28.7.06

Laberintos de cristal

Sé que vivir en esta época es algo que tiene sus ventajas. Puedo conseguir música a un ritmo virtualmente mayor del que necesito para escucharla, toda la información que uno puede necesitar sobre cualquier cosa está metida detrás de tres w, las distancias quedan abolidas por pantallas y teclados y aunque una amiga y yo estemos a varios miles de kilómetros de distancia a efectos prácticos estamos trabajando aquí al lado, ella en una ventanita de mi monitor y yo en uno de la suya. Por no hablar de ese inmenso logro que sólo las generaciones futuras sabrán reconocer, que consiste en tener toda la pornografía del mundo a dos clicks de ratón.

Pero esta era también tiene sus frustraciones, sus rincones vedados a los que es imposible llegar, sus puntos ciegos. Aunque tal vez no sean cosas exclusivas de esta era, pero como yo no soy historiador, filósofo ni antropólogo y vivo ahora tengo que mirar a esta en la que vivo, y como además soy matemático no puedo permitirme el ponerme a generalizar así alegremente.

El caso es que ayer fui al cine (vamos a dar un rodeo de un párrafo o dos para llegar a los laberintos de cristal que no tienen nada que ver con Paul Auster) con una mujer a la que no veo casi nunca, cosa que no me extraña, y fuimos a ver Hard Candy, película de la cuál yo sabía poca cosa aparte de que me iba a gustar, y de hecho me encantó a pesar de los retortijones de dolor que me dieron en cierto momento de la película y del mal rollo que arrastras durante casi todo el metraje... pero no doy detalles porque quien quiera verla no merece que le joda la peli y quien no quiera verla no merece que se la cuente. El caso es que salimos del cine en estado de shock y nos refugiamos en unas Desperados y el aire amistoso del bar de siempre, donde la mujer esta se puso a hacerme la pelota como fotógrafo y yo la estuve ayudando a que se decidiese a darle un disgusto a su madre y una alegría a su novio, cosa que no tuvo mucho mérito. Y al final nos dijimos adiós y cada uno cogió en Callao la línea 5 en una dirección distinta.

Y en el andén, junto a mí, había una mujer, el tipo de mujer que cuando la veo pienso "hmmm" y alrededor de las cuales gravita mi atención en los transportes públicos. No sé cómo describirla, la verdad, porque cualquier cosa que diga no le hará justicia: Tenía el pelo castaño, los ojos del mismo color, la nariz muy graciosa, los labios preciosos, la barbilla, el cuello, los brazos, las manos, todo era, en particular, nada especialmente espectacular, pero si digo que la chica era guapa me quedo corto. Total, que llegó el metro, yo abrí la puerta y entré al vagón dando un pequeño rodeo de forma que ella pudiese sentarse en el único asiento libre y yo, la casualidad, terminé en la pared de enfrente, donde leía mi libro y, a cada página, la freía con alguna mirada de alucinado, porque yo soy muy sensible al arte. Total, que en una de estas inmersiones artísticas me encontré con sus ojos, y rápidamente apartó la vista. La mujer que había sentada frente a ella se fue y yo ocupé su lugar, porque siempre es más cómodo ir sentado y por disfrutar de una nueva perspectiva. Total, que finalmente llegué a Oporto y ambos nos bajábamos allí. Así que se abrieron las puertas, la dejé pasar porque soy muy educado y luego la adelanté porque uno de estos rebaños que a veces pacen por los túneles del metro le estorbó el camino, y yo salí y me encaminé hacia mi autobús, que estaba ya esperando a punto de partir, con este paso lento e indiferente que me ha costado años desarrollar, y cuando entré me di cuenta de que ella subía detrás de mí. Así que caminé entre los asientos, descartando bastantes vacíos, para irme a poner en uno de los que están mirando hacia atrás, porque son los asientos desde los que se ven más caras de frente y tenía la esperanza de que ella se saltase también los mil asientos vacíos que había hasta allí y terminase sentada de nuevo en un sitio donde pudiese observarla a placer.

Pasaron dos o tres segundos donde la imaginé sentándose en mil lugares distintos y por fin apareció para sentarse casi frente a mí: A veinte centímetros de rodilla a rodilla. Yo pensé "uau", y seguí a lo mío, que era darle a mis ojos buenas razones para vivir, hasta que ella me cogió en plena actividad y yo me refugié en mi libro y ella en un montón de fotos que llevaba, fotos que yo espié en secreto. Cielos azules, tejados que llevaban la inconfundible marca de no ser españoles, estructuras y formas que no pude reconocer. Y entonces fue cuando empecé a plantearme que vivimos en un laberinto de cristal, que ahí estaba yo observando a aquella preciosa criatura de la cuál no sabía el nombre, cuya voz probablemente nunca vaya a escuchar (y paro aquí la lista de posibilidades improbables), pero incapaz de acercarme más y decir hola y alguna cosa como "adoro las fotos, ¿puedo verlas?", o "¿eres de Leganés?" o "¿te importa que te saque una foto, por favor?", o "¿puedo preguntarte tu nombre y tu teléfono?", y me sentí kafkiano, me sentí una versión cutre de personaje griego domado por el destino y la convención para mantener la cabeza gacha, me sentí prisionero de algo que yo he ayudado a crear, y de lo que, lo sé, a veces consigo huir un poco, pero que siempre termina ahí. Me sentí idiota por ser capaz de enamorarme de una imagen, me sentí idiota por necesitar enamorarme de una imagen a pesar de saber que eso sólo me haría sentir frustrado y miserable. Pero sobre todo me sentí rebelde y cobarde hasta lo insoportable.

Se bajó unas cuantas paradas antes de la mía, y yo estuve tentado de bajar detrás de ella y hacer el imbécil, decir una de estas frases y luego ver como se iba, asustada o muerta de risa o indignada mientras yo esperaba el siguiente autobús. Estuve tentado pero no lo hice, porque al final nunca nos atrevemos a ser lo que podríamos o incluso querríamos ser, y también porque sé que mucho de lo que yo querría ser implica no cómo querría ser yo sino cómo querría que fuese el resto del mundo, que me tiene la guerra declarada. Y llegué a mi casa con la mejor foto del día, la de esta mujer, grabada sólo en el disco duro caótico y nada fiable que es mi memoria.

Y pasan los días y cada día nos dedicamos a la tarea de ablandar el ladrillo, como escribió Cortázar, "la tarea de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo, cada mañana topar con el paralelepípedo de nombre repugnante", y tal vez lo que deberíamos hacer no es ablandar el ladrillo son cogerlo y lanzarlo contra las paredes de cristal de este maldito laberinto en el que vivimos.

27.7.06

Promesas, promesas

Ya sé que nos pasamos la vida haciendo promesas que luego no cumplimos, y que yo tengo unas cien mil pendientes, pero muchas veces prometer algo es la única manera de obligarse a hacerlo así que voy a hacer un alarde de estupidez y te voy a contar cuáles son mis planes para este blog en un futuro próximo. O más que planes, qué me gustaría hacer aquí, y te doy permiso para que me eches la bronca si en un futuro a medio plazo no he hecho nada de ello.

Lo primero es integrar el blog más en la página. Supongo que recuerdas que aquí se puede llegar por dos partes, o por www.davidruiz.eu pinchando en donde pone blog o a través de la url http://ylacamasinhacer.blogspot.com. La idea original era montarme el blog en la página y pasar de blogspot, pero una vez vistos los quebraderos de cabeza que da eso voy a dejar por ahora la solución provisional, que suelen ser las mejores, y tanto a traves del primer link como del segundo terminas en las páginas de blogspot. Entonces, te dirás, ¿qué utilidad tiene entrar por el primer sitio? Pues por ahora ninguna, pero la idea es hacer que la página cargue en un marco y que en la parte de arriba aparezca un menú de navegación como el que ya tienen las páginas del fotoblog.

Otra es pensar a qué quiero dedicar este blog exactamente, si a idas de pinza o a contar historias o qué. Ya sé que a ti no te importaría que de vez en cuando volviese a escribir algún cuento y lo pegase aquí, pero entre la riada de posts que caen con el tiempo el pobre cuento iba a terminar perdidísimo y eso no está bien, así que creo que entre una cosa y la otra casi mejor hago las dos: Una sección aparte para cuentos y tal, donde podría colgar de una vez todos los cuentos viejos de los que seguro que ya ni te acuerdas (quien dice "todos" dice "aquellos que ahora mismo no me parecen lamentables del todo", que van a ser cuatro, pero bueno) e ir subiendo de cuando en cuando alguno nuevo, que ya me pide el cuerpo una reedición del Proyecto Escoplo, y seguir con esto como lo que viene siendo, una especie de cuaderno de navegación en (¡atención, pedantería a proa!) este mar de insomnios, desesperaciones, experiencias extracorporales, resacas y tumultos de diversa índole que es mi vida últimamente (fin de la pedantería).

