7.2.07

"eres un gilipollas"

Se llamaba Bea, y daba los besos más duces del mundo. Cuando lo dejamos (cuando lo dejó) se despidió de mí con el más dulce de sus besos y con esa frase, que hizo sonar a la vez harta, exasperada, cariñosa y melancólica: "eres un gilipollas". Y aquello fue todo, y se fue al final de una tarde de otoño.

Tenía toda la razón del mundo, en aquel entonces yo era bastante gilipollas y me comportaba bastante como tal. Supongo que sigo siéndolo, pero al menos ahora cuando me acuerdo pongo cierto empeño en disimular. Pero en fin, muchas veces pienso que aquella buena mujer de besos tan dulces tuvo mala suerte por la época en la que me conoció, pero después me pregunto si no tendrá cierta responsabilidad en que a partir de ahí, y de otras estupideces posteriores, yo haya intentado disimular en algo esa faceta mía tan desquiciante y tan puñetera.

Claro que mientras he desarrollado otras facetas desquiciantes y puñeteras, ya te habrás dado cuenta.

El caso es que de todas las historias sentimentales que he vivido esta es una de las que recuerdo con más cariño, y qué curioso: al final tiendo a recordarlas de una manera o de otra en función de las despedidas. Aquellos eran buenos tiempos para esto, porque aún existían las despedidas de verdad, despedidas en las que uno no volvía a saber nada de la otra persona salvo por algún encuentro muy casual años después, tiempos sin teléfonos móviles y sin internet. Despedidas de verdad, definitivas. Despedidas que te dejaban echar de menos o reconstruirte o lo que hiciese falta.

Después me la encontré dos veces. La segunda simplemente la vi pasar y para cuando terminé de reconocerla ya se había bajado del autobús en el que yo acababa de subir. Pero la primera, bueno, la primera vez en realidad me encontró ella. Era verano, yo aún vivía en Leganés y había quedado con unos conocidos para comer en un restaurante. Estábamos junto al escaparate, al lado de la entrada, y yo estaba sentado de espaldas a esta. La compañía no era mala del todo, pero yo estaba empezando a aburrirme, así que creo recordar que esperando los postres empecé a desvariar en voz alta, y tomaba aire para un segundo asalto cuando la voz de Bea se desprendió del recuerdo para materializarse entre un par de interrogaciones a mi espalda, "¿David?"

Me di la vuelta, sonreía, había estado comiendo también allí, increíble que no nos hubiésemos visto, bla bla bla. Entre preguntarnos y respondernos qué tal nos iba la vida dio tiempo a que se deshiciese el helado del postre, y cuando se fue yo me quedé pensando que al fin y al cabo tan gilipollas no pude ser si habiendo tenido una oportunidad estupenda de pasar sin que yo la viese decidió pararse, saludarme y quedarse un rato largo hablando conmigo. Y aunque supongo que la cosa tendrá más que ver con la indulgencia de la memoria, la sonrisa de esa segunda despedida, sin beso dulce aquella vez, me aseguraba lo que en la primera despedida ya me aseguró aquel beso; que al menos no siempre habría sido un gilipollas, y que consiguió, en cualquier caso, arreglárselas para guardar algún recuerdo bonito de mí.

5 comentarios:

  1. Ah, pues yo tengo buena relación con todos los ex menos con uno al que conocí como El Capullo >_<
    Le sigo viendo y tratando principalmente en eventos de quedada en masa, nuestra conversación se activa (a veces) cuando andamos cerca del coma etílico pero le tengo (y que él no se entere) un cariño especial ^^ ... siempre que no le salga el ramalazo capullil con el que dan ganas de hostiarle, claro.

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  2. Pues yo como pipich, excepto con el Psicópata (que no le veo) me llevo bien con todos así que...ejem... lo mismo es que no sois unos santos... :P

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  3. ¿Ese con todos incluye al hombre primeramente interesante y luego gilipollas y al Culopollo? :P

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  4. jajajajaja... te sobran datos, de verdad!esos desaparecieron por circunstancias de la vida pero aun asi mantuvimos un tiempo prudencial de contacto! pero aun así mi estadistica es mejor que la tuya, donde va a parar :P

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.