alguien me abrace!

23.1.07

Pedir perdón y prometer


No hay dolor como el que se causa a aquellos que queremos. No hay tristeza como la del miedo a que un día no estén ahí. Por lo primero, tengo que pedir perdón. Por lo segundo, he hecho una promesa. Pedir perdón no de palabra, sino de facto; la redención, la garantía, la prueba del arrepentimiento. Y prometer no de palabra, sino de facto; la presencia, la constancia, confirmar que la seguridad y el desquiciamiento que mi presencia produce sigue y seguirá hasta que muera.

De palabra no porque de palabra ya he hecho las dos cosas. Ahora es el turno de los hechos.

Y por esta noche y aunque no la merezca, ten un poco de fe en mí, ¿vale?

Un beso, una canción con piano y una flor.

22.1.07

La vida de todos los días



Pues ya está aquí la semana nueva, excusa perfecta para poner esta canción.



Hay algo en su principio de provisional, de desorden, de ir sobre la marcha, de improvisación, de ensayo, algo muy de lunes, algo muy de enero. Hay algo después en cómo todo va encajando, cómo empieza a crecer, cómo se organiza, muy de desear como algo profético. Y hay en su final, apresurado, dando paso a la siguiente canción que no vas a escuchar, algo de promesa, de futuro incierto.

Hay algo en sus notas de triste, de melancólico; muy de este invierno extraño y roto que parece que va a empezar ahora. Algo que se mezcla con ese viento que te despeina y te saca de quicio, con esas hojas que no terminan de caer, con ese frío que te atenaza el cuello cuando te sorprende por la mañana sin bufanda.

Dura apenas dos minutos y pico, incluyendo ese principio incierto, provisional, con cada músico a lo suyo, y aún así hay algo de todo y tanto de todo que la canción termina mereciéndose una entrada entera. Como esta.


Más cosas hoy:
Algo leído; "Eso te pasa porque tienes un amor escondido. El amor es muy malo para follar".
Algo raro; he ido a un restaurante chino por segunda vez en mi vida.
De beber; agua, café y un batido de chocolate, hmmm.
Algo visto; Entre risas, Máxima Alerta, con el inefable Steven Seagull. Digo Seagal.
El tiempo; ¡Ha llovido lo suficiente como para dejarme limpio el coche! Y yo que ya pensaba que aquí sólo llovía barro...

21.1.07

Pensamientos de domingo


No debería pensar los domingos.

Los domingos son malos, si ya lo sé.

¿Por qué pienso los domingos?

¿Por qué pienso todo el rato? Qué cansancio.

Debería haberme afeitado.

Debería empezar a plantearme algo respecto a la cena.

¿Cenar albóndigas? ¿Por qué no?

¿Freír patatas? Qué pereza vs qué ricas.

Apuesto por la pereza.

Pereza existencial. Parte de la naturaleza de los domingos. Por eso no se puede pensar en domingo.

Pero en este Fin de Semana de Requiebros a La Naturaleza de las Cosas he terminado encontrándole una utilidad a la pereza.

Algo fácil, algo sencillo, algo adictivo: Leer. Leer, empezar a leer uno de los libros que secuestré ayer noche. Leer, seguir leyendo el manual del photoshop.

Ya sé utilizar Las Curvas. Tiembla, mundo, tiembla.

Bendita fotografía. Bendito hobby. ¡Tengo un hobby!

Tener un hobby es bueno.

Escuchar música no es un hobby, de la misma forma en que respirar no lo es.

Es un vicio que me hace feliz.

Cosas que uno lee por ahí; "Photography is not about the thing photographed. It is about how that think looks photographed".

Y más cosas que uno lee en el mismo sitio; "If your goal seems blocked, continue shooting".

La filosofía de la fotografía. La filosofía derivada de la fotografía.

Aprender de un hobby. Continue shooting. Seguir apretando el disparador.

Confiar en el azar, en la insitencia, en el caos, en la constancia.

Por si se cruza algo, o por si se despeja el blanco.

Tal vez debería freír esas patatas.

Café. Tengo que quedar para tomar muchos cafés esta semana (dos son suficientes).

Tengo que afeitarme, eventualmente.

Tengo que mandar cartas, tengo que imprimir papeles, tengo que comprar sellos.

Tengo que, tengo que. Mala cosa para alguien convaleciente de apatía y aquejado de domingitis.

Tengo que recordarme que no estoy fatal.

¡Tengo que cambiar de disco!

¿¡Ya son las diez y veinte!?

Quiero albóndigas, eso está claro. Falta decidir hasta qué punto son imprescindibles las patatas.

Quiero albóndigas.

Calentaré las albóndigas. Y si luego me da por ahí, freiré patatas.

Suena como una buena opción. Ir paso a paso.

Rendirse a la pereza, la apatía, el vacío, haciendo como que uno no se da cuenta.

Tengo que pensar menos.

Tengo hambre.

Tengo ganas de que sea lunes.

Tendría que hacerme mirar eso, ja ja.

19.1.07

Licencia para ser breve


Hoy, foto de escapada y música de viernes,

Me la concedo a mí mismo (la licencia de la brevedad) porque ayer escribí dos cosas (aunque en rigor una puede contar como de antesdeayer, que lo escribí pasadas las doce pero sintiendome aún en miércoles) y la segunda me quedó larga.

Así que nada, sólo unas líneas para contar que este fin de semana me voy a los montes, a llenarme las manos de sangre y el buche de somarros y sopas de salmorejo; le llega el particular San Martín a cierto cerdo del que he oído hablar. Así que vendré pesando diez kilos más que ahora y con unas agujetas considerables en los brazos, de darle a la graciosa maquinita de picar la carne, y veré películas, y releeré libros (crisis grave: ¡Sólo me queda un libro virgen que leer! Necesario planificar y efectuar expedición a librería el lunes que viene, mismamente. Y si puede ser el domingo, mejor), y haré fotos, y pasaré fotos, y dormiré, y veré más películas, y me iré al campo, y saldré por las noches, y me buscaré compañía.

Sí, ya, muchas cosas quiero yo hacer. A ver lo que cunde la agenda y la cantidad de atención que reclaman las masacres, los descuartizamientos, los troceados y demás.

Ay, es que me siento algo perro. Así que nada, ya que con la última canción me he portado bien (tiene que haberte gustado, eh) pues como despedida una de un grupo que ¿cómo dije?, ah, sí, es como una mezcla entra banda de payasos y grupo de black metal puesto hasta las cejas de LSD. Incluye un piano muy chulo.

Es larga así que ya sabes, dale al pause un ratito para que vaya cargando y luego alégrate conmigo de que haya gente que esté tan mal de la cabeza y se dedique a hacer música.

18.1.07

1 = bares; 2 = cuervos; 3 = estados de euforia


[3] Suele pasar que cuando se va la apatía (la canción larga es para celebrarlo) de pronto había un montón de cosas detrás esperando a que uno las pensase o las hiciese o las dedicase su tiempo, lo cuál está muy bien pero hace que por ejemplo uno llegue a casa y descubra que tiene un baño, una cocina y una cordillera de platos que me río yo de los sietemiles por fregar. Así que ante la alternativa de ir racionando temas para los días en los que no encuentre de qué hablar (y en los que probablemente no me apetecerá hablar de ello) me decanto por mezclarlos todos. Así que ala, basta de introducciones que no interesan a nadie.

[1] Estaba esta mañana en la cafetería de la oficina yo solo porque hoy mis compañeros, que otros días me avisan cuando bajan, no lo han hecho. No me ha importado, porque entre la charla ligera (añadiría "y vacua", pero suena tan pedante) y vacua (se siente. Es que es una palabra mu bonita, coño) que solemos tener, y que me gusta estar solo y poder mirar bien a gusto a mi alrededor y pensar en lo que a mí me de la gana y no en lo que toque responder a los temas de conversación que saquen mis compis... pues eso, que estoy muy a gusto solo.