Así que tengo que cambiar el diseño de la página y poner uno en condiciones, y como yo para compensar mi gusto por las mujeres y la música tengo un gusto nefasto en todo lo demás estoy pensando en pedir la ayuda de algún profesional del ramo a ver si con la promesa de un par de improbables copas me ayuda.

Vamos, que está todo muy entretenido, y que supongo que esto significa que si ahora ya no tengo tiempo para nada, entre dormir cuando se puede, trabajar, hacer fotos, escribir aquí y corretear por ahí, ahora que además pretendo dedicar algo de tiempo a escribir o termino palmando o termino robándole tiempo a alguna actividad... así que si escribo menos por aquí no te asustes y piensa que a lo mejor estoy dedicándome a algún cuentecillo, cosa que, la verdad, creo que empiezo a necesitar desesperadamente.

26.7.06

Blog mal sintonizado.

Ssdnvlnn pweiojfp pñoswepñfksa dv èpwkf`wer e wkfv Rñsdvm! Swsdmal. Wasdnew. Rtipegp. Rdfvdf sd Sefs efsasfb lnkon erpoi j ire ojdsrfg ojidfogj osjdgojb vjfoidjsdd drr rds sd re dkfdfv Rdsfv s Esffw. Hmmm... Rtrefmnv sdnirognoen opisjdoj os iodjf s oijsefjg. Otfdfr werwa adfv rgfag vr asdferfew sdf vs rt lkngkldnfkg.

En cualquier caso, siempre se puede decir aquello que dijo el poeta, "sdfrf wer asdafsvv werfoewn pow", sdnvclksndv rgferg spoeirer sdff fff fffffff f ff f..//$###:::: :::: ::::::::::::::: :::: :: ::\\\2eesl valor de decir a la cara qu(&%%%%###$//.. lkdfnvld ggggg g gg ggggggg g fñmsdfñlm wiuroudsfo os wepjfu ujsdvcnbz wioqjuerf s foirehgihv diou ioeruhg w. SSSSSS|||.

Me alegro de haberlo dicho.

Lo del dormir, bueno, me he estabilizado en las 6 horas de sueño de costumbre, así que la situación, por rutinaria, ya no puede ser considerada como preocupante. Muchas gracias a todo el musff pwe ek freocupación, el consesn sl ee reelta a la almohada para dormir lo conocía, pero cuando lo he hecho me he pegado unos sustos al despertarme y ver el mundo al revés.

(el dibujo viene del blog de Willie Baronet, por acreditar al artista)

25.7.06

Dormir

Empiezo a estar un poco desesperado al respecto. Ya, ya sé que todo es cosa de ceder y de tomarme una pastillita de la felicidad, pero ¡no me da la gana! Aparte de que no me da ninguna confianza tener que recurrir a la química para hacer algo que debería hacer de forma natural no quiero pasarme luego todo el día más empanado (como de hecho ya lo paso) y no quiero recurrir a algo que, con el tiempo y la costumbre, va a dejar de hacerme efecto de todas maneras, y eso de pan pa hoy y hambre pa mañana nunca es una buena estrategia. Así que mi política al respecto es: Si no duermo, me aguanto y a tirar millas.

Anoche... ¡ah, anoche! Anoche pensé que tenía la batalla ganada. Me pasé la tarde renqueante, medio inconsciente; era de esperar que en cuanto mi cabeza tocase la almohada me tocase ese premio de la ausencia y el olvido y, por fin, el descanso, así que entre que tampoco podía hacer otra cosa porque estaba demasiado cansado y que me moría de impaciencia por cobrarme mi premio me fui a la cama a eso de las once de la noche (record histórico: Puede hacer años que no me voy a la cama a esta hora) y cambié la hora de los despertadores para que no sonasen antes de las siete. Todo pensado para disfrutar, bien a gusto, de esas horas de sueño que, según la leyenda, son el Sagrado Grial de la felicidad y el descanso. Y todo fue muy bien al principio, con la almohada dándome su cálido beso, la sábana en ese punto justo en el que no daba calor pero sí consuelo, y yo, lentamente, me dormí, disfrutándolo con mis últimos pensamientos conscientes, consiguiendo olvidar por un rato todo lo demás, y jugando con esos primeros instantes del sueño en los que uno no sabe si recuerda o inventa, si intuye o redescubre... Y luego ya no hubo nada.

Hasta las cinco menos cuarto, cuando me desperté, hecho polvo, entre lágrimas, exiliado de ese descanso que, por lo visto, algo en mí opina que no merezco. Y aquí estoy otra vez, en el mundo, muerto de sueño, con el cerebro recalentado y asumiendo todas y cada una de las circunstancias de mi vida como causas, consecuencias o ambas cosas de este estado que me trae frito y que, sospecho, está empezando a tener una influencia bastante significativa en mi vida de tipo supuestamente despierto.

Así que abrochensé los cinturones, porque por un lado sospecho que vienen turbulencias, y por el otro hay un riesgo cada vez más considerable de que el piloto se quede dormido al timón (pero tranquilos que ocho horas no dormirá más que en sus sueños... que tendrá que tener despierto, claro).

24.7.06

Las chanclas, joder, las chanclas

Eso era lo que se me olvidaba el viernes, y lo que sólo conseguí recordar a los 100 kilómetros de viaje. Pero fue un pequeño consuelo saber que efectivamente había olvidado, recordado y vuelto a olvidar algo, que ya sabemos cómo se las gasta el cerebro y haber sufrido todos esos procesos resulta más tranquilizador que no haberlos experimentado y pensar que sí, no sé si me explico. Bueno, da igual: Que eran las chanclas, para alegría de mi agente, que dice que chancla es una de sus palabras favoritas y se pone muy contenta cada vez que la escucha, a pesar de la manifiesta tristeza de quien la dice en el deprimente contexto de la toma de conciencia de haberlas dejado abandonadas en Madrid.

Es cruel, pero además de mi agente es mi amiga y a las amigas se las quiere como son, qué le vamos a hacer.

Curioso cacharro este del cerebro. Una amiga me contaba que le habían estado hablando de unas operaciones en las que tenían que quitarle a los pacientes un trozo de algo (que podría ser cualquier cosa porque no lo recuerdo) y para ello tenían que hurgar en el cerebro. Pero como en el cerebro hay que hurgar con cuidado, antes los médicos y cirujanos, si es que no son lo mismo (nunca vi suficientes capítulos de Urgencias como para aclarar la duda), trazaban un mapa del cerebro. Así que le abrían la tapa de los sesos al paciente, literalmente, y se ponían a preguntarle cosas como que dijese colores, o contase ("uno, dos, tres", etcétera), y que cuando apretaban con alguno de esos utensilios brillantes que usan los médicos y que dan tanta grima en algunos puntos de nuestra esponja pensante pasaban cosas como que el paciente decía "uno, dos, treeeeeeee..." hasta que dejaban de hacer presión y seguía "...es, cuatro, cinco...", o que empezaba a desvariar y se escuchaban cosas como "rojo, azul, amarillo, y entonces ella le dijo que no podía quedar esa tarde pero que marrón, verde, negro...", sin que el paciente fuese consciente de que se había parado o había empezado a desvariar.

Conclusión: No hay que fiarse del cerebro. Pero el cerebro es lo que nos contiene y lo que contiene lo que para nosotros es el mundo, es decir, lo es todo, y como asumimos el mundo a nuestro alrededor como algo consistente terminamos fiándonos de lo que sentimos o creemos sentir sin pararnos a pensar que ese montón de neuronas apelmazadas son un mecanismo que tiene sus fallos y sus desvaríos.

Y a veces es útil tener esto en cuenta, cuando una noche de copas uno se siente fatal y el mundo se le viene encima y el alma empieza a resquebrajarse en mil fracturas cortantes y afiladas, y asumir que al fin y al cabo no pasa nada, que todo sigue igual, que el cerebro estará haciendo de las suyas y que el alcohol siempre le hace funcionar de maneras no habituales.

