26.11.05

Rescatando un viaje en tren de hace un año

Bloques de pisos se deslizan junto al tren, bajo las nubes. Estructuras espesas, frágiles y terrosas, paneles de sueños, de glorias y de miserias, estanterías de vida. Definitivamente Do Make Say Think es todo un hallazgo, y tenían que llegar en otoño para convetirse en el fondo sonoro de este viaje en tren, en el secreto hilo que mantiene unida la realidad, en el metrónomo del tiempo y del espacio. Jueves. Otra semana más; otra semana menos. Charcos en los andenes, reflejos modestos de bancos húmedos, de relojes que no dan horas, de gente que camina buscando la salida.

Números. Letras. La via mana hacia atrás, el tren no avanza, cae, prendido a una geodésica ferroviaria. En un tunel las luces despedazan la oscuridad a intervalos, dibujan sombras amarillas sobre esta página, cubierta de guitarras distorsionadas y de de mil capas de música que se me extienden por dentro, llenando esas vastas regiones que uno nunca sospecha tener. Somos cuevas. El ser humano es una cueva, y la conciencia del espacio que ilumina nuestra tímida antorcha, y la música rebota en salas invisibles tras el manto de tinieblas, desprende notas del tintineo del agua, arrulla el sueño de los murciélagos, se desdobla y baila consigo misma y con sus infinitos ecos (qué gran invento la ecuación de ondas). Maderas viejas lamidas por la lluvia, mordisqueadas por el tiempo. Otra estación, más gente caminando. Señor arrastrando un carrito, restregándose con la mano libre el ojo izquierdo. Y nueva canción y nueva velocidad, y nuevo fluir de traviesas y grava bajo el tren, repiqueteo, temblor veloz, valanceo, y así vamos, mecidos por la música y los estremecimientos del tren, y la siguiente parada es la mía.

14.11.05

Zen laboral

Por completar la información de dos entradas más abajo. La charla con el jefe fue calmada, en un ambiente más de depresión que de cabreo (¿estará jugando conmigo la carta del amante abandonado? Qué curioso todo).

También es interesante que la compañera a la que odio haya estado hoy sorprendentemente simpática y amable conmigo. Sobre todo si tenemos en cuenta que es la novia de mi jefe, y que fijo que han perdido un tiempo estos días hablando de mí, probablemente fatal. ¿Será que está feliz de que vaya a desaparecer de allí? ¿Me vería como una amenaza o algo así? Hmmm.

Poco más que contar. Lunes hermosísimo, gris de nubes ebrias de lluvia, envuelto en una penumbra tan densa que parecía, durante todo el día, que estaba anocheciendo. Hasta que ha dejado de parecerlo y ha ocurrido y todo se ha vuelto negro y brillante. En medio de tanta contemplación (y saboreando una salida según horarios, del trabajo este) he metido un pie en un agujero de la acera que de pronto se ha convertido en una sima abisal. He tenido que luchar con bichejos deslizantes y enrizados de tentáculos para sacar de ahí pie, calcetín y calzado. Y luego caminar escuchando ese "fsch, fsch, fsch" que suena cada vez que uno va por ahí pisando con un pie empapado. Por divertido que sea no puede ser bueno para la salud, esto.

13.11.05

Por lo demás

Llueve, lo que es fabuloso. Maribel (uy, perdona, te he nombrado, se me escapó, ji ji) anoche se quejaba al respecto, pero ¿y lo romántico que queda ir en tu pequeña parcela privada, los dos, el paraguas y el muro etéreo de la lluvia repiqueteando, a nuestro alrededor, en la acera? ¿Y lo reconfortante que es pensar cómo el coche estará quedando tan limpito, ahí aparcado?

Madrid es una ciudad que nació para ser llovida, pero que tuvo la mala suerte de estar en mitad de este país de sequía y donde el cambio climático amenaza con un futuro en el que cuando queramos lluvia tendremos que escupir al cielo (qué metafórico, por cierto). Así que bueno, Maribel se quejaba mientras íbamos por ahí con ese baile errático de quienes van esquivando charquitos, pero yo sonreía, tan contento por todo aquello, agradecidísimo a todas esas superfies mojadas que se llenan de luces y de reflejos y que convierten el caos circulatorio en una obra expresionista. Que dure, que dure.

Maribel, por cierto, es propensa a ponerse suspicaz cuando la nombro por aquí, pero espero que comprenda (espero que comprendas) que me es imposible hablar de lo bonito que es Madrid con lluvia sin incluir su (tu) nombre en la explicación, cuando sospecho, con esa intuición que tienen las verdades esenciales, que sin ella (sin ti) Madrid sería como la concha vacía y polvorienta de un caracol que se cambió de domicilio.

