30.10.05

Qué paseito onírico, che.

Jodeeer. Anoche me quedé sopa en el primer buho que tengo yo que coger para venir a mi casa. Total, que en la última parada me despierta un tipo que, probablemente por encargo del conductor, aporreaba la ventana sobre la que descansaba mi cabecita inconsciente. Así que en estado de shock y aún bastante barracho bajé dando saltitos del autobús, para encontrarme en una especie de siniestro descampado, plagado de charcos, grúas y pintorescos personajes que me pedían tabaco. Claro, yo eché a andar, y al rato pensé que valiente gilipollez, si no sabía dónde estaba ni podía orientarme con nada. Y como ni pasaban taxis ni se veía a nadie una vez satisfechos y conjurados los nativos mediante el reparto de tabaco y abalorios, jao jefes indios, asumí que iba a morir allí, que los restos cálcicos de mi persona adornarían el descampado lamidos por la lluvia, el viento y los pisotones de los maleantes locales hasta que las constructoras me plantasen encima un montón de ladrillos, una pudorosa sepultura de hormigón o, lo más probable, otra grúa (en serio, es que aquello estaba cuajado, que parecía un jardín de metal y lucecitas de aviso para avionetas). En un arrebato de lucidez inexplicable decidí volver a la parada y coger el siguiente buho de vuelta a la civilización, lo que supuso un problema porque después del paseo inicial estaba tan desorientado que no recordaba dónde estaba la parada. Así que utilicé la más poderosa magia en cuestión de transportes públicos, y saqué un cigarro y lo prendí fuego, y el conjuro funcionó porque de la nada surgió un autobús que se plantó a mi lado y con ese rumor redentor de la hidráulica abrió sus puertas para que el conductor me lanzase un vistazo de esos que le definen a uno como borracho irredimible. Y yo le pregunté "¿a dónde va esto?", y él me dijo "a la Plaza Mayor", y yo le respondí "me vale", tirando el eficaz cigarro a un lado y dando un brinco hacia dentro. Luego resulta que no estaba tan lejos de donde debería haber estado, y pude coger el segundo buho sin muchos sobresaltos y esperando una fracción no demasiado indignante de hora, con un cuidado terrible de no dormirme, y hasta me dio tiempo para entablar conversación de circunstancias con un par de tipos que también estaban sufriendo anoche los avatares aventureros de los transportes públicos de Madrid. Qué cosas pasan.

Si es que no duermo. Se ve que me he acostumbrado a las seis horas y media al día, y los fines de semana me despierto a horas que dan ganas de gritar cuando uno las verifica en el relojillos. Y claro, cuando llega el sueño, plaf.

Y lo peor es que desde anteayer tengo coche. Y ahora me veo ante esa dualidad sobre la que se basan todos los problemas existenciales de mi generación, o bebo y no me llevo el coche y me propongo como candidato para cosas como esta, o me llevo el coche y no bebo. Pero claro, ¿qué es una vida, en general, y una noche, en particular, sin alcohol, sino el equivalente a quince eones en el Purgatorio?

En fin, no sé. Esnifaré pegamento, o oleré barniz, o masticaré hojas de coca, que por eso no creo que me digan nada en los controles de alcoholemia.

26.10.05

¿Por dónde íbamos?

Cumplidos los deseos de Maribel (bueno, no todos, claro, que uno no es dios, sino aquellos así inmediatos y sencillos como obedecer órdenes sencillas como la de anoche... y, espero y deseo, alguno más que pueda cumplir así en la medida de mis posibilidades, que lamentablemente no serán todos los que me gustaría, que serían todos, pero claro, es lo que tiene no ser Dios), aquí estoy de vuelta. Pero oh, qué lástima, no me apetece a mí seguir con el bestiario de mi trabajo.

Además casi mejor, porque seguro que si me pongo a hablar de aquel circo voy a terminar contando la tertulia sobre regadíos de árboles, griegos profundos y lentos e iluminaciones típicas de las whiskerías y esto se iba a poner muy desagradable, y mira que si luego esto lo lee algún zagal imberbe y se pone a decir tacos por mi culpa, a silbar a las mozas y a poner bajo asedio el mueble bar doméstico... Nada, nada, demasiada responsabilidad para un risueño impresentable como yo. Me callo, sirva mi silencio de pasiva contribución al civismo de las jóvenes generaciones.

Espero lo comprendan. O comprendas. O comprendiese alguien, si llegase a leer estas líneas. Qué complicado esto de referirse al público (o a ti, o a la hipotética posibilidad de un público). El caso es que me apetece tirarme un ratito en el sofá, y ver un rato el fútbol.

