28.2.06

Y por cierto, lo de la cama sin hacer no es un farol, ¿eh?

Tengo pruebas gráficas que, si me acuerdo, adjuntaré luego cuando llegue a casita.

Como me quedan 59 minutos de trabajo (al momento de escribir esto) aquí y me aburría me he puesto a buscar "y la cama sin hacer" en Google, por curiosidad, y he terminado dando con lo que yo consideraba un mito: La noticia de que las camas sin hacer son buenas porque matan a los ácaros, esos bichitos. Recuerdo que me lo dijo Sergio un día hace mil años y yo pensé que era una excusa inventada por alguien para justificar una pereza que yo no necesito justificarme (me encanta dormir en la cama deshecha. Y cuando la hago es para darme el gusto de deshacerla... y porque si no termina estando cada estrato textil en un rincón de la habitación y luego se pasa frío). Pero parece ser que no, por lo visto alguien se ha dedicado a perder su tiempo en mirar eso, en vez de hacerse un blog como está mandado.

Como algunas noticias aludían a la universidad de Kingston he ido por allí a buscarlo, más que nada por ver si era un farol, pero resulta que la investigación existe. Por lo visto los bichitos lo pasan fatal cuando no hay humedad y hay calorcillo y que la cama esté deshecha se lo pone más chungo para sobrevivir.

Buenas noticias para mi cama sin hacer. Pero también las he encontrado malas. He encontrado otra página que habla de la cama, y de buenas vibraciones, mala suerte y todas esas tonterías que un alma científica como yo desprecia hasta el punto de haber tenido que limpiar con la manga un par de lapos que la indignación ha proyectado sobre este bonito monitor que abandono en 45 minutos (escribo despacio pero es que me entretienen mis compis. Son majos. Pero quieren que les hable. Grrr). Y fatal todo, ¿eh?

Se supone que la cama debe estar orientada al norte o al este y la mía da al sur. Que tener los pies en dirección a la puerta da mal agüero. Bingo, también lo hago. Que no debe estar atravesada con respecto a las tablas del suelo o tendré una muerte lenta... de esto no estoy muy seguro pero me temo lo peor. Que no deben estar cruzadas con respecto a corrientes subterraneas de agua. Esperemos que los conductos de la calefacción no cuenten. Que hay que levantarse por su lado derecho. Claro que ¿cuál es el lado derecho de una cama? ¿El que queda a la derecha según la miras de pie o si estás en ella boca arriba? ¿O boca abajo? Qué lío. Yo lo primero que he entendido es que la derecha es según te vas a levantar. En ese caso, a mi derecha hay una pared. Ups. Pisar con el pie izquierdo, claro, es fatal, y yo lo hago todos los días, que para algo es el pie más cercano y salgo por ese lado. Dejarla sin hacer, diga la universidad de Kingston lo que quiera, será malo para los ácaros pero atrae maleficios. Y para cuando hagas tú la tuya, que a mí esto me afecta poco, mientras la haces no puedes ni estornudar ni interrumpirte, ni poner las sábanas al revés (yo creo que recuerdo haber hecho todo eso). Lavar las sábanas los últimos 12 días del año tuvo la culpa de que me costipase en Nochebuena, si las cambias un viernes el diablo controlará tus sueños una semana (suena entretenido), pero aún peor es darle la vuelta al colchón ese día, porque puedes hundir un barco, romper una pareja o pasarte una semana con pesadillas. Si alguien está enfermo y le das la vuelta al colchón puede morir (sobre todo si no se baja primero de la cama y está delicado, imagino), aunque también puede hacerlo si barres. Y dice la página que hay que mirar a ver si el diablo está escondido debajo, porque por lo visto le gusta mucho meterse ahí, pero tristemente no dice qué hacer si uno se lo encuentra. Vaya, cantar en la cama, cosa que me consta que has hecho, también es malísimo.

No me extraña que la gente se quede dormida en el sofá.

Porcupine Tree

En algo hay que malgastar la última mañana de trabajo, y ya que estoy escuchando Porcupine Tree, por qué no hacerles un poco de merecida publicidad y de paso contar la historia de una banda que tiene su misterio.

Bueno, pues la historia comienza con una banda llamada The Porcupine Tree (en realidad naturalmente la historia no comienza por aquí, porque ninguna historia comienza por ninguna parte, pero se puede empezar por este hilo y tirar de él, y al final terminaremos viendo el mismo cuadro que tirando de otros hilos pintan porcupinetree.com y Wikipedia), donde tocaban músicos como Sir Tarquin Underspoon y Timothy Tadpole-Jones, además de una constelación de intérpretes como, por decir el único que conozco, Linton Samuel Dawson (Wikipedia hace incapié en las iniciales de este último). The Porcupine Tree fue un oscuro grupo progresivo de los setenta, una de esas bandas de gente desconocidos que alcanzaron su cuota de gloria y su ración de olvido en plena era del LSD, la psicodelia y la exploración musical. Sobrevivieron los que todos conocemos, y a saber cuántas bandas padecieron la suerte de The Porcupine Tree.

Aunque algo quedó de ellos, un fan: Steven Wilson, un joven programador fan de una música casi más vieja que él y que a sus veinte (en 1987) apareció con una cinta de aquella banda desconocida, Tarquin's Seaweed Farm, y empezó a hacérsela escuchar a sus amigos y conocidos. Les gustó. Le dijeron que la llevase a algún otro sitio, así que él empezó a mandarla por correo a revistas musicales y sitios así. Uno de los blancos de aquella casette fue una revista que se llamaba Freakbeat que estaba pensando en montar una discográfica, Delerium, así que escucharon la cinta y por lo visto les gustó algo de ella, así que intentaron ponerse en contacto con ese grupo desconocido para meter una canción suya en una compilación que iban a sacar así para empezar. La cinta traía información sobre el grupo, pero no era de mucho interés si lo que uno pretendía era contactar con el grupo (excepto tal vez por un cierto caracter disuasorio, pues el librillo incluido hablaba en su historia de entradas y salidas de prisión, de peleas y de todo tipo de calamidades). Así que le escribieron a Steven Wilson.

Pero Steven Wilson no podía ponerse en contacto con nadie, porque Sir Tarquin Underspoon y compañía no existen. Steven Wilson se los inventó, en una broma compartida con un amigo suyo, porque había aprendido a tocar la guitarra y el teclado el solito y se había montado un pequeño estudio en casa, pero le daba vergüenza ir con su música a ninguna parte y que la gente pensase "otro chaval que cree que es Hendrix tocando en el dormitorio de casa de mamá". Según el mismo Steven Wilson, como todo era un chiste la gente se lo tomó tremendamente en serio.

Y así nació Porcupine Tree. Steven Wilson componía y tocaba todo, ayudándose en lo que no podía tocar de baterías artificiales y efectos de sonido. Así sacó un par de discos. Además tenía otro grupo, No Man's Land, absolutamente distinto a Porcupine Tree, y este grupo pudo firmar un contrato con una discográfica y Steven pudo dejar su trabajo de ocho horas como programador y dedicarse de lleno a hacer música. Aquello debió despertarle el gusanillo de las giras. Pero para tocar en directo necesitaba un grupo. Y la idea de grupo tiene su romanticismo, su mito, su misterio, ¿quién no ha soñado alguna vez con ser estrella del rock e ir por el mundo haciendo fotos raras, comiendo cosas extrañas y tocando cada noche en un sitio? En general se sueña y luego uno se duerme, quedándose con las ganas, pero como el señor Wilson podía, reclutó un grupo de músicos y Porcupine Tree, después de ser una banda inexistente y luego un proyecto de un sólo hombre, paso a ser un grupo. Y bastante estable. Hasta el 2002, no cambió un solo miembro de la plantilla. A pesar de haber sido el padre de la criatura, todos los músicos contribuían a la música, que ha ido cambiando de disco a disco, devaneando con la psicodélia, con lo progresivo y con toques de metal (siguiendo la ferocidad hambrienta del padre de la criatura por la música), pero apañándoselas para mantener siempre un sonido distintivo y que disco a disco viene siendo aún más perfecto (resulta que Steven además de aprender a tocar aprendió a producir la música, de hecho ahora también trabaja de productor, bordándolo en grupos que van desde el rock progresivo de aires retro de Paatos hasta el death metal melódico-progresivo de Opeth).