El problema, claro, es que todo esto sólo puede verse y pensarse a posteriori, y que mientras uno ladra, gruñe, muerde, busca los rincones y reacciona, en general, como cualquier otro animal herido, aunque la herida sea inventada y esté tan por dentro, y que luego sólo se puede recurrir a la humildad, a los coches detenidos en las cunetas, a amargarle la resaca a la gente con las disculpas y a seguir actuando como el perro que todos llevamos dentro (yo con tanta naturalidad que da que pensar) y gimotear y mendigar entre lágrimas una sonrisa de disculpa que a veces no aparece y uno se siente morir, sabiendo que sin esa sonrisa dormir, ese placer tan ajeno ya, será imposible por los siglos de los siglos.

Pero bueno. Como me rodeo de gente tan estupenda, y como, supongo, esa gente sabe que además de un idiota dentro de mí hay unas cuantas personas, algunas de las cuales valen la pena, y que uno no es sólo la suma de sus traiciones y sus estupideces porque algo más hay y algo más queda, pues al final la gente se descubre con una paciencia que probablemente les sorprenda hasta a ellos, y yo consigo dormir otra vez. Así que gracias a todas las personas que en su día me habéis perdonado, de corazón, en serio: gracias.

Y también muchas gracias a los pájaros que andan por ahí probando sus alas, que por tarde que llamen siempre aseguran que uno, aunque interrumpa su sueño para oírles cantar, va a seguir durmiendo con la mayor de las sonrisas.

21.7.06

Insertar grito de Tarzán aquí

1. Hoy toca huida campestre. Así que me he levantado y me he puesto a dar saltos por la casa para intentar obviar y olvidar que estoy muerto de sueño, he conseguido robarle un par de minutos al día para trivialidades como desayunar (si a cualquier cosa le llamamos desayuno) y lavarme la cara (esto sí con mucho empeño), he intentado no olvidar nada y me he lanzado a la calle con una mochila (un vistazo dentro: toalla, cremita para no quemarme, bañador y pantalon corto para combatir el clima), un par de camisas y un par de camisetas. Y cuando iba camino del atasco me he acordado de algo que había olvidado y me he sentido bastante estúpido, pero he vuelto a olvidar qué era, así que todo va bien.

Así que tengo el coche aparcado al lado de la casa de mi agente y cuento los minutos que faltan para salir de aquí corriendo, recogerla, comer, cargar el coche de toda la tecnología y fauna que planea meter dentro y salir corriendo a por el siguiente atasco. Y a la que nos zafemos del mismo, tarde de piscina y solete. La noche se presenta más trágica: Va bastante gente, va mucha gente, y hoy tal vez me falten un par de los que me aportan cordura. Yo es que en las aglomeraciones me pierdo, la gente con la que me siento cómodo tiene cosas que contarle a la otra gente, y yo arrugo los morros y me concentro en la aniquilación de mi hígado. Pero hay que ser positivo, hay que ser optimista, ya saldrá el sol mañana, alumbrando las resacas y los montes, y tocará otra vez piscina, y todo estará bien. Además me quejo porque soy idiota, luego seguro que quien sea me saca cualquier tema de conversación y yo me descubro feliz y polémico.

Lo que viene a significar que hasta el domingo como mínimo nada de ordenador, y nada de blog. Se siente. Siempre puedes entretenerte mirando fotos, que se van a seguir subiendo.

2. En el descanso de media mañana un compi del trabajo y yo nos hemos bajado a la calle. Todo muy trivial, muy cotidiano, pero no sé en qué momento la conversación se ha apartado del cauce habitual (si el Madrid ficha a Kaká o no, si el Madrid vende a Roberto Carlos o no. Esperamos un sí y un no respectivamente o nos haremos ateos en esto también), y me he descubierto confiándole a mi compañero una vieja perversión mía que siempre amenazo con hacer pero que moriré sin cumplir porque luego uno siempre se pone serio: Una vez antes de morir, le he dicho, votaré a la Falange. A lo qué el me ha respondido "mira, algo que yo ya no tengo que hacer". Y yo he pensado "Jur". Y hábilmente, he disparado la siguiente pregunta, "¿viste la etapa de ayer del Tour?"

3. Me resigno: Dormir es imposible. Yo antes tenía una estrategia que consistía en descansar entre semana, y afrontar los fines de semana como se merecen, con las pilas puestas. Así los lunes yo estaba fatal, los martes algo mejor, los miércoles casi bien, los jueves descansado y el viernes con la servilleta al cuello para no mancharme al comerme el mundo a mordiscos. Pero yo no sé qué es lo que pasa últimamente que no hay manera de dormir, y me paso el lunes fatal, el martes peor y luego voy iterando. Aunque no me quejo, sólo lo cuento, porque sí sé lo que pasa. Que por las mañanas trabajo y por las tardes estoy de vacaciones. Así algunas tardes las dedico a luchar contra el consumismo sin sentido (porque aunque sea literario puede ser consumismo, que sí, que sí), otras para apañar gazpachos, ser invitado a comer y terminar contando mi vida y escuchando unas mil, y claro, se van batiendo records a la hora de volver a casa y el despertador no entiende de piedad. Qué le vamos a hacer. Ya dormiré mañana por la mañana, si tengo tiempo. O pasado. O ya me caeré redondo y me hospitalizarán o lo que sea. ¿Pueden hospitalizar a alguien por déficit de sueño? ¿Y qué le hacen, le dejan que se hinche a dormir? Suena seductor. Aunque conociéndome en vez de ponerme a dormir me escondería bajo una sábana para leer.

4. Sigo sin recordar lo que esta mañana recordé haber olvidado. Y unas cuantas neuronas no paran de darle vueltas y preguntarse ¿qué coño sería?

Qué cruz. Si lo recuerdo, me sentiré idiota otra vez. Si no lo recuerdo y recuerdo haberlo olvidado, me sentiré curioso. Y si olvido haberlo recordado me sentiré normal, pero me habré perdido todo esto. Hmmm. Casi estoy en el mejor estado posible, pensándolo bien.

5. Me dice la reportera más dicharachera de los blogmundos que alguien ha venido aquí poniendo en su buscador "acer el amor gritando". No sé si la falta de ortografía será suya, todo puede ser. Ni por qué se ha puesto ella a cotillear esas cosas. Debe dedicarse a la prensa de colores vivos, ya sabes. En cualquier caso creo que me reclama unas líneas al respecto, o que continúe con mi tarea evangelizadora a la carta, dando a posteriori las cosas que la gente viene buscando a priori. Pero no hay mucho que decir, aparte de reivindicar el grito de Tarzán para algo más que para algo más que para anunciar mi llegada al monte. Pero no sé, ¿qué hay que explicar de los gritos y los ruidos mientras uno hace el amor? Cada uno que le haga lo que la prudencia y el cuerpo le pidan, no por ese orden.

¿No?

20.7.06

138 vidas en peligro

Supongo que en parte es culpa mía, pero también creo que es parte de este don o esta maldición que tengo de desubicarme y de ir dando brincos por mundos paralelos: Sin ir más lejos esta misma mañana me ha vuelto a pasar, cuando me bajaba del tren en Atocha e iba camino de las escaleras mecánicas a mi izquierda ha cantado o he creído que cantaba un grillo, y a mi alrededor se han conjurado un campo nocturno y una noche de verano adolescente. Pero digo que es también culpa mía porque claro, hay cosas de las que es difícil enterarse si uno no enciende la tele y renuncia a los periódicos que la gente reparte (o intenta embutirte entre las manos, habitualmente) a las entradas y salidas de las estaciones de tren y metro. Y así hasta el lunes no me enteré de que Israél andaba bombardeando el Líbano, y la gente, cuando se entera, me dice que en qué mundo vivo.

Pues en el mismo que todos, solo que el campo de las infinitas cosas que no sabemos, de las que no nos enteramos y que no llegan a nuestros oídos, que siempre tiene pinta de ser tristemente enorme, incluye en mi caso esta última catástrofe. O incluía, supongo, hasta que mi agente sacó el tema en una conversación y, viendo que yo no sabía de qué hablaba, me estuvo contando.