En cualquier caso, como dejar mensajes sin contenido es de muy mala educación (aunque no sería el caso, porque mensaje hay, palabra), una pregunta abierta. Si, por improbable que sea, existiesen extraterrestres ¿de qué se alimentarían, y qué pensarían de nuestros hábitos alimenticios? ¿Y qué artes practicarían? Y pregunta muy relacionada con esa, ¿qué formas tendrían de percibir la realidad? Hmmm.

Para que veáis (es decir, veas, etc etc) las cosas con las que uno se entretiene cuando ve un partido de fútbol. Alienante total. Y no lo digo por hacer un juego estúpido de palabras con lo de alien-ante, lo prometo.

Oh, mierda, gol al Madrid.
Ya estamos...

25.10.05

Paganismo laboral.

Claro, hay que hablar de trabajo. La gente habla de trabajo, en sus blogs (excepto el degenerado que regenta los dos blogs que por ahora tengo como links, que es un paria, un lastre social y un tipo entrañable para toda persona de caracter tirando a masoquista). Normal. Total, nos pasamos la vida en el curro. Salgo de casa de noche, y vuelvo de noche. Con suerte llego cuando clarea y salgo cuando oscurece.

Pues a ello.

Tengo un jefe, un tipo simpático, excepto porque es adicto al trabajo y presupone que todo el mundo comparte su perversión. Tiene sus cosas; Cita pasajes del Reglamento de Prevención de Incendios de la Comunidad de Madrid como los Ayatolás el Corán, y hace apariciones místicas a última hora de la tarde que provocan que miles de feligreses se arremolinen en torno a él, complicándome a mí muchísimo la vida a la hora de planear mis fugas diarias de allí. Tengo un compañero delineante que es adicto a los juegos de coches, que habla muy bajito y muy feliz con su novia por el móvil y que dibuja con el ordenador como si estuviese jugando con la consola mientras cruza comentarios hirientes y festivos con su joven y avispado padawan. Y otro que de vez en cuando pasa a quien parece que le faltan unas doce mil noches de sueño (un par de ellas y le cojeré, de todas formas), siempre frisando la inconsciencia. Y otro que es una enciclopedia ambulante, no de pasajes del RPICM, sino de detalles e historias. ¿Dudas sobre qué número es el que marca la relación entre cualquier cosa y cualquier otra? Pues él lo conoce (ejemplos: Cada cuánta distancia deben ponerse luces de seguridad en un parking, o cada cuántos kilómetros hay oasis en el desierto, o cada cuántos años luz hay gigantes rojas en el firmamento). Y otros cuántos de los que no me da tiempo a hablar porque dice Maribel que me vaya a la cama, y yo soy un tipo obediente, ji ji.

24.10.05

Hoy toca, hoy toca.

Y si hay que renunciar a la cordura ¡pues bueno! Pues vale. Pues estupendo. Vuelen almendras por el cielo, broten floreros de los pasos de cebra, surgan arcoiris de los ojos de los enfurecidos taxistas que gritan caracoles y escupen hermosísimas turistas danesas.

Suena un violín, sabe usted, imponiéndose a duras penas a una publicidad que no quiero oír, pero me aguanto. Suena un violín, el instrumento más triste del mundo, pero la tristeza suena concentrada y moribunda; violín esperando a convertirse en el instrumento más alegre del mundo, es lo que tienen los violines, eso y esa tendencia a ser agradecidos cuando los manipulan irlandeses borrachines y algún que otro compositor clásico de nombre para mí desconocido.

Porque yo compositores italianos conozco a uno, y gracias, Luigi creo que se llamaba, y el apellido no lo digo porque eso es de sucios intelectuales, que leen a Kafka de forma compulsiva y van al teatro y no precisamente por la posibilidad de ver alguna guapa, lozana, prieta y desconocidísima moza en cueros al natural, que es por lo que, confieso, yo voy al teatro cuando voy, que suele ser nunca y menos.

Es que no me gusta el teatro. Ya, ya sé que es raro, que nadie lo dice (menos gente, de hecho, que la que confisea no ver los documentales de La 2) (que, por supuesto, yo no veo). Pero es que lo veo tan inquietante... Ahí están los actores, representando algo que representaron ayer y representarán mañana. Y yo me reiré donde ayer se rieron otras tantas personas y donde mañana se reirán tantas otras. Y me siento parte de una fábrica de montaje; soy la puerta de un Seat Córdoba, voy detrás de otra puerta, que tiene otra delante. A la de delante de la de delante la pintan de rojo. A la de delante, también. Y yo digo "oh, ¡qué ilusión!" Pues no. Ya, ya sé. En el cine también repiten, en el actuar en directo es donde se demuestran las cosas, bla bla bla. Pero nada. Oh, hay otro argumento; ¡a veces improvisan! ¡Puedes asistir a una función única, irrepetible! Pero ¿y los que asistieron ayer? ¿Y los que vendrán mañana? ¿Y si fueron ellos quienes vieron la función óptima? ¿Y si no la vieron, por qué yo, y no ellos? ¿Y por qué diablos me complico tanto la vida? Mucho mejor volver a zambullirse en el instinto primario, en el niño que aún me corretea por dentro, que ve a una muchacha guapa desprenderse de la blusa, por eso de que el personaje lo requiere, y da brincos en la butaca, con una risita tonta enarbolada en la cara y las manos convertidas en dos garfios acorazados que se hunden lentamente en los carnosos brazos de la butaca.