Según él, de todas formas, ellos no hacen rock progresivo, sino rock a secas. Pero se curran tanto el sonido, buscando las texturas más perfectas posibles, que eso hace que la gente sienta que son un grupo progresivo. Así que en realidad serían un grupo de rock con un sonido intrincadamente progresivo.

A mí, personalmente, me vuelven loco, claro está. Tienen otra gran virtud para un adicto a la música, aparte de la variedad estilística: Son realmente frenéticos a la hora de sacar cosas extrañas. Sus discos salen al ritmo habitual, uno cada tantos años. Pero el vacío intermedio se llena con oscuras piezas que aparecen por ahí y que pueden ser desde 40 minutos de improvisaciones mientras grababan un disco a un directo en una radio polaca.

En fin, lo último que sacaron fue Deadwing, en el 2005. No pierdo la esperanza de que monten una segunda gira, como hicieron con el disco anterior, In Absentia. Y si no, espero que saquen pronto otro, porque pocas veces puede uno oír un grupo de tanta calidad que se curra tanto el sonido, que convierte cada concierto en un espectáculo que a veces cruza la frontera con el cine (convirtiendo la música en banda sonora). Quiero volver a ver a Steven Wilson descalzo sobre una alfombra, y aletear entre el humo esculpido en tonos oscuros en brazos de la música.

Pero bueno, tarde o temprano vendrán, y les estaré esperando.

27.2.06

¡Libre!

Citando la canción de Devin Townsend que tengo clavada en la cabeza toda la mañana,
Want it ,need it,
My want is found and feeding,
Hanging around with a girl
'Cause I want it, need it,
So bad I can hardly breathe but it slows me down.
Feel it in my mind and soul
Feel it in my constant lies
Feel it now, feel it go away... OH YEAH!
I WANNA GO, WHERE NOBODY'S GONE
WHILE HANGING AROUND WITH THAT GIRL
'CAUSE NOBODY KNOWS WHERE THE RIVER FLOWS NOW...
YOU'VE SLOWED ME DOWN!!!

¡Soy libre! ¡Por fin! Mañana me voy de esta empresa. Me han dicho que el preaviso es sólo para quienes lleven aquí un año o más, que obviamente no es mi caso, así que podía irme cuando quisiera. Podía haberme ido hoy mismo. Pero es más gracioso esperar a mañana, ¿verdad?

En fin, ¡libre! Y hasta el 21 no entro en el siguiente trabajo, lo que me da 20 días de vacaciones. ¡Qué de tiempo para pelearme con el Linux, para dormir, para escribir algo y para ir al cine! ¡Y leer! Tengo que comprar libros. Una pila de ellos. ¡Y hacer fotos!

En fin, qué regocijo.

26.2.06

Una de romanos carnavelescos

Noche extrañísima, con lluvias que derivaban en nevadas que derivaban en lluvia, coches que pasaban con su capa de nieve caótica, casual y retozona pegada a los techos y los limpiaparabrisas, qué gran invento la nieve.

No me responsabilizo de la ortografía de esta entrada. La vigilaré, pero no prometo nada. Debería estar durmiendo, y ando aún algo bastante muy tocado, el ron es lo que tiene.

Y después de la justificación continúo. El plan era celebrar un cumpleaños un montón de gente, pero nos presentamos siete, cifra mágica que poco a poco fue bajando hasta quedar dos, bailando en un bar perdido en una ciudad que indecisa entre lluvia y nieve elegía las dos opciones, alternándolas a un ritmo imperceptible, de pronto sembrándo el cielo de copos grandes como pelotas de beisbol, de pronto lloviendo con saña. Y, claro, es carnaval, y había gente disfrazada. Y entre los disfrazados, dos alegres romanos (con el choque cultural al borde de cada calada de sus Lucky Strikes y sus sorbitos de whisky con limón) y una horda de monjes tibetanos (con su correspondiente choque cultural en forma de bailes pachangueros multitudinarios). Total, que de pronto empiezan a sonar las típicas canciones de striptease, y se forma un corro y en el centro del corro hay una minifaldera y una silla, y ella en fin, plegándose, desplegándose y describiendo diversas órbitas más o menos cercanas y siempre lujuriosas. Y aparece frente a ella uno de los romanos, que se une a la fiesta, y madre mía, qué carnal todo, eso de las bacanales es lo que tiene. Manos apretando culos y explorando anatomías, gente coreando, y junto a nosotros el otro romano, que mientra fotografiaba a su compañero de centuria nos dice "le hago las fotos para que las vea mañana, porque es mi novio, y no se va a acordar de lo que está haciendo". Y nosotros, almas cándidas, que le preguntamos "¿pero se conocen?", y él que nos mira, cínico, y dice "¿que si se conocen? Mucho".

Y poco a poco sus palabras calan en nuestros entendimientos sumergidos en ron. Su novio. Del fotografo. Y el fotografiado, loco de alcohol y de fiesta y restregándose con aquella moza que, me teno, se las prometía tan felices y se ha terminando topando con las risas de confusión y las preferencias sexuales de los romanos.

Qué noche. Qué risa. Qué frío. ¡Y cuánto baile, arj! Dormir. Siií. Buenas noches.

24.2.06

Frases que uno escucha y piensa...

Porque aquí nadie quiere irse a la calle, ¿verdad?

La ha dicho mi jefa mientras me echaba una bronca pública, delante de mis compis, que hacían esfuerzos muy eficaces por contener las sonrisillas. Me echa la bronca porque a ella se la han echado, porque los tipos que deberían pasarnos los datos para que podamos hacer el P.A.C. (Puto Anuario de los Cojones. Aunque ahora se llama "Memoria Anual", porque la palabra "Anuario" ha pasado de moda, la pobre) nos han enviado una increíble cantidad de datos sobre un montón de cosas, cada una de su madre y de su padre, y relacionadas con los datos pedidos de formas no siempre comprensibles.

Total, una cadena de broncas que, espero, haya llegado también por el otro lado a los terroristas estadísticos que nos han mandado lo que nos han mandado.

En cualquier caso mi jefa dijo esa frase y a mí, claro, me ha costado horrores no reírme y levantar un dedo y decir que bueno, que en realidad yo sí.

22.2.06

Madrid 0 - Arsenal 1

Es lo malo de esta religión, que aquellos a los que rendimos culto fallan. Además de dar bastante grima y de peinarse de una forma rarísima, en particular cuando el objeto de culto es el Real Madrid. Bueno, anteayer perdimos, en un mal partido, pero al menos pudimos ver a Henri, y disfrutamos de lo bueno de esta religión, que también lo tiene: Que se puede practicar acodado en una barra, tomando cañas y tragando tapas.