Así que ayer, a la hora de comer, me hice con un ejemplar de El Mundo que había en la barra de la cafetería-restaurante a la que fui, y me puse a leer al respecto, mientras me sentía fatal, como pasa siempre que uno lee sobre cómo funciona el mundo, por andar aquí con mi vida como si tal cosa mientras por ahí la gente se anda bombardeando y gente normal y corriente como tú y como yo descubre de pronto que están muertos porque algún soldado o similar (ya sabes: asesinos) ha hecho su trabajo con mucho celo. Y ahí estaba yo, con un tenedor paralizado a media altura entre el plato y mis dientes en una mano y el periódico en la otra, cuando en una columna vi una noticia de estas que supongo que se llamarán de apoyo, o algo así, y que hablaba de una organización protectora de animales israelí, que ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional advirtiendo que esta guerra ha producido el abandono a su suerte de un montón de mascotas en el norte de Israel, y se daba la cifra de que hasta la fecha habían contado 138 animales abandonados y que, entre el calor y las bombas, morirían si eran abandonados a su suerte. Terminaban haciendo un llamamiento a los veterinarios del mundo para que fuesen allí, a prestar su ayuda.

Y yo, no sé, me siento dividido.

Por un lado me parece una soberana estupidez que, con la que está cayendo, un puñado de ecologistas y veterinarios anden por la frontera, a la sombra de los misiles y los helicópteros de combate, haciendo recuento de los animales que se encuentran por ahí y llamándole tragedia a algo que sucede a pocos kilómetros de ciudades que están siendo bombardeadas por el ejército israelí y en las que supongo que también, aparte de personas, habrá algún que otro animal.

Pero por el otro lado, viendo esta capacidad que tengo últimamente para la abstracción y para reemplazar unas realidades con otras, no puedo dejar de admirar la de esa gente, que aún ahora es capaz de darse cuenta de que esos pobres animales también sufren y padecen, y decidan ayudarlos.

Así que me parece un gesto muy noble, y como todo gesto noble es digno de aplausos. Pero después de los aplausos yo les llevaría hasta Beirut a base de patadas en el culo para ponerles a trabajar en esas otras tragedias que ve todo el que estos días ve la tele o tiene una agente que le informa de cómo van las cosas en ese horrible mundo al que llamamos, a falta de una palabra lo suficientemente triste, el mundo real. Y les disculpo, porque en su gesto bonito y absurdo se ve la mentalidad de muchos cronopios, pero de vez en cuando los cronopios necesitan que uno de ellos se erija como paredro y comience a repartir sopapos para poner las prioridades por orden.

Y siempre agradecerles ser el ejemplo definitivo de que siempre habrá alguien a quien haya que agradecerle que el mundo también se merezca que lo llamen un lugar surrealista.

19.7.06

El espeso aire de un pub japonés

Hoy está siendo un día de saltos; el mundo anda un tanto disperso, tenue, impreciso. Me he levantado después de dormir, por primera vez en no sé cuanto tiempo, más de seis horas (no mucho más, pero algo se nota), y había una oscuridad y un silencio extraños y desconcertantes, que no recordaba yo de otros días en los que al fin y al cabo me levanto a la misma hora.

Pero como una de las pocas cosas que le reprocho a la vida laboral es que no te deja mucho tiempo para cavilar (si esto me pasa en la época universitaria hubiese sido capaz de quedarme toda la mañana acodado en la terraza, mirando, a ver si descubría qué tiene el día de hoy de raro) he tenido que aplazar la filosofía para un día festivo, he recogido los trastos y he salido de casa para encontrar, en el este, una muralla de nubes lejanas que explicaba la oscuridad tan tibia de esta mañana. Y sobre ella el sol manchaba el aire de luz. Bandadas de pájaros volaban en silencio en dirección al sur, lejos sobre los edificios, y entre su efecto, el silencio, la luz y la poca consistencia de la realidad todo se ha convertido en una escena de Ghost in the Shell: Innocence a la que se le hubiese suprimido el barroquismo oriental de los edificios. Yo, qué remedio, he sonreído feliz y me he montado a un autobús.

Y tras el paseito de todos los días y los rituales de transportes públicos he llegado a la oficina, a seguir batallando con el Linux, al que le voy cogiendo un cariño que no sé por qué llamo cariño si es devoción, y que me sigue dando patadas en los morros cada vez que mi ignorancia me lleva a un callejón sin salida, o sea casi constantemente, pero van saliendo cosas y ya he conseguido lo que se supone que tenía que hacer, pero sigo jugando con él a ver si voy pillando soltura y empapándome de cómo funciona... es decir, voy haciendo lo que en su día soñé en hacer, volver a ponerme delante de un ordenador para descubrir y aprender cosas.

El caso es que mientras hago eso este ordenador está al lado, y yo voy escuchando música en él y leyendo si viene Kaká o no al Madrid en los ratos muertos o en esos momentos en los que hace falta pensar así en standby, y de pronto ha empezado a sonar Last Fareweel, de Kula Shaker, y otra vez el mundo ha vuelto a diluirse para descubrir a mi alrededor, de pronto, el humo espeso de un millar de cigarrillos y las paredes de brillante y oscura madera barnizada de un pub japonés semidesierto, en un rincón del cuál una banda toca una música tan lenta como el humo de los cigarros que atrapa la escasa luz dorada del local, y los asientos son de cuero y no hay mucha gente y yo me quedo pensando qué increíble poder de sugestión puede tener la música, qué vívida es la escena, absolutamente imposible y absolutamente realista.

Y qué bueno es tener canciones que pueden transformarse en un asiento en una mesa del rincón de la izquierda de la barra donde poder pedir un whisky con hielo y un Bloody Mary mientras el piano desgrana las últimas notas de cada noche sin sospechar que cada noche es interminable, un lugar donde descansar y donde huir del cansancio, de la rutina, del tráfico, del calor, del sol, de las mujeres que dicen no y de la programación nocturna de la televisión.

Pero si no me fuese de aquí no podría volver, así que apuro mis bebidas, saco un par de billetes con símbolos extraños a los que no me acostumbraré nunca, intento calcular la propina exacta y salgo camino de la lluvia de Tokio a principios de Noviembre mientras me abrocho la gabardina, me calo el sombrero, enciendo un cigarro y camino de vuelta al mundo real, donde el otro ordenador me espera deseando darme otra paliza, ansioso del siguiente pulso.

Y nadie me dice adiós, porque aunque muy de cuando en cuando, siempre vuelvo a este lugar.

18.7.06

Triste día el de hoy

Ese ha sido el primer pensamiento que se me ha venido a la cabeza cuando al entrar a la oficina he constatado que el número de escotes que tenemos hoy en la oficina es de cero, a no ser que contemos uno minimalista y prácticamente diferencial. Habría que plantearse obligar, por ley, por mantener la cordura y por amor a la belleza, hacer obligatorios los escotes, y que nadie me acuse de sexista porque yo estoy dispuesto, si hace falta, a venir a torso desnudo o luciendo unos sugerentes pantaloncitos cortos en mor de la igualdad, y de paso venimos todos algo más preparados para luchar con el sol de julio en Madrid.

Aunque no me quejo del calor. Ya hay gente que lo hace mucho y muy bien, y a mí, la verdad, este calor me da bastante igual, total, es la excusa perfecta para ir por ahí ligero de ropa, pasar mucho tiempo a la sombra y meterse para el cuerpo toda la cerveza fría que se le pasa a uno por delante.

En fin. O te hablo de la peli que vi ayer o me pongo a hacer otra vez más (sí, otra, y las que quedan) proselitismo musical. Así que haré las dos cosas, por qué no.

Ayer me fui al cine, que hacía siglos que no iba, y fui a ver El Señor de la Guerra, de Andrew Niccol, con Nicolas Cage, y claro, a pesar de Leaving Las Vegas Nicolas Cage da un poco de miedo, por todo eso de La Roca, Con Air y demás, y encima siendo una historia sobre un traficante de armas yo me esperaba algo que en un momento u otro iba a degenerar en esa cosa tan hollywoodiana de "pues ahora me saco un par de AK-47s del cargamento y os hago una demostración mientras mato a los malos", y ya sabes, montones de escenas improbables, explosiones y unos cuantos millones de dólares gastados en pólvora y efectos especiales. Pero había leído una buena crítica, así que algo debía tener, pensé.

Y no es que tenga algo más, es que resulta que no es una película de acción, sino lo que El Jardinero Fiel fue a las farmacéuticas, pero aplicado al tráfico de armas. Y es digno de aplauso que haya gente en Hollywood con narices para hacer esto, porque estamos acostumbrados a las películas independientes americanas, que vale, critican, pero que una gran producción, con un gran estudio detrás, tenga el valor de hacer una película así me hace polarizarme, y decirme por un lado que es algo bonito, noble y bueno, y por el otro que hasta de la suciedad humana pretenden sacar tajada, sacándola por pantalla.