Ah, ah, ah, ya ha vuelto el surrealismo, lápices afilados surcan el aire tenebroso del cuarto, notas siniestramente alegres se atropellan el cadáver del viento que se mata contra la ventana, y lo pisotean, y lo levantan, y bailan con él, sanguinolenta marioneta de huesos rotos, títere gore, cazador cazado, y la música busca su siguiente víctima y me mira y las notas se enroscan en sus pentagramas, apurando las energías, preparando su salto, y no saben que a mí me da igual, que si son ellas las que me ahogan, bueno, yo muero feliz, aunque mañana tenga que madrugar.

22.10.05

Ale, vamos con la introspección

Supongo, como todo buen blogero, que tendré que contar algo de mí mismo; que si quién soy, que si cómo soy, ese tipo de cosas.

Qué decir...

Como todo buen blogero soy un tipo inteligente, sensible, culto y refinado, y poseo unos gustos impecables en lo musical, lo cinematográfico, lo literario, y bueno, lo todo. Mi antaño atlética figura apenas se ha resentido del paso de los años ni del desgaste de tantas noches de bar, circunstancias ambas que en vez de destrozarme en lo físico y en lo psíquico, como a todo mortal que no tiene blog, tan sólo me han aportado lucided y sabiduría. Ji ji.

Ya en serio, hola, me llamo David. Es cierto que hay gente que opina que soy un tipo inteligente, pero a lo largo de los años he logrado que casi no se me note, consiguiendo comportarme a veces como el perfecto imbécil que, sospecho, soy generalmente; supongo que por cada persona que opine que soy un tipo listo habrá otra que opine que soy gilipollas. Respecto a la sensibilidad, igual, empate técnico. Cultura, bueno, la justa como para defenderme jugando al Trivial. Y mis gustos, a veces pienso que en lo musical y en lo cinematográfico no los tengo, que lo que tengo son compulsiones respecto a escuchar discos y a ver películas.

Libros, bueno, antes me gustaban casi todos un montón. Pero de un tiempo a esta parte empiezo a sospechar que a mí lo que me gusta no es leer, sino leer a Martin Amis y a gente por el estilo, porque me leo un libro y termino diciendo "ah, vale, qué bonito", pero hace nada me leí Dinero, y en fin, la noche que me lo terminé apenas dormí, impresionadísimo por el libro, y con unas ganas locas de aplaudir y de ir corriendo hacia el mar, cruzarlo a nado, seguir corriendo del otro lado, buscar al tipo ese y decirle que es un bastardo, que es genial y demás muestras de envidia malsana.

Volviendo a la música, supongo que un link vale más que mil palabras; www.last.fm/user/diedne.

Según esa página, los 15 grupos que más escucho son Oceansize, Kula Shaker, los Shins, Ojos de Brujo, Devin Townsend, Anekdoten, Flogging Molly, Nevermore, Neutral Milk Hotel, Dark Tranquillity, Agalloch, Isis, Pain of Salvation y Wintersun. Que no tienen casi nada en común, en general, cosa de la que me siento bastante orgulloso. Bueno, pretendía ir de frívolo y de indiferente en este post, pero es que con la música no puedo, no puedo: Lo admito, estoy sumamente orgulloso de la música que escucho, y de escuchar discos que la amplia mayoría de los mortales no conocen. Y de que, de esa lista de 15, haya cinco que repugnen a cualquier persona, escogida al azar, y al menos dos que gusten a esa misma persona, sea quien sea y escuche lo que escuche. Pero como esto, dicho así, suena a chino si los nombres de los grupos te suenan a chino, bueno, a ver qué estilos escucho. Post rock, folk, death metal melódico, indie, rock progresivo... y yo que empecé escuchando a mis Iron Maiden a los 6 añitos, a lo que llega uno. Supongo que eso me pasa por ser muy curioso (y muy compulsivo, ya digo) y por tener amigos por ahí que escuchan de todo y que le culturizan a uno (en lo musical, que no sirve mucho para el Trivial, pero bueno).

