16.5.06

Cronopios, garrapateros y tártaros

Antes de nada que sepas que esto se acaba: Ves haciendo las maletas que nos vamos de Blogger, por razones que por ahora no voy a contar, que es tarde, mañana madrugo (más, quiero decir, si me dejas llamarle madrugar a lo que hacía hasta hoy) y tengo otra cosa que contarte.

Sobre cronópios, garrapateros y tártaros, que, supongo, son tres formas de designar a un mismo tipo de ser viviente. Y si quieres metemos a los trabubus en el lote.

Este fin de semana eran las fiestas de Talavera, y el domingo tocaban Los Delinqüentes, concierto que me hubiese encantado que vieses, que empezó ya con buen pie (un pie inmejorable) al ritmo del Dame veneno que quiero morir, y terminó con un epílogo surrealista bajo la melodía del Show de Benny Hill y todos los músicos (que son muchos, pero parecen más) correteando por el escenario. Y en medio la risa, el baile, las palmas, las voces roncas de tanto cantar, labios rotos de risa y nubes de humo de diversos pelajes, aromas y pedigríes o pedigrís, que no sé cómo se dice. Y la cabeza llena de rimas, de declaraciones de intenciones conmovedoras por lo zalamero y lo sincero, de poesía. Y se delatan, se delatan: uno sospecha por la alegría, porque suele suponerse que los cronopios no pueden actuar con esa felicidad, que eso es asunto de esperanzas (desde luego no de famas, pobres, tan estiradas: tenían una caseta en la feria, y nos pasamos dos noches a su puerta, entre camisas de rayas y zapatos lustrosos), pero las esperanzas cantan otras cosas, y se las toman tan en serio que no pueden permitirse sonreír, y no sonreír es imposible con la música de esta gente. Así que sólo pueden ser cronopios, cómo si no iban a haber soltado un globito con forma de caballo para que trepase a los cielos para pasmo de aviadores y gente de altas miras. ¡Estirpe nueva, que sonríe y hace sonreír desde lo alto de los escenarios! Y encima van ahorrándole a los entomólogos, biólogos y parapsicólogos la tarea de pensarles el nombre, que gentil por parte del Manuel, que en paz descanse, pobrecito, si el eco de las dedicatorias y el cariño de la gente le dejan, y que antes de palmarla tuvo el detalle de inventarse el término de la subespecie de cronopios a la que pertenece esta gente: El garrapatero.

Y con tanta psicodélica, tanta alegría, tanto alcohol barato y un libro de Cortázar a medio leer era inevitable que Calac y Polanco llegasen a la feria de Talavera. Yo no los conocía más que de leídas, pero quién no iba a reconocer a dos tártaros argentinos que bebían como posesos y bailaban intentando no parecer hacerlo mientras gruñían a todo el que quisiese oírles diálogos del estilo de "che, esto al lado del tango no es nada", "tiene usted toda la razón del mundo, compadre, y bien sabe lo que me rompe el alma tener que dársela", y por el estilo.

Y la penilla: Qué pena que tú y el resto de cronopios que pobláis el mundo no pudieseis estar ahí esa noche, conmigo, para darles codazos a los tártaros y para bailar y sostener un rato las copas que nos turnábamos para poder dar palmas a placer.

Cosas como esa redimen un fin de semana, aunque sea esa redención pequeñita y tan escasa que no da para extenderla, como una mantita en invierno, para que pudiese quitarle el frío del alma a alguien más aparte de mí, que al fin y al cabo a mi alma tampoco le hace tanta falta y luego da igual y siempre se me resfría.

Vuelve uno a Madrid, se vuelve medio loco con el juguete nuevo del fotoblog y tú claro, andarás por ahí dando al botón de actualizar e insultándome, porque no actualizo esto para entretenerte en el trabajo o matar un ratito leyendo las tonterías que puedan ocurrírseme. Pero no te preocupes: Si cuanto más tarde, mejor. Si hubiese escrito esta mañana te habrías quedado sin que te hablase del chino de debajo de mi oficina.

Ah, claro, que aún no he hablado de él.

Vale, voy. Resulta que debajo de la oficina hay un establecimiento de estos que el vox populi ha definido como chinos. Y detrás del mostrador hay un chino (sorprendente) muy salao al que veo muy a menudo, porque como tengo la costumbre de comer en parques y en los parques está muy difícil conseguir alimentos sin llevarse un paraguazo o un puntapié, según la climatología, pues suelo entrar ahí para abastecerme para mis paseos de mediodía, esas emboscadas amistosas que tanto agradezco, que se agradecen, que tanto agradezo que se agradezcan, etcétera etcétera, y en fin, el caso es que el chino en cuestión siempre me ha parecido un tipo simpatiquísimo, pero es que hoy me ha hecho pensar que en china también hay cronopios (lógico, si pensamos que Papá Trabubu es chino, al fin y al cabo), porque cuando he ido el tipo andaba en la trastienda, a la que se llegaba por una escalerita y una puerta diminuta, donde crujía y chisporroteaba una sartén que llenaba la tienda de un olor riquísimo, y de donde ha salido en calzoncillos y todo sonrisa el chino este al requerimiento de mis mugidos que clamaban alguien que me cobrase un par de sandwitches.

¡Y luego cómo no voy a ir por la calle muerto de risa!

3 comentarios:

  1. Pues que bien por el chino ¿no? Vaya forma de recibir a los clientes. Me pasa a mí y seguro sale corriendo el chinito. Yo le hubiera mirado y me hubiera echado a reir. Tienes un chinito muy gracioso ja ja ja.
    Intenta el próximo día a ver si te pone eso que estaba cocinando en un taper y se lo pagas como si fueran sandwitches, a ver que te dice. Lo mismo no le importa.Jiji

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  2. David dice:...y en los parques está muy difícil conseguir alimentos sin llevarse un paraguazo o un puntapié...

    Y me ha hecho muchísima gracia ... oye, es lo que tienen las tontunas, que nunca sabes cuando se te va a subir pa´rriba la comisura. ^-^

    En fin, como no me da la gana insultarte, no hablo de la primera parte del post. ;P

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  3. Yo contando que soy objeto de agresiones cuando lucho en los parques por mi sustento, y tú muerta de risa al respecto.

    Ya te vale.

    Cruel.

    A mí no me da la gana no insultarte, así que te llamaré pedorra. Pedorra.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.