La verdad, en parte estoy contento porque el Arsenal nos ganase, por un grupo de ingleses con los que fui parte del camino hacia casa (yo iba del trabajo, ellos iban al partido). Cuando bajamos del tren de pronto todos escuchamos a una horda feliz y cantante, y madre mía, ¡qué repertorio y qué pulmones tiene esa gente! Había de todo allí, desde veinteañeros a una abuelilla que iba renqueante con su bastón y su bufanda del Arsenal al cuello. Y dando una imagen muy distinta a esa que suelen presentar las televisiones de los hooligans. Porque miedo no daban, lo que hacían era transmitir una alegría y una diversión que, la verdad, me hizo sentir mucha, pero mucha envidia.

Siempre lo he pensado y el pensamiento sale fortalecido cada vez que un equipo inglés viene a Madrid o un equipo español juega allí y se ve el estadio en el campo. Cuando vaya (o vayamos. Mejor lo segundo, claro) a Inglaterra, tengo que ver un partido allí. En fin. Hacían pensar en Flogging Molly, en los Dropkick Murphys, una alegría, vamos.

Pero claro, después de la derrota uno siempre se siente propenso a pensar que la vida es terrible (al fin y al cabo, nuestros dioses de turno nos han fallado), y a asumir que el frío, el sueño, el dolor del madrugón, que un calcetín manifieste una curiosa tendencia a buscar refugio debajo del talón o que el transporte público se muestre especialmente malévolo está relacionado con la derrota. No que sea consecuencia de la misma (al fin y al cabo che, soy un tipo ilustrado, y cuatro arranques panteístas al año no son suficientes para cambiar eso), sino que son manifestaciones de una misma mala leche. Si creyese en dios, sería en momentos como ayer por la mañana. Y me caería fatal.

Pero luego empiezan a pasar cosas. Uno empieza a recibir llamadas de ofertas de empleo, y utiliza eso para preguntar cómo van los pensamientos de la gente que uno quiere que le contraten, y eso sirve para que a la hora de comer uno acuerde con su futuro jefe, via telefónica, un cambio laboral. Me voy, oh jefa que me diste aquel susto tan chungo. Me voy, oh jefe del que no tengo nada que no sea insultante que decir. Me voy, oh Excel, oh Power Point. Me voy, oh empresa que no sabes qué hacer con un matemático. Me voy a una empresa que me comprende, que tiene gente con la que puedo comunicarme en un lenguaje coherente (e.d., otros matemáticos), que sabe qué hacer conmigo, que pretende subirme el sueldo en un futuro no remoto y que así por la patilla, sospecho, me va a prestar un ordenador portatil. Total, que la derrota del Madrid empieza a desvanecerse y al fin y al cabo llueve, y Madrid es una ciudad preciosa cuando se moja. Incluso empecé a hacer fotos. Te llamé para contártelo, y plaf, otra buena noticia, resulta que ya eres profesora, ya te has sacado el CAP. Y claro, hay que celebrarlo con una caña y un paseo. Y más fotos. Y por la noche, conseguí establecer un perímetro de defensa frente al Línux, que se revuelve y muerde porque no sabe que sólo quiero jugar con él y ser su amiguito (vamos, que me reinstalé Windows, volví a tener internet, fui infectado por el virus ese que te apaga el ordenador en un minuto y me libré de él en un minuto y cuarenta segundos, record de la casa). Vamos, que fue un gran día, y cuando se termina uno ya ni se acuerda de las madres de Ronaldo, Raúl y compañía, y lo disocia, y así tras la próxima derrota uno vuelve a pensar igual, pero si el día resulta una mierda lo archiva en el recuerdo, y al final uno tiene toda una biblioteca de casos que confirman una teoría estúpida.

Así que hoy, al despertarme, estaba algo paranoico, porque a diferencia de ayer hoy me levantaba contento, y el día prometía ser bonito, nevaba, y Madrid cuando nieva es aún más hermosa, y la mayor preocupación que tenía era cómo redactar una carta de esas que dicen "señores. Otra gente quiere untarme de dinero. La carne es débil, los vicios caros, y como consecuencia de tales circunstancias un servidor de ustedes dejará de serlo en quince días" y hacerlo sin que suene así de informal (porque, sinceramente, estoy considerando escribir algo así). Uno piensa "si ayer el día empezó amenazando y terminó de fábula, ¿será al contrario hoy que ha empezado bien?"

Molestamente irracional, la idea, claro. Pero sigue ahí, revoloteando, pidiendo que la haga caso. Yo la ignoro, miro fotos, aprovecho el tiempo de la comida para corretear por calles húmedas, alimentarme a base de cañas y pinchos de tortillas (una de las dietas de la felicidad), leer y dar saltitos delante de los escaparates (no por lo que hay detrás, sino por lo que se ve reflejado, todo tan gracioso y tan inflado). Y el día no va empeorando, y yo puedo ir sacándole la lengua, metafóricamente, a esa idea boba e ir anticipando una pequeña victoria frente a ese lado derrotista que por más que le discuta siempre termina teniendo razón un día de cada cuantos y claro, así no hay quien lo calle.

21.2.06

Hambre

Tal vez sea algo intrínseco al ser humano, tal vez necesitemos tener hambre. Tal vez no podamos librarnos del hambre con comida, con cómodas vidas primermundistas, una nómina a fin de mes, una nevera llena y una memoria cargada de ritos aprendidos en programas de cocina, tal vez ese hambre simplemente salte a otra parte de la vida, huyendo, por qué no, del sentido del gusto, para aterrizar en el de la vista (y de ahí el hambre de cine, de fotografías, de nubes), en el del tacto o el del olfato (y de ahí mi hambre de tu presencia, de tu piel y de tu pelo), o en el del oído. Y de ahí la música.

O tal vez no sea un hambre de verdad, tal vez sea sólo nuestra costumbre de niños malcriados que, precisamente, no pasan hambre, que quieren ver el resto de sus sentidos colmados. Pero déjame que lo llame hambre esta tarde.

Hay gente que tiene un hambre desaforada, que necesitan llevarse cosas a los sentidos constantemente. Que buscan, desesperados, algo que aplaque sus sentidos, algo que sobresalga, porque el hambre ya no se quita con cualquier migaja, somos como aquellos tigres legendarios que tras zamparse a un ser humano sólo perseguían esa carne (que, salvo la tuya, debe ser tan insípida al lado de la de, digamos, una gacela o un ciervo). Y así recorremos como muertos vivientes las secciones de dvds, arrastramos los pies por las tiendas de discos y acariciamos con un dedo ansioso la zona de versión original de las carteleras. ¿Vale la pena?

Yo, claro, creo que sí que la vale. Que sólo ese hambre le lleva a uno a conocer ciertas joyas ocultas, esos grupos que no conoce nadie, esas películas que nadie ha visto, esas imágenes que nadie mira. Si tuviese que elegir un campo en el que mi hambre sobresale diría la música, sin dudarlo, y que la vista me perdone. Conozco a Godspeed You! Black Emperor, a Pain of Salvation, a Circles Over Sideligths, a Moonsorrow, a Kingston Wall, a Riverside, a Liquid Tension Experiment, Flogging Molly, Lúnasa y Urtz, por decir sólo diez, y me siento estúpidamente orgulloso cuando pienso que es improbable que nadie, nadie más que yo conozca a esos diez grupos, al menos nadie que no sea un hermano de vicio (de hambre y sed de música), y aún así estaría complicado, porque cada hermano lleva su vicio por lugares extraños, traza sus rumbos y al final los mejores cazadores son los que cazan en solitario, sobre todo en esta era tan jodídamente maravillosa que nos ha tocado vivir a nosotros los adictos, los hambrientos. Aunque de cuando en cuando hay quien vuelve y trae un tributo, un relato de lo que ha encontrado, y luce con orgullo un trofeo que compartir. Es lo que ha hecho Sergio en su blog, volver después de abrirse paso por la maraña arcana del jazz para poner los dientes largos a todo yonqui musical que pase por esa página.