Más cosas. Soy aparejador y casi matemático, a falta de una asignatura que odio, aborrezco, detesto y tengo que estudiarme otra vez, qué felicidad. Estoy trabajando de lo primero, aunque afortunadamente no en una constructora (odio, odio, ODIO la construcción, sus mafias y sus chanchullos), en una ingeniería, y no sé, estoy contento con el trabajo, la gente es muy maja. Aunque a veces me acuerdo de cuando no trabajaba y podía acostarme a las 7 y levantarme a las 2 día sí día también, y claro, lo echo muchísimo de menos, gracias a haberme librado de ese pensamiento socialista tan macabro que asume que uno se realiza mediante el trabajo, qué gracioso Marx. Lo peor es que con el madrugón y el salir a las mil, claro, no hay tiempo para gran cosa que no sea leer en los transportes públicos, cenar y dormir, y no sé cuándo sacaré yo ratos para esto de torturar teclados, otro vicio. Pero como se me da fatal renunciar a mis vicios tampoco ando muy preocupado al respecto. Por ejemplo, ahora mismo estoy matando el gusanillo, aunque no sé si lo hago por no ponerme a recoger la casa, que me da bastante pereza.

Y poco más. De un tiempo a esta parte he visto como la opinión que tenía respecto de mí mismo decaía bastante, supongo que por sentido común. Por ejemplo, antes leía algo del síndrome bipolar y pensaba "oh, ¡yo tengo de eso!", pero uno piensa un rato y ¿no está todo el mundo a ratos contento y a ratos deprimido? Pues será que no tengo ningún síndrome... y así con todas mis paranoias, que se han visto deconstruidas hasta hacerme pensar que soy una persona corriente, en lo que a la psicología se refiere. Claro que tendré mi puntito de locura, y que a ratos, por culpa de gente como Julio Cortázar, se hace bastante evidente, pero el que esté cuerdo del todo que tire la primera piedra, y que reciba mi más sentido pésame.

Bueno, realmente debería recoger la casa, e irme planteando el hacer la comida, así que si me disculpan, me voy.

18.10.05

Bueno, vale.

Es hora de rendirse: Me hago un blog, vale. Seré uno más de los millones de insignificantes personajes que van por ahí contando las memeces de su vida diaria y las tonterías que se les pasan por la cabeza (rectificando verbos: las memeces de nuestra vida diaria, las tonterías que se nos pasan por la cabeza). Total, si me gusta escribir y perder el tiempo un rato es casi inevitable. Pero había argumentos para no hacerme un blog, entendedme. Buscad un blog al azar, y leed conmigo. Escritorzuelos justamente frustrados, pensadores de tres al cuarto, gentuza victimista que monta dramas porque entiende que el mundo, tan gris, tan zafio, no les está a las altura. Gente que se proclama atrapada en una vida que no es la que, según ellos, merecen, y que aprovecha esto de la tecnología para dejar clara (o tan clara como pueden) su opinión al respecto.

Qué asquito, ¿verdad?

Total, que como hay tanto blog lamentable, yo me resistía a hacer uno. Más que nada porque a mí me encantaría hacer todo eso de quejarme de mi vida miserable y teclear aquí sentadito cómo me gustaría emerger de una crisálida, convertido en una mariposa existencial y heterosexual, y alejarme del estiercol y el fango de la vida, pero por un lado también me gustaría ser original, y llego muy tarde, y por otro tampoco pienso que la vida sea estiercol y fango, o que yo merezca algo mejor, o que a nadie con dos dedos de frente le importe un comino mis suspiros de hastío vital. Vade retro, tedium vitae.

Pensaba en esto anoche, cuando registraba el nombre del blog (increíble que nadie haya cogido "idiotaaa" antes, ¿eh?). Pensaba que, bueno, mi vida no está mal, y que de hecho la gente que tiene motivos de queja no suele tener posibilidades ni/o ganas para informar a la humanidad de sus tribulaciones en un blog. Y pensaba también que el hecho de que un taco de gente haga algo tan lamentable como mantener un blog tampoco es excusa para que yo no me haga uno, porque al fin y al cabo la gente hace ya muchas cosas que yo también hago, como respirar, o pagar un dineral por la entrada del cine, o sufrir cada fin de semana las consecuencias del alcohol, o sentir como la vista se me va detrás de las piernas de alguna chavala por los tuneles del metro. Así que, pensándolo bien, si no quiero quejarme, y si ya hago tantas cosas tan poco originales, ¿por qué no una más?

Y aquí estamos, todos perdiendo el tiempo, lo cuál me parece maravilloso, porque para eso deberían haberlo inventado, al tiempo. Y tengo un blog. Y no tengo motivos de queja. Qué va a ser de mí.

Misterio, misterio, ¡uuuh!
Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.