El mundo laboral y sus cosas

Apenas acabo de disfrutar de mi primer sueldo en la empresa esta de la que hablaba por ahí abajo, y ya estoy deseando que me echen.

No es por el estrés, que bueno, jode, pero bueno, ni por el madrugón, que jode, pero bueno, ni porque esté a tomar por culo de casa, que jode, pero bueno, ni porque no me deje diez minutos libres entre semana, que probablemente sea lo peor. Es por esa afición que tienen a prolongar los horarios de trabajo de la gente, a ignorar festivos y considerar que 50 horas de trabajo semanal al fin y al cabo tampoco son tantísimas.

Se supone que el horario de los viernes es de 8:30 a 14:30, por ejemplo. Así que el viernes pasado, ufano como nadie, pensé en llevarme mi cochecillo nuevo y a la salida en vez de volverme a casa irme al campo, al pueblo, con la familia, a comer un cocido en condiciones, a pasar la tarde por allí, a salir por la noche con los amigos, y a volverme tranquilito el sábado. Como plan, era genial. Pues bien, llegué cuando la cena estaba ya helada. Y claro, esas cosas imagino que van quemando, y si a eso le sumamos que todo el mundo ahí está quemado, y las conclusiones que se sacan de pensar que curiosamente la media de edad de la empresa anda por debajo de los 30 (todos tan jovencitos, ¿qué harán cuando se hacen mayores? Nada misterioso, el asunto).

Total, que como decía, llegué para la cena, y con un mosqueo resentido que aún me anda revoloteando. Y todo porque la empresa no ha oído, por lo visto, ese refrán de quien mucho abarca poco aprieta, y todo proyecto que les pasa cerca lo cogen para ellos. "Para ellos" significa que termina amontonado junto a mil más, a la espera de que queden sólo 3 días para endosárselo a un delineante o dos y ale, a criar ojeras, a acumular úlceras, a renegar y a repartir agobios por el mundo a manos llenas.

Se supone que ese tiene que ser mi trabajo. Y la verdad, malditas ganas que tengo. Sumándole a eso que yo no quiero trabajar en este campo, que tengo otra oferta (aunque sería a media jornada, cobrando menos, mal asunto, y teniendo una infinidad de tiempo libre, buen asunto) y que no me gusta que todo el mundo suponga que no hace falta explicarme en qué consisten mis tareas, exactamente, porque por lo visto tengo que ser capaz de entenderlas a partir de la mayéutica y la introspección, me da a mí que no voy a durar yo mucho aquí.

El viernes pensé que no llegaba a mañana. A las 15:30 (una hora tras el horario previsto) estaba yo haciendo manualidades y tai-chi papirofléxico, y de pronto me dieron ganas de irme, así que me fui, dejando un proyecto en la cuneta, y recibiendo una mirada premonitoria de una compañera a la que, por cierto, odio con saña, y que francamente me importó un bledo. Y es que yo quería llegar a mi casa, comer, ducharme, afeitarme e irme con tiempo a la cita de la tarde, y si es por el trabajo, sin que nadie me pida siquiera permiso, tendría que renunciar a la ducha, el afeitado, el tiempo y la cita (comer no: Para eso nos dejan un rato). Claro, si no preguntan, si lo dan por hecho, uno nunca puede responder que no. Así que yo tampoco pregunté y me fui. Y después de la comida y ocupando todo el tiempo destinado a mi ducha y mi afeitado, me llamó ofendidísimo mi jefe, preguntando por el proyecto, por mí y por una explicación a mi desaparición. La explicación más o menos fue "eran las tres y media, mi horario termina a las dos y media, así que cuando me di cuenta me fui". Cuando me preguntó qué hacer, le sugerí que el lunes si quería podríamos quedar a primera hora para hablar de cómo terminar mi contrato. "No sé por qué me dices eso", me dijo, creo que un poco sorprendido. "Bueno, me pongo en tu lugar", le respondí yo; "si alguien me hiciese lo que yo he hecho hoy, irse dejando un proyecto tirado, sin dar explicaciones, al menos me plantearía despedirle. Así que entendería que lo hicieses".

Claro, cuando uno propone su despido, el jefe se queda un poco descolocado. ¿Qué amenazas le quedan? ¿Qué puede decir? Si a uno mismo no le parece mal ser despedido, no puede tolerar ninguna faena, porque puede terminar prefiriendo el despido. Así que mañana lunes filosofaremos sobre quiénes somos, de dónde venimos y sobre todo a dónde vamos, y durante lo que me queda del contrato que tengo ahora pienso cumplir mi horario a rajatabla, y después, si no me lo impiden pagándome un dineral, tendré que darme el gustazo de irme.
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.