Y hay que resignarse, no hay nada que hacer. Habrá que afilar la lanza, apretarse las pieles, encarar la noche y la ventisca y salir a probar esa carne, a ver qué cae.

Ahora SÍ que necesito una conexión a internet en casa.

El ojo te ve

Desde ayer, hay un contador en esta página. Más que nada como mecanismo de seguridad, para confirmar que esto sigue siendo un blog que no lee casi nadie, que el mundo es tan raro que un día uno puede levantarse con un club de fans en japón, varios cientos de miles de visitas por hora y fama mundial. Y no, de eso nada, hay que buscarse las escapatorias, huir de la línea de perfumes con mi nombre, de las portadas de las revistas para lujuriosas adolescentes vestiditas de colegialas, de los deportivos, los viajes en primera clase, los yates y el Gran Premio de Mónaco. A la que eso se dispare por encima de las n visitas al día, con n muy pequeño, se cambia el nombre, se cambia la dirección, se saca esto de los índices e inmersión y a navegar a oscuras, siempre en las cómodas y profundas aguas del anonimato.

Todo esto, claro, es en parte por las razones aquellas de la fábula de la zorra, el cuervo y las uvas, si es que eran esos los animales y géneros implicados, pero en parte también va en serio, sospecho. Pero es una parte muy muy pequeña, sinceramente.

Aunque está ahí. Tiene su morbo, teclear aquí lo primero que se me ocurra y enterrarlo en una web donde por un lado todo el mundo podría verlo y por otro nadie va a hacerlo (con contadas excepciones, claro, que para algo estás tú leyendo esto ahora). Tiene un algo de desesperación, de imposible y de absurdo, como ir con la bragueta bajada (aposta, claro) de compras, o como ir a una boda en chanclas, supongo que me explico.

Así que estamos vigilados. En cualquier caso los números son muy monos y tienen encima un dibujito que deben ser los propios números en vete a saber qué idioma. La última vez que lo miré iba por las 10 visitas, pero esas 10 primeras fui yo solito, que intentaba ver cómo quedaba y que apareciese también eso de "powered by blogger", que tendría que salir pero no aparecía por ninguna parte.

En otro orden de cosas, no tengo mucho que decir. Entre pelearme con el Linux, dormir poco, leer y esperar que una llamada telefónica me saque de este infierno se me pasa el día. Esto está siendo ligeramente interesante. Hay un tipo, A, que nos encarga el Anuario, para lo cuál hacen falta un montón de datos que, naturalmente, no tenemos, y que hemos de pedirle a A. A le reenvía nuestras peticiones a B, que se las reenvía a C, que las interpreta o malinterpreta a placer y las devuelve a A, que sin mirarlas las trae de vuelta a nuestros buzones. Total, que hay preguntas y hay respuestas, pero generalmente siempre ocurre una de estas tres cosas: O las respuestas son de otras preguntas inexistentes, o no hay respuestas, o hay varias contradictorias. Es divertido, pero saca un poco de quicio cuando A te llama y te dice "oye, necesito estos datos", y tú no los tienes y tienes que decirle a él que te los consiga. ¿Y por qué no los consigue él directamente? Pues por la cantidad de mierda que incluyen las respuestas. Somos los que depuramos los residuos de la información digerida, para preparale a A un aparente y apetitoso sandwich con ella.

Pero bueno, queda media hora para la comida, y todo se ve más bonito con un par de digestivos estratos en el estómago. Y hoy juega el Madrid con el Arsenal, y hemos quedado para verlo, que siempre es una novedad. Y después a por los controladores, a reinstalar el XP y a ver si soy prudente y termino poniendo el Ubuntu o doy luz verde al masoquismo y le soy fiel a mi nuevo amiguito, Debian. Eso es otro problema, porque Sergio aconseja el Ubunto (en los comentarios del mensaje anterior), pero es que el argumento de que es más sencillo, hmmm...

No sé, al final esto (y todo) es como cuando vas a la piscina. Puedes meterte en el agua tras la duchita, y bajando con calma por la escalerilla del borde tras remojarte brazos y piernas, o puedes saltar la verja y tirarte como un animal, a poder ser de noche, vestido y borracho. No sé, no sé. La costumbre tira mucho.

20.2.06

Estado de sitio

Bueno, empezaron las hostilidades con el Linux para ver qué tal. Empezó fuerte, cepillándose todo el sistema operativo del Windows XP, aliado con mi lado suicida, que estaba de acuerdo, y mi lado prudente, que no estaba. Y fue de perlas, salvo por una serie de circunstancias que me están haciendo el trago un poco desagradable.

1. No reconoce mi módem. Por lo que estoy viendo ahora (claro, sin internet en casa estaba loco por venir al trabajo) resulta que mi módem es de un fabricante que se empeña en cobrar a aquellos que pretenden pasarse a Linux, o algo por el estilo, y los controladores que he encontrado tienen dos problemas, primero, que probablemente no sean para mi módem concreto, sino para otro de la misma marca, y segundo que no creo que mi pericia sea la necesaria para hacer algo eficaz con esos controladores aunque fuesen los que deberían ser.

2. No reconoce mi tarjeta de sonido, creo, sospecho. Tengo que investigar más sobre este asunto. Por lo pronto el dvd se ha pasado todo el fin de semana funcionando como equipo de música, lo que no está tan mal: Los altavoces de la tele van bastante mejor que los del ordenador, que ya crían canas y tienen achaques.

3. No reconoce el iPod, no lo que no puedo actualizar la música del bichillo. Por ahora esto no es un problema muy importante, porque total, hay 4 gigas de música ahí metidos, y me da como para sobrevivir durante la semana. Además, siempre podría enchufarlo aquí en el trabajo, y de todas formas el iPod se me ha quedado bloqueado y no va a salir de ese estado, sospecho, hasta que se le acabe la batería, que estaba recién cargada.

4. No reconoce la cámara de fotos. Como se ve, el problema es en general con todo el hardware. Tampoco me preocupa porque una vez tenga internet, o si tuviese internet, siendo honesto (porque no tengo muchas esperanzas de conseguirlo. Pero yo lo intento, tranquila), podría buscar algo respecto a lo puntos 2, 3, 4... y el siguiente, que va en la misma línea.

5. No consigo convencer al Debian de que el monitor es capaz de algo más audaz que los 800x600 pixels. Como soy un adicto a las resoluciones inmensas y a las letras diminutas perfectametne claras estoy descubriendo un mundo nuevo de pixels gordos como lentejas.

En cualquier caso, a pesar de todo esto y pudiendo parecer masoquista, me declaro enamorado del Linux desde ya mismo. Tiene un montón de cosas que me parecen estupendas, como el programita de encriptado, que me tiene contento como una playboy robada a un zagal imberbe. Así que no sé qué hacer. Si me contratasen en la empresa que debería contratarme (¿debería? Sí, debería, en el sentido en el que de hacerlo el mundo sería un lugar mucho más bonito, más justo y más acogedor. Más mejor, vamos), es de suponer que me prestarían un portátil, y entonces podría jubilar el ordenador de casa al pueblo, y dejarle el Linux (total, allí no tengo internet), e intentar instalarle a la vez Linux y Windows al portátil. Si no me dan un portátil... bueno, habrá que esperar más.