[2] ¿Puedes creerte que llevo MESES intentando hablar sobre cuervos? El cuervo es, sin duda, un animal maltratado. Cría cuervos, ya sabes lo que dicen. Icono de la traición, símbolo de la muerte, de la tragedia y del drama. ¿Pero qué sabemos en realidad del pobre bicho?

[3] Otra cosa que alegra sobremanera es grabarle un disco a alguien (nota mental; grabarle un disco a Pip, que anoche ya sabía yo que se me olvidaba algo) y que luego te llegue y te diga que le ha encantado. Ay, ¡es que me pasa tan poco últimamente! Yo lo entiendo, yo lo entiendo; cada uno tiene su tolerancia, sus gustos, sus necesidades. Y con lo lejos que se ha ido el mío, ya suele resultar difícil acertar y que coincida con otro. Bueno, qué leches, no lo es, pero siempre gusta que te lo agradezcan, porque al final lo que uno escucha, si le gusta mucho, termina siendo parte de uno mismo, y es casi como si te llaman guapo al niño y te dicen que ha salido a la madre (supongo; es un figurar, yo niños cero).

[1] Siempre que estoy así en un bar o en una cafetería me siento cómodo, me siento en paz, y pienso que qué tendrán los bares que me hacen sentir así. Las botellas brillando en diversos colores, el clásico espejo, la decoración de madera o de lo que toque, las idas y venidas del humo de los cigarros, el trajín de gente que va y viene a por y tras su café con leche.

[3] Y más cosas; ir a los chinos de aquí al lado y que te atienda la simpática dependienta embarazada, que te cobra mientras le grita algo al simpático dependiente teñido de rubio. ¿Serán así de simpáticos siempre, o será parte de su concepto de la hostelería?

[2] El caso es que la mayoría de la gente (sospecho, con el peligro de caer en el desconocimiento, porque para qué nos vamos a engañar, no he hecho ninguna estadística fiable a gran escala sobre cuervos) tiene a los cuervos por unos bichos que dan mal fario y que a la que nos descuidemos nos van a venir a picotear los ojos. A su alrededor hay muchas cosas peyorativas, desde su pobre color, que nosotros asociamos al luto, hasta su graznar. Graznar, ¿cuándo has escuchado esa palabra en un contexto positivo? Otros pájaros cantan, los cuervos graznan. Eso dice mucho de cómo les vemos.

[3] O que te vendan la bolsa de patatas fritas, volver a la oficina y montarte, por una vez en dos semanas, solo en el ascensor, y darte el gustazo de abrir la bolsa e ir comiendo mientras vas subiendo y viendo crecer el numerito, piso 1, piso 2, piso 3, piso 4, piso 5, piso 6, piso 7, piso 8, piso 9, piso 10 y piso 11 y vámonos.

[1] Y siempre es un plus que tienda a llevarme bien con los camareros. Antes, que frecuentaba más camareras que ahora, pensaba que era una cuestión de género y afinidad sexual (mía con ellas, que no al revés). Pero ahora, que han pasado años desde que mis camareras favoritas desaparecieron para convertirse en pitonisas o cocineras, resulta que me llevo bien también con los camareros, con quienes no me une ninguna afinidad sexual (caerá alguna coña sobre esto, porque a veces tú también eres muy previsible, pero bueno), y así termina uno, y dando gracias de que no nos vayamos más de juerga con camareros y ex-camareros, porque el mundo de la noche post-noche, la noche de los bares que están ahí para cuando los trabajadores de los bares se van de bares, es extenuante y algo dantesco.

[2] Los cuervos, en contra de la mitología popular y el miedo extendido, no van por ahí picoteando los ojos de la gente; resulta que los cuervos saben distinguir entre qué está vivo y qué no, y sólo comen de lo segundo. En lo que sí acierta el folklore es en considerarles extremadamente inteligentes (ya Esopo los pintaba así en sus fábulas); no sólo son capaces de resolver los problemillas que los biólogos les ponen para ver si son listos rápido y bien, sino que se especula sobre que tienen un lenguaje propio de carácter aprendido a base de diferentes tipos de graznidos y de repeticiones de los mismos. Y si eso ya puede parecer chocante, más lo es que fabrican y utilizan herramientas para ayudarse a encontrar comida, leo por ahí sobre unos cuervos que han aprendido a utilizar trozos de pan como cebo para pescar, o a colocar nueces en las carreteras para que el tráfico las abra por ellos... en fin, si una imagen es mejor que mil palabras un video debe valer por unas cuantas más, así que haz click aquí.

[1] La verdad es que está bien, porque en este país no tenemos mucha costumbre (al menos la gente que me rodea no al tiene, pero de todo habrá en la viña del señor) de coger e irnos solos a un bar si no hay plan. Y yo últimamente no tengo mucho problema en salir una tarde por ahí, ir a ver si veo algún libro que comprar, tomarme un café (oh, en un bar), ir al cine y luego tomarme algo por ahí (claro, en otro bar). Es una costumbre que cogí hace siglos, cuando mis amistades estaban abducidas por simpáticos novios que un día se harían divertidos tatuajes o estudiando a unos cuantos cientos de kilómetros o con alguna otra excusa como que aún no me conocían, y que mantengo desde entonces, porque está bien mantener una cierta autonomía. Me gusta estar con cierta gente, y me gusta mucho, pero siento que es bueno poder estar a gusto uno sólo... y las cosas que te pasan estando solo siempre es más difícil que te pasen yendo con gente. Y cuando luego sales con gente siempre te queda esa satisfacción interior de ser consciente de que sales con ellos porque quieres salir con ellos, no porque no seas capaz de buscarte un plan alternativo tú solito.

[3] Eso de los bares, supongo que se nota, también me hace feliz. Y curiosear cosas sobre bichos como por ejemplo los cuervos. Y mezclar temas, y entretenerme pensando que al fin y al cabo normalmente pensamos así, varias cosas a la vez o dejando que las ideas vayan y vuelvan de un tema al otro, y que cuando uno escribe intenta mantener una línea de pensamiento (por eso escribir ayuda a pensar, por eso muchas veces para pensar algo vengo a escribirlo aquí. Y de paso me ahorro el tener que contártelo después). Es entretenido pensar mucho las cosas, ¿verdad?

[2] ¡Y encima viven formando sociedades complejas que incluyen a cientos de individuos con categorías y ocupaciones bien diferenciadas! Sus depredadores naturales son los halcones por el día y los buhos de noche, grandes razones para ser negro y complicarle la tarea a quien pretende convertirte en su almuerzo (de noche por razones obvias, y de día para buscar refugio en las sombras de la maleza). Por lo visto odian a los buhos más que a cualquier otra cosa, y cuando encuentran uno de día lo atacan con toda la saña de la que son capaces; con bastante más fiereza de la que muestran con otros depredadores. Cuando encuentran un halcón lo "escoltan" fuera de su territorio volando en bandada alrededor suyo y jugando, por turnos, a acercarse y tocarlo con las alas (forma de demostrar valor compartida con los indios americanos).

¡Por fin!


¡Vade retro, apatía! Una de las consecuencias más horribles de la apatía es que no hay quien haga fotos decentes mientras se sufre. Así que estos días los he pasado hurgando entre las fotos viejas, tirando del fondo de armario, como quien dice. Y eso no puede ser porque se corre el riesgo de quedarse sin ropa limpia y habría que suspender esa deliciosa costumbre de subir una foto al día. Y los juegos sólo son divertidos mientras se siguen sus reglas, sobre todo si son reglas autoimpuestas, porque si no siempre queda el regusto de la trampa.