La película, como tal, es deprimente. Sales del cine con asco a la humanidad entera, no ya al protagonista, que está magistral de puro despreciable, sino a todo y a todos, a esa neurona torcida que tenemos dentro y que nos hace matarnos los unos a los otros. Así que al salir del cine hubo un debate tristísimo, donde la única conclusión fue que como eso de aprender a no odiarnos y a no matarnos está complicado mientras existan religiones, desigualdades y embaucadores, y que como estas cosas parecen estar muy ancladas en nuestra naturaleza, lo llevamos muy crudo. O lo llevan muy crudo, porque aunque en estos tiempos siempre existe la posibilidad de que algún pánfilo extremista te estrelle un avión, te vuele un tren o te reviente un edificio quienes se siguen matando en serio y a conciencia siguen estando lejos de nuestro primer mundo acojonado y cobarde e hipócrita y avaro. En fin.

Pero no te vayas a pensar que me fui a dormir triste, de todas formas. Como el ser humano es en esencia estúpido terminé encontrando consuelo en el sigiente debate, que fue sobre ciencia, sobre el otro futuro que nos aguarda; frente al mundo de la pesadilla del mañana, vino el mundo del sueño del mañana... pero como de ese tema puedo sacar más consuelo antes de escribirlo aquí voy a dejar pasar un tiempo y así lo voy pensando y le voy sacando el jugo.

Así que, horreur, pasamos a la música, y hoy no te voy a decir que no te asustes porque es imposible no asustarse cuando se leen cosas de Estradasphere. Pero antes de hablar de ellos quiero que entiendas una cosa: En realidad cuando hablo de música muchas veces no los estoy recomendando, estoy contando cómo fue mi forma de encontrar al grupo, lo que opino al respecto de ellos... y es lógico que lo haga, al fin y al cabo hago lo propio con muchas cosas y la música, ya lo sabes, es una parte muy importante de mi vida. Y entre eso y que soy un maldito adicto imagina cómo me crecieron mis colmillos cuando en un newsletter de The End Records leí sobre este grupo, desconocidísmo para mí, en el que anunciaban, todo contentos, que esta banda, a la que definían como inclasificable y ecléctica, había firmado con ellos para sacar su siguiente disco en septiembre, del cuál dice que se puede esperar "death metal gitano de Rumanía, fuertes dosis de rock cinematográfico extranjero de los 60, orquestaciones expansivas, música de spaghetti western progresiva, nada de voces dominantes e incluso un piano de vapor automático". Terminan diciendo que Estradasphere es un grupo más interesado en la estética del sonido que en cuántas notas por segundo pueden tocar, y que si Sleepytime Gorilla Museum son Rock contra el Rock, Estradasphere son Prog contra el Prog.

La Wikipedia tampoco ayudó a calmar los nervios: "Estradasphere (...) se inspira en géneros como el jazz, el tecno, la música clásica, el pop, el metal, el New Age, la música latina, balcánica, griega y gitana". Así que no me quedó otra que esperar a conseguir escuchar algo suyo con muchísima curiosidad y unas expectativas que no sabía a qué altura colocar... y que definitivamente se quedaron bajas para lo que al final he encontrado en el grupo. El primer disco, It's Understood es simplemente perfecto... y del resto aún no sé nada porque no he terminado de escuchar el primero a conciencia.

Puedo seguir con lo que, además, dice su página de MySpace, pero casi que eso ya lo dejo al gusto de quien tenga curiosidad y quiera escucharlos haciendo click en el link de aquí debajo y se entretenga leyendo mientras escucha la música,

www.myspace.com/estradasphere.

De los grupos más originales, retorcidos, variados y divertidos que uno puede encontrarse hoy día. Y lo digo yo, que aunque peque de egocéntrico considero que conozco a un buen montón de grupos originales, retorcidos, variados y divertidos. Y si te da por hacer click en ese link, espero que te gusten, y no escuches la tercera canción (que, la verdad, es bastante poco significativa viendo el resto de su discografía).

15.7.06

Sexo, felicidad, etcétera

Vale, eso de no pedir respuestas en la última entrada tal vez fuese un poco injusto porque si te pido que no me contestes las palabras se te quedan por dentro y te van dando mordisquitos y hacen que te termines preocupando horrores, y a veces hasta que te equivoques y lo hagas por mí.

En fin, la pobre lentejas no pudo soportarlo, se erigió en alcachofa (realmente aquí hay para montar una huerta) y se le escapó una respuesta. Bueno. Ego te absolvo de tuo pecatum, si se dice así, y si no como se diga.

El caso es que para medir el precio del silencio he estado hurgando en las estadísticas de la página. Un montón de visitas el jueves, aunque menos que el miércoles, y otro montón el viernes, supongo que a la búsqueda de noticias, y diez hoy, sábado, que debe ser una especie de record. Yo lo veía conmovido, pensando "mira cuánta gente preocupada", y sintiéndome mal por preocuparos. Pero entonces le he dado a la opción de búsquedas, a ver qué anzuelos ha utilizado la gente para llegar a esta página, y en fin, la risa, que siempre es una buena amiga, ha hecho acto de presencia. Porque hay gente que ha venido buscando información sobre los murales del aeropuerto de Denver (a los que espero haber dado alguna información curiosa), gente que vino preguntando por la señora Frisby y las ratas de Nimh (es entrañable, en serio), por la frase de Los Delinqüentes de "mi mechero no tiene piedra", por Agalloch y por Ilbeltz, por Elena (¿buscaría quien fuese a la mía, con lo grande que es el mundo?)... y en fin, la parte de la risa, alguien que buscaba fotos de forofas del mundial, y la traca final, cómo hacer feliz a un hombre en la cama, consejos para hacer feliz a tu pareja y ¡páginas para hacer pajas! Ojo que no dice hacerse, ¡dice hacer!

Supongo que toda esa gente se habrá ido un tanto desilusionada, y lamento que viniesen a buscar toda esa información a un sitio en el que, que yo recuerde, no hay nada útil al respecto, pero bueno, al pueblo lo que es del pueblo, y aunque yo no sea quién opinar con autoridad al respecto siempre puedo hacerlo sin ella, así que ale chavales, aquí van los consejos de un servidor sobre cómo hacer el amor con alegría, alcanzar la felicidad con tu pareja y hacerle pajas a tu novio a conciencia.

¿Cómo hacer feliz a un hombre en la cama? Pues en esencia igual que a una mujer, imagino: Haciendo que se sienta contento, relajado, feliz, excitado y cómodo. ¿Y cómo se consigue todo esto? Depende. Con cariño, con originalidad, con mucha confianza, y teniendo en cuenta que el sexo es un juego, pero que no es como el ajedrez, es decir, no se trata de darle el jaque mate a tu pareja, ejem, sino de alargar la partida, de entretenerse moviendo piezas, buscando rodeos. El sexo es, como tantas otras cosas, música, y nuestros cuerpos son instrumentos. Así que ves pulsando trastes, ves pulsando teclas, compón melodías con tu pareja y haz que esta las componga contigo, haz acordes, acaricia, besa, lame y recuerda que nuestra vieja maestra la pornografía simplificaba demasiado las cosas, y que no todo son posturitas, penetración y géiseres de esperma convertidos en big bangs pringosos con muchos grititos tipo "hmmm, sí, me gusta, aah". Cuando una guitarra está afinada, ciertas notas en una cuerda hacen que vibren las demás, porque la física es adorable, y eso también funciona con nosotros. Piensa que en realidad con quien uno hace el amor no es con un pene ni con una vagina, que no somos sólo un glande o un clítorix y una vagina, sino que la caja de resonancia nuestra, pequeños instrumentos musicales, es el cerebro, y las cuerdas son las terminaciones nerviosas que tenemos repartidas por todo el cuerpo. Pues aprovecha todas las que puedas, y haz que la caja de resonancia se llene y vibre y hasta brille. Prueba, alterna, varía el compás, y cuando notes esa vibración es que la canción está siendo buena. Y luego, donde debería estar el aplauso del público, busca la sonrisa y los ojos brillantes del instrumento en cuestión, y sabrás si lo has hecho bien.

¿Cómo alcanzar la felicidad con tu pareja? Bueno, eso muchas veces no depende de nadie, porque la felicidad es un bicho muy raro y si le da por irse puede que simplemente no haya nada que hacer, porque la vida son ciclos y hay ciclos que se acaban y felicidades que se hacen inaccesibles, y luchar contra esto sólo lleva a la frustración. Pero hay formas de darle combustible a esa felicidad. La mejor, para mí, es ser feliz tú mismo, y estar enamorado (o enamorada, claro), porque nada da más satisfacción en una pareja que la otra persona te mire con esos ojos que tienen los enamorados. Eso, y hacer que el amor por ti siga, continúe o aumente. Conviértete en la mejor persona del mundo, conviértete en alguien a quien sea imposible no amar, porque lo mejor que tiene el amor es que te deja convertirte en cosas increíbles, ser mejor. Así que aprovechalo, vuela, haz que tu pareja te vea volar y sienta la necesidad de volar contigo, y luego volad juntos, y bailad en el viento.

¿Y cómo hacerle pajas a alguien? Pues con cariño y delicadeza, que el pene es una cosa que, aunque a veces pueda parecer lo contrario, tiene su fragilidad. Se suave, cambia los ritmos, acelera, frena, distrae, besa, lame y vigila siempre al propietario del pene, porque sus gestos son los que te van a explicar si vas por buen camino. Y cuando vayas por ese buen camino salte de él a veces, y juega con la sorpresa.

Y como cada cuerpo es un mundo nuevo y diferente, nunca está de mal preguntar y hablar las cosas, porque qué duda cabe, quien mejor nos puede decir qué le parece tal o cuál cosa es la persona a la que se lo estamos haciendo.

Y aquí termina la lista de consejos... Vaya líos en los que me mete la gente que viene buscando cosas concretas, caray.

Pero entre las cadenas de búsqueda que han traído gente a esta página hay otra que me llena de inquietud, y que me parece, con mucho, la más extraña: Hacer la cama, formas. Porque creo que aquí ya he dicho unas cuantas cosas pero ¿cómo espera nadie ver formas de hacer lacama en el blog de alguien que puede pasarse meses sin hacerla, y que cuando la hace más que ponerse a ello intenta que parezca que está hecha?

A quien viniese buscando esa información, sinceramente, siento no ser de ninguna ayuda. Ahora me siento culpable, carajo.

13.7.06

Un ala rota

Hoy tengo que escribir esto en segunda persona del plural (aunque no va a notarse hasta el paréntesis final), porque hoy no puedo escribir mirándole a nadie a los ojos, y la segunda persona del singular me enfrenta a todas y cada una de las miradas que puedan recorrer esta página.

Días como este son días en los que me gustaría estar equivocado, en que las cosas no fuesen lo que son, en que esa gran mentira que fue el catolicismo medieval tuviese razón con todas sus sandeces y toda su arquitectura de obra de teatro barata y cutre. Y entonces escribiría una carta que diría así:



Leganés, 13 de julio de 2006.

A la atención de Lucifer, Rey y Señor de los Infiernos.

Ha llegado a mis oídos que usted, o alguno de sus subordinados, se dedican a la recogida de almas en una especie de competición con el otro bando, y que de cuando en cuando lo hacen por medio de contratos, que alguien puede vender su alma por algún bien material o algún pequeño favor, alguna nadería que corrompe a quien la compra condenando su alma a sufrir eternamente en el Infierno.

Sé que ni mi alma ni mi vida valen gran cosa, pero yo le ofrezco la mía a cambio de que le arregle el ala rota a una mujer, de que le arregle el alma rota a un pájaro. Sé que, como he dicho, no vale gran cosa lo que le ofrezco, pero por un lado es todo lo que tengo, y por el otro mírelo así; por el camino que llevo yo probablemente fuese a terminar ahí abajo de todas formas, pero nunca se sabe, porque me rodea parte de la gente más estupenda, maravillosa y buena de este mundo, y las influencias son las influencias, y de todas formas el alma de esta mujer, de este pájaro, nunca irá a parar al infierno, así que ¿no le parece razonable, por el precio de una hojita de papel impresa, un poco de tinta y algo de medicina de la que usted debe entender horrores garantizarse al menos mi alma? Piense que menos es nada, y que así ya se la lleva con seguridad.

Por favor se lo pido. Que usted me cae bien, que tuvo que tener su par de narices para enfrentarse a ese tipo que dicen que es todopoderoso.

Suyo, espero,

David Ruiz.





(por una vez, por favor, no respondáis a este tema, que sólo estoy escribiendo porque no sé qué otra cosa hacer)

12.7.06

Retratos

Lo dije hace tiempo: Hurgando en viejos cajones y bolsillos olvidados encontré una vieja libreta que durante el año 2003 utilicé para ir por ahí tomando notas y escribiendo lo que se me pasaba por la cabeza. Estos días en Ortigueira, cuando no tenía nada que hacer y no estaba durmiendo, la estuve hojeando, y reencontré los retratos. Ten en cuenta que esta libreta la llevaba yo encima cuando no tenía aún una cámara de fotos, y además estaba yo preocupado porque en lo que escribo no suele haber descripciones de personas, así que me puse como ejercicio escribir descripciones de la gente que viese por la calle, en los transportes públicos o donde fuese, para cogerle soltura... Y luego se convirtió en un vicio. Copio tres o cuatro, no sé por qué. Supongo que porque algún día perderé la libreta y que esto, a pesar de la fragilidad de los monitores, los discos duros y la civilización occidental, parece un lugar más seguro para conservar nada que mis bolsillos. Hay un par de encuentos casuales, un retrato de Saddam Hussein y el de una mujer de la que estaba enamorado por aquel entonces y a la que sigo queriendo un montón, que espero que no deje de hablarme por retratarla aquí.

1.

Frente a mí, en un buho, se sienta una mujer empapada de una lluvia que no le ha caído del cielo. Tiene algo de ave de corral en el destierro, con su abrigo deshilachado y lanudo, con sus manos gruesas de uñas largas y violáceas. Sepulta la barbilla en un pañuelo tan negro como la tristeza que le mancha los ojos, y respira con ese aire de derrota que arrastra la gente que, a la hora de volver a casa, tiene que renunciar a las mentiras que mil años antes, al afrontar la noche, iluminaron una sonrisa fugaz. Grotesca, ridícula e invisible, reina en el destierro de un país que ya no existe ni en sus sueños.

2.

Es como si una sombra se instalase donde ella se sienta con su libro, bajo una cascada de pelo negro y una mirada de noche en estado puro. Acompaña esa hermosa tiniebla con un mohín de tristeza, los labios apretados en una mueca de seriedad, de concentración. Las cejas acompañan ese gesto, como si desde su privado y cálido pozo de negrura devorase la luz que cae sobre ella, siempre atenta a su lectura, pequeño y sublime agujero negro con forma de mujer: debe ser terrible, desnuda, en medio de la noche.

3.

Algo late en el fondo de su mirada, un pozo de resignación y de cansancio, de orgullo herido, una confusión de animal que se deja inspeccionar por el veterinario mientras le abren la boca y le alumbran por dentro con una linterna, buscando una confirmación de su identidad o, quien sabe, una muela de explosivo plástico, tal vez. Y uno lo mira y no sabe si ver a un asesino, a un ejemplo de político total (sí, eso es peyorativo) o a la excusa para unas cuantas guerras. Y qué insignificante y qué triste y qué desamparado se ve cualquiera cuando una linterna le desvela las tinieblas íntimas del paladar.

4.

Brilla tanto que hace daño a la vista. Hay algo en su mirada boscosa, algo en su sonrisa (o en los labios apretados que la preceden y la prometen, algo en la forma de sus palabras) que hace pensar en hornos solares, en danzas cósmicas, en primaveras eternas y prados infinitos, en nubes perezosas y noches de sudor y bocas felices y hambrientas. Hay algo en su caminar que arrastra mi mirada tras ella, que invita a medir el tiempo por el eco de sus pasos cuando ella no está. Hay algo en sus manos de magia, de arañas encantadas capaces de arrancarle melodías al viento que ronroneante se desliza entre sus dedos. Hay algo de ella que está por todas partes, y se respira en la música y se bebe en los cuadros y se huele en los sueños.

11.7.06

Un festival de perros

He vuelto.

Tengo los brazos ligeramente morenos, con ese moreno mío peculiar al que la gente sin consideración o con gusto por lo exacto y literal llama rojo más que moreno en sí (exagero, pero no del todo. Deberías verme la barriga), tengo la cara afeitada por primera vez en diez días, y tengo como veinte citas pendientes con mi gloriosa, blandita, amplia y familiar cama. Tengo también esa mirada serena y un pelín ausente de cyborg de Blade Runner (déjame ser friqui, que casi nunca lo soy), si cambiamos la puerta de Tannhäuser por los montes de Galicia y las naves en llamas más allá de Orión por las hogueras nocturnas que llenaban en bosque de humo brillante bajo la luz de la luna y las estrellas: buf.

Y aquí estoy, arrastrando mis bostezos por la ola de calor madrileña, echando de menos aquella playa de arena oscura y mar psicótico, sonriendo agradecido ante todo grifo que emite agua caliente y reflexionando sobre todo esto que, sorpresas que da el calendario, ha pasado en tan solo una semana que, como decía, ha sido en realidad y ante todo una semana de perros, como debimos intuir cuando recién llegados al camping adoptamos la actitud y los instintos de las tortugas para dirigirnos hacia la playa en línea recta y llegamos tan cerca como la fragilidad de las bolsas donde llevábamos comida, enseres y toneladas de gazpacho nos permitieron. Y según comenzamos la instalación apareció una perra esgrimiendo una piña en los hocicos y meneando el rabo como una energúmena, reclamando que dejásemos esas tonterías de erigir casas de trapo y nos dedicásemos a asuntos divertidos e imprescindibles como lanzar esa piña lo más lejos posible para que la perra pudiese ir trotando a por ella, traerla de vuelta y poder repetir infinitas veces el procedimiento. Ya lo dijo Milan Kundera, los perros es lo que tienen.

Y luego los perros siguieron teniendo su gran cuota de protagonismo; al fin y al cabo hay una gran cantidad de punkis en este festival, cosa algo incomprensible, y la población de canes es al menos igual a la población de punkis, como todo el mundo sabe. Además descubrimos perros bakalas, que se dedicaban, en una rave, a ladrar al ritmo de los altavoces. Y claro, luego uno no puede dejar de preguntarse, cuando está viendo a los Four men and a dog no ya cuál de los cinco era el perro (unánime: todo el mundo asumía que el perro era Gino Lupari, el tipo del pandero, opinión que pienso mantener aunque acabe de leer que se refería a su viejo cantante Mick Daly) sino, teniendo en cuenta que había un perro, cuál de los otros cuatro era el punki.

En fin, ya sabes, acabo de volver del festival y se supone que tengo que contarte algo de él, que para algo he ido y me lo he pasado así de bien. Pero tardaría horas en contar todo el festival y me olvidaría de demasiadas cosas, así que vamos a hacer una pintura así impresionista de unos cuantos trazos más o menos al azar de cosas siempre vistas al azar.

Primero la luz: Yo no sé qué tiene aquél aire, pero la luz se desliza por él lujuriosa y vibrante, pintándolo de grises, dorados y rojizos, durante el día, y jugando con cualquier farola, con la luna, con las estrellas o con las luces del humo y de las fogatas, y todo queda convertido en un mar brillante de miles de matices, siempre cambiante, siempre vivo, siempre.

Y luego la consciencia, la primera noche en la playa, de un error: Nos equivocamos al asumir que el mar termina donde termina el mar. Las nubes que dependen de él, el viento que lo anima y lo mece y le provoca olas, hasta la misma luminescencia del aire en el que nosotros respiramos son parte de esa misma masa, de ese dios primigenio, brutal, hermoso y diminuto al lado de los vastos mares de los que forma parte.

Ya, vale, un inciso, que luego me leen católicos y se les ponen los ojos llororos diciendo que eso les recuerda su fe: La necesidad de creer es el miedo de no ver. Todo eso es grande, es hermoso, es inabarcable, pero no es, para nada, ninguno de los dioses de cartón piedra que cualquiera de nosotros se haya podido inventar. Por favor, no insultemos a la naturaleza inventándonos titiriteros imposibles y atribuyéndoles los méritos de esta. Y si os da por hacerlo a mí no me salpiquéis con vuestros grititos de euforia.

Sigo: Después vino el caos, que es básicamente el ingrediente básico de cualquier buen festival. Caos e improvisación. Encontramos, una noche, a unos tipos alrededor de un cubo de basura, que nos requirieron para hacerse una foto encaramados al mismo. Como estábamos en el camino del campamento mucha gente pasaba, y alguno hizo el gesto de colocarse también a la foto... recibiendo la bienvenida instantanea del grupo original. Así que se empezó a acumular gente y gente y gente, y quedó una foto masiva que ande por donde ande no tiene precio. Les preguntamos luego por qué querían hacerse una foto con el cubo de basura y nos contaron que habían estado utilizando uno como remolque para llevar el equipaje, pero que unos agentes de policía les habían dicho que si no llevaban algún objeto de más y habían tenido que dejarlo antes de poder hacerse una foto con el compañero de viaje. "Este es sólo un suplente para la foto", dijeron, algo culpables por la cara de pena que se le estaba poniendo al pobre cubo de basura que al fin y al cabo no tenía culpa de que su compañero hubiese sido rescatado por la policía.

Y claro, la gente, porque cómo son los gallegos, que siempre parece que hay pocos para los que tendría que haber en el mundo. Fuimos a ver la final del mundial a un bar, donde conocí a Pincel, al que hice feliz dándole tratamiento de señor (él, a su vez, me correspondió pagando una ronda) y a su colega el Paco. Después de cruzar dos o tres frases Pincel dedujo que yo no era de por allí, y me pidió disculpas porque estaba borracho y así sólo podía hablar en gallego. Bueno, le respondí, tú me entiendes a mí, yo te entiendo a ti, todos contentos (de hecho mejor que cuando llegó Paco y se puso a hablar en castellano y descubrí que le entendía mejor en Gallego). Así que poco caso le hicimos al fútbol aparte de para comentar la cornada de Zidane y los penaltis, siempre tan divertidos, y en lugar de eso hablamos de estudios, trabajos, comarcas, festivales, viajes, historias de amor con finales tristes, el magnetismo del acento argentino y los mil temas más que pueden surgir en un partido de fútbol de aburrimiento y prórroga. O aquellas dos gallegas que iban entre la gente durante el concierto de Berrogüetto buscando grupos de gente que no bailase para ponerse frente a ellos con mirada de cabreo y ponerse a bailar con ellos hasta asegurarse de haber prendido la llamita de su incendio de baile particular y partir entonces a la búsqueda de otro grupo inmóvil. O la del grupo que jugaba al beisbol mientras uno de ellos iba explicando las reglas al resto, y que luego nos persiguieron hasta el pueblo mientras cantaban a voz en grito a las mujeres que nos acompañaban lo que opinaban de ellas y que si éramos los novios que entonces no querían nada, pero que si no lo éramos sí que lo querían. O la del carterista que se pagó una copa con el botín y luego devolvió la cartera en la barra de un bar y dejó una nota a su dueño en la puerta de los baños para que se pasase a recogerla, con agradecimiento incluido.

En fin, una catarsis, una catarsis. Entre los kilómetros y kilómetros de viaje en coche (apasionantemente divertido el tramo final de la ida, desde As Pontes a Ortigueira, y el de la vuelta, la parte final de la A-6 que parece un escenario del The Need for Speed), las horas de playa, la musiquita, la gente, los de la rave macarra (no todo iba a ser maligno entre las filas de los escandalosos) gritando todos a coro SIEMPRE YO TE SIGO A TODAS PARTES, A VECES YO NO PUEDO AUNQUE LO DESEO PERO YOOO, TE QUIERO DE VERDAAAD (espectacular cuando la escuchas por primera vez y sucesivas cantada por quince o veinte personas saltarinas en modo repeat), las casualidades increíbles, los amaneceres en una playa sin amanecer, personas enzarzadas en casualidades irrepetibles tratándonos como perros, ignorando conscientes nuestros nombres y todo aquello que fuese asunto de esas otras fronteras que a veces la noche traza en torno a los cuerpos tumbados, y sobre todo el humo, el humo y el bosque oliendo a comida y a fiesta, mezclando la luz amarilla y rojiza de sus habitantes anuales con la luz plateada y azul de su luna de siempre.

La verdad es que, a veces, daban ganas de aullar.

Y la verdad también es que yo, de hecho, aullé unas cuantas veces.

4.7.06

Y en sotto voce, que es tarde

Me voy de vacaciones, al festival de Ortigueira, por tercer año consecutivo.

Tengo una mochila llena de camisetas y calcetines.

Voy armado con un cepillo de dientes, una linterna y mi fiel escudera, mi cámara de fotos (pobrecilla, hoy he visto a la que pretendo sea su sustituta, y me he sentido tan infiel...).

Gazpacho, cerveza, playa... el tiempo dice que mañana lloverá, y que pasado hará sol. Perfecto, para mí.

Más cosas, más cosas... este año es todo un tanto caótico. Hasta hace unas horas no sabía que iría más gente conocida. Y hace meses, otra gente conocida amenazó con ir. Yo a ratos rezo (a la nada, tranquila) para que se hayan olvidado, a ratos me pregunto si me daría la risa o una taquicardia si no se hubiesen olvidado (y fuesen).

Luego, cuando termino de jugar a preocuparme, acepto otro hecho (estoy en racha): Me da igual.

Así que ahora acumulo el sueño que me viene comiendo por dentro desde el viernes, y lo amaso, y le doy formas, y cuando consiga hacer con él una almohada me iré a dormir, y no soñaré, o soñaré algo cálido y oscuro, y me despertaré olvidándolo, y a los veinte minutos sonará Moonsorrow en mi coche, que correrá en las alas del viento de esta súbita legalidad de la ley de los puntos en dirección noroeste.

Lo que viene a querer decir que no estaré aquí para escribir nada hasta el lunes que viene. Pero vamos, que si me echas mucho o algo de menos siempre puedes pasarte por el fotoblog. Porque una de las fotos de las que van a ir subiendo estos días va a provocarte una sonrisa fijo.

Besos, sé feliz, y no me tengas envidia, que seguro que se me ocurre algún motivo para sufrir un ratito en solidaridad con quienes como tú os quedáis currando en Madrid.

2.7.06

Las cosas como son

Primero, un mea culpa. El viernes una antigua lectora me estuvo echando un rapapolvo: Decía que últimamente esto no es lo que era, y que últimamente no escribo más que gilipolleces. Naturalmente como es un encanto de mujer no me lo dijo así, y tal vez se refiriese sólo a tanto hablar de fútbol, que quieras que no es un tema que a ella le importa más bien poco, pero, haciéndole caso al título de este post, tiene razón, y yo lo vengo sospechando desde hace tiempo. Pero es que muchas veces desvariar sobre tonterías es una forma más bien cómoda de no contar las cosas que a uno le roen por dentro, no porque no quiera contarlas en el blog, que podré contarlas o no, según, sino porque escribir implica pensar, y cuando uno anda dándole esquinazo a la realidad no es muy bueno eso de ponerse a pensar.

Bueno, no es que no sea muy bueno. De hecho seguramente sea bueno, pero aceptar las cosas como son es algo que puede ser incómodo y desde luego es mucho más deprimente que recurrir a la fantasía y a los sueños, sobre todo si uno tiene la imaginación suficiente como para imaginar, para cada revés de sus fantasías, una explicación esperanzada y cogida por los pelos que justifique todo el tinglado mental que uno visualiza para arrullarse y poder dormir por las noches. Hasta que claro, aparece la realidad con su puta manía de llevar la contraria y uno se la pega... y por prevenir ese tortazo supongo que es bueno aceptar las cosas como son, hacerlas caso y llamar a los sueños por su nombre, sueños, y no ponerles cartelitos en los que ponga "futuro probable".

Este fin de semana he estado haciendo terapia en ese sentido: Con esa valentía que sólo nace de los tirones de orejas o del miedo a romper cosas valiosas he intentado andar por ahí mirando lo que en realidad es, y no lo que podría ser o yo querría que fuese o estaría de puta madre que fuese, a ver qué había. Lo que había recibe, creo, el nombre de mundo real, y la verdad es que no parece un mal sitio, visto lo visto. Claro que el mundo nunca parece un mal sitio cuando uno se ve rodeado de los cronopios más adorables del mundo, que por inexplicables motivos se empeñan en ser amigos de esta criatura del pantano que teclea estas palabritas rancias. Y así me desperté, más en el sentido de levantarme de la cama que en el de terminar de dormir, porque para terminar algo hay que haberlo empezado antes, y todo parecía horrible y nefasto, y después de una primera dosis de realidad la verdad es que el mundo parecía una inmensa boca llena de afilados dientes que apuntaban todos a una a mi pobre corazoncito taquicárdico, pero como a mi edad ya puedo llamarme perro viejo, porque siempre he sido un poco perro y para ser un perro tengo un taco de años, pues ya me sé algún truco para conjurar la desesperación, y así, decía, me desperté y decidí que lo único coherente que podía hacer era coger el coche y recorrer 30 kilómetros para ir a echarles unas fotos a unos edificios en ruinas que una vez creí ver desde un autobús, y enterados dos de estos benditos cronopios saltaron dentro de mi coche en lugar de ser razonables y dejarme marchar para buscar refugio en un bar refrigerado, bien cerca del grifo de la cerveza.

No encontramos las ruinas, pero sí unas sospechosas naves industriales de nueva construcción, aunque sí que encontramos una vieja avioneta encaramada a lo alto de un palo, como si fuese un pajarillo, que nos sirvió para hacer un homenaje fotográfico más bienintencionado que eficaz a Con la muerte en los talones, del que supongo que subiré alguna foto esta semana, y luego buscamos refugio en La Fakultad, que es un bar de Talavera que tiene miles de millones de clases distintas de cerveza y la sana manía de hincharle a uno a comida, donde asistimos a la parte divertida del Portugal - Inglaterra, los penaltis, y ya de paso vimos la clasificación de la Fórmula 1, y total, que según volvíamos al pueblo yo me iba preguntando qué les había pasado a los dientes del mundo, que aquel par de individuos habían conjurado a base de cantar canciones, contar chistes y demás tonterías que puedo resumir en estar cerca y ser como son.

De uno de ellos ya he hablado y hay hasta una foto suya en el fotoblog: Mi primo Perico, que se merece que le levanten una estatua a la Mejor Persona del mundo. Cuando llegamos al pueblo el hombre se fue a su casa, donde tenía un proyector que ha cogido prestado del almacén de deshechos de su trabajo, para poder reunir al barrio, es decir, a sus padres, sus tíos y los vecinos, y ponerles en el patio de su casa la película de Gato negro, gato blanco. Y yo me pregunto ¿por qué coño no seremos todos así? Porque yo esa película la he visto unas cuantas veces, y sé que es una inyección de optimismo y de euforia, y vale, yo cuando conseguí el DVD obligué a mis padres a verlo, pero ¿a quién más se le puede ocurrir reunir al barrio en pleno para improvisar una sesión de cine al aire libre?

Imagínate cómo tuvo que ser aquello: Los tíos, los vecinos, con su media de edad rondando el medio siglo, con sus antecedentes rurales, contemplando esa obra de arte de la Yugoslavia rural que a pesar del barroquismo de Emir Kusturica tanto tiene de universal y tantos ecos tiene que despertarles a la gente que ha nacido, ha crecido y se ha criado en un entorno rural como el pueblo era y ahora, en la medida en que la play station no lo impide con las nuevas generaciones que no saben lo que se pierden, sigue siéndolo. Imagínatelos muertos de risa cada vez que aparecía el plano del cerdo hambriento de gustos algo extraños, o con el romance motorizado de la gitanilla cantarina y el chaval picarón, o con las patochadas del padre o los delirios de los abuelos. En serio, hay que hacerle una estatua a mi primo, y que sea bien grande.

No teniendo bastante con eso luego salieron de su barrio para bajar a buscarnos por los bares, donde empezamos con mi sospecha de que todo el mundo se había puesto de acuerdo para subirme la moral a base de dejarme ganar al futbolín, y terminamos cerrando bares e inaugurando el día cantando coplas y dando palmas en un bar.

Así que aunque sé que desde un punto de vista razonable no tengo ningún derecho a ello, me erijo en juez de mi nuevo archienemigo, el mundo real, las cosas como de hecho son, y después de un fin de semana recopilando información, emito mi veredicto:

Las cosas podrían ser de otra manera, sí.

Pero aun siendo como son vivir es una gozada, y no puede ser de otra manera si en la vida hay gente como esta.

El mundo, por su parte, también se proclamó juez, pero en vez de juzgarme me dejó ir con un consejo que me llegó de los labios de un conocido de un bar, que nos estuvo explicando al camarero y a mí sus problemas con la ley por culpa de una imprudencia que por lo visto hizo por amor a una hija que tiene de la que mejor no voy a decir nada, que me conozco. Contó lo que hizo, no contó por qué lo hizo, aunque se imaginase, y con toda la nobleza que tiene dentro de ese corazón que no le cabe en el pecho se hechó toda la culpa que le tocaba y dijo "porque yo soy un borracho, y soy un cabrón... Pero cuando puedo también me gusta ser un caballero".

Yo la vi una frase genial, la verdad.

Y me voy a dormir contento, y no veo dientes por todas partes. Eso está bien.
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.