En cualquier caso todo está claro a largo plazo: Quiero tener Linux, y parece ser que no va a ser tan complicado, una vez empiece a enterarme de cosas y tenga un módem que no sea tan cenutrio como el que tengo. A medio plazo podría tener un portátil con el que conectarme desde casa. El problema está donde siempre están mis problemas, en el corto plazo, en el presente. No sé qué hacer. ¿Puedo pasarme un par de semanas sin internet, si pasase lo peor, o lo más previsible? Yo creo que no. Que voy a tener que volver al Windows XP. Pero en fin, sería temporal. Hasta que terminase el ahora, el presente, el corto plazo, y llegase al medio plazo, que siempre es más interesante.

17.2.06

Buscando fotos de un hombre ciego para ilustrar la entrada anterior con algo más que ese anochecer toledano, he encontrado este photoblog. Ya sabes, para deleitarse entre parpadeo y parpadeo.



Bastones y gafas de sol

Aparte de por ser un barrio muy soleado, como dije hace justo un mes, hay otra cosa que caracteriza a este barrio, o al menos a esta calle, y es la gran cantidad de ciegos que van constantemente de un lado para otro, conjurando ante ellos la realidad a bastonazos. Observé esa distribución tan anómala de población en los primeros días de llegar aquí, y me pareció muy curioso, y me pregunté por qué sería, pero no fue hasta cosa de mes y medio más tarde cuando me di cuenta de que el edificio que hay según se sale de este a mano izquierda es una mole de hormigón y ventanales azules que tiene un logotipo de la ONCE tamaño extragrande. Se trata, creo, de alguna clase de biblioteca, o del equivalente braileano de una biblioteca, o tal vez no se trate de nada de eso, al fin y al cabo soy tan bobo como para no darme cuenta de que ese edificio estaba ante mis ojos durante un mes y medio, así que cómo va a fiarse nadie (yo mismo incluido) de mi posible criterio al suponer que pueda ser una biblioteca.

Sea lo que sea, el caso es que explica la gran afluencia de ciegos, claro. Cuando lo vi, aparte de sentirme bastante torpe, por lo grande y obvio de la evidencia, sentí ese chispazo existencial que a uno le cruza la espalda cuando de pronto siente los engranajes del cosmos girando engarzados con total precisión. Como cuando Amelie se encuentra al tipo calvo aquel. El balance general fue positivo, más que nada porque torpe me siento constantemente, y el chispazo ese da muy de vez en cuando: Esa mañana, o en la parte final de Dinero, cuando se comprende un teorema especialmente bonito, cuando me besas o cuando uno mira en una dirección casual y se encuentra con una puesta de sol violentamente hermosa, una estrella fugaz, un paisaje urbano perfecto o una nube glotona reflejada en un charco (pero sobre todo como cuando me besas).

A lo que iba. Con tanto invidente calle arriba y calle abajo (y ocasionales perros lazarillo, menos de los que en principio esperaría uno ver, o tal vez sea que me gustan demasiado los perros) pienso mucho en ellos. Quizá sea culpa de José Saramago. Pero por ejemplo, yo soy un tipo silencioso, en eso siempre salí a los gatos (que, claro, también me gustan demasiado), no me gusta caminar haciendo ruido excepto en bibliotecas e iglesias o cuando estoy solo en una calle silenciosa, y eso me convierte en un ser «invisible» para alguien cuyo concepto de la realidad «visible» está limitado al alcance de un bastón y a los sentidos del oído y, menos veces, el olfato (y obviamente no quiero decir literalmente invisible porque ya, ya sé que obviamente para un ciego absolutamente todo es invisible). Eso me hace sentir un fantasma en su mundo, un destello que como mucho pasa intuido a su lado, una distorsión en el eco rítmico del tanteo del suelo. Como consecuencia de todo esto suelo hacer bastantes ruiditos estúpidos cuando me cruzo con un ciego, intentando sonar tranquilizadoramente localizado y presente. No en realidad porque yo me sienta o me deje de sentir etéreo, sino porque imagino que debe ser útil, para quien sea, saber que comparte la acera conmigo, que estoy ahí, y que si gira de pronto puede darse de bruces conmigo.

Y también pienso la confianza que tenemos en nuestros sentidos, que un montón de señales dispersas, con grandes errores y con un montón de datos inventados por nuestros cerebro se nos manifiesten así como lo real, y parezca, en efecto, tan real, tan sólido, tan tangible. Es increíble. Qué acto de fe tan inmenso entre parpadeo y parpadeo.

Qué coincidencia

El amigo aquel del que hablaba al final del primer párrafo del mensaje anterior se llama Miguel Ángel, y llevaba meses sin hablar con él (desde las primeras rondas de la Champions Leage o desde una vez que nos vimos, también por casualidad, en la Cafetería Cervantes, donde tienen una tarta de chocolat estupenda, y según mi agente el mejor tiramisú del mundo). Y ayer, un rato después de escribir aquello y acordarme con mucha nostalgia de nuestros primeros pasitos alegres y destructivos en el mundo del PC, me llamó. Precisamente el día que escribo de refilón sobre él.

16.2.06

Se complica la revolución antes de empezar

No la revolución buena de verdad, la de los kalashnikovs, las barricadas y las abanderadas francesas haciendo un medio topless, sino mi pequeña revolución informática. Mayormente por culpa de Neal Stephenson y de un documental que vi hace tiempo, Revolution OS, que me hicieron acordarme de cuando yo era pequeñajo y uno tenía que aprender qué hacer con un ordenador a base de teclear órdenes e ir cargándose cosas... cosa que no era tan mala porque mis experimentos más destructivos, cosas de la vida, tuvieron lugar en el ordenador de un amigo. ¡Ah, qué gran día cuando aprendimos la utilidad de aquel ficherito que se llamaba autoexec.bat!

Luego, claro, está el elitismo, el ansia de ser diferente y de considerarme superior al común de los blogueros (quiero decir, mortales). Pero también la idea de que es absurdo no utilizar un sistema operativo que según opiniones que considero autorizadas es útil, eficaz, robusto, fiable y gratuito que hace la gente para la gente. Total, que me lié la manta a la cabeza, y tracé un bonito plan para derrocar a Windows y pasarme a la resistencia: ¡Que mi ordenador no lo haga todo por mí! ¡Que haga lo que yo le diga que haga, y nada más! ¡Que yo tenga que saber lo que hace! ¡Que me haga pensar! ¡Que vuelva a ser como en los viejos tiempos de la línea de comandos! Tracé un plan, que incluía la compra de un portatil (mi ordenador de sobremesa tiene un par de apoplejías de las que voy a hablar en un párrafo o dos), el enterarme un poco más de qué iba el tema bajándome un par de manuales (al fin y al cabo hay un aura críptica y reverencial en torno al Unix, el Linux y en general todo lo que termina en X), me aseguré de que podría hacer lo que hago habitualmente (a saber, escuchar música, ver videos, escribir documentos, bajar archivos, navegar, hablar con gente y jugar a una versión anticuada del The Need For Speed. Lo pinté en mi pizarra y dibujé flechitas de un lado para otro y casilleros y demás. Hasta había una casilla para marcar cuando mi cuenta corriente pudiese permitirse el pago de un portátil. Total, que como de costumbre me dio el ataque de impaciencia y me dije que para qué esperar a tener el portátil si tengo el ordenador de casa con Windows, y además tal vez no me lo compre porque tal vez cambie de trabajo y me den uno en el nuevo, así que nada, anoche me dije que mejor demasiado pronto que a tiempo, y metí el primer CD de Debian en mi CD-Rom.