Así que hoy al volver al trabajo después de comer me he plantado en mitad de la calle, he mirado a mi alrededor, he intentado no pensar en nada y me he dicho "apunta, dispara". Y zas, y otra vez zas, porque no tenía muy claro si sacar enfocado ciertas ramas o cierto edificio. Eso ya ha servido para hacer la tarde algo más soportable. Pero ha sido ahora, al meter las fotos en el ordenador y ponerme a trastear con ellas, cuando se me ha ocurrido esto, ¿para qué enfocar una cosa o la otra cuando puedo sacar las dos cosas? Tengo pocas fotos compuestas, y las que tengo, por lo que recuerdo, eran composiciones de una misma foto, con alguna zona ampliada o desplazada o rotada o reflejada, así que esta es mi primera foto de este estilo; como quien dice estamos de inauguración. De parto. Y el bebé ha salido grandecito, 58MB de archivo, la foto más grande que he procesado hasta ahora, 3800 x 2280 pixels. ¿Se nota que estoy contento?

En fin, a ver cómo la veo mañana, después de dormir un rato (porque claro, ya con la rutina de dormir cinco horitas por noche, y con la adrenalina dando desfiles triunfales por mis venas, habrá que celebrar esto viendo un capítulo de Samurai Champloo y poniéndome una copita). Por lo pronto, como parte de la celebración, una canción alegre del grupo este que (junto a The Killers y uneXpect) me tiene loco estos días.

16.1.07

Enemigo de Dios 2



Creo que ya he contado alguna vez que yo estoy acostumbrado a vivir dudando; me valen cuatro certezas para ir tirando. Por eso no suelo preguntar muchas cosas a mucha gente, lo que supongo que hace que la gente me tome por alguien a quien las vidas de los demás importan un pimiento, y no es así, es sólo que al fin y al cabo nunca puedo evitar preguntarme ¿quién soy yo y qué derecho tengo para preguntar nada?

Y por eso preguntar me cuesta horrores, y por eso ciertas cosas sólo puedo preguntárselas o a quien me importa un carajo o a quien tengo tan cerca y con quien me siento tan a salvo como para que esa duda eterna con la que siempre encaro las cosas se caiga convertida en cenizas y sepa que sí, que tengo derecho a preguntar y, muchas veces, que preguntar va a ayudar a la persona preguntada. O al menos eso pienso a veces, nunca se sabe.

El caso es que con ese panorama yo salí de fábrica con el perfil del agnóstico ejemplar; ¿cómo voy a pronunciarme sobre si creo que existe o que no existe Dios, si no me pronuncio sobre muchas otras cosas mucho más simples y mundanas? Así que yo tuve el contacto con la religión típico de nuestra generación; te cuentan de qué va la historia, te hablan de la fé, de ese ser superior que nos quiere y que nos vigila y cuida de nosotros aunque de forma tan sutil y maquiavélica que a veces es difícil darse cuenta de que está ahí. Cuando era pequeño, un tío mío me regaló una biblia infantil. Yo entonces ya leía todo lo que se me pasaba cerca, y tenía entendido que la Biblia era un libro importantísimo, pero aquella versión para niños me dejó bastante frío. Tal vez fuese que, acostumbrado como estaba a leer como un poseso, me tomé aquello no como una crónica histórica, sino como una historia más, que desde luego no figuró entre mis favoritas de por aquel entonces.

Crecí, pensé en todo aquello y cumpliendo con el destino me hice agnóstico, que era lo razonable, pero por lo visto iba algo pasado de frenada y cuando me quise dar cuenta era ateo por intuición. No entiendo muy bien por qué en un primer momento me declaré ateo; probablemente porque nunca me sonó muy coherente el discurso religioso del catolicismo que esta socidad tiene enquistado en los huesos y porque ya que tanta gente se declaraba convencida de algo tan poco claro alguien tendría que saltar al otro bando para equilibrar un poco el asunto (ah, la justicia poética, si el infierno existiese que gran herramienta demográfica sería). Por la misma razón por la que en su día flirtee con el comunismo, aunque aquello fue básicamente por darle en los morros cada vez que discutíamos a un amigo que tuve en el instituto que era muy pro-yanqui (lo que es la vida, ¿qué será de él ahora? ¿Votará al PP?). A mí es que me gustaba mucho discutir y se me daba bastante bien, así que siempre tendía a simpatizar con las opiniones contrarias a las que veía por ahí, qué tiempos. Ahora, como cara a cara sólo discuto con gente que es más lista que yo (Vero, Elena e Irene, básicamente) me va bastante peor, pero bueno.

El caso es que de todas formas yo discutía argumentos y escuchaba argumentos, y nunca me convencieron de todo aquello de la fé y de esa presencia divina que se podía notar vigilante y protectora. Sólo hubo un momento en el que por unos instantes deliciosos me sentí unido a Dios, y fue cuando siendo un chaval tuve mi primer orgasmo... en circunstancias nada bien vistas por la Iglesia, y cuando comprendí qué era aquello se desvaneció esa impresión sorprendente y me quedé con lo que había, que ya de por sí era mucho.

Luego vino la curiosidad, el intentar entender el mundo, el leer y aprender de él como podía; con libros de física, con las matemáticas. Aprendía qué es lo que sabemos del mundo, y lo contrastaba con la imagen que nos venden de Dios, con esa respuesta que a cada golpe que se lleva de cualquier teoría se retuerce, se retira ad hoc hacia las sombras. No puedes tener un dios omnipresente ni omnipotente si tienes en cuenta la Teoría de la Relatividad. No puedes tener un dios omnisciente si tienes en cuenta el Principio de Incertidumbre. No puedes tener un Creador que hiciese nada si el tiempo comenzó en el Big Bang. No puedes tener ninguna vida eterna una vez comprendes que no hay lugar para ella, y que asumir vidas eternas es una solemne insensatez. No puedes tener un dios tal y como está montado el espaciotiempo, y fuera de él no existe nada.

Y lo mejor, lo más maravilloso, es que no se necesita ningún Dios para que el mundo sea como es y para estar en paz en él, y que la existencia de uno le privaría de la gracia y la belleza que tiene, que es la gracia y la belleza del azar, de las leyes que lo gobiernan y que hacen imposible cualquier premisa, cualquier dogma que alguna vez se haya formulado sobre Dios.

Al final, a Dios, sólo le queda una alternativa posible; prescindir, una vez más, de las capacidades que se le suponían. Primero fue el antropomorfismo, la barba, la mala leche. Luego, lo de ir haciendo milagros por ahí. Luego el hablarle a la gente. Luego sus reinos. Y así, pieza a pieza, hemos ido desmontando todo lo que en su día se pensó que era Dios, para transformarlo en ese despojo huidizo que se refugia detrás de lo impreciso, y para el que el único rincón posible terminará siendo el que la genialidad de Gödel le deje en el último rincón de la gente que a pesar de todo necesite creer en algo. Y al final incluso yo, que soy la duda hecha carne, tengo que ver qué insinúa todo aquello, y puedo entonces contemplar la belleza del cielo nocturno, del brillo de tus ojos, de las nubes y de la música sabiendo que nada de eso es un decorado puesto por nadie para jugar su partida y matar su divino aburrimiento, sino algo de lo que yo formo parte, que es consistente por sí mismo, que es hermoso, y que gracias a nuestros ojos, a falta de los de nada superior, se convierte en la obra de arte sin autor que todo apunta que es.

15.1.07

La P.A.d.l.C.


Pues ya está aquí, ya ha vuelto la Puta Apatía de los Cojones, vieja conocida que de vez en cuando se va de vacaciones por el mundo (y manda postales que yo no leo, deshago trocitos que son altas potencias de dos y tiro puntualmente a la basura) pero que siempre vuelve con sus maletas llenas de esta nada espesa y agobiante que me vuelca por encima.

En estos momentos yo noto a los sistemas de alerta de esto que soy yo, el cocktel cuerpo/mente, que me dan la lista de tareas para garantizar la supervivencia. Es una lista corta; dice "duerme, habla poco, piensa menos, y pierde el tiempo". El problema es que dormir es un coñazo, aunque lo hago e intento hacerlo más aún por lo que tiene de terapéutico, al menos cuando uno no sueña las gilipolleces que puedo llegar a soñar yo, imagino (uno no sabe si llamar pesadilla a un sueño que era una especie de road movie en la que viajaba por misteriosas carreteras de montaña en lo alto de bloques de viviendas de tres pisos, sobre una cama en la azotea. Por mucho que el sueño incluya cienpiés, escorpiones y bichos horribles y virulentos, y a pesar de incluir ciudades míticas e imposibles avistadas tras las vueltas de la carretera nevada), y que no pensar es siempre complicado, sobre todo cuando toca perder el tiempo, porque perder el tiempo es, lógicamente, una pérdida de tiempo y es un coñazo y aburrirse, ya sabes lo que es el aburrimiento, esa muerte consciente, muerte en vida, planeta de zombies sin rubias despampanantes a las que mordisquear el cerebro.

Otro trauma causado por el cine. El cine, esa gran máquina de la frustración. Que la vida no es como las películas ya se sabe, pero al final termina pasando factura ver tanta historia de final feliz, tanta historia de capullos perdedores con los que uno se identifica que al final terminan provocándole orgasmos múltiples a la protagonista de sus sueños. ¿Cómo diablos puede a alguien gustarle Forrest Gump, ese grandísimo imbécil al que todo le sale bien? Vale, no todo le sale bien ¡pero se folla a la rubia!, y le va muchísimo mejor que, yo que sé, al teniente Dan, por ejemplo (espectacular Gary Sinise), personaje mucho menos gilipollas y con el que la vida se emplea con mucho más realismo. Discutiendo una vez sobre esta película me decían un par de amigas que el bueno de Forrest se lo merecía porque era, eso, bueno. Y yo las decía que yo también soy bueno, más o menos, y que no me pasan esas cosas, joder.

El maldito cine, que ningunea a la vida, y te la vuelve insignificante. La luna, por ejemplo, es una cutrez blanquecina plantada en el cielo, una vez que uno ha visto esas lunas grandes y gordas como quesos interestelares que inundan las películas.

Pero tampoco es cosa de echarle la culpa al cine por plantarle a uno mundos mejores delante de la cara. Siempre queda el consuelo de que son mundos de mentira, y películas de perdedores sin final feliz para que uno no salga del cine con la impresión de que le han tomado el pelo (y ahí está, como prueba resplandeciente, Little Miss Sunshine, película que me ha costado horrores ver por mis tontos prejuicios hacia un título tan, em, terrorífico). Y siempre está el mundo real, la vida, preparada para encajar las culpas y vengarse con otra andanada de nada, de andanadas de sucesos grises y fríos y de encuentros y desencuentros y soledades enlatadas y cenas en las que uno suspira por estar presente en cualquier otro lugar.

No debería dejar que me afecte tanto la opinión de la gente. Qué coño, normalmente la opinión de la gente me importa un pito, pero hay veces en las que levanto la cabeza de mi tontería habitual, tan entretenida ella, y me pongo a pensar ¿por qué hay gente que me odia tanto? ¿Por qué alguien del foro del pueblo sueña con partirme la cara, y por qué dos personas que se supone que eran mis amigos se comportan como si no existiese (puro Bruce Willis en El Sexto Sentido; una película a la que no hay nada que objetar, mira). ¿Qué cosas hago, sin darme ni cuenta (a distraído, empanado y habitante a tiempo completo de realidades alternativas no me gana nadie), que tanto le joden a la gente? ¿Qué daño irreparable he hecho?

Es lo malo de estos juicios sumarísimos unilaterales, no ya que uno se tenga que fumar la sentencia de todas todas, no ya que no haya posibilidad de defensa, sino que uno ni siquiera tiene la oportunidad de escuchar el fiscal para enterarse, por fin, de cuáles son los cargos.

Tampoco valen los alegatos. Los correos no suenan lo bastante arrepentidos (pero claro, ¿de qué? ¿Cómo puede uno arrepentirse de algo que no sabe ni lo que es?), las distancias se consolidan, aumentan, ríete tú de las fallas oceánicas y de la deriva continental, y al final lo único que queda es esta puta sensación amarga de que debo ser un miserable y ni siquiera soy consciente de ello (lo que elimina cualquier posibilidad de intentar corregir la tendencia; uno no puede corregir los fallos que desconoce), lo cuál me define como un tipo bastante estúpido.

Me pongo tan fatalista y tan sincero con mi apatía, o su causa, para poder pedirte algo y apelar a la lástima para que me digas que sí; Si algún día te hago algo horrible, algún desplante, algún desprecio, por favor, dímelo, porque yo soy tan bobo que igual no me estoy dando ni cuenta. Porque hay amistades que uno puede permitirse perder, al precio barato de unas cuantas noches de apatía y de dar vueltas en la cama pensando qué pecados puedo estar pagando, pero hay amistades sin las que no se puede vivir.

Empieza bien la semana. Al menos ganó el Madrid, quién lo iba a decir.

12.1.07

La primera vez

Dicen que siempre hay una primera vez y mi lado matemático clama cada vez que lo escucha "¡MENTIRA, MENTIRA! ¡A VER DÓNDE ESTÁ LA PRIMERA VEZ EN LA QUE PUEDO ACOSTARME CON NAOMI WATTS!", y yo, tonto de mí, iba a titular así este post, pero mi lado matemático, que es muy consecuente, se ha puesto a gritarme precisamente eso, "¡MENTIRA, MENTIRA!" etcétera etcétera. Así que entre llamar a esto con un inocuo y riguroso "a veces hay una primera vez" o así, me he quedado con la simplificación.

Pues sí, a veces hay una primera vez para ciertas cosas, y yo me he presentado a mi primer concurso fotográfico. Es pequeño. Es humilde. Son cuatro fotos malísimas. Y el jurado serán una panda de jubilados con obsesión por votar a las fotos de gente que reconozcan como genéticamente familiar o a niños pequeños haciendo el ganso (el tema del concurso, "la navidad", no me ayudaba en nada, a mí que soy tan, hmmm, poco amante de tradiciones y festejos socialmente establecidos, fiestas del pueblo aparte), o eso me diré cuando pierda. Pero me he presentado, y es la primera vez que mando mis fotos a alguna parte, y eso me hace sentirme especialmente contento esta noche, y coño, algo así habrá que contarlo en el blog, porque como eres así de solidaria, o solidario si eres Juan o alguien que comparta su género, pues seguro que te contagio la sonrisa.

Hay más motivos por los que estoy contento. El Sam's Town de The Killers, Devin Townsend, la hamistad y el hamor, y también los cruces de correos de este tipo con Elena que hacen que durante un pequeño instante me sienta inteligente. Y probablemente ininteligible, dirás, y lo sé y lo siento pero yo es que tengo que copiarlos.

Correo número 1 (extracto, más bien):

Sea C el conjunto formado por todos los elementos de partes de N (lamento no tener un editor de ecuaciones, creeme) cuyo cardinal es finito,
¿C es numerable?


Correo número 2 (fragmento, en realidad):

Te cuento lo que he ido pensando.

La idea en principio era pasar de subconjuntos a cosas más fáciles de contar, al principio pensé en racionales pero luego me di cuenta que era una gilipollez no tirar directamente de naturales.

Demostración Artificiosa:

Se trata de escribir cada uno de los subconjuntos (de los montones de numeritos, vamos) de la siguiente forma: Pasas cada número a binario, para usar sólo unos y ceros, y luego los escribes en fila de menor a mayor, separando los números entre sí con doses. O sea, el subconjunto {1, 5, 6} iría al número 121012110. Como todos los subconjuntos son distintos, no se repite ninguno de esos números. Como todos los subconjuntos tienen cardenal finito, ese número siempre es un natural que no sale infinitamente largo. Entonces, como esos números que te salen forman un subconjunto de N, entonces se puede hacer una biyección de C a un subconjunto de N luego C es numerable.


¡¡¡Amo las matemáticas!!! ¡¡¡Y hacer fotos!!!

Ay, qué buena noche esta.

10.1.07

Enemigo de Dios


No es la primera vez que se repite la escena: A la entrada de una boca de metro, alguien predica a gritos las bondades de Jesús y la maldad de nuestro mundo, habitualmente dejando claro que la señal definitiva de la misma es que nadie le haga caso. Locos que con su fe y aprovechando el rato libre se esfuerzan en ayudar al mundo a voces, pregonando esa verdad suya. Esta última vez alguien clamaba que la única vía a la vida eterna era a través de Jesús. Bajando las escaleras del metro yo le decía a Vero que valiente tontería aquella de la vida eterna, y si alguno de esos fanáticos religiosos se habría parado alguna vez a imaginar lo que podría significar vivir eternamente, o lo que al fin es lo mismo, si alguien leyó lo que Borges escribió en El Inmortal.

La vida eterna, Dios, la fe, el creer. Según un estudio de la Enciclopedia Británica de hace once años, el 3'8% de la población del mundial (el 18'1% de los Europeos) estamos al margen de todo ese negocio o de cualquier otro afín; somos ateos. Los ateos somos el enemigo público número uno de cualquier religión, porque la negamos, porque no estamos de acuerdo: Cualquier culto que se precie prefiere tenerle a uno en la competencia (haciéndole reverencias a La Meca en vez de persignándose, por ejemplo) que fuera del juego, por tres razones; la primera, que siempre es más fácil cambiar una fe de dirección que crearla, la segunda porque siempre está bien poder tener una competencia a la hora de compararse o declarar cruzadas o yihads, y la tercera y definitiva porque quienes no creen tienen la incómoda costumbre de no aceptar los dogmas porque sí y cuestionar cosas y hacer preguntas que pueden ser incómodas.

Las religiones, al menos las que yo conozco (que según ese link son las mayoritarias en este mundo nuestro y dejando un poco al margen Asia) y hasta donde yo las conozco, nacieron como consecuencia de la curiosidad humana, de la necesidad de tener certezas y seguridades, y del miedo a lo desconocido. Por lo primero se atribuyeron causas divinas a todos los fenómenos que no se conocían, causas que según la ciencia va colocando en el reino de lo ya entendido van quedando fuera del ámbito de los dioses, y van acotando el margen de estos (y por eso no era lo mismo el Dios del Antiguo Testamento o de la Edad Media, ese ser furibundo, vengativo, todopoderoso y demás que este que tenemos ahora, un tímido voyeur supuestamente bonachón que escucha y vigila sin hacer absolutamente nada más que intentar pasar desapercibido. Y por eso el pecado de Adán, digno de expulsarle del cielo, fue querer saber, comer la fruta del árbol del conocimiento). Por lo segundo, las religiones montaron sus aparatos propagandístico, y por lo tercero enfocaron esas campañas hacia el consuelo y el autoengaño: No temáis a la muerte, que luego ya Dios nos tratará bien si somos buenos, no creáis a los que os hablen de otros dioses, y nunca, nunca, NUNCA renunciéis a vuestra fe, pues un dios sin fe de fieles en sus arcas es un dios muerto.

Pero pasa el tiempo y la humanidad aprende verdades. Comenzamos a investigar, a comprender, a saber, y como decía antes entre paréntesis esto va expulsando a la religión de nuestras vidas. Ya no se organizan tributos a los dioses para que llueva o para que salga el sol; miramos el pronóstico del tiempo. Ya no se les reza para que la cosecha salga bien; abonamos los campos, plantamos semillas transgénicas... y miramos el pronóstico del tiempo.

Por eso el Islam nos proclama como el enemigo a batir; más que los cristianos, más que los judíos, lo que más odia el Islam es el ateísmo, y los ateos de los países islámicos tienen que esconder su condición. Respecto al cristianismo, aunque en Europa se nos tolera no tenemos tanta suerte en otros países. En los mismísimos Estados Unidos, fundados entre otros por el genial Benjamin Franklin, ateo él, el primer George Bush declaró que no veía las razones por las que un ateo podría ser considerado un ciuadano de pleno derecho ni un patriota, pues aquella es una nación "de Dios", y las constituciones de unos cuantos estados (Texas, las dos Carolinas y Tennessee) prohiben explícitamente que alguien sea funcionario si no admite la existencia de un ser superior (Naomi Watts y Scarlett Johansson no cuentan). En nuestro propio país mis padres se veían obligados a ir a la iglesia los domingos. Ser un ateo era ser un inmoral, un subversivo y alguien no recomendable: Iría de cabeza al infierno, y arrastraría con él a quienes se le acercasen, a quienes se manchasen con su pecado.

Vivimos, los ateos occidentales (a excepción de los de Estados Unidos, perdidos en su Nation under God, lema que por cierto adoptaron en los años cincuenta, en plena guerra fría, donde los soviéticos eran "los ateos comunistas"), tiempos afortunados. Podemos decir que somos ateos, abiertamente, y la única reacción es que la gente no discuta mucho de religión por si las moscas, porque se tiene la costumbre de creer y cambiar el paradigma puede ser un shock. Pero los tiempos cambian, y nada nos asegura que las cosas vayan a seguir así dentro de cien años, o de cincuenta, o de cinco. Por eso siempre que digo que no creo en ningún dios ni poder supremo ni historia parecida, siento por dentro dos sentimientos muy fuertes; el primero, el orgullo de la reivindicación en honor de aquellos que tuvieron que callar sus dudas o sus certezas y no pudieron hacerlo por miedo a la hoguera, al ostracismo o al desprecio. Y el segundo, el aviso para los que vengan después, para que quede constancia, por si algún día no se puede decir, que uno puede ser ateo y no ser un inmoral ni un desgraciado. Por si vuelven los tiempos oscuros, y por un casual estas letras siguen colgando de algún servidor perdido. Nunca se sabe, pero la posibilidad existe, y vale la pena dejar la marca en esta pared digital, por si las moscas. Por si las hordas del enemigo inexistente cobran fuerza y nos vencen y nos condenan, otra vez, a escondernos.


(no tenían el Hymn 43, lástima, pero vaya esta canción del mismo disco. Y para los amantes del conocimiento aleatorio, mientras Jethro Tull estaba grabando este disco en el estudio grande de Island Records, en Londres, en el estuio pequeño Led Zeppelin trabajaba en su cuarto disco, sí, el de Starway to Heaven, Rock and Roll y compañía)

8.1.07

Gente insatisfecha y ojos tristes

Estaba yo pasando el rato, mientras el ordenador dedicado hoy a ganar mi sueldo hace cuentas y más cuentas, y he terminado urgando entre las estadísticas de esta página nuestra y como es costumbre al final me he puesto a ver qué pone la gente en los buscadores cuando aterrizan a esta página, cosa que es siempre muy frustrante. Y lo es porque uno se siente un inútil. Alguien vino buscando el himno del Nottingham Forest, y mi único consuelo es que por lo menos pudo ver el video de Le Tissier, si le dio por ahí. Y alguien vino después de escribir "ISDEFE mierda". Sólo tengo una entrada en la que se menciona a ISDEFE, y muy de pasada, aquella que fue cortar y pegar el contenido de una ventanita de messenger en la cuál un compi y yo dialogábamos sobre los problemas que teníamos yo, otra compañera y alguien de esa empresa con sus datos y lo que les estábamos haciendo, pero da que pensar que alguien escribiese eso. ¿Algún trabajador insatisfecho? ¿Alguien que les odia por algún motivo? Qué misterioso es el mundo. En fin, no seré yo quien critique a una empresa que nos puede hacer ganar un dinero, por mucho que mi antibelicismo beligerante sea como es y todo aquello, por no morder la mano que da de comer al propietario de la mano que me da de comer a mí y todo eso, porque la gente que conocimos allí eran tipos simpáticos y sobre todo porque hablar de trabajo siempre puede ser contraproducente cuando lo que uno escribe lo leen en el trabajo (es lo malo de ser público, que te tienes que callar y no puedes rajar de lo asquerosa que es tu compañera de la izquierda en la oficina, por ejemplo. Y mi trabajo me cuesta, santa paciencia), pero sin duda habrá por ahí gente más que tenga la lengua más larga, motivos de queja y un rato para escribir sobre ello, o tal vez no, porque este blog sale el segundo si pones esas dos palabras en Google (y sin embargo no aparece si se escribe "tipo entrañable", "personaje encantador" y cosas así, qué injusto). Total, que alguien ha venido buscando caña contra esa empresa y se ha llevado sólo la crónica de una noche de mucho aporreo de teclados primero con los dedos y luego ya cuando nos sangraban con las cabezas humeantes.

Pero quien más me ha llamado la atención y quien me ha llegado al alma es quien ha venido buscando remedio para los ojos deshidratados. Yo, con mi sobredosis de Greg House (con Padre de Familia es prácticamente lo único que veo en la tele por voluntad propia, y sí, veo la televisión por voluntad ajena, pero paso de hablar del tema), no sé si era alguien buscando un remedio para un problema médico, en cuyo caso espero que quien quiera que se acercase con esa consulta fuese a alguien que sepa del tema, a algún compañero de oficio de nuestro dicharachero doctor favorito, pero no puedo sacarme de la garganta ese sabor áspero que deja el pensar cosas como que tal vez alguien vino harto de llorar y se fue no ya sin un remedio, cosa complicada, sino sin un mísero consejo o una palabra de ánimo o un abrazo figurado.

Aunque sea tarde, aunque no sirva de nada y aunque no haya podido hacer nada al respecto, lo siento, de verdad.

7.1.07

Vuelta a la Tierra


Tienen estos fines de semana algo de chute de LSD o de expedición al espacio profundo: Los domingos se convierten en operaciones retorno de naturaleza absolutamente astronáutica; no vale sólo con regresar, hay que recorrer un par de mundos en el camino de vuelta.

Ha sido un fin de semana raro se mire por donde se mire. No ayuda mucho el hecho de que cuando lo empecé el último balance de horas de sueño/total de horas daba un mísero 4'50/50, aunque no dejaba de sorprenderme el sábado por la mañana que estuviese tan sorprendenteme despierto a pesar de que fue a esa hora cuando ese índice alcanzó el mínimo y a pesar de que media hora después batí todos los records a la hora de conciliar el sueño en cuanto mi almohada tocó mi cabeza, o al revés.

En fin. Para el recuerdo queda cómo puede uno entablar una conversación a base de poner los gustos cinematográficos de unas desconocidas (que tuvieron la cortesía de no apalearme por lo que dije de Babel, y a las que correspondí no estrangulando a una que dijo que Gato Negro, Gato Blanco era una película malísima), y el buen concepto que por lo visto termina teniendo la gente de esta otra gente simplemente por servir de apoyo para los estómagos revueltos.

Así que entre aquello y las excursiones a nuevos bares que prometen convertirse en escala obligada en ese inexorable camino en el que lo nocturno se vuelme matutino y uno puede irse a dormir con un buen chocolate con churros calentándole el estómago, y los encuentros con actores y actrices (menos mal que soy una persona profundamente antimitómana, que parece que hacen cola para hacer su vida cerca mío, caray, el Tejero, el Bardem, ¡dadme un respiro!) y esas cosas que no se cuentan por educación, ha sido lo que se dice y espera que busque la tecla de las mayúsculas, Un Fin De Semana Raro.

Pero yo iba a hablar de mis operaciones de reentrada en la atmósfera terrestre, eh.

Pues eso que de ir tan lejos en los caminos de la psicodelia uno se descubre el domingo a años luz de la superficie y con mucha prisa por volver, que mañana hay que trabajar y he quedado para comer algo que por lo visto no es pescado, y toca meter el turbo y aguantar la fricción con la atmósfera. Por hacerlo más llevadero la tarde ha sido una de estas de reivindicación del Yo Qué Sé Qué, excursión para comer, tomar una caña y un café, ir al cine a ver la última de Clint Eastwood, que por lo visto quiere quitarle algún Oscar al Scorsese el muy perro, y volver a casa con una foto fresca en la cámara (que no es la que pongo hoy, pero es que esta me viene que ni pintada) y mucho cansancio y un estado de ánimo de estos de levantar mucho las cejas y mirar alrededor con algo desconfianza por lo raro que sale todo, pero de esas veces que la rareza no es la de las pesadillas, sino la de los sueños entretenidos.

Muy bonito todo. Me voy a la ducha, que se están recalentando las escotillas con la fricción con la atmósfera y quiero estar limpito cuando esta sonda interplanetaria se zambulla por fin en algún océano con un rotundo, húmedo y totalmente previsible PLAF. Es lo que tiene el volver a la Tierra.

6.1.07

La poesía del azar


Día diecinueve.
de la densa, indudablemente hermética, puerta.
¿ellos?
camino. Uno menos, quedan dos. Steengo, siento que realmente estarás satisfecho durante años. Empezaron a venderlo para fomentar el hábito.
Para siempre. Es su raro priviletio para ser admitido al Paraíso, tan cargado como cuando me tomé el cristal. Él lo abrió tras la jarra, lee.
¿Acechar en la oscuridad? ¿Inmovilizar una guardia armada y vigilante? ¿Qué quieres decir con lápida? ¿Y con pena de muerte?
Marcado. Saliva.

Esto me llegó ayer al correo, en versión inglesa, junto a una imagen que incluía una serie de pastillitas y precios en dólares (viagra, prozac, etcétera). Un mensaje de spam, pero tan absurdo y tan incomprensible que me dejó prendado, leyendo en inglés esas palabras una y otra vez, con una corriente de significados y de sensaciones que variaban y se transfiguraban de una lectura a la siguiente.

Qué le vamos a hacer, la poesía surrealista tiene su punto. ¿Pero eso es poesía? ¿Hay un poeta del absurdo detrás, redactando textos que copiar junto a la propaganda de pastillitas?

Parece ser que no, o no directamente. El invento es una nueva generación de spam pensado para poder colarse en nuestros buzones de correo. A día de hoy muchos de ellos utilizan lo que se conoce como filtros bayesianos para detectar qué es spam y qué no (el jamón, lo llaman). Estos filtros calculan la probabilidad de que un correo sea spam viendo la proporción de palabras típicas del spam que tiene ese correo, y en consecuencia los spammers han inventado lo que se llama el envenenamiento bayesiano de mensajes, que consiste en meterles cadenas de texto aleatorio que engañen a los filtros y les hagan pensar que ese correo no es spam. El resultado también tiene nombre, ya; spamoetry, spamoesía, el spam que resulta entretenido de leer desde un punto de vista literario.

A mí me da por pensar en Conde Cero de William Gibson, donde una mujer buscaba al misterioso creador de unas obras de arte del estilo de las de Joseph Cornell para terminar descubriendo (si pretendes leerte este libro algún día más te vale saltarte lo que queda de frase) que el autor era un robot que se dedicaba a recoger restos de cosas y colocarlos en cajas. El resultado era, contaba Gibson, de una belleza conmovedora. ¿Estamos viendo los primeros pasos en esa dirección, por cortesía de los diseñadores de spam?

Siempre es complicado definir qué es el arte, o por lo menos yo lo veo más allá de mis posibilidades, pero si aplico mi definición de andarme por casa de que el arte es aquello que tiene el poder de conmovernos (aunque no siempre, mira Miró, blerg) esto podría llamarse así, y atribuirle el mérito al programador es correcto pero no deja de ser como alabar al dueño de los infinitos monos que alguien podría encerrar con máquinas de escribir a ver si alguno escribía algo coherente. En cualquier caso por ahí van esos correos, despertando mayormente hastío, hartazgo, indiferencia y cabreos, hasta que, si son buenos y superan los filtros, topan con alguien que los lee y alza las cejas y se queda pensativo y releyendo.

Pienso también en Alan Turing y test, releo y me veo incapaz si ese montón de surrealismo fue escrito por una persona o por una máquina, y lo que es en este área no veo yo ya tan clara la línea que limita hasta dónde llega el imperio de los cables y los transistores y desde donde empieza el de la carne.

(tenía preparada y está ya subida al blog una foto al respecto, pero por alguna razón Blogger no me quiere dejar subirla. Qué le vamos a hacer)

(edit: Ah, vale, dos días más tarde sí me ha dejado. Algo es algo. Post completo)

4.1.07

3.1.07

La vida es así


Como me aburría tanto cuando era un crío, siempre me entretenía, cuando no estaba leyendo, en imaginar otra realidad (y a veces cuando estaba leyendo también; pues no han cambiado libros que cayeron en mis manos), cosa que imagino que harían a su manera o más o menos todos los demás niños (aunque me gustaría saber cuántos de ellos colocaron al Pirata Garrapata en un submarino nazi robado y que ejercía de pirata o cuántos crearon una versión X de Los Cinco donde Ana, Julián y Dick no eran hermanos ni primos de la Mujer Morbo, Jorge). Así cuando paseaba con mis padres y no teníamos la suerte de encontrarnos con otros vecinos paseantes con niños de mi edad yo iba imaginando que me escondía de francotiradores entre los coches, y cuando llovía mi paraguas se transformaba en un mástil cargado de trapo y los charcos en olas de tempestad, el autobús de vuelta del colegio era un galeón y cada viaje en coche era un vuelo rasante en una nave espacial o un caza de combate erizado de misiles. O algo que aún sigo haciendo, torcía la cabeza hacia un lado e imaginaba una moto subiendo y bajando colinas y cercas por una ruta paralela a la carretera del pueblo.

Todas estas huidas bebían de lo que yo veía en la tele o el cine o de lo que leía en los libros, y algunas me dejaban a mí bastante pensativo. Por ejemplo siempre, hasta hace un año o dos que por fin me lo explicaron, me pregunté cómo un barco de vela podía navegar contra el viento. O yendo a lo que quiero contar, cuando echaban la serie esta de La vida es así y luego yo me imaginaba que en vez de en una carretera estaba en una arteria o una vena, y que en vez de un coche una familia éramos un glóbulo blanco (o rojo. Pero ya que el coche era blanco y que los blancos eran los guerreros...). Y un día pensé que quién sabía, que tal vez nosotros, sin saberlo, formábamos parte del caudal sanguíneo de un ser superior del que no éramos conscientes.

Me daba por pensar cosas de esas de vez en cuando. Junto al bloque de pisos en el que vivía había un hormiguero, y yo pensaba sobre si las hormigas serían conscientes del otro hormiguero inmenso que tenían plantado al lado, o sobre qué pasaría si alguien, desde pequeño, estuviese escuchando una cierta música, si sería consciente de ello (y, después de pensar que probablemente no y que lo asimilase como su versión del silencio, si había una forma de saber si yo estaba de hecho escuchando una música, o si el rumor de la sangre en mis oídos, cuando atronaba en las noches de silencio en las que no podía dormir, podía ser esa clase de música). Así que tampoco fue un pensamiento tan raro.

Luego cuando uno va creciento hay pensamientos que se olvidan o que se ven obsoletos cuando se aprende alguna verdad, pero hay otros que se van adaptando, que se enfrentan a la realidad y cambian y crecen y se vuelven consistentes y no hay quien se los cepille. El de que podíamos formar parte de una entidad más grande a la que nunca me dio por llamar Dios (excepto una temporada que me volví panteísta), fue uno de ellos. Siempre tuve muy claro que de existir esos seres nos parecerían tan abstractos y tan difusos como nosotros tenemos que parecerle a los arracimados ojos de las moscas, que probablemente no nos distingan de, qué sé yo, un árbol o una silla, excepto por esa tonta manía que tenemos de aplastarlas.

Lo cuál también da que pensar si nosotros, por nuestra forma de ver las cosas, no nos estaremos perdiendo algo. Por ejemplo, tenemos muy claro qué es un ser vivo. Nosotros lo somos. Los gatos lo son, las hormigas lo son y Vero, tú también lo eres. Y los árboles, y los peces, y las bacterias, que es lo mismo que decir que a su manera nuestras células también lo son. Y como cuando uno crece aprende que las definiciones están ahí para algo, al final lo que he terminado haciendo es ver qué definición tiene un ser vivo. Y según la definición al uso son los seres que cumplen siete propiedades, seis de las cuales probablemente os suenen,

1. Que regulen su estado interno para funcionar.
2. Que se organicen en pequeñas unidades y desde ahí para arriba.
3. Que procesen y reciclen cosas en su funcionamiento y para funcionar.
4. Que sean capaces de crecer.
5. Que sean capaces de adaptarse.
6. Que respondan a su entorno.
y
7. Que sean capaces de dejar descendencia.

Dejé de lado el punto séptimo para que la cosa no quedase muy clara, pero también porque no sé hasta qué punto un ser vivo necesita de la reproducción para llamarse así, porque está claro que un mulo es un ser vivo, pero no puede tener descendencia. ¿Pero no cumplen esa definición también las ciudades, las empresas, las bases de datos, los países, los bosques e incluso si nos ponemos los ríos, tal vez las nubes (eso tendría que pensarlo) o la mismísima Internet?

Alguien puede objetar, limitar la vida a una cuestión de células y fluidos, pero yo no voy a dejar de imaginarme a dos pequeñas hormigas filosofando sobre esos enorme bichos que les pasan cerca y considerándolos rocas en movimiento o algo así. Pero es una forma útil de pensar y da que meditar. Consideramos que nosotros, la raza humana, somos los amos de la tierra, ¿pero hasta que punto podemos reclamar ese derecho más de lo que lo pueden reclamar las células de nuestro páncreas? ¿Qué hay de las corporaciones multinacionales que comen bosques y usan el dinero y la información como sangre? ¿Hasta dónde llega el control de Bill Gates sobre Microsoft?

En fin, aquí lo dejo. Piensa en ello. Y mañana, cuando te metas al metro (intenta no caerte por ninguna puerta de cabina, por cierto, que tienen mucho peligro) intenta imaginarte desde fuera, junto a todas esas personas que van y vienen con las cosas tan claras como células de nuestro torrente sanguíneo, y luego piensa en Madrid.

2.1.07

Lo bueno si breve etc etc

Hoy te quedas sin discurso apocalíptico y sin desvarío chorra, que se me ha ido el día viendo a la competencia en el concurso al mejor blog que monta el periódico gratuito 20 Minutos, en el que claro, no presento esto, sino el fotoblog. Al primer bote he visto 12 de los que me he quedado enamorado perdido, con lo malo que es eso para la autoestima y lo bueno para la envidia, que viene bien a la hora de pensar qué hacer con la cámara y las cosas esas que pasan por delante para que uno lo fotografíe (mundo, creo que lo llaman). Pero bueno. Tampoco he visto más de 12 (también porque me he puesto en plan nazi a descartarlos, que había doscientos y alguno y mis días no tienen 57 horas). Así que al terminar me he puesto a ver qué foto subía yo mañana para empezar a enterrar en el olvido mi foto como Muyaidin Navideño y he pensado que como viendo las estadísticas de Google sobre el lugar como el 30% o el 40% de las visitas son de aquí, pues caray, por un rato de más podía hacer el fotoblog bilingüe. Y ahí está, a partir de ahora con una primera parte en inglés y luego eso mismo, más o menos, en español. Así que escribo poco aquí pero tienes más para leer allí.

Y me quedo sin tiempo para la paranoia que quería contar. Así que mañana ya tengo deberes. Y ¿por qué no compartirlos? Así que aquí van. Querida lectora, piensa en 'cosas' (no necesariamente ni exclusivamente gatos, que nos conocemos) que cumplan estas propiedades:

1. Que regulen su estado interno para funcionar.
2. Que se organicen en pequeñas unidades y desde ahí para arriba.
3. Que procesen y reciclen cosas en su funcionamiento y para funcionar.
4. Que sean capaces de crecer.
5. Que sean capaces de adaptarse.
6. Que respondan a su entorno.

Ala, ahí quedan. Si tienes un rato, se original.

1.1.07

Declaración de guerra


Que soy un tipo muy beligerante, a pesar de mi nivel de horchata en sangre, es algo de sobra conocido a estas alturas, imagino: Soy capaz de recompensar con un buen codazo en los riñones a quienes van por los bares tocándole el culo a mis amigas (aunque pesen el doble que yo), cierro a los conductores que van de listos por la carretera y por una cuestión de faldas fui capaz de declararle la guerra a Francia entera. Hasta donde mi ingenio y mi cobardía me permiten, intento castigar a aquellos que veo actuando de forma que a mí me parece reprobable (y se puede cuestionar qué derecho tengo a actuar de acuerdo a mi moral, a asumirla como correcta; pero es mi moral y son mis acciones y no predico la primera ni promociono las segundas y me limito a ser consecuente con lo que pienso). Y por eso hoy, uno de enero del año dos mil siete, le declaro oficialmente la guerra al mundo entero, que se está yendo a la mierda.

La última vez que escribí aquí lo hice para evaluar lo que, para mí, había sido el año. Tres horas y veinte minutos antes ETA hacía estallar un parking de la Terminal 4 de Barajas, matando a dos personas, hiriendo a otras cuantas y destrozándonos el corazón a los que soñábamos que igual esta última tregua era la buena y que, por qué no, igual se terminaba imponiendo la razón y los fascistas de las pistolas y las bombas dejaban su juego de muerte y fanatismo estúpido para formar parte de esta sociedad en las que todos tenemos forma de buscarnos un hueco por las buenas, en esta sociedad donde uno no tiene más voz por el hecho de tener una pistola o la capacidad de colocar una furgoneta bomba en cualquier lugar y hacerla explotar. Yo me enteré del atentado camino del pueblo, paralizado en el control de carretera con el que la Guardia Civil nos hacía ver que hacía algo inmovilizando a todos los que intentábamos irnos a pasar el fin de año con nuestras familias. Y allí en mi atasco yo me sentía fatal por la imagen del mundo que terminamos dando quienes escribimos blogs; somos unos ególatras, somos unos egoístas, vivimos nuestras vidas cómodas y primermundistas y el año ha sido muy bonito y todo es estupendo y bla bla bla, pero ahí fuera, al margen de este rincon a salvo que son nuestros blogs y nuestras vidas, hay un mundo que está echo un maldito desastre. Terrorismo, a estas alturas, en la forma de un movimiento que lucha contra la opresión que le impone ¡una democracia!, conflictos religiosos por todas partes, guerras, mangoneos de nuestros países ricos y de nuestras empresas, que tan bien nos tratan a nosotros, epidemias, calamidades y unos ríos y mares cada vez más sucios y más vacíos y unos aires cada vez más llenos de humo y de porquería. Ya hasta el Papa habla del calentamiento Global, ya empezamos a verle los cuernos al toro, y cómo será ya la desesperación que hay quien intenta traducir la amenaza al único lenguaje que hablan los que podrían pararla; el coste de luchar contra el cambio climático, pese a ser monstruoso, es menor que el coste que acarreará no hacer nada al respecto.

Estos días, a la hora del café, yo leía periódicos y ojeaba suplementos dominicales. Las fotos del mundo durante este año recién muerto son aterradoras; muertos por aquí, destrozos por allá, calamidades por todas partes. Y lo peor es que no son esencialmente distintas a las fotos que nos ofrece cualquier otro año pasado, con la amenaza que ello implica para el futuro. Somos una especie tan estúpida que somos capaces de ver qué hace mal y seguir haciéndolo como si no fuese la cosa con nosotros. Somos tan estúpidos de no comprender que vamos a ser la generación más odiada de la historia, si tras nosotros queda una historia que nos recuerde; ni los nazis, con sus raves matajudíos, ni nuestro glorioso (según algunos con serios problemas de perspectiva) imperio, saqueando América Latina y matando a mansalva en los nombres de la avaricia y la religión, ni nadie, antes, ha hecho tanto y tan a conciencia por joderle la vida a todos los que vengan después como lo que estamos haciendo nosotros ahora, encima siendo conscientes de ello. ¿Qué coño vamos a decirles a nuestros hijos? ¿Que no nos queda otra que seguir usando el coche? ¿Que esperamos a que alguien nos resuelva la papeleta? ¿Que peor para ellos por no haber nacido antes?

Algo hay que hacer, y a mí sólo se me ocurre declararle la guerra al mundo entero (entendiendo con ello no el pobre planeta, que bastante tiene con lo que tiene, sino a quienes lo pisoteamos, nosotros la especie humana. A quienes vivimos sin mirar el mañana, sabiendo que existe y cómo va a ser. A los políticos que barren para casa (y debajo de las alfombras), a los fanáticos que matan por religión, patriotismo, otras formas de estupidez en general y por costumbre al fin y al cabo, a las empresas, estúpidos gigantes que sólo entienden de maximizar cuentas de beneficios a costa de lo que sea, y sobre todo a nosotros, torpes, estúpidos, cobardes y miserables que podemos hacer más por todos y no lo hacemos.

Como primer paso, vaya esta declaración, que no sirve para nada salvo para decir lo obvio. Y como ante la estupidez que nos ciega ante lo evidente lo absurdo puede ser útil, como forma de reseteo mental y de toque de atención sobre lo real, aquí me planto yo, con mi uniforme de combate, a hacer el idiota conscientemente hasta que todos dejemos de hacerlo como inconscientes. Salud camaradas, y aprovechad lo que queda, y divertíos de vez en cuando, que hay que coger fuerzas para cuando ya no nos quede otra que no hacer (ni comprar, ni vender), sino ser la revolución, que decía Ursula K. Le Guin.

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.