Claro que no era mi CD-Rom: era la grabadora. Esa es la segunda apoplejía que sufre mi ordenador, el CD-Rom no va, sólo tira la grabadora, aunque cuando lo hace, o cuando usas ciertos programas, la grabadora tiene espasmos, intenta leer y escupe y recoge la bandejita, muy patético todo, como de animalillo moviendo una patita rota. La primera, ya puestos a enumerarlas, es que mi ordenador, se supone, tiene dos discos duros, el 'nuevo' y el venerable, que era un remanente de mi ordenador anterior, que en principio dejé para superpoblar de música y que un día decidió no ya morirse, sino producir ataques epilépticos de reinicio y reseteo al ordenador cada vez que cualquier programa intentaba escribir o leer algo en él. Total, que ayer mi ordenador ignoró totalmente el cdrom que tenía esperándole ansiosos en la grabadora. Mi gozo en un pozo, oooh. Después de propinarle varios merecidísimos golpes con diversos objetos contundentes decidí rendirme y aguantar toda la eternidad con el Windows. Pero como soy tan impaciente, ya digo, la eternidad se me hizo muy larga y me puse a leer la parte del manual de instalación que habla de instalaciones desde dispositivos usb o incluso desde disqueteras. Aunque hoy he estado pensando que tal vez lo mejor que pueda hacer sea armarme de valor y de un destornillador, abrirlo, arrancarle el disco duro y el cd-rom, cerrarlo y hacer las cosas como dios manda. Y ese es el plan ahora.

Ya me he hecho a la idea. Quiero Linux. Y lo quiero ya. Hoy no, que me he comprado una película (Cosas que nunca te dije: Tienes que verla), y ponen Los hombres de Paco, y sospecho que veré una de las dos cosas, ¿quién ganará, mi yo intelectual y sensible o mi yo pachorro? Yo lo tengo tan claro que creo que he dicho la primera opción sólo por dármelas de snob. Eso sí, aprovecharé los descansos para echarme carreras al The Need For Speed. Si me deja el ordenador, porque desde el amago de ayer se está portando de forma un tanto neurótica conmigo, como hace siempre que intuye que algún cambio de paradigma se le viene encima.

Y así es como están las cosas. Este fin de semana toca el asalto al interior de mi querido ordenador. Si el domingo no he escrito nada aquí, es que la revolución ha fracasado después de llevarse por delante al régimen anterior.

Debería haber conservado unos disquettes con el ms-dos. Tal vez, en el peor caso de hecatombe apocalíptica, podría instalarlo y jugar al Monkey Island.

Claro que aún estoy a tiempo, hmmm.

14.2.06

Dándole lustre a una fecha maldita

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense que delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

El problema de fechas como la de hoy, San Valentín, es que yo, obviamente, odio San Valentín y todo lo que representa: El consumismo desaforado, la ñoñería, la caspa, la horterada a diestro y siniestro. ¿Consecuencias de años de soltería envidiosa? ¿Reacción alérgica a la publicidad? ¿Rechazo al modelo social que fija fechas para proclamar el amor? Probablemente las tres cosas y sobre todo la primera. El caso es que Benedetti me ha sacado del trance sin tener que hacer trámites con envoltorios plagados de cintas y corazoncitos.

Gracias, Mario, de corazón, aunque una dedicatoria así suene fatal un día como este.

13.2.06

Cruce a nivel sin barrera

"Cuando se marchó el maestro le pregunté al Viejo si había él hecho llover. Me dirigió una sonrisa de tortuga seráfica y dijo:

-Sólo Dios hace llover. -Prorrumpiendo en risas y visiblemente complacido por el resultado del día añadió-: Pero si viene a verme la semana que viene, le enseñaré cómo se puede ayudar a Dios."

El libro es El antropólogo inocente, de Nigel Barney, gran libro que describe las experiencias del autor cuando estaba haciendo un trabajo de campo de antropología con una tribu de locos cachondos en Camerún. Es un gran libro, pero este párrafo parece como un puente hacia un tipo totalmente distinto de historia.

De alguna forma dos historias se cruzan ahí. Voy a leerme la de Nigel Barley, que me queda nada para terminarme el libro. Y luego me iré a dormir, y soñaré la otra.

12.2.06

Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere...

Me siento un jovenzuelo romántico y bobalicón mutilando margaritas: Que si sí, que si no, que si sí, que si no... Cada alternativa es quedarme en el trabajo o dejarlo. Y pasa como con las margaritas, al final sabes que sale que sí, así que lo haces tan feliz, tienes tu dosis de fluctuación, finges un poquito de emoción y la margarita termina tranquilizándote. Pues aquí yo ya sé que voy a terminar dejando el trabajo, naturalmente, así que el que si sí, que si no es más bien un debate sobre el momento de decir adiós y basta.

El caso es que esto empieza a fluctuar así muy deprisa. Mañana hará una semana de la charla tranquilizadora con mi coordinadora, y ya estoy otra vez como antes, pensando que no, que no. Es que es un suplicio, caray, el trabajo estaría bien si no fuese porque trabajamos para políticos, que pasan más tiempo pidiéndonos tablitas con ciertos colores que leyendo los informes que les hacemos. Y yo, en vez de hacer lo que debería hacer, o lo que querría hacer, pues termino copiando y pegando, metiendo datos en tablas e intentando traducir lo que quiere decir mi coordinadora al lenguaje de las cosas comprensibles.

Y van cayendo hojas de la margarita, y casi todas dicen que va a ser cosa de irse.

11.2.06

This is the end

Bueno, pues ya está. Ya estaba ayer, claro, pero estaba más propenso a colgar fotos ajenas que a contar las últimas (ojito al ramillete de sentidos que coge esa palabra) experiencias académicas de aquí tu servidor.

Pero hoy es sábado, anoche estuvimos por ahí celebrando un par de licenciaturas con unas cuantas botellas de Alvariño, el sol pinta de pardo brillante los edificios de enfrente, el cielo anda manchado por un par de nubes cansinas, y de alguna forma todo eso anima a contar el que ha sido mi último examen como estudiante de matemáticas.

Se puede resumir en una palabra: Raro.

En fin, no podía ser de otra manera, ¿verdad?

La asignatura tiene un nombre largo e ilustre, Ecuaciones Diferenciales y Análisis Funcional, que solíamos abreviar como Edepés, a pesar de que existe una asignatura que se llama Ecuaciones en Derivadas Parciales, lo que da un poco de confusión que a mí, la verdad, siempre me ha parecido divertida (uno no deja de plantearse hasta qué punto eso es el reflejo de una vida aburridísima, pero bueno), aunque por culpa tuya y de otros elementos intransigentes la asignatura ha sido coloquialmente renombrada como Edaf. Sus exámenes tienden a ser calcos los unos de los otros: Siempre hay un problemilla de una clase, otro de otra, uno del primer tema y otro teórico. A pesar de ello hasta ahora nunca he pasado del 4 en sus exámenes, creo que porque es una asignatura que siempre he aborrecido. A mí dame topología, dame geometría, dame álgebra, y yo tan feliz, pero el cálculo, el análisis, las ecuaciones diferenciales, buf, buf, BUF.

Es normal. Hay demasiadas matemáticas y cubren tanto terreno que todos suelen tener sus gustos, pasa como en la música. Por increíble que nos parezca seguro que hay gente a la que no le guste Kula Shaker.

Aunque hay otras razones. Podría haberla aprobado hace meses, en septiembre, pero el examen iba a ser un sábado después de un viernes festivo, y alguien decidió que para qué cargarse el puente cuando podía cambiarse la fecha al jueves 15 de septiembre. Día en el que ya había puesto otro examen que, naturalmente, yo tenía que hacer. Así que me vi con la perspectiva de tener que hacer por la mañana el examen de la asignatura en la que uno aprende a resolver ecuaciones diferenciales en la práctica, con el ordenador, y por la tarde el de la asignatura teórica que en realidad sólo cubre cuatro casos: Cosas de las agendas, que a veces son así de graciosas. Fui a hablar con el profesor de esta última, le conté mi circunstancia, le dije que eran mis dos últimos exámenes de la carrera, y él me dijo que es que era un lío hacer eso, que alguien podría quejarse porque tendría que hacer dos exámenes distintos. Exámenes que, insisto, son siempre iguales (más bien homeomorfos), cambian las ecuaciones, cambia la pregunta teórica, pero el fondo, la esencia, es siempre igual. Pero al hombrecillo no le debía apetecer complicarse la vida.

Total, que suspendí, claro. No podía ni entender el examen, empezaba a leer las preguntas y me perdía, no comprendía ni las frases. Si la gramática nuestra de cada día se había convertido en un reto criptográfico imagina qué pasaba con el examen en sí. Así que nada, lo firmé, me fui, quedé contigo de pasada, me estuviste consolando un rato y cogí un autobús a las fiestas de mi pueblo, donde me emborraché a conciencia y muy eficientemente, y la semana siguiente me busqué un trabajo, y el resto está en este blog, hasta el jueves. Que era lo que iba a contar... se me va la línea argumental, hoy, se ve.

Centrémenos, ahí estaba yo, por fin, terminando. Yo había pasado dos semanas llamando al profesor para que acordásemos la convocatoria extraordinaria de febrero de la asignatura, y él había pasado dos semanas diciéndome que le llamase la semana siguiente, hasta que me dio fecha. Cuando llegué me metió en una sala con tres escritorios, me dio la fotocopia de un examen manuscrito, me dijo que si quería alguna cosa estaba en su despacho, y se fue, dejándome solo, yo allí, con una mochila con los apuntes, el examen y mi soledad.

Así que naturalmente, no copié. Ni siquiera cuando apareció a las dos horas diciéndome que qué tal iba y que es que él tenía que irse al dentista, y que si no me importaba darle mi examen a la secretaria del departamento cuando terminase.

Tal vez lo de no haber copiado sea una negativa demasiado categórica: Sí que abrí la mochila, para mirar si, en el último término de una fórmula, los límites de una integral tenían pinta de x - c(t-t0) o de x -c(t0-t). Pero aparte de eso (que por otra parte podría haber averiguado probando las dos cosas y viendo cuál de las dos me daba una gilipollez), fui más puro y angelical que los pastorcillos de un belén. Total, que me salió otro examen mediocre, que el profesor (a quien no he insultado en lo que llevo escrito, qué bonito, ¡qué orgulloso me siento!) puede aprobar o suspender sin tener que dar muchas explicaciones.

Hablando con Miriam ayer me dijo algo que yo no había comprendido: Que no es que el profesor se desentendies de mí, sino que me daba todas las facilidades del mundo para que copiase, clavase el examen y me fuese de ahí aprobado. Y yo, cabezón de mí, empeñado en no copiar (ni una vez en toda la carrera, toma ya). No sé, no sería justo terminar con un notable en una asignatura que ahora entiendo de maravilla (es lo que tiene haberla estudiado tanto), y qué cojones, si yo empecé esto por ver si podía sacármelo y luego siempre vi absurdo copiar no voy a empezar a hacerlo ahora sólo porque un profesor esté harto de mí o crea que así me está haciendo un favor.

Así que no sé qué pasará, si me aprobará o se quedará pasmado viendo que ni con estas le he bordado el examen y me suspenderá, pero eso no cambia que fuese mi último examen. En este segundo caso, ahora lo que voy a pedir es que el tribunal de compensación me apruebe la asignatura; cumplo todos sus requisitos, y por lo visto es una especie de trámite.

Así que ale, aquí estoy, licenciado en el sentido en el que no tengo más exámenes por hacer y que entre el título y yo ya sólo quedan gestiones académicas y algún que otro trámite.

Da miedo pensar en cuando entré a estudiar matemáticas. Tenía un año sin nada que hacer, hasta que se acabase la prórroga de la mili (sí, bonita mía, en aquellos tiempos aún había que hacer la mili), así que pensando que siempre me habían gustado las matemáticas y teniendo muy presentes las palabras de Alfonso, mi profesor de matemáticas del instituto (que más o menos me vino a decir que se me darían bien, porque era un maldito vago), me matriculé aquí pensando que probablemente un año de cuerpo a cuerpo con ellas me hiciese cambiar de idea, y en cualquier caso ayudaría a verlas más de cerca y a pasar el rato.

Y ya ves, anoche estaba con el Alvariño en una mano, en mitad de un debate sobre antropología y ciencia en el que había un 75% de matemáticos (nos faltabas tú para llegar al 80%, ooh), y de pronto era consciente de que así con la tontería me he sacado la carrera, y que casi nadie de los que conocí el primer año lo ha conseguido, así que tiene que ser su mérito. Elena contaba anoche un chiste que habla de eso, están un arquitecto, un médico y un matemático hablando de Jesús, y dice el primero "si Jesus hubiese nacido en nuestro tiempo sería arquitecto, porque no hay nada más bonito y más noble que darles un hogar a las personas", y replicaba el segundo "no, si hubiese nacido en nuestro tiempo sería médico, porque no hay nada más elevado que curar a las personas", y entonces el matemático va a decir algo y los otros dos le interrumpen a coro diciendo en tono burlón "qué, ¿vas a decir que si Jesús hubiese nacido hoy sería matemático?", a lo que el matemático responde sonriente "no. Pero lo intentaría"... Esta carrera tiene un porcentaje de abandonos altísimos, supongo que en parte porque somos pocos los que la hacemos, y mucha gente que en su día no pudo entrar en otra carrera termina en esta (la nota exigida para entrar es un humilde aprobado), y además tiene su romanticismo, pero luego lo que se da en ella, las matemáticas de verdad, tampoco tienen mucho que ver con lo que se da antes en el instituto, con lo que mucha gente que era buena en el instituto termina medio loca y renegada, y qué coño, tiene sus cosas jodidas. Y yo, bueno, pues la he terminado, y eso tiene su punto sorprendente, y de vez en cuando, como decía, me asaltaba la consciencia de ello y sonreía al pensar "joder, ¡quién lo iba a decir, lo he hecho!". Y gracias a ella he conocido gente increíble, como Elena, que empezó el mismo día que yo y que terminó un día antes que yo. Y gracias a ella me ha pasado algo tan increíble como conocerte a ti, claro. Y gracias a ella, no sé, creo que he ganado algo, una forma de pensar o de ver las cosas que me hace sentir contento con el mundo. Ha costado años, pero ¿qué son los años, si total, terminan pasando igual, y esos años, en vez de una pérdida de tiempo, son lo más intenso que he vivido hasta ahora?

Total, que aquí estoy, escuchando Riverside y pensando que tengo que ducharme y afeitarme, y que esta noche me tomaré unas cuantas sangrías contigo y con otra horda de licenciados en matemáticas, sintiéndome absolutamente feliz. ¡Es repugnante! Se suponía que yo era un tipo gris y depre que sólo estaba satisfecho cuando podía lloriquear sobre lo miserable que es la vida. Se suponía que yo iba a ser el escritor prototípico de blogs. Y en vez de eso aquí me tienes, escribiendo aquí sobre mi felicidad y lo estupendo y maravilloso que es todo, sospechando que si me encontrase a mí mismo sonriendo como debo estar sonriendo ahora me odiaría como todo miserable pesimista odia a los que van ahí sonriendo y explicándole a todo el que pille cerca lo terriblemente contentos que están con sus vidas. ¡Lamentable!

10.2.06

8.2.06

Si A entonces B, si no A entonces B

¡Mañama me licencio!
¡Mañama me licencio!

¡Oeeeeoeoeoeeee! ¡Oeeee, oeee!

Tengo mi último examen, en exclusiva, a las diez de la mañana. En exclusiva porque soy el único que lo hace (larga historia que ahora no hay tiempo para contar, y además ya te la sabes, qué caray), razón por la cuál es en el despacho de mi ilustrísimo profesor (mañana, mañana, mañana le insulto). Y no, no iré con rodilleras ni vaselina. Como mucho con un bate de beisbol y un cuchillo jamonero.

En fin. Qué bonito. ¡Qué bonito! Que ilu. Qué alegría. Qué golgorio. Resulta que si mañana apruebo (supuesto A del título del post), entonces termino la carrera (supuesto B). Pero si no, por ser la última, voy de cabeza al tribunal de compensación, y también termino la carrera (supuesto B). O sea, pase lo que pase, licenciado.

Tiroriroriiii. Aún así, debería irme a estudiar un ratillo, ¿no? Disfrutar de esta última noche de estudiante de mates, ole, ole, ole. Además, lo estoy pasando pipa: Los espacios de Hilbert, donde no todos los operadores lineales tienen por qué ser continuos... Y... bueno, y eso, porque odio esa asignatura y eso es casi lo único bueno que tiene. Eso y los desarrollos en series de senos y cosenos. Otro día tengo que desvariar un rato sobre ellos, son algo fabuloso.

Y qué curioso. Elena, amiga mía y una de las personas más geniales que conozco (la llamaría cosas horribles, pero es que no lee esto, así que puedo ser sincero) ha terminado hoy, matemáticas también, y hace mil años empezamos los dos, juntos, la carrera. Bueno, juntos no, a la vez y en el mismo sitio, porque aún no nos conocíamos. Y la muy perra me ha ganado por un día... si tratamos de coordinarnos no sale mejor.

Iba a decir algo más, pero he olvidado qué era. Sólo veo funciones de Green y ecuaciones diferenciales. Qué bonito. ¡Qué bonito! Qué bonito.

6.2.06

Oooh

Qué desilusión. Hemos tenido la charla, y al final no parece ser tan zorra (como mucho algo sobrepasada por la carga de trabajo), y lo que dice que dijo, dicho por ella, no suena tan terrible como lo que me dijeron que dijo.

Así que por lo pronto me parece que no dejo el curro. Adiós, vacaciones en febrero. Adiós, búsqueda de empleo. Hola, sueldo de febrero. Hola, ordenador portátil con Linux.

Y no sé, me parece bien. Se me ocurren un par de cosas que hacer con los informes que presentamos, cómo darles un poco de lustre estadístico y cosas así, y aún no he tenido tiempo para hacer eso, pero hoy ha entrado una chavala nueva y eso significa menor carga de trabajo para todos. Más tiempo para pensar. Más tiempo para probar cosas. Y qué coño, este sigue siendo el trabajo más útil que he hecho nunca, mi pequeño granito de arena para ver si se consigue manejar algo mejor la basura que emite esta nuestra suciedad, digo sociedad.

Total, que no sé si estoy contento o no. Pero creo que sí. Qué asco.

¡Uyyy!

¡Mi coordinadora ha hablado conmigo!

Me ha pedido unos datos, que mirara unas cosas, bla bla bla, en fin, como siempre.

También ha hablado conmigo mi confidente del otro día. Me ha dicho que mi coordinadora tiene que hablar conmigo hoy, y que si no lo hace, que debería yo hablar con ella. A mí todos estos ritos sociales, la verdad, me pierden un poco.

El problema es que no voy a poder ser claro con la coordinadora sin delatar a mi confidente: A lo mejor me tengo que tragar las ganas de llamarla zorra y justificarlo, qué pena.

Santa paciencia, 2

Ni siquiera me he afeitado.

Quiero tener un aspecto FEROZ.

¡Grrr!

Y estoy pensando que ojalá el día me permita utilizar una frase que siempre he querido utilizar, que pronuncia Sting en Lock, Stock & Two Smoking Barrels: "Mediré mis palabras con cuidado: Que te den por culo".

Santa paciencia

Aquí estoy, atrincherado detrás de las teclas, esperando a que mi ilustre coordinadora se decida a mantener conmigo esa charla en la que, teóricamente, debería reprenderme por mis actividades y por, oh tristeza, el incumplimiento de mis expectativas.

Por ahora, nada de nada. O está ocupada, o no sabe cómo decirme que es que sólo hago lo que me dice que haga, y hacer que yo quede mal en la explicación.

En fin. Estoy algo impaciente.

Por lo pronto es un día muy emotivo. Tal vez por última vez, al subir las escaleras, he contemplado la tristísima planta que los de Hacienda tienen en su oficina, dos plantas más abajo. Tal vez por última vez he contemplado el solete de pintura que ilumina esta calle. Tal vez por última vez he convertido el cuarto de baño en un area devastada por el uso de armamento químico y biológico. Todo ello con una sonrisilla así 10% pena 90% alegría, y sin dejar de escuchar, en los rinconcillos de la mente, la musiquita que ponen en Master & Commander mientras la Surprise se prepara para darle un susto a la Acheron.

5.2.06

¡Vaya manía por llevar la contraria!

Lo sé, lo sé: Este no va a ser un blog victimista.

Por eso no debería quejarme. Pero es que aunque quisiera, coño, ¡no podría!

El caso es que mañana existe la posibilidad de que me despidan de mi flamante nuevo trabajo. El viernes me enteré de que mi coordinadora, toda simpatía y sonrisa para conmigo, ha estado hablando de mí con la gente de personal y con el Gran Jefe, diciendo que no estoy haciendo lo que se supone que fui a hacer... digooo... que vine a hacer a esta empresa (se me va el subconsciente, se me va). En el comentario tiene razón, pero falta matizar dos cosas:

Primera, que no tengo tiempo porque me paso el día metiendo datos y haciendo informes que ELLA me encarga personalmente a mí, sin darme tiempo para nada más.

Y segunda, que esa crítica no me la ha hecho a mí, como parecería lógico hacer si pretendiese resolver algún problema conmigo, sino al Gran Jefe y, tachaaán, a la gente de personal.

¿Conclusiones?

Que es una zorra, y que no me quiere en la empresa.

¿Y qué opino yo al respecto?

Pues lo dicho, que vaya manía tengo por llevar la contraria. Si me despidiesen mañana, sería un buen día. Tendría tiempo para estudiar el examen del jueves (último examen de la carrera, por fin). Tendría tiempo para buscar un trabajo decente (cosa que, por cierto, ya he empezado a hacer... que esta última semana ya he mandado dos currículos a dos ofertillas). Tendría tiempo para escribir algo. Tendría unos días para levantarme tarde. Y como acaba de sugerir una amiga, tendría tiempo para irme de vacaciones con ella a Barcelona.

Total, que estoy deseando que me despidan mañana. Debería ser fácil, si al hecho de que, como parece, mi jefa no me quiere allí, le sumamos que a mí todo esto me está dando la necesidad de contarle qué es, exactamente, lo que pienso de la gente que actúa así.

Así pues, cruza los dedillos, mañana, por mí, a ver si con un poquito de suerte los de personal no le hacen a la zorra esta entrar en razón (es que están fatal de personal), o si a pesar de ello tanto ella como yo (sobre todo yo) nos quedamos a gusto y termino el día en el paro